Historia — 1 de abril de 2024 at 00:00

Benito Arias Montano: humanismo y religión

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Benito Arias Montano

A Benito Arias Montano (Fregenal de la Sierra, 1527-Sevilla, 1598) se le puede definir como humanista, puesto que su pensamiento y su obra se insertan en el movimiento intelectual y filosófico que conocemos como humanismo renacentista. Esta corriente cultural fue la dominante en Europa durante los siglos XV y XVI, siendo en su última fase, la que transcurre en la segunda mitad del siglo XVI, en la que desarrolla su labor este ilustre y no tan conocido como se merecería humanista español.

Es cierto que en el humanismo no podemos olvidar su faceta cristiana. Esa religiosidad es muy evidente en este autor en concreto. Arias Montano fue un hombre de fe, y su razón nunca entró en conflicto con su acendrado cristianismo. En aquella época ya se hallaban enfrentadas y en lucha las dos formas de entender la religión en las que se había dividido el cristianismo en Europa: el catolicismo y el protestantismo. Arias Montano era católico sin fisuras, pero no al modo ultraortodoxo, ni tan siquiera ortodoxo; de hecho, algunas de sus obras fueron condenadas por la Inquisición tras su muerte, y en vida tuvo problemas con la Inquisición sevillana (lo salvó la protección de Felipe II). No obstante, desde su estancia en Amberes tuvo muy buena relación con los flamencos, independientemente de su adscripción religiosa, como ya desarrollaremos después.

Fue un verdadero polímata, con extensos y profundos conocimientos que abarcaban numerosas disciplinas del saber. Fue filósofo, teólogo, biblista, político, filólogo y poeta. También se interesó y escribió sobre las ciencias de la naturaleza, desde la astronomía hasta la numismática, pasando por la medicina, la botánica, las matemáticas o la geografía.

Dominó hasta trece lenguas, entre ellas el griego y el latín, de ahí su conocimiento de la cultura grecorromana, pero también fue un experto en lenguas orientales, incluyendo el hebreo, el arameo, el sirio y el árabe. Todo ello le sirvió para basar su erudición y sus escritos en sus fuentes originales.

Biografía

Nació en Fregenal de la Sierra (Badajoz) en 1527 como fecha más probable, si bien se han dado otras comprendidas entre 1525 y 1528. Su padre era notario del Santo Oficio, pero hay estudios que aseguran que pertenecía a una familia de judeoconversos, los Arias, si bien otros lo niegan, yendo a favor de estos el que su hijo fuera admitido en la Orden de Santiago, lo que exigía un riguroso examen previo sobre su limpieza de sangre como cristiano viejo.

En su pueblo, su primer maestro fue el sacerdote Diego Vázquez que lo inició en el latín y en otras materias, incluyendo astronomía y física. Debió de ser buen alumno, pues con catorce años escribió su primer trabajo sobre numismática.

Con diecinueve años se trasladó a Sevilla, viviendo en la casa de su padrino, Gaspar Vélez de Alcocer, oidor de la Audiencia de dicha ciudad. Allí inició sus estudios en artes, que incluían, además de griego y latín, conocimientos sobre cosmología, hidrografía y matemáticas, aunque solo le dio tiempo de cursar dos años en su universidad. En aquella época la influencia del erasmismo era importante en Sevilla. Se sabe que ya entonces leyó las obras de Erasmo de Rotterdam y que la influencia de este se dejó notar en toda su obra.

En 1548 se asentó en Alcalá de Henares, continuando sus estudios de artes (humanidades) en su famosa universidad, fundada por el cardenal Cisneros en 1508. Hay que reseñar que fue allí donde se fraguó e imprimió la primera Biblia políglota del mundo cristiano en 1517, impulsada y dirigida por el propio Cisneros. En 1549 se graduó como bachiller y licenciado en Artes. Entre 1549 y 1552 realizó sus estudios de Teología y también profundizó e inició su aprendizaje de las cinco lenguas bíblicas: latín, griego, hebreo, arameo y siríaco. Todo ello bajo la supervisión del gran maestro biblista fray Cipriano de Huerga y otros insignes profesores. Hay que añadir que fue en Alcalá donde conoció a otro alumno: fray Luis de León (este sí judeoconverso), con el que mantuvo intensa amistad a lo largo de toda su vida.

Ya en 1553 comenzó su relación con la Peña de Alájar, pero de eso nos ocuparemos más adelante. Se sabe que entre 1553 y 1558 amplió estudios en la universidad de Salamanca, donde consiguió el doctorado en Teología. También en esos años intercaló estancias en la Peña de Alájar y en Sevilla, realizando estudios en la universidad y aprendiendo Medicina y Botánica con el médico Francisco de Arce.

En 1559 la Inquisición le abrió un proceso, no se sabe si por su posible relación con los protestantes españoles, pero salió libre de cargos. Tanto es así que, en 1560, fue ordenado sacerdote de la Orden de Caballeros de Santiago, siendo admitido en el monasterio de San Marcos de León.

Su excepcional valía le condujo a ocupar un lugar destacado en la vida cultural e intelectual española. Fue por ello por lo que el obispo de Segovia, Martín Pérez de Ayala, lo llevó consigo como teólogo al Concilio de Trento en 1562. Como integrante de la delegación española, intervino al menos en dos ocasiones: cuando se trató de la comunión bajo las dos especies y cuando se habló sobre el matrimonio. No debió de hacerlo mal, pues a su vuelta se le nombró capellán del rey Felipe II en 1566, iniciando con él una relación que continuó hasta su muerte.

En 1568 recibe el encargo de ser el supervisor real en la redacción de la segunda Biblia políglota que estaban realizando en Amberes un destacado grupo de eruditos flamencos y franceses. Esta Biblia, redactada en cinco lenguas, pretendía completar y mejorar la que se realizó en la Universidad Complutense bajo la dirección del cardenal Cisneros cincuenta años antes.

Regresó a España en 1576 y su estancia en Flandes le marcó para el resto de su vida de un modo que ya expondremos después al tratar de la Biblia de Amberes y de su relación con Felipe II.

Ya en España, fue nombrado por el monarca director de la Biblioteca de El Escorial, siendo su primer bibliotecario y ocupando ese puesto desde 1577 hasta 1592, si bien con estancias intermitentes en el palacio. Su misión fue organizar y ordenar el extenso catálogo de libros y manuscritos que allí se hallaban, así como adquirir nuevos ejemplares, consiguiendo que se convirtiera en una de las mejores bibliotecas —si no la mejor— de la Europa de entonces.

A partir de 1584 empezó a residir principalmente en Sevilla, sin olvidar regresar a su querida Peña de Alájar tan pronto como le era posible. En 1592 se instaló definitivamente en la ciudad andaluza, permaneciendo en ella hasta su muerte, que se produjo el 6 de julio de 1598. Fue enterrado en el convento de Santiago de la Espada, su lugar de residencia en sus últimos años, pero actualmente sus restos reposan en el Panteón de Hombres Ilustres de la antigua Escuela de Bellas Artes de Sevilla.

Lope de Vega, admirador y amigo de Arias Montano escribió su epitafio, que dice así:

Aquí Montano reposa,

de la Biblia sacra un sol,

un «Jerónimo español»

y un David en verso y prosa.

No se acabará jamás,

aunque en estas losas cupo:

que si muchas lenguas supo,

son las que le alaban más.

La Biblia Políglota de Amberes

La producción literaria de este autor es extensa y variada, estando escrita casi en su totalidad en latín. En su mayoría, sus obras fueron editadas en la imprenta de su gran amigo flamenco Cristóbal Plantino. No las voy transcribir aquí, pero en la página web de la Biblioteca Nacional de España (datos, bne.es) se pueden encontrar. La Universidad de Huelva ha creado la Biblioteca Montaniana, en la que un grupo de especialistas dirigidos por Luis Gómez Canseco han emprendido la traducción al castellano de sus escritos.

A pesar de las numerosas obras de las que es autor, a Arias Montano se le asocia principalmente con la Biblia Políglota de Amberes, conocida con este nombre porque fue escrita en cinco lenguas: latín, griego, hebreo, arameo y siríaco, y porque fue realizada e impresa en la ciudad de Amberes, entonces bajo dominio español, como todo el territorio de Flandes. Se la conoce con otros muchos nombres, tales como Sacra, de Plantino, de Arias Montano, Regia y Filipense.

El editor e impresor flamenco Cristóbal Plantino o Christoffel Plantijn (Saint Avertin, 1520-Amberes, 1589) fue su impulsor e impresor. Plantino, cuando ya había puesto en marcha la composición de la Biblia, se puso en contacto con Felipe II a través de su secretario Gabriel de Zayas, consiguiendo que el rey financiara su obra, si bien antes lo había intentado con príncipes protestantes. Pero Felipe II no se limitó a ser el mecenas, sino que quiso tener un control de su realización. Fue este uno de los motivos por los que envió a Benito Arias Montano a Amberes.

Plantino había iniciado su labor de impresión en su taller en 1554, llegando a ser uno de los grandes editores flamencos. Bajo la inspiración del gran hebraísta Andreas Masius y con el apoyo económico de los integrantes de la secta cristiana Familia Charitatis, Plantino reunió a un selecto grupo de filólogos —integrantes de dicha sociedad espiritual en su mayoría— y dieron comienzo a la redacción de la Biblia Políglota.

Con la llegada como gobernador a los Países Bajos del duque de Alba en 1567 y la feroz represión de los círculos protestantes flamencos que llevó a cabo, parte de los redactores de la Biblia —los no católicos— huyeron a Alemania y a Suiza. Para poder continuar con su labor, Plantino buscó y obtuvo la protección de Felipe II, quien lo nombró «prototipógrafo del rey».

Fue entonces, en 1568, cuando «el rey prudente» mandó a Benito Arias Montano a Amberes. Una de sus misiones consistió en ser el representante real en la redacción de la nueva Biblia. Nuestro autor y Plantino congeniaron desde el principio y mantuvieron una amistad que solo cortó la muerte del impresor en 1589, si bien su taller, ya en manos de su hijo, siguió editando las obras del escritor incluso después de su muerte.

La Biblia Regia se componía de ocho volúmenes. Los cuatro primeros contenían el Antiguo Testamento completo. Incluían: I) Texto hebreo, siguiendo al que ya figuraba en la Biblia Políglota Complutense y en las Biblias rabínicas de Venecia y Bomberg, y su traducción latina contenida en la Vulgata de San Jerónimo. II) Texto griego según la versión de las Septuaginta, con su traducción latina. III) Versión aramea o Targum, con la versión en latín. El volumen V contiene el Nuevo Testamento en tres versiones: la griega, la latina de la Vulgata y la siríaca con su traducción latina de Guido Lefevre de la Boderie. A los siguientes volúmenes se les denomina Apparatus. El VI se centra en el Nuevo Testamento en griego y su traducción de la Vulgata; particularidades de la lengua hebrea redactada por Arias Montano y el Antiguo Testamento, pero con la traducción del hebreo al latín por el dominico judeoconverso Sancte Pagnino. El Volumen VII comprende: Diccionario y gramática griegos, de Arias Montano; un vocabulario siríaco realizado por Andreas Masius; una gramática siríaca; un diccionario sirio-arameo de Guido Lefevre de la Boderie; un Thesaurus hebraicae-linguae, en latín, de Sancte Pagnino y un Apéndice de Francisco Raphelengius. En el último volumen, el VIII, hay: dieciocho tratados filológicos y arqueológicos, varios escritos por Arias Montano; los prefacios del mismo autor; los prólogos de san Jerónimo en la Vulgata; cartas de Felipe II, del duque de Alba y de Arias Montano y los privilegios de publicación junto con las censuras de este mismo escritor.

Lo que se discute es el verdadero papel que jugó Arias Montano en la confección del texto. Es indudable que, por orden de su rey, fue, con plenos poderes, el director, el supervisor, el corrector, el censor y el responsable de la publicación de la Biblia Sacra. Para algunos escritores, sobre todo los del norte de Europa, Ben Reckers entre ellos, su labor fue residual aparte de ser el representante de Felipe II. Es cierto que la Biblia ya había iniciado su andadura antes de la llegada del supervisor real, y además de la mano de estudiosos no todos católicos, pero también lo es que Arias Montano intervino en su redacción, como ya ha quedado reflejado antes.

La Biblia Políglota se concluyó a inicios de 1572, pero tenía que ser aprobada por Roma para poder ser publicada. El papa Pío V, que había sido inquisidor general, encargó un informe a una comisión de cardenales, quienes desaconsejaron su publicación dada la dudosa ortodoxia católica de la obra. El responsable del dictamen de la curia papal fue el cardenal Roberto Belarmino, jesuita e inquisidor, quien también, posteriormente, fue el encargado de dirigir los procesos inquisitoriales contra Giordano Bruno y Galileo Galilei, de tan tristes consecuencias para ambos. Arias Montano se desplazó a Roma para intentar convencer a la comisión de que permitiera la publicación de la obra en la que había estado trabajando cuatro años. En estas, Pío V murió y fue nombrado papa Gregorio XIII, quien, posiblemente por ser más proclive a los intereses hispanos y a instancias de Felipe II, firmó la aprobación.

Pero no terminaron ahí los problemas. El profesor de la universidad de Salamanca León Castro, un ultraortodoxo católico que ya había conseguido que fray Luis de León acabara en la cárcel inquisitorial, denunció ante la Inquisición española y ante la Santa Sede a la Biblia Políglota y a sus autores. Les acusaba de no incluir la versión latina de la Vulgata en la nueva Biblia, lo que era cierto en un principio. También, de ser judaizante por incluir la versión rabínica del texto bíblico en hebreo, lo que también era verdad. Por último, afirmaba que elementos protestantes habían influido en sus inicios en la elaboración de esa Biblia, lo que tampoco se puede negar.

Ante esta situación, el sumo pontífice decidió delegar en la Inquisición española para que diera la respuesta definitiva. En 1576 se encargó al jesuita Juan de Mariana un informe sobre la cuestión. El dictamen se hizo público en 1577. En él se exoneraba a Arias Montano de heterodoxia, pero se reconocía que se habían tomado muchas libertades en la redacción de la obra, tanto en su composición como en las traducciones manejadas. Además, se tuvo que incluir la versión de la Vulgata, aunque también la de Sancte Pagnino, y se tuvieron que excluir algunos tratados del Apparatus, entre ellos varios de los escritos por nuestro autor. Aun así, se tardaría otros siete años en poder publicar la Biblia Regia.

La Familia Charitatis o familia del amor

Este es un tema que se trata poco cuando se escribe sobre el humanista español, y aún menos sobre si pertenecía o no a ella.

La Familia Charitatis era una secta religiosa de carácter místico que fue fundada en 1540 en Amberes por Hendrik Niclaes. Era natural de Munster, en Wetsfalia, pero consiguió adeptos en Flandes y también en Inglaterra, donde se trasladó en 1552.

Tal vez el rasgo principal de este grupo fuera su tendencia a la contemplación mística y a considerar que el hombre, por medio del amor y de la caridad, podía lograr hacerse uno con Dios.

Sus integrantes eran seres ascéticos que gustaban de la vida retirada. Practicaban el vegetarianismo y no tendían al proselitismo, pues buscaban en el quietismo y en la vida contemplativa y silenciosa poder oír la voz de Dios en su interior para poder identificarse, al menos subjetivamente, con Él. Les eran indiferentes los ritos externos y cualquier dogma religioso. No negaban a Cristo, más bien lo aceptaban y lo tenían como modelo sin negar su divinidad. Externamente supieron adaptarse al sistema religioso imperante, fuera este protestante, calvinista o católico. Muchos de estos rasgos definitorios de la Familia del Amor los vemos reflejados en Benito Arias Montano.

También se dice de los familistas —otro de los nombres con los que se conoce a la secta— que practicaban el estoicismo, sobre todo a nivel ético. También en eso influyeron en Arias Montano, si bien no fueron los únicos. El humanista flamenco Justo Lipsio (1547-1606) fue el creador del movimiento neoestoico en el último tercio del siglo XVI. El neoestoicismo pretendía ahondar aún más (el cristianismo siempre ha congeniado bien con el estoicismo) en la relación entre la ética estoica y la cristiana. Teniendo en cuenta que Lipsio era amigo de nuestro humanista y que su filosofía tuvo mucha influencia en el Imperio español, podemos decir sin temor a equivocarnos demasiado que el uno influyó, positivamente, en el otro.

Hendrik Jansen van Barrefelt (1520-1594), llamado Hiël (la vida uniforme de Dios), se adhirió a la Familia del Amor, pero en 1573 rompió con Niclaes y fundó su propia facción, los hielistas (amantes de la verdad). Pretendía la búsqueda de Cristo en el alma del hombre, propugnando una espiritualidad muy personal que no estaba reñida con las religiones cristianas, por lo que sus miembros podían seguir practicando su religión. Muchos familistas, sobre todo católicos, dejaron de seguir a Niclaes y se hicieron hielistas.

Dicho lo anterior, hay que añadir que, entre los seguidores de la Familia Charitatis, se incluían muchos de los personajes que compusieron la Biblia Políglota de Amberes. Tanto su editor e impresor, Cristóbal Plantino, como varios de sus redactores pertenecían a dicha secta. La amistad con el impresor llevó a Arias Montano a ingresar en los familistas, pero sin renunciar a su fe católica. Cuando se produjo la separación de los hielistas, tanto Plantino como Arias Montano abandonaron a Niclaes, que tuvo más predominio en el ámbito protestante, y siguieron a Barrefelt, que se desarrolló principalmente, si bien en secreto, en los ambientes católicos.

Desde su estancia en Amberes y tras su vuelta a España, el humanista español siguió siendo hasta su muerte católico y seguidor secreto de Hiël. Continuó su amistad con Plantino y acogió en la Biblioteca de El Escorial escritos de la Familia del Amor editados en Flandes por su amigo el impresor. Incluso se dice (ver bibliografía) que durante su estancia en El Escorial, donde fue profesor de Teología de los jóvenes jerónimos, enseñó su ideal hielista a los monjes del convento del palacio real.

Relación con Felipe II

La relación de Arias Montano con el rey se remonta a 1566, fecha en la que, como ya se ha escrito, fue nombrado capellán real, puesto en el que permaneció hasta 1584, cuando el humanista solicitó, y se le concedió, la dispensa para cesar en su función. Además, fue consejero y representante del rey en diferentes ocasiones.

En 1568 Felipe II lo envió a Amberes para ser, como ya se dijo, su supervisor y el que tomara las últimas decisiones en la redacción y edición de la Biblia Sacra. Pero también ejerció otras actividades para el rey, entre ellas la de informar secretamente al monarca o a su secretario, Gabriel de Zayas, de su visión sobre la situación social y política en Flandes. 

Ya el 30 de septiembre de 1568 le envía una carta dando sus primeras impresiones («Primeros advertimentos de Benito Arias Montano a Felipe II sobre la rebelión de Flandes» —rodin.uca.es—). En un principio, no rechazaba la política de represión de los rebeldes llevada a cabo por la monarquía española. Con el tiempo, influido por sus amistades flamencas y por el conocimiento directo de lo que acontecía, su posición fue cambiando, volviéndose más comprensivo con la visión de los nobles flamencos, contraria a la de los españoles. De hecho, es uno de los poquísimos hispanos que fue, y es, respetado en los Países Bajos. Al cambio del humanista hispano contribuyó también la llegada a Flandes como gobernador del duque de Alba y la feroz represión a la que sometió a sus gobernados. Tan es así que, en sus cartas al rey, no deja de enumerar los yerros políticos cometidos por los representantes del poder imperial en los Países Bajos, principalmente por Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, tercer duque de Alba. La situación llegó a ser tan insoluble que condujo a la independencia de Flandes y a la separación de las provincias del norte (Holanda), protestantes, y las del sur (Bélgica), católicas.

Desencantado y triste, Arias Montano volvió a España, siendo su siguiente misión real la de organizar y ser primer bibliotecario de la Biblioteca de El Escorial. El palacio inició su construcción en 1563, terminándose en 1584. La biblioteca recibió sus primeros libros ya en 1565 y no paró de incrementar sus fondos desde entonces. Nuestro autor se hizo cargo de ella en 1577, pero ya desde 1568 tuvo el encargo real de adquirir libros para la biblioteca escurialense. Flandes, y sobre todo Amberes, tenía un gran comercio de libros y manuscritos, tanto de obras antiguas como modernas; de ahí la labor que impuso el rey al humanista. Pero, además, también adquirió más obras por orden real durante sus estancias en Roma, Venecia y Milán. Todo ello se halla documentado en las cartas que Arias Montano remitió al secretario Zayas informándole puntualmente de sus adquisiciones y de los gastos que suponían.

Biblioteca El Escorial
Real Biblioteca El Escorial (Fuente: Patrimonio Nacional)

La faceta diplomática del autor en Flandes ya se ha reflejado. Solo hay que añadir que, por decisión real, intentó aconsejar al duque de Alba en diversos asuntos, por ejemplo, en el nombramiento de profesores de la universidad de Lovaina. Lo que no se sabe es si el duque le hizo mucho caso.

También parece ser, aunque hay controversia sobre ello, que intervino por orden real en los asuntos de Portugal y en lograr que Felipe II se anexionara en 1580 el Imperio portugués, que permaneció unido a España durante sesenta años. Arias Montano estuvo en Lisboa en 1578 y se entrevistó en varias ocasiones con el rey don Sebastián, sobrino de Felipe II. El rey portugués estaba preparando una campaña bélica en Marruecos, a pesar de la oposición de la nobleza y del pueblo lusitano. Quiso saber la opinión del humanista, quien también desaconsejó al rey que la realizara. De todo ello informó a Felipe II por carta. No obstante, Sebastián I emprendió el intento de conquista de Marruecos, pero fue una campaña desastrosa que terminó con la muerte o desaparición del rey en Alcazarquivir, en agosto de 1578. Apelando a sus derechos sucesorios, el Rey Prudente pidió ser proclamado rey de Portugal, a pesar de la oposición del cardenal don Enrique, tío de don Sebastián, que también lo pretendía. Arias Montano ayudó a su rey en su empresa. No se conoce bien la importancia de esa ayuda, pero sí que redactó dos documentos («Apuntamentos tocantes a la sucesión del Reino de Portugal» y «Parecer sobre las cosas de Portugal»), que fueron importantes en la consecución del trono portugués por Felipe II.

Todos conocen que Felipe II fue el campeón de la causa católica en la Europa de su tiempo. Se le califica, sobre todo por sus enemigos, los creadores de la leyenda negra, de azote de los herejes y de defensor a ultranza de su fe, pero también de tirano, promotor acérrimo de la ortodoxia católica y represor de libertades. Se resalta menos que fue un gran gobernante del Imperio español, al que condujo con mano firme y justa. Además, fue un hombre culto que impulsó el humanismo cristiano, de ahí su relación con los humanistas de su tiempo, entre ellos Benito Arias Montano.

Lo que no se suele mencionar —de hecho, hay pocas publicaciones que traten sobre ello— es el interés que sentía por la magia y el ocultismo. Esto no era nuevo en la familia real. Su padre, Carlos I, mantuvo relación con lo esotérico; se sabe que tuvo a su servicio al ocultista alemán Cornelio Agrippa, quien tenía grandes conocimientos de astrología, alquimia, cábala y nigromancia. Es más, Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, era sobrino de Felipe II y fue educado por él en El Escorial, transmitiéndole el monarca hispano sus aficiones ocultistas. El emperador conservó durante toda su vida sus inclinaciones esotéricas y atrajo a su corte de Praga a los más ilustres astrólogos, cabalistas, magos y alquimistas de su tiempo.

Felipe II se hizo elaborar varias cartas astrales. Una de ellas, la realizada por Matías Haco, la usaba como libro de cabecera y la consultaba antes de tomar decisiones importantes. Su interés por las ciencias ocultas le llevó a crear en 1580 el llamado Círculo de El Escorial, integrado por astrólogos, alquimistas, cabalistas, hermetistas, médicos, naturalistas y humanistas. Era un grupo secreto y no se conoce bien quiénes lo integraban. Sí se sabe que entre sus miembros se hallaba Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial, quien se basó en sus conocimientos ocultistas cuando se hizo cargo de la construcción del palacio y del templo, que estaba claramente inspirado en el que mandó construir Salomón en Jerusalén siguiendo las indicaciones de su Dios.

Otro de los integrantes del círculo secreto fue fray José de Sigüenza, monje de la Orden de San Jerónimo además de historiador, poeta y teólogo. ¿Perteneció Arias Montano a ese círculo? Dado su secretismo no lo podemos afirmar, pero cabe poca duda de que conocía su existencia. Él mismo ya se relacionaba y se integraba en la Familia del Amor, agrupación también secreta. Además, fray Diego era no solo su amigo, sino incluso su discípulo y su sucesor como bibliotecario mayor. En la Biblioteca de El Escorial se conservan al menos doscientas obras que tratan de las ciencias secretas, y muchas de ellas formaban parte de los libros prohibidos por la Inquisición, si bien eran intocables según orden del rey. Felipe II encargó al humanista que proveyera de libros y manuscritos a la biblioteca escurialense; ¿se puede afirmar que entre esas obras no se hallaban algunas que se ocupaban de las ciencias ocultas? Indudablemente no, como tampoco que la adquisición de libros ocultos no la continuara fray Diego de Sigüenza.

La Peña de Alájar o de Arias Montano

De lo hasta aquí escrito se puede colegir la gran y extensa labor llevada a cabo por nuestro humanista en la Europa de su tiempo, lo que le supuso ser tenido en gran consideración por sus contemporáneos. Pues bien, ello no lo envaneció ni lo condujo a llevar una vida cómoda y regalada; tan es así que rechazó el obispado que le ofrecieron. Era un hombre de fe que buscaba a Dios en su interior, de natural bondadoso y dado al estudio y al retiro, pero sin dejar de cumplir las misiones que sus superiores, principalmente Felipe II, le encomendaban. Era un verdadero asceta, que dormía sobre una tabla y comía una vez al día, y lo que más anhelaba era retirarse a la sierra de Aracena, a un lugar que él llamaba «mi rinconcito», situado en una peña cercana al pueblo de Alájar, que hoy lleva su nombre.

La relación de Arias Montano con el pueblo de Alájar se remonta a 1553, pues su familia poseía unas tierras en la peña que se halla en sus cercanías. Desde entonces, el humanista quedó prendado de aquel lugar. Allí ya existía un santuario desde el siglo XIII dedicado a Nuestra Señora de los Ángeles, el cual aún hoy siguen siendo centro de peregrinación. En la peña hay varias cuevas y manantiales, resultado de la acción milenaria de un río subterráneo que por allí fluye. Fue un lugar muy adecuado para servir de retiro a numerosos eremitas y anacoretas que, en sus cuevas, llevaban una vida contemplativa y de oración buscando a Dios. Entre ellos se encontraba san Víctor de Arcis, quien, por indicación de san Isidoro de Sevilla, se retiró allí en el siglo V.

Arias Montano realizó diversos arreglos en la peña; entre ellos, se construyó una modesta residencia, aneja a la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, de la que hoy ya no existen restos. Ese fue el lugar donde se retiraba en cuantas ocasiones se lo permitían sus numerosos quehaceres. Así lo hizo hasta seis años antes de su muerte en Sevilla en 1598.

En su apartado retiro no solo se dedicó a la oración y a la meditación buscando mediante una vida ascética y contemplativa lo que ya otros intentaron antes que él: la unión interior, la identificación con lo divino. También escribió algunas de sus obras, entre ellas Dictatum Christianum, que sirvió de manual para la educación que recibieron los niños sin recursos económicos en la cátedra de Latinidad creada por él en Alájar. Este centro de estudios sobrevivió hasta finales del siglo XIX.

En su refugio de la peña tenía parte de su biblioteca personal, que era de gran calidad, pues Benito siempre fue un impenitente bibliófilo. Se supone, aunque no está probado, que algunos de esos escritos eran tratados de astrología, alquimia y otras ciencias esotéricas. También se supone que durante su estancia en la peña estudió tratados astrológicos y realizó experimentos alquímicos. No obstante, tras su muerte, su biblioteca fue donada a El Escorial, pero no otros objetos personales tales como pinturas, esculturas, joyas, medallas, monedas, porcelanas, etc., que sirvieron para formar un pequeño museo en la localidad de Alájar.

Tan importante fue para el humanista la Peña de Arias Montano que escribió en una de sus cartas: «Estancia es que por ninguna ciudad la trocaría por no haber visto en cuanto he andado en España ni aun en otras provincias, un sitio semejante a este de la Peña de Aracena, en el cual concurren muchas cosas naturales».

También su amigo Lope de Vega escribió estos versos resaltando su relación con el lugar: 

Jamón presunto de español marrano

de la sierra famosa de Aracena,

adonde huyó del mundo Arias Montano.

 

Bibliografía

Hay mucha y variada bibliografía sobre Arias Montano, y en un alto porcentaje se puede encontrar en Internet; de hecho, la realización de este trabajo se apoya en lo hallado en línea.

Para tener una relación de lo escrito sobre el autor: Bibliografía sobre el humanista Benito Arias Montano. Rafael Castro Amador (researchgate.net/publication/28205947).

Para consultar gran parte de los libros que escribió: Arias Montano, Benito (datos.bne.es/persona/XX980877.html).

Benito Arias Montano, humanista español (biblogtecarios.es/anabaeza/benito-arias).

Benito Arias Montano. Juan Belda Plans, 1945 (Fundación Ignacio Larramendi. www.larramendi.es).

Benito Arias Montano. María Fuencisla García Casar (dbe.rah.es/biografías/7898/benito-arias)”

Arias Montano: teología y humanismo (uhu.es/ariasmontano/bibliografía.php).

El pensamiento filosófico de Benito Arias Montano. Juan José Jorge López, 2002 (datos.bne.es/obra/XX3097952.html).

El origen judeoconverso del humanista Benito Arias Montano. Rafael Caso Amador (www.dip-badajoz.es).

Benito Arias Montano, biografía de un humanista. Nueva Acrópolis Huelva (https://huelva.nueva-acropolis)-

La peña de Arias Montano (huelva.nueva-acropolis.es).

Arias Montano, neoestoico (bartolomé.pozuelo@uca,es).

Benito Arias Montano, el hombre de confianza de Felipe II que busca la paz en Alájar (huelvanoticias.com/2026/09/03).

Primeros advertimentos de Benito Arias Montano a Felipe II sobre la rebelión en Flandes. Antonio Dávila Pérez (rodin.uca.es).

Esoterismo de la Fama Charitatis (agarosimposio.wordpress.com)-

Humanismo y política. A propósito de Arias Montano y sus relaciones con Portugal (dip.badajoz.es/cultura)-

La personalidad ocultista de Felipe II. Aurea Izquierdo Zamorano ([email protected])-

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