Ciencia — 31 de enero de 2021 at 23:00

Altruismo biológico y altruismo psicológico

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Altruismo biológico

El altruismo psicológico, una de las cualidades más admirables del ser humano, es la capacidad de actuar desinteresadamente en beneficio de otros que puedan necesitar la ayuda, incluso a costa del interés propio. En biología, el altruismo es un patrón de comportamiento en el cual un individuo es capaz de poner en riesgo su propia vida para beneficiar, ayudar o proteger a otro individuo; según Laureano Castro, «aquella conducta que incrementa en promedio la eficacia biológica, esto es, la capacidad de supervivencia y de reproducción de los individuos sobre los que recae el influjo de la misma, y que, al tiempo, disminuye la eficacia biológica del individuo que realiza la acción» [1] .

En el sentido biológico, no existe el requisito de que haya una intención consciente para que una acción sea altruista. De hecho, algunos de los ejemplos más interesantes de altruismo biológico se encuentran entre las criaturas que (presumiblemente) no son capaces de pensar en absoluto, por ejemplo, los insectos.

Darwin observó que la existencia del altruismo en la naturaleza sería un contraejemplo de la selección natural. En primer lugar, supuso que el altruismo se hereda de padres a hijos, como el resto de los rasgos. Esta es una suposición que sigue vigente hoy en día y se dice que es una característica que se transmite por los genes [2] . Puesto que el altruismo sucede cuando los animales actúan en beneficio de otros, estos individuos se van situando en desventaja frente al que actúa de forma egoísta y, por tanto, la selección natural los iría descartando, en cada generación tendrían menos herederos hasta que se extinguirían, y en la especie no existirían individuos con el «gen del altruismo».

Darwin explicó el altruismo a partir de la selección de grupo porque, aunque sea desventajoso para el organismo individual, es posible que sea ventajoso a nivel grupal. La primera analogía la planteó con el comportamiento altruista humano. Si un grupo tiene muchos individuos altruistas, puede tener ventaja frente a uno que no los tenga. Es aquello de la unión hace la fuerza, o lo de quenos complementamos unos a otros, y donde tú no llegas, recojo tu testigo y llego yo.

En los años sesenta este concepto de selección por el «bien de la especie» cayó en descrédito porque los modelos matemáticos no demostraban que fuera una fuerza evolutiva. La principal debilidad fue lo que Dawkins llamó «subversión desde adentro»: los altruistas pueden ser explotados por los egoístas; es más, un solo mutante egoísta puede transformar el grupo y que se propague su versión egoísta a la descendencia, eliminando a los altruistas.

La selección de parentesco

Pero en esa misma década apareció una teoría que solventaría esta debilidad, la selección de parentesco o teoría de la «aptitud inclusiva». Hamilton desarrolló en los sesenta el modelo de selección de parentesco. La selección de parentesco afirma que si un individuo es portador de un alelo que induce conductas altruistas hacia familiares cercanos, este alelo podría aumentar su proporción dentro del grupo en las próximas generaciones, ya que, al transmitirlo por herencia, es probable que los parientes sean portadores del mismo. La teoría es una explicación al altruismo de los insectos sociales, pero considero interesante destacar que es una explicación, no una contrastación de la hipótesis. Demostró que un gen altruista puede prosperar en determinadas condiciones. Estas condiciones se describen en una fórmula llamada la regla de Hamiltonb>c/r, siendo b el beneficio recibido por un individuo, c el coste para el individuo altruista y r un coeficiente de relación familiar. El beneficio es directamente proporcional al grado de relación, mayor cuanto más cercana. Los costos y beneficios se miden en términos de aptitud reproductiva o número esperado de descendencia. El coeficiente de relación familiar es la relación genética, es decir, la proporción de genes que se tienen en común.

La regla de Hamilton propone que un gen altruista puede propagarse por selección natural siempre y cuando el costo en que incurra el altruista se compense con una cantidad suficiente de beneficio para familiares relacionados. La selección familiar no necesita que los individuos sean capaces de reconocer a sus parientes, basta con que sean parientes; si los animales tienden a ayudar los que habitan cerca, es probable que sean parientes. La diferencia entre selección de parentesco y selección de grupo es poco definida y objeto de controversias aún en la segunda década del tercer milenio [3] . El mismo Hamilton señaló que el coeficiente de relación de parentesco debería reemplazarse por un coeficiente más general que refleje que el altruista y el receptor compartan genes, sean parientes o no.

alimentos

La teoría de la aptitud inclusiva de Hamilton, así como la selección de parentesco, parecían —para muchos biólogos— conciliar el conflicto entre la selección natural, en la que los genes «egoístas» perpetúan su propia aptitud a través de la supervivencia de los más aptos, y el comportamiento desinteresado. La teoría de la aptitud inclusiva se aplica con mayor frecuencia a los organismos eusociales, como las abejas y las hormigas, aunque también se ha invocado para explicar la cría cooperativa en animales como las aves.

Si damos por supuesto que la selección de parentesco (o cualquiera de las otras teorías alternativas) puede explicar razonablemente bien el comportamiento altruista de las abejas o los murciélagos, ¿nos será útil también para explicar el altruismo humano? Dicho en otras palabras: ¿nos estamos refiriendo al mismo fenómeno cuando hablamos de altruismo, tanto en las hormigas como en los seres humanos?

Las teorías descritas buscan conciliar la existencia del altruismo en la naturaleza con los principios darwinianos y, en algunos casos, se acaba dotando al gen de una intención egoísta buscando perpetuarse. Es fácil decir que no hay que tomarlo en un sentido literal, pero las metáforas y los símiles tienen mucha fuerza en la construcción de los paradigmas de conocimiento. Si no acertamos en la analogía, nuestra búsqueda de la verdad termina en derroteros equívocos, con todas las implicaciones sociales, políticas y metafísicas que surgen a posteriori del propio paradigma.

¿Y si el altruismo no está en un gen? Es decir, ¿y si no se hereda? No se ha encontrado la codificación en la genética del altruismo. Ni tampoco se han aislado del genoma los genes de las habilidades musicales o matemáticas, por citar algunas de las muchas características del ser humano.

Siguiendo el método científico, si medimos la eficacia biológica utilizando la condición física de por vida como parámetro relevante para determinar si un comportamiento es altruista, se hace muy difícil la experimentación, así que tenemos una teoría que explica comportamientos, pero que es difícilmente falsable. Recordemos que la cosmología ptolemaica, con sus epiciclos y deferentes, también explicaba los movimientos de los planetas.

 


[1] L. Castro & M. A. Toro, «¿Existe el altruismo? Disputas en torno a su evolución», Revista de Libros, 17/11/2015.

[2] Darwin no utilizó el concepto de gen, que es del siglo XX, fue acuñado por el botánico danés Wilhelm Johannsen en 1909.

[3] Okasha, Samir, «Biological Altruism», The Stanford Encyclopedia of Philosophy, p. 3.

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