
El presente trabajo surgió de la idea de conocer y descubrir un poco más sobre héroes constructores y civilizadores en diferentes culturas y civilizaciones a lo largo de la historia. Intentaremos destacar lo más relevante a nivel cultural y civilizatorio, buscando el arquetipo de la Inteligencia que suelen personificar, pues puede resultar inspirador a la hora de concretar este arquetipo en formas útiles e inteligentes a través del trabajo en la materia.
El héroe civilizador
Existen múltiples definiciones de lo que significa un héroe. Por lo general, todas destacan su fuerza y su virtud plasmadas en acciones extraordinarias y hazañas. El héroe es un modelo de virtud y de conducta para los seres humanos. No es casualidad que en la mitología se llame héroes a los nacidos de un dios y un mortal. Los héroes serían semidioses, seres que por su esfuerzo y trabajo han logrado dar pasos de evolución en el camino que va desde los seres humanos a los dioses.
Se podrían determinar algunas características generales de estos héroes:
* Constituyen para los seres humanos una conexión con lo divino. Su naturaleza es divina; son hijos de dioses pero desempeñan una misión en la tierra.
* Son civilizadores. Aportan conocimiento, enseñan oficios y añaden herramientas que facilitan el desarrollo de la cultura. Dan a los hombres, por ejemplo, las ciencias, las artes, la religión y las estructuras organizativas y políticas.
* Realizan hazañas épicas. Se enfrentan con males que afligen a la población, seres sobrenaturales o catástrofes. Emprenden recorridos y aventuras en busca de un objeto sagrado. Son capaces de realizar sacrificios por el bien general.
* En muchos casos realizan transformaciones mágicas. Pasan por cambios de forma, aparición y desaparición. Se enfrentan a la muerte y vuelven transformados.
* Encarnan virtudes. Son modelos a seguir y manifiestan valores apreciados por la cultura. Su historia refuerza la identidad colectiva.
Son muchos los relatos que hablan de estos grandes seres; algunos se conservan y otros quedan en fragmentos dispersos. El héroe civilizador, al que en ocasiones se le trata como a una deidad, está presente en diversas culturas.
No tienen una interpretación única. A veces se relacionan con la instauración de un orden humano en la tierra. Dan forma civilizatoria a las leyes de la naturaleza o a principios divinos. En ocasiones, son antepasados de los pobladores que aportan un bien distintivo para esa comunidad.
En otros pueblos, la naturaleza de estos seres está emparentada con los astros, el Sol, la Luna y los planetas. Suelen dar legitimidad al jefe o líder, que se considera descendiente o encarnación del héroe. Muchas veces, especialmente en momentos críticos, representa la promesa de un ser que vendrá a restituir la justicia y el orden venciendo el caos.
Bochica
Resulta complejo determinar las características culturales y la interpretación de los relatos que quedan de las culturas americanas, anteriores a la colonización.
Al parecer, los relatos sufren un proceso de transformación, algunos mitos varían y se realizan cambios en la interpretación a partir de ese momento, principalmente por la influencia de la nueva visión cultural impuesta y, en gran parte, al ser contados por narradores cristianos.
La visión del cosmos y de los dioses se trata de relacionar con la visión de la religión occidental. De la misma manera, la interpretación de los personajes, mezcla de héroes civilizadores y dioses, se va transformando.
Entre la multitud de tradiciones y culturas que poblaron América y que tenían su propia interpretación del mundo, suelen destacar por su magnitud y por la mayor información que nos ha llegado, las culturas de Mesoamérica, especialmente los mayas y aztecas, y en Sudamérica, los incas. Su influencia se extendió a otros pueblos y culturas menos extensos. Aunque la historia de estos pueblos es milenaria, con variaciones y adaptaciones antropológicas, podrían encontrase elementos en común.
Héroes civilizatorios en América precolombina
Hay algunos relatos alrededor de seres que, en diferentes civilizaciones, presentan características similares de índole civilizatoria. Es interesante, entre los héroes más conocidos, el paralelismo entre las figuras de Quetzalcóatl o Kukulkán, en Mesoamérica, Viracocha en los Andes y Bochica en la zona central dominada por culturas de lengua chibcha, en concreto la cultura muisca que se desarrolló en el altiplano cundiboyacense de Colombia.
De manera sintética se mencionan a continuación los rasgos civilizatorios de Quetzalcóatl y Viracocha, para extendernos con más detalle en la figura de Bochica, personaje menos conocido que los anteriores.
Quetzalcóatl (Mesoamérica)
Sin duda, Quetzalcóatl, conocido como «la Serpiente Emplumada», es una de las deidades más importantes de la tradición mesoamericana, presente en las culturas tolteca, azteca y maya.
Sin embargo, es también reconocido como héroe civilizador, atribuyéndosele la transmisión de conocimientos éticos, artísticos y técnicos para la mejora de la vida de la población. Entre los aportes que se le atribuyen están la agricultura, especialmente la siembra del maíz, alimento fundamental en la nutrición americana, comparable al trigo para las culturas europeas. Cereal mítico, que ya aparece en el Popol Vuh como la materia primordial con la que se conformó al ser humano de la quinta humanidad.
Según la tradición, Quetzalcóatl, transformado en hormiga, se adentra en la montaña sagrada donde se guardaban granos de maíz, para irlos extrayendo y entregarlos a la humanidad. Posteriormente, enseñará su siembra y su consumo, constituyéndose el maíz en base de la alimentación.
En otro mito, Quetzalcóatl desciende al inframundo para recuperar los huesos de generaciones anteriores y, junto con su propia sangre, crear una nueva humanidad. Es decir, participa en la gestación de un nuevo ciclo humano.
También se le atribuye la enseñanza de diferentes artes y oficios, la creación del calendario y, por lo tanto, el estudio astronómico y la relación con el cultivo, así como el oficio de la escritura y la medicina.
Funda ciudades como Tollan (Tula), y es uno de los grandes líderes de la capital de los toltecas, un pueblo que se considera predecesor de los aztecas. En Tollan, Quetzalcóatl estableció un gobierno basado en la justicia, la paz y la prosperidad. Bajo su liderazgo, la ciudad floreció, convirtiéndose en un modelo de civilización.
Quetzalcóatl promovió la paz y el sacrificio simbólico, como la ofrenda de flores y frutos o el autosacrificio, dando un sentido más profundo a un ritual que se degradó con el tiempo. Esto lo posiciona como un dios que prioriza la ética y la moralidad sobre la violencia.
En algunos relatos, Quetzalcóatl, tras ser engañado o tras un conflicto con otros dioses, abandona su pueblo pero promete regresar algún día, un mito que se vinculó posteriormente con la llegada de los conquistadores.
Quetzalcóatl también simboliza la transformación y el renacimiento. En algunas versiones de su mito, se quema a sí mismo en un sacrificio, transformándose en la estrella de la mañana (Venus). Este acto puede interpretarse como un símbolo de renovación.
En resumen, Quetzalcóatl, como héroe civilizador, es una figura que representa la enseñanza, la moralidad, la creación y la civilización. Su legado se manifiesta en las tradiciones culturales, religiosas y sociales de las civilizaciones mesoamericanas, y su influencia perdura como un símbolo de conocimiento, creación y cultura.
Viracocha (Sudamérica, Andes)
Viracocha es una figura primordial en la tradición andina, especialmente en la cultura inca. Se le conoce como el dios creador, y es considerado un héroe civilizador porque, según las leyendas, fue quien dio forma al mundo y enseñó a los primeros humanos a vivir en él.
Como creador del mundo y de la humanidad, Viracocha es el dios supremo, crea el cielo, la tierra y todos los seres vivos. Según el mito, antes de crear a los seres humanos, Viracocha formó una raza de gigantes que no cumplió con sus expectativas, por lo que decidió destruirlos y comenzar de nuevo. Luego, creó a los humanos, moldeándolos de piedra o de barro, y les insufló vida. Así, es responsable de la existencia de la humanidad y de todo lo que habita en el mundo.
Enseña diversas artes y oficios. Después de crear a los seres humanos, Viracocha les enseñó las habilidades necesarias para sobrevivir y prosperar. Les mostró cómo cultivar la tierra, construir viviendas, tejer y trabajar los metales. También les enseñó a vivir en armonía y estableció las bases de la organización social.
Viracocha viajó por las tierras que había creado, impartiendo conocimientos, estableciendo normas y creando las primeras comunidades. Según la leyenda, caminó por los Andes, enseñando a las personas a respetar a los dioses y a vivir de acuerdo con las leyes divinas.
También adopta el rol de fundador, instituyendo a los primeros reyes y líderes. Se dice que Viracocha nombró a los primeros líderes y les dio el poder para gobernar. Estos líderes, que seguían sus enseñanzas, fundaron las primeras ciudades y civilizaciones andinas, estableciendo la base de lo que más tarde sería el Imperio inca.
Su labor se extiende también al ámbito moral y ético, estableciendo la paz entre distintos pueblos. Los relatos hablan de sus viajes por diferentes territorios, enseñando a los hombres a vivir en armonía. Lleva el orden donde hay caos. Instaura rituales y ceremonias que los humanos debían seguir para mantener la armonía entre el cielo, la tierra y el inframundo.
Su imagen es también la del sabio que regula la naturaleza y sus ciclos. Trae la lluvia, propicia para las cosechas. En este sentido, como otros dioses y héroes, su figura está asociada a un orden natural y civilizatorio, controla los fenómenos naturales y educa a los hombres en la justicia.
Se dice que un día desapareció caminando, adentrándose en el océano Pacífico, con la promesa de un retorno. En su ausencia, su legado continúa a través de la tradición y de las normas de convivencia y cooperación. Es decir, que Viracocha establece unos modelos para que la cultura perviva de generación en generación.
Bochica (cultura muisca)
En la zona central de América, entre las diversas culturas que seguramente fueron influenciadas por las grandes civilizaciones de Mesoamérica y Sudamérica, existen muchas historias y mitos que se transmitieron a lo largo de los años, con muchas variaciones y adaptaciones por los cambios culturales.
En Colombia, en la zona central del altiplano cundiboyacense, dentro del amplio repertorio de pueblos con lenguas derivadas del chibcha, destacó el Imperio muisca. Para los muiscas, Bochica es un ser de gran importancia en la supervivencia y desarrollo de su civilización. De forma similar a Quetzalcóatl y Viracocha, aparece de forma misteriosa, trae enseñanzas artísticas, técnicas y éticas, establece leyes y normas de conducta. Incluso se enfrenta al caos, generando fenómenos naturales para el bien del pueblo.
Bochica fue un ser sobrenatural, que llegó a esta zona de los Andes para enseñar la vida en armonía.
Se cuenta que fue un líder justo y sabio y que estableció un orden político. Llevaba un bastón dorado y, como personaje místico y mágico, se cuenta que con él realizaba prodigios, otorgando importantes dones a las poblaciones.
Contexto histórico
Los muiscas son un pueblo del que aún sobreviven restos. Su asentamiento se extendió por lo que hoy se conoce como sabana de Bogotá, y se considera que floreció entre los siglos VI y XVI d. C. Sin embargo, sus orígenes se remontan a 12.000 años atrás con los primeros asentamientos que dieron lugar a la lengua chibcha.
Su sociedad estaba jerarquizada de forma piramidal, dividida en dos reinos conocidos como Hunza y Bacatá. Las tribus que allí habitaban conformaron una federación, que tendría como capital la ciudad de Zipaquirá. Con esta organización, lograron expandir sus territorios, conformando un Imperio conocido por su riqueza en oro y cobre.
Como sociedad estaban organizados y gobernados por un monarca o Zipa. A continuación estaban los caciques o jefes locales, entre los que se dividía el gobierno y se tomaban decisiones de índole local. También velaban estos caciques por el mantenimiento de la religión, eran ellos quienes realizaban las ceremonias de ofrendas y rituales, especialmente para las buenas cosechas y protegerse de enfermedades o ataques.
Después venían los diferentes grupos sociales: agricultores, mineros, comerciantes y artesanos. Todos ellos gozaban de gran autonomía en su trabajo.
Dentro de su estructura, cada individuo tenía un papel específico. Los padres eran responsables del cuidado y educación de los hijos. Y, desde niños, los muiscas aprendían labores para ayudar en la economía del hogar.
Su prosperidad se apoyó en las buenas comunicaciones a través del río Magdalena y sus relaciones comerciales con otros pueblos, como los tairona y los quimbaya. Además del oro y el cobre, intercambiaban esmeraldas y sal.
En cuanto a su cosmovisión, concebían una naturaleza donde se manifestaba lo divino en todas las cosas, con múltiples atributos. Como en la mayoría de los pueblos de la Antigüedad, el Sol, la Luna y las estrellas son dioses a los que se debe la vida y que marcan los ciclos.
Dentro de las prácticas rituales, se empleaba la chicha, bebida fermentada a base de maíz. Muchos detalles de estas prácticas se han perdido, pero a modo de síntesis se podría hablar de cultos a tres grandes seres: la diosa Chía, relacionada con la Luna; la diosa Bachué, madre primordial relacionada con el agua y los manantiales como fuente de vida; y Bochica, el civilizador, maestro y guía del pueblo.
Biografía de Bochica
Bochica es una figura central en la mitología muisca. Hablar de su historia es difícil, al tratarse de un ser mítico del que solo quedan fragmentos de relatos, donde principalmente destaca su labor educativa y espiritual.
Se le considera un héroe civilizador, un dios o semidiós que trajo el conocimiento y la cultura a los pueblos muiscas. Para estos pueblos, Bochica es el fundador y un puente entre los seres humanos y los dioses.
Como maestro, sus enseñanzas van desde la transmisión de leyes de convivencia y cooperación hasta el respeto a la naturaleza. En un sentido más concreto, Bochica enseña a sembrar la tierra, el tejido de mantas, la construcción de casas y otras habilidades manuales.
Según la leyenda, Bochica llegó al altiplano cundiboyacense en tiempos antiguos, cuando los muiscas aún vivían en la oscuridad y el desorden. Algunas versiones relatan que aparece como un anciano con barba blanca, de aspecto sabio y pacífico, a menudo montado en un arco iris. Otras versiones hablan de un nacimiento mágico, surgiendo de las aguas del lago Iguaque.
Gestas, aportaciones civilizatorias, inventos y enseñanzas
La aparición de este gran ser supuso transformaciones en las costumbres y un avance civilizatorio.
Además de la enseñanza de las habilidades prácticas ya mencionadas, transmitió técnicas agrícolas avanzadas para aprovechar las condiciones geográficas de la cordillera, sistemas de construcción más firme y perdurable para sus casas y templos, con muros de adobe y tejados de paja, así como la elaboración de tejidos de lana que les protegieran de los cambios climáticos y del frío del altiplano.
Como ejemplo de la importancia que le daban al trabajo, la confección de los tejidos no consistía solo en elaborar mantas para cubrirse. La elaboración textil era una expresión artística que se transmitía de generación en generación y de la que participaba toda la familia. En ella se plasmaban elementos simbólicos de su cosmovisión, con diseños geométricos y colores vivos, sintetizando fuerzas de la naturaleza. También era una manera de transmitir historias con un significado. Por ejemplo, la serpiente como símbolo de conexión entre lo terrenal y lo espiritual, o el Sol como representación de la divinidad y del poder real. Estos tejidos eran elaborados en algodón y lana de llama, y llegaron a ser muy apreciados por otros pueblos por su calidad y durabilidad.
En cuanto a sus construcciones, el tipo de vivienda representaba su forma de vivir integrándose con la naturaleza y la convivencia social. Las casas, de planta circular, eran construidas con madera, caña, barro y techos de paja. Estas construcciones se agrupaban en torno a patios abiertos comunitarios, generando núcleos de convivencia.
Al contrario que las culturas vecinas de Tierradentro y San Agustín, no se encuentran restos arqueológicos en piedra en territorio chibcha, solamente algunas estelas rituales en determinadas zonas o parques arqueológicos.
Se habla de lugares sagrados donde se establecía un especial contacto con lo divino y se menciona el templo del Sol en la ciudad sagrada de Sugamuxi, cuyos restos permitieron la interpretación de la organización social y política de los muiscas.
Especial relevancia tiene el Templo de Guatavita, cerca del lago de Guatavita. En él se realizaban ofrendas y ceremonias relacionadas con el mito de El Dorado. De este lago surge la diosa Bachué y, según la leyenda, después de la procesión ritual, en el lago se sumergía el Zipa (rey) cubierto con polvo de oro, en lo que sería quizá una ceremonia de renovación.
También se le atribuye a Bochica la organización de la religión. Transmite los misterios de la Divinidad suprema, llamada Chiminigagua, y los rituales de su culto. Fomenta el respeto por la naturaleza y instaura cultos al Sol y a la Luna. La naturaleza toda es una manifestación de lo divino y el ser humano entra en contacto con ella a través de todos los seres y todos los lugares.
Como parte de la naturaleza, el hombre reconoce estas leyes y las aplica en una vida social, resaltando los valores de honestidad, humildad, respeto y veneración por los antepasados y los ancianos. La concepción de la unidad de la vida se plasma en una vida de cooperación, de búsqueda del mejoramiento de las condiciones para todos. Se trata de aunar fuerzas en búsqueda de una prosperidad y evolución para todos, cada uno ocupando el lugar que le corresponde dentro de una estructura piramidal.
La organización de los trabajos y la efectividad en las labores también fueron aportaciones de Bochica. Se cuenta que establece un calendario basado en ciclos relacionados con los períodos de siembra y cosecha. También enseñó a organizarse en turnos para los trabajos comunitarios y a cooperar por un bien común.
En este sentido, se relata que, en un momento de sequía, Bochica golpeó la tierra con su bastón, dando origen al «salto del Tequendama», una cascada que fue fuente de agua fundamental para la población. En una interpretación más histórica, se puede referir al trabajo mancomunado de la sociedad para reconducir el río y solucionar el problema de sequía del territorio.
De esta manera, Bochica encarna una fuerza civilizatoria, que conlleva a la organización inteligente de la población para optimizar los recursos y mejorar la vida en la sociedad.
Esta historia encierra también una enseñanza moral. Se cuenta que él sigue su viaje por otras regiones y, en su ausencia, la población muisca se desvía de sus enseñanzas. Empiezan a manifestarse conductas egoístas y ambiciosas, insensibilidad hacia la naturaleza y abuso de la explotación de los recursos. Se decae hacia los excesos y el vicio. Estas actitudes provocan la sequía y la carencia de alimentos. Entonces se desata un diluvió que arrasó con lo que quedaba. Se cuenta que los muiscas comprendieron la gravedad de los errores cometidos.
Es entonces cuando reaparece Bochica y les enseña cómo reparar los daños y reconstruir la ciudad. Al ver el desastre causado por el diluvio, Bochica decide intervenir para salvar a su pueblo y permitir que el territorio sea habitable y próspero.
También les enseña la importancia de respetar el equilibrio natural de la vida y sus ciclos y la importancia del equilibrio personal y el dominio de sí mismos. Esto significó un renacer de la cultura muisca.
Su legado
Después de cumplir su misión en la tierra, Bochica no murió como un mortal común. Se cuenta que ascendió al cielo, donde se le asoció con el Sol y se convirtió en un dios celestial, continuando su vigilancia sobre el pueblo muisca desde las alturas. En algunas versiones de la leyenda, se dice que se convirtió en Xué, el dios del sol, consolidando así su papel central en la cosmología muisca.
A pesar del paso de los siglos y de la desaparición de los pueblos que veneraban a este maestro, aún hoy se conservan los relatos y su figura sigue presente como emblema cultural, representativo de las culturas indígenas que subsisten. Asimismo, Bochica, como Quetzalcóatl y Viracocha, son un símbolo y un recuerdo de una visión natural de la vida, eficiente y próspera, donde los seres humanos pueden vivir en armonía consigo mismos y con su entorno.