Entrevistas — 1 de junio de 2022 at 00:00

José Carlos Fernández: «El alma humana necesita héroes»

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José Carlos Fernández es investigador, escritor y colaborador en varias revistas, como Revista Esfinge aquí en España, además de dirigir en Portugal las revistas Fenix, Pandava y Matemática para Filósofos. Tiene a sus espaldas, como escritor, una buena cantidad de libros, como Córdoba eterna, Florbela Espanca (sobre su vida y obra, traduciendo su poesía completa), El viaje iniciático de Hipatia, sobre esta filósofa alejandrina, Elementos herméticos en la obra de Fernando Pessoa, Reyes, poetas y sabios de Portugal, Ensayos filosóficos y teológicos (inédita), Viaje a Turquía (inédita), Filofoto, con artículos filosóficos relacionados con fotografías (inédita), además de obras de teatro, como Ibn Qasi, rey filósofo del Algarbe o Florbela Espanca, lirio de Portugal. También cuenta con los guiones documentales Córdoba romana y Símbolos del Tíbet. Estudia desde hace más de treinta y cinco años en Nueva Acrópolis, donde, además de dar clases, ha impartido más de mil conferencias y seminarios sobre temas relacionados con la filosofía, las antiguas civilizaciones y el arte. Actualmente es director de Nueva Acrópolis en Portugal y hoy hablamos con él sobre Apuntes sobre simbolismo artúrico, su último libro.

Los relatos artúricos se presentan habitualmente como literarios, dándole más énfasis a la figura de Arturo como personaje histórico, como el caudillo britanorromano del siglo VI. Sin embargo, en su libro se centra fundamentalmente en el enfoque simbólico. ¿Qué aporta esta perspectiva respecto a la otra?

Por un lado, es necesario buscar la raíz histórica de los mitos. Forma parte de la naturaleza humana querer saber qué hay de verdad fáctica en ellos, pero el valor de los mitos está en la sucesión de símbolos. Es como un diamante que tiene mil caras y ofrece mil verdades de mil maneras diferentes. La literatura artúrica está cargada de historias, símbolos y valores que impactan muy profundamente en el alma humana y muchas veces no sabemos por qué, y cuando llegamos a otras culturas, vemos que muchos de estos símbolos se repiten también, como si hubiera una especie de lo que el profesor Livraga llamaba «símbolos de reconocimiento para el alma humana», y es importante tratarlo desde esta perspectiva, y no solo desde la perspectiva literaria o histórica.

En su libro no habla solo del relato del mito artúrico que todos conocemos, sino que además traza líneas con los demás relatos del ciclo artúrico, y comenta que cada uno de ellos es un arquetipo diferente. ¿Puede explicar esto?

En general, todos ellos están vinculados directa o indirectamente con el ciclo de Arturo. Son elementos tangenciales, solo que, por ejemplo, en el ciclo del grial, Arturo casi no aparece, pero todos ellos están dentro de la misma serie. Cada personaje de estos, por lo menos los más importantes, aparecen verdaderamente como arquetipos del ser humano. Sir Gawain es el gran caballero de la perfecta amabilidad, de la perfecta cortesía y, al mismo tiempo, es el protector de Arturo, de la misma manera que Lancelot lo es de la reina Ginebra. Iwain, el Caballero del León, representa las pruebas para recuperar el ser verdadero; Tristán es la inspiración mística, es el alma musical, es el lamento y el sufrimiento que produce música, y cada uno de ellos aparece como un perfecto caballero. Aun con sus defectos, no aparecen como un elemento a ser mejorado, sino como si fueran un arquetipo de perfección del alma humana que desciende y asume naturaleza humana y, como tal, claro, también van a cometer errores, pero la fuerza, la luz y el brillo que irradian son tan notables que casi me atrevo a decir que si Buda y sus discípulos reencarnaran serían «Buda y sus caballeros», esto es, que encarnarían como modelos de perfección humana, como estrellas en el cielo de ese tiempo y de esa psicología.

De un tiempo a esta parte se han criticado duramente algunos relatos antiguos y cuentos que presentan al caballero, al hombre, como el héroe, mientras que la dama es como el ser pasivo, el ser que está esperando, pero que no tiene un papel activo en la heroicidad, en la hazaña, y eso, desde el punto de vista simbólico, ¿usted cree que realmente es así?

En la filosofía de Platón, que nosotros seguimos muy de cerca, él dice que la mujer (y en aquella época, en Atenas, la mujer estaba totalmente relegada a la casa) puede hacer lo mismo que hace el hombre, es decir, todos los trabajos que hace el hombre, ir a la guerra incluso. En la visión indoeuropea también es así, la mujer es la compañera continua del caballero, no está esperando simplemente en casa, y tanto en Grecia con las amazonas como en el mudo samurái, donde las mujeres samuráis eran muy activas, se ve que no se riñen la delicada cortesía, la amabilidad propia de la mujer y su encanto femenino con los valores caballerescos o, vamos a llamarlos también, valores heroicos. Pero claro, exigirle más a la Europa medieval creo que era demasiado. Bastante tuvo la Europa medieval, además, con la forma de pensar impuesta por la religión durante siglos, donde a la mujer casi se le negó el alma. Por eso, convertirla en la compañera heroica y compañera de aventuras es algo que aparece en algunos textos artúricos, pero no se desarrolla, porque quizá no estaba la sociedad preparada para esa verdad, lo que para mí es una verdad indudable.

Por otro lado, también es verdad que el hombre y la mujer no son iguales, expresan desde diferente ángulo una misma verdad, es como si cada uno de ellos fuera el doble luminoso del otro, la inspiración y el ideal del otro y, aunque el valor activo pueda y deba ser otorgado también a la mujer, evidentemente, es cierto que hay ciertos elementos como ir a lo infinito, ir a lo desconocido, que están quizá más dentro de la psicología masculina e, incluso, la destrucción como forma para llegar a lo profundo de las cosas; y en lo femenino está más la conservación, el dar vida, el proteger, el cuidar, y tampoco podemos negar eso, pero eso no significa que no asuma un papel activo, porque puede ser tan heroína como el mayor de los héroes, eso sin lugar a dudas. Pero que hay polaridades en la naturaleza, las hay, se expresa en los cuerpos, en los sexos, y se expresa también en lo psicológico o en lo mental como formas de entender la vida. Pero son complementarias, una no va en contra de la otra, son como dos manos que se entrelazan.

Me ha llamado la atención que hace numerosas referencias a mitos y símbolos de otras culturas, como la hindú, al Buda o la egipcia, por citar algunas. ¿En qué se basa para establecer esas relaciones?

Claro, porque el alma humana es la misma. Y, luego, quizá existan tradiciones mistéricas o elementos que unen en lo desconocido, como las llamadas «tradiciones iniciáticas» precisamente, que determinan símbolos, conocimientos o valores que son propios del fuego espiritual de toda la humanidad, y eso hace que encontremos semejanzas, como por ejemplo en lo arquitectónico, con la pirámide. ¿Por qué la pirámide es tan importante en prácticamente todos los pueblos?

Apuntes de simbolismo artúrico
Apuntes de simbolismo artúrico

Hay una serie de elementos clave que se van a transformar, pero esos elementos están actuando casi como elementos de reconocimiento, algo que llama a las puertas del alma humana. Si no, no tendría sentido, no podríamos encontrar semejanzas. No creo solamente que el alma humana es semejante, sino que hubo una transmisión, quizá transversal, de enseñanzas, de conocimientos, de vivencias… o sea que lo que nosotros vemos de la historia de cada pueblo por separado, eso también es muy relativo. Debe de haber uniones, algunas que son conocidas en la historia y otras que están en lo invisible y que se remontan a tiempos que no podemos quizá abarcar.

Entre los siglos XI y XII se da una especie de explosión de una multitud de cosas que parecen afines: los trovadores, los templarios, las vírgenes negras, las grandes peregrinaciones, los movimientos de misticismo femenino como las beguinas, el amor cortés, los relatos de caballería… en un contexto temporal y geográfico muy concreto. ¿A qué cree que se debe esta confluencia?

Hay como un destino, una fuerza que impulsa y que es un misterio. Es un misterio por qué en un momento pueden surgir a la vez, y tan diferentes y convergentes, tantas vivencias que van a ser renovadoras y que van a ser un renacimiento para el alma humana en Occidente. Claro que, al mismo tiempo, surge la Inquisición para exterminar la herejía cátara, pero hay una especie de viento perfumado que va abriendo las flores del alma, aunque luego esté también el invierno que intenta que no se abran, pero ahí se ve muy claro. Es como si en la Edad Media hubiese quedado algo congelado y, de pronto, hubiera surgido una especie de primavera, hasta el punto de que hay historiadores que mencionan que el Renacimiento verdadero fue precisamente el siglo XIII.

El siglo XIII, con toda la obra unificadora del Temple, y todas las corporaciones, todo el gótico, que es un milagro, o incluso el cisterciense, que tuvo una importancia enorme… incluso las que son llamadas «herejías», porque algunas fueron movimientos místicos de gran importancia como los cátaros, los albiguenses…, fue todo un fermento, ¡claro!, y la gente vivía en medio de ese fermento. Eran oportunidades, y también se veían dificultades. Generalmente, cuando aparecen estos tiempos de oportunidad, también aparecen dificultades añadidas, y así es como avanza la historia del ser humano.

Si recuerda, hubo un momento en la cultura occidental no hace mucho, en el cine y en la literatura, en que aparece y se hace popular la figura del antihéroe, como un personaje que, digamos, se opone a las pretensiones del malvado de la historia pero que, moralmente, no es tan diferente a veces ni al malo ni a nosotros mismos, como queriendo acercarlo a las «normalidad» de la gente corriente. Y curiosamente, ahora, estamos viendo un resurgir de los relatos heroicos: Harry Potter, El señor de los anillos, El hobbit, La rueda del tiempo… ¿Por qué vuelve el héroe y por qué cree que vino el antihéroe y qué consecuencias cree que ha tenido?

Yo creo que tiene mucho que ver, al menos en Occidente, la época después de la Segunda Guerra Mundial. Por un lado, se había hecho un cultivo excesivo y peligroso del nacionalismo, y es como si hubiera una tentativa de querer generar otros valores, y se preguntaban por qué los valores tenían que ser los del hombre caballeresco o el hombre honorable. Como decía el profesor Livraga, nosotros vemos en el siglo XX una transformación definitiva, lo vemos en las películas de los años 40, 50, 60…, donde la forma de vivir es tan diferente de la nuestra que es como si fuera otra dimensión. Ahí vemos cómo se pasa del hombre honorable al hombre económico, y ahora la economía mide prácticamente todo. Aquí el gran mito es el del liberalismo, que luego se va a convertir en neoliberalismo económico, y las narrativas del neoliberalismo no se llevan muy bien con el culto al héroe, porque la gente tiene que ser un ente que quiera tener una casa, tener hijos, comprar un coche, comprar toda la vida, porque eso es lo que mueve la rueda de la economía.

Entonces, hay una auténtica fuerza disolvente en el personaje del antihéroe, con el que se creó una gran desmitificación, y eso sucedió desde los años 60 prácticamente. Luego, todo el existencialismo de Sartre, con toda la filosofía asociada, fue devastadora; como decía un ministro de educación francés: «La generación asociada a Sartre en Francia fue la destrucción de la juventud». Mucha rebelión, mucho «vamos a cambiarlo todo», pero luego se convirtieron todos en burgueses perdidos, y ahí se generó la idea del antihéroe, igual que en el Siglo de Oro se generó la novela picaresca. También hay una especie de cansancio de algo que se está forzando demasiado y, claro, eso no puede durar mucho tiempo, porque el alma humana necesita espadas, necesita escudos, necesita desafíos, necesita pruebas, necesita dragones…

Por otro lado, hay también una manipulación, porque de repente también se genera toda la mitología de los superhéroes que, en cierto modo, cabalga la necesidad caballeresca y la necesidad heroica real. Y eso de que la heroicidad venga otorgada por elementos externos es casi contrario al espíritu filosófico. Muchos de mi generación queríamos ser mordidos por una araña radiactiva para tener los poderes de Spiderman, porque podíamos tener poderes, y los poderes tenían que venir de fuera, mientras que en la mitología y en la tradición caballeresca los poderes vienen del esfuerzo, del alma humana que se hace presente, porque en el héroe se desarrollan todos los poderes que están en el alma humana.

El movimiento del culto a los superhéroes es una necesidad psicológica, pero creo que también es algo devastador, porque elimina la necesidad real de héroes, los sustituye. Veamos el éxito de la serie Vikingos, que fue fulminante en todo el mundo, y creo que tiene que ver con eso. El ser humano necesita ciertas experiencias, y la vida que llevamos es tan artificial y mediocre en cierto modo, es tan carente de verdadera finalidad, de verdaderas aventuras que vivir, que muchísimos jóvenes reaccionaron de una forma muy positiva a toda la serie Vikingos, aunque eran los bárbaros del norte; sin embargo, en la serie hay impacto, porque es la aventura, el contacto con la naturaleza, la mística entre los vikingos. En los años 60 la serie Vikingos quizá hubiera sido prohibida directamente, porque se podía rendir culto al antihéroe, pero no a los bárbaros, porque somos civilizados. Hay un cambio de era, ciertamente, pero el alma humana es el alma humana, y necesita, y cuando necesita, pide, y si está muy aletargada pide en voz baja, pero pide, y cuando se generan elementos creativos asociados a esa necesidad, van surgiendo series, libros, películas… Una bomba fue El señor de los anillos, otra Juan Salvador Gaviota, aquello fue auténticamente una lanzada espiritual en el dragón del siglo XX. Y ¿de dónde viene eso? Es otro misterio. Es como si estuvieran ayudando al alma humana a que no se conforme con cosas absurdas y mediocres.

Cierto, hay un modelo también dentro de los relatos de héroes, ahí está Joseph Campbell con El viaje del héroe, donde describe perfectamente todos esos elementos que, realmente, forman parte de todas las grandes sagas heroicas que ha habido a lo largo de los tiempos, desde los más remotos a la actualidad. Las grandes sagas de héroes de éxito siempre responden a ese modelo que es ese viaje que menciona. Volviendo a lo que cuenta en su libro, en estos relatos suele haber un interesante juego de dualidades: dama-caballero, héroe-malvado, magia-realidad, como dos elementos que conviven y en el que Merlín es el eje de ese elemento mágico que también está presente en los retarlos heroicos.

En el mundo caballeresco hay magia, lo que ocurre es que es una magia subyacente, que aparece en determinados momentos. No es novela de fantasía, es realmente una literatura donde la magia es real y hay elementos que se salen fuera de las leyes de la naturaleza tal y como las conocemos. Con los talismanes por ejemplo. Hay una escena que creo que aparece en Ywain, en la que la reina le entrega un anillo que le permitía, cuando lo giraba, si había un encantamiento de espíritus de la naturaleza, que desapareciera el encantamiento. O sea, que no le otorgaba ningún poder, simplemente le otorgaba la posibilidad de neutralizar los elementos de confusión generados por los espíritus de la naturaleza, como una manera de ver claro. Esa es la diferencia con los superhéroes, que el poder es de su alma, pero se le otorga en un mundo que no es el nuestro, que es el de los espíritus de la naturaleza, para no ser víctima de ellos.

Eso es mágico, y hay muchos talismanes, pero no es una magia escandalosa, ni fantasiosa, es una magia que está muy cerca de lo real, casi se siente como que puede ser real. En medio de todo eso aparece el Gran Mago, él sí, que es el gran mago. Merlín. Dirige todo, él es quien genera la unión de los caballeros, el que genera el compromiso para luchar por un mundo más justo y establecer de nuevo el imperio de los ideales, y desde ahí se van hilando todas las escenas. Se transforma en un animal si es necesario, se transforma en un niño, vuela, es capaz de aparecer a centenares de kilómetros, pero ¿eso es fantasía? Cuando leemos las obras de Blavastky y los relatos de los maestros de sabiduría, hay elementos muy semejantes, y no son narrados como fantasía, son narrados como elementos o poderes del alma humana que el ser humano tiene, que no desarrolló y que en algún momento desarrollará. El poder del alma humana debe de ser infinitamente superior a lo que podemos imaginar, y quizá Merlín representa a aquel que ya llegó al final, y está favoreciendo y guiando la obra. Es el gran poder blanco que hace que la historia avance.

Estamos hablando de relatos que fueron escritos hace muchos siglos, en un entorno cultural y temporal que podemos decir que nada tiene que ver con nuestro momento presente del siglo XXI, con inteligencia artificial, microchips, viajes a otros planetas… Pero seguimos buscando al héroe. Dentro de toda esta trama de símbolos, relatos, mitos y personajes más o menos fantásticos, quiero preguntar: a mí, a nosotros, en el día a día, ¿qué me aporta hoy?, ¿de qué me puede servir de utilidad el relato heroico?

Recuerdo a un conocido que, cuando salió la película de El señor de los anillos, y al mismo tiempo había salido un nuevo modelo de ordenador, no me acuerdo muy bien, decía que él no sabía si comprar el ordenador o una espada, y finalmente se compró la espada. Hay fuerzas atávicas en el alma humana. Después, seguro que se compró el ordenador también, porque es muy necesario y un instrumento extremadamente poderoso, pero ¿qué aportan los relatos de héroes? Aportan inspiración, símbolos que te tocan profundamente, narraciones que son tan sugerentes… Es como entrar en otra dimensión, pero esa dimensión no es como si fuera ajena a la nuestra, sino como si fuera el corazón de la vida que debemos vivir y que nos está esperando.

Con La muerte de Arturo de Mallory se acaban los relatos del ciclo artúrico. Shakespeare prácticamente no toca el tema, el mismo Quijote presenta el tema como el final, es el canto del cisne, y desaparecen los rituales propios, la enseñanza y el vestirse con una coraza de metal, porque ya no sirve para nada, sencillamente porque una ballesta puede penetrar esa coraza. Había argumentos reales para ese fin, porque formar a un caballero podía llevar mucho tiempo, eran hijos de nobles y, de pronto, podían ser eliminados por un ballestero que estaba a cien metros, escondido, que no requería ninguna formación ni ninguna nobleza, y eso generó un cambio de fuerza enorme. Y claro, aunque el mundo de los valores caballerescos iba mucho más allá de ir con una armadura metálica, el símbolo era la armadura metálica, era la espada, era la lanza y era el caballo. Ahí está la famosa historia de un almogávar que es capturado y dice que se enfrentará al mejor caballero de Francia. Era un almogávar cualquiera, pero se llevó a cabo el desafío. Cuando llega el caballero en su caballo, con su armadura y su yelmo, el otro se mete debajo del caballo, lo raja, y cae el caballero con sus treinta kilos de armadura.

Eso es el fin de un mundo y, sin embargo, cuando muere el ritual formal caballeresco, de la armadura, etc., comienza a entrar en las costumbres lo que es ser un caballero, porque ser un caballero tenía todo un código moral. Un caballero no podía dejarse llevar por el sexo, por ejemplo, y había toda una serie de virtudes que determinaban lo que era un caballero, y aunque los nobles (condes, duques, marqueses…) tuvieran más o menos gente, si no mantenían un ideal de nobleza, entraba en crisis la sociedad. Porque lo harían o no lo harían, pero al menos sabían que debían hacerlo. Esos valores caballerescos llegaron de forma muy clara y contundente hasta la Segunda Guerra Mundial. Si vemos una película de los años 50 y nos fijamos en las conversaciones que hay, el referirse a las mujeres, a la cortesía, al respeto… hay de todo, pero presenta una forma de vivir que es quizá el último final de lo que comenzó con los rituales y los valores de la caballería, y como está en el alma humana, tendrá que asumir nuevas formas, que no serán iguales que las anteriores, porque es una fuerza del alma humana.

Entonces, ¿qué inspiran estos libros? Inspiran despertar, guían, son divertidos además, forman el alma humana, hacen sentir el deseo de nobleza, porque, como dice Platón, la nobleza es el deseo de hacer el bien. Entonces, las almas que son nobles no son las de los hijos de los nobles, son las que, por naturaleza, cuando ven a alguien haciendo el bien, quieren hacer el bien también, porque se inflaman.

Esa inflamación del alma está ligada a los valores caballerescos, a los valores eternos que están tan bien reflejados en estos textos. Por eso entrar en estos relatos, o en estas ideas, o en estas imágenes, en cierto modo es un camino, es una llamada.

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