Culturas — 1 de marzo de 2024 at 00:00

Lecciones de estética en las cartas de John Keats

por

John Keats

I

Thou still unravish’d bride of quietness,

Tú, novia[1] virginal de la quietud,

Thou foster-child of silence and slow time,

tú, hija adoptiva del silencio y el tiempo calmo,

Sylvan historian, who canst thus express

selvática historiadora, que puedes así expresar

A flowery tale more sweetly than our rhyme:

un cuento florido más dulcemente que nuestra rima:

What leaf-fring’d legend haunts about thy shape

¿qué leyenda de hojas coronada rodea tu figura

Of deities or mortals, or of both,

de dioses o mortales, o de ambos,

In Tempe or the dales of Arcady?

en Tempe o en los valles de la Arcadia?

What men or gods are these? What maidens loth?

¿Qué hombres o dioses son estos? ¿Qué doncellas esquivas?

What mad pursuit? What struggle to escape?

¿Qué loca búsqueda? ¿Qué lucha por huir?

What pipes and timbrels? What wild ecstasy?

¿Qué panderos y caramillos? ¿Qué éxtasis salvaje?

 

II

Heard melodies are sweet, but those unheard

Las melodías que oyes son dulces, pero las que no oyes

Are sweeter; therefore, ye soft pipes, play on;

son aún más dulces; así, suaves caramillos, tocad;

Not to the sensual ear, but, more endear’d,

no para el oído sensible, sino, más amables

Pipe to the spirit ditties of no tone:

soplad para el espíritu tonadillas sin tono.

Fair youth, beneath the trees, thou canst not leave

Bella juventud, bajo los árboles, no puedes abandonar

Thy song, nor ever can those trees be bare;

tu canción, ni pueden nunca estos árboles ser cortados;

Bold Lover, never, never canst thou kiss,

audaz amante que no puedes nunca, nunca besar

Though winning near the goal yet, do not grieve;

aunque vencedor cerca ya del premio, no te lamentes,

She cannot fade, though thou hast not thy bliss,

ella no puede desvanecerse, aunque tú no alcances tu dicha,

For ever wilt thou love, and she be fair!

porque siempre la amarás, y no perderá su belleza.

 

III

Ah, happy, happy boughs! that cannot shed

¡Ah, alegres, alegres ramas!, que no podéis perder

Your leaves, nor ever bid the Spring adieu;

vuestras hojas, ni decir nunca a la primavera adiós.

And, happy melodist, unwearied,

Y, feliz músico, incansable,

For ever piping songs for ever new;

siempre con melodías siempre nuevas.

More happy love! more happy, happy love!

¡Amor más feliz! ¡Más feliz, feliz amor!

For ever warm and still to be enjoy’d,

Siempre cálido y siempre por gozar,

For ever panting, and for ever young;

siempre jadeante y siempre joven;

All breathing human passion far above,

muy por encima del resuello de toda humana pasión,

That leaves a heart high-sorrowful and cloy’d,

que deja al corazón en gran tristeza y hastío,

A burning forehead, and a parching tongue.

una frente ardiente, y una lengua seca

Who are these coming to the sacrifice?

¿Quiénes son los que se dirigen al sacrificio?

To what green altar, O mysterious priest,

¿A qué verde altar, oh misterioso sacerdote,

Lead’st thou that heifer lowing at the skies,

conduces esta novilla que muge al cielo

And all her silken flanks with garlands drest?

con guirnaldas vestidos sus lomos sedosos?

What little town by river or sea shore,

¿Qué pueblecillo junto al río o junto a la playa del mar,

Or mountain-built with peaceful citadel,

o construido en la montaña con pacífica ciudadela

Is emptied of this folk, this pious morn?

está vacía de su gente, esta mañana piadosa?

And, little town, thy streets for evermore

Y, pequeño pueblo, tus calles para siempre

Will silent be; and not a soul to tell

permanecerán en silencio, y ningún alma que diga

Why thou art desolate, can e’er return.

por qué estás desierto, nunca volverá

O Attic shape! Fair attitude! with brede

¡Oh forma ática! ¡Bello gesto!, con hierbas

Of marble men and maidens overwrought,

de mármol que profusamente llevan hombres y doncellas

With forest branches and the trodden weed;

con ramas de los bosques y la hierba pisada.

Thou, silent form, dost tease us out of thought

Tú, forma silenciosa, que desenredas nuestro pensamiento

As doth eternity: Cold Pastoral!

como lo hace la eternidad: ¡Fría égloga!

When old age shall this generation waste,

Cuando la vejez consuma esta generación,

Thou shalt remain, in midst of other woe

tú permanecerás, entre otros lamentos,

Than ours, a friend to man, to whom thou say’st,

ya no los nuestros, amigo del hombre, a quien tú dices

«Beauty is truth, truth beauty,—that is all

«Belleza es verdad, verdad belleza: esto es todo

Ye know on earth, and all ye need to know.»

lo que sabes sobre la tierra, y todo lo que necesitas saber».

 

Este bello y famoso poema de John Keats (1795-1821) es toda una lección de cómo el arte eterniza la vida. Crea una imagen perenne en el tiempo. La verdad se cristaliza en belleza, la belleza irradia y abre las puertas a la verdad según Platón repite en sus obras. Y esta belleza no experimenta la decadencia ni la muerte (por lo menos, en comparación con el tiempo de vida de una persona). Es evidente que la extrema sensibilidad poética de este autor captó uno de los misterios de la estética, que debe, «como la eternidad, desenredar nuestro pensamiento», deshacer su nudo, o su maraña, para que en ese orden y transparencia, entre la luz de lo bello hasta lo más íntimo del santuario del corazón. «Ella no puede desvanecerse, aunque tú no encuentres la dicha, / porque siempre la amarás y no perderá su belleza».

La película Bright Star de Jane Campion, del 2009, está basada en la vida del poeta y en las cartas de amor a su amada Fanny, con quien inicialmente no quiso estrechar lazos, por su futuro económicamente neblinoso, y por no querer perder su libertad, y por su entrega total a la poesía, lo que le hizo decir, en una de estas cartas, escrita a su hermano George en 1818:

Escena de Bright star (2009)

«A pesar de su felicidad y su recomendación, espero no casarme nunca. Aunque me estuviera esperando la más bella criatura al final de una jornada o caminata; aunque la alfombra fuera de seda, las cortinas de nubes de la mañana; las sillas y el sofá llenas de las plumas de cygnet; la comida maná, el vino mejor que el Claret, la ventana que se abre sobre el lago Winander, yo no debería sentirlo, o mejor, mi felicidad no sería tan buena, pues mi soledad es sublime. Así, en vez de lo que describí, hay una sublimidad que me recibe en casa. El rugido del viento es mi esposa, y las estrellas a través de los cristales son mis hijos».

Mejor no decir «de esta agua nunca beberé».

Finalmente, el destino y el amor fueron más poderosos que sus deseos, y quedó rendidamente enamorado de Fanny, en uno de los dramas más tristes de la historia, cual Romeo y Julieta, según describen muy bien las cartas que se intercambiaron y el proceso de enfermedad tan devastador que quizás la presencia de su amada hubiera evitado. Un joven pintor, Joseph Severn, lo cuidó aquellos últimos meses, en Roma, y sus páginas escritas narran una historia pavorosa[2] según leemos en la Antología de cartas en Alianza Editorial, y traducido por Ángel Rupérez.

Qué mejor que darnos lecciones de estética aquel que, además de filósofo por vocación de alma, sea artista, o sea, creador; y de poética, quien, es enamorado e hijo de las musas Erato, la poesía amorosa, Calíope, la heroica, y Polimnia, de los himnos sagrados.

Veamos, precisamente en esta obra, algunas enseñanzas fundamentales.

Desde luego, su alma es de las delicadas, de las que con dificultad se adecúan a este mundo, en el que, como decían los filósofos y poetas aztecas, parece que corre un viento cortante como cuchillos de obsidiana. El alma que no siente apenas contraste con el mundo es un alma de barro, o es que ya ha construido una fortaleza mental que la hace inexpugnable. Vemos esto en el joven poeta cuando dice:

«Mi situación en este mundo de dudas y de fantasías es de absoluta perplejidad. Nada permanece estable en este mundo; su única música es la de los tumultos»[3].

Y debe quedar claro que la piedra angular de la estética es el manantial de bondad que brota del corazón humano y lo hace sensible a la belleza. Como decían los filósofos, la base de la estética es siempre la ética:

«Los hombres mejores poseen una dosis del bien, una especie de espiritual levadura en su constitución que crea el fermento de la existencia por el que un hombre es impulsado a actuar y luchar y hacer frente a las circunstancias»[4].

Nos recuerda también no hacer moneda falsa de la poesía, haciendo que circule a la fuerza, imponiéndosela a los otros, quieran o no. Los versos que irradian belleza son como las estrellas, «que atraen las miradas» o como la piedra del imán, en que el metal se ve naturalmente seducido. No hay que martillear la cabeza a nadie con nuestras creaciones, y menos el corazón.

«Todos hacemos nuestras especulaciones pero no todos les damos mil vueltas y nos pavoneamos de ellas hasta convertirlas en moneda falsa, engañándonos a nosotros mismos. Todos podemos viajar hasta las mismísimas fronteras del cielo y, sin embargo, necesitamos confianza para poner por escrito todo lo que allí hemos visto. Sancho, como cualquiera, también acabará inventando su particular viaje hacia el cielo. Odiamos la poesía que se nos impone con su diseño palpable (…) La poesía debería ser grande y discreta, algo que penetra en nuestra alma y que no la sorprende o sobrecoge por sí misma sino por su tema. ¡Qué maravillosas son las flores solitarias! ¡Qué pronto perderían su belleza si se agolparan en el camino gritando: “¡admiradme, soy una violeta! ¡Adoradme, soy una prímula!”».

El camino interior que forja a un poeta o a un filósofo es de intimidad con su alma, de familiaridad casi «carnal» con las ideas. Solo ahí pueden prender el fuego del entusiasmo, como le sucede a Alonso Quijano, que despierta como Don Quijote. La estética se basa en un desnudar el alma, en dejar lo que es de ella, o sea, lo esencial, para así sumergirse en el alma de todo lo que le hará ser traspasada por los rayos de la belleza.

«Se[5] me ocurre pensar que un hombre podría pasar una muy agradable vida de la siguiente manera: darle a leer cierto día una página de plena poesía o de depurada prosa y dejar que vague con ella, y medite sobre ella, y reflexione sobre ella, y vuelva a casa con ella, y profetice sobre ella, y sueñe con ella hasta que acabe desgastándose. Pero ¿cuándo lo hará? Nunca. Cuando un hombre ha llegado a cierta madurez intelectual, cualquier pasaje magnífico y espiritual le sirve como un punto de partida hacia “los dos-y-treinta palacios” [del budismo]».

Y el arte no está hecho para el gusto personal y la satisfacción de los otros:

«Los honores[6] con que unos hombres recompensan a otros son nimiedades en comparación con el beneficio que las grandes obras proporcionan al espíritu y latido del bien».

A veces define con claridad su poética:

«En poesía[7] tengo pocos axiomas y verás qué lejos me encuentro de su centro. En primer lugar, pienso que la poesía debería sorprender por un refinado exceso y no por su singularidad; debería impresionar al lector al ver sus propios y más altos pensamientos convertidos en palabras, casi como si se tratara de una remembranza. En segundo lugar, sus toques de belleza nunca deberían quedarse a medio camino, y por ello, dejar al lector sin aliento en vez de lleno de contento. El aumento, el progreso, el marco de las imágenes deberían llegar a él de una manera natural, como lo hace el sol, brillar sobre él y ponerse sobriamente, aunque con magnificencia, dejándole en medio del lujo del crepúsculo. Pero es más fácil pensar lo que debiera ser la poesía que escribirla, y esto me lleva a otro axioma. Que si la poesía no llega a ser natural como las hojas a un árbol es mejor que no llegue nunca».

John Keats

John Keats se nos muestra como un verdadero filósofo, aunque al final convierta las ideas en versos:

«Encuentro[8] que no puedo disfrutar en el mundo sin beber sin cesar conocimiento. Sostengo que no hay mejor propósito que la idea de hacer algo bueno para el mundo: algunos lo hacen con su sociedad, algunos con su ingenio, algunos con su benevolencia, algunos con una suerte de poder conferir placer y buen humor a todos aquellos con los que se encuentran y, de miles de maneras, todos en igual medida están en deuda con los mandatos de la Gran Naturaleza. Solo hay un camino para mí, el que se va abriendo paso gracias a la aplicación, al estudio y el pensamiento».

De ahí que en la estética, las sensaciones, con su poder de evocación, tengan que estar arrancadas del mar de la materia con las alas del pensamiento:

«La diferencia[9] entre las profundas sensaciones con o sin conocimiento me parece a mí que es la siguiente: en el caso de las segundas, nos precipitamos continuamente a miles de brazas de profundidad y nos empujan de nuevo a volar sin alas y con todo el horror de una criatura con los hombros desnudos. En el caso de las primeras, nuestros hombros tienen alas, y volamos por el mismo aire y espacio sin miedo. Así se dirige el equipo de uno para conseguir un beneficio abstracto».

Pero no basta la razón, es necesario la vivencia:

«Pues los axiomas[10] en filosofía no son axiomas hasta que no son corroborados por nuestras pulsaciones. Leemos cosas espléndidas pero nunca las sentimos plenamente hasta que no damos los mismos pasos que ha dado el autor».

Y desde luego, la poesía genera sus propios ritmos, se expande en ellos, pero no es su esclava, no puede ser sometida simplemente porque se dispone de una «tabla rítmica»:

«El genio[11] de la poesía debe elaborar su propia salvación en un hombre: no puede madurar ni con la ley ni con el precepto, sino con la sensación y la contemplación. Lo que es creativo debe crear por sí mismo. En Endimión, me tiré de cabeza al mar, y de ese modo me he acabado familiarizando con los sonidos, la arena y las rocas, mucho más que si hubiera permanecido en la verde orilla y hubiera tocado un estúpido caramillo, y hubiera tomado el té y recibido confortables consejos. Nunca he tenido miedo al fracaso; pues antes preferiría fracasar que no estar entre los más grandes».

Y como dice la poetisa Florbela Espanca, por qué aspirar al amor y belleza de un mortal, si quien espera es el amor y la belleza de un dios:

«La poderosa[12] y abstracta idea que tengo de la belleza en todas las cosas sofoca la más fragmentada y diminuta felicidad doméstica. Considero que una amable esposa y unos dulces hijos son parte de la belleza, pero necesito tener miles de esas maravillosas partículas para llenar mi corazón. Siento más y más cada día, a medida que mi imaginación se fortalece, de tal modo que no vivo solo en este mundo sino en miles de mundos. Tan pronto quedo solo, formas de épica grandeza se estacionan a mi alrededor».

Allá va el alma, en su cabalgada heroica, como las valquirias siguiendo el rastro de fuego eléctrico y la tormenta de Wotan, pues han sido los dioses mismos quienes han otorgado ese fuego que permite pensar, idear, soñar, imaginar, crear, aspirar y volar hacia la belleza y la verdad, en medio a veces, como vemos en la vida de Keats, de los más grandes sufrimientos. Han sido los dioses quienes le han otorgado al ser humano esa electricidad de la que el poeta dice:

«Hay[13] un fuego eléctrico en la naturaleza humana que tiende a la purificación, por lo que siempre hay entre las criaturas humanas continuos nacimientos de nuevos heroísmos».

[1] Traducido por Jose Carlos Fernández, el autor de este artículo.

[2] Ver en la Antología de cartas, editada por Alianza Editorial.

[3] Idem, 1818, carta a sus hermanos Tom y George.

[4] Idem, 1818, carta a Benjamín Bailey.

[5] Idem. 1818, Carta a J.H.Reynold.

[6] Idem, misma carta.

[7] Idem. 1818, Carta a John Taylor.

[8] Idem. 1818, Carta a John Taylor.

[9] Idem. 1818. Carta a John Reynolds.

[10] Idem.

[11] Idem. 1818. Carta a J. A. Hessey.

[12] Idem. 1818. Carta a George y Geogiana Keats.

[13] Idem. 1819. Carta a George y Georgiana Keats.

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