Sociedad — 1 de octubre de 2023 at 00:00

La magia de la transmisión: Delia Steinberg, pedagoga y comunicadora

por

Delia Steinberg

A lo largo de los años, una de las cualidades qué más me ha impactado e inspirado de la profesora Delia Steinberg es la claridad, sencillez y profundidad con la que transmitía ideas y milenarias enseñanzas que, en sus clases y conversaciones, se tornaban totalmente actuales, además de parecer estar dirigiéndose, con cada palabra justa, a cada uno de los que estuviéramos reunidos escuchando sus clases.

Ella ha sido ejemplo vivo para muchos por su capacidad pedagógica, su calidez y su entrega completa a sus oyentes, a la transmisión.

Transmitir, enseñar, educar —nos decía— no es solo ayudar a despertar el discernimiento, sino también la voluntad y el amor necesarios para dar vida a las ideas superiores que reconocemos como válidas.

Su magisterio fue el de alguien entregado al desarrollo de lo mejor de la condición humana.

Durante años, hubo muchas ocasiones en las que trató de avivar ese espíritu educador y comunicador en aquellos que aspirábamos a ser como ella, un puente entre la herencia de sabiduría atemporal que la humanidad atesora y el tiempo actual, que tanto reclama y necesita inspiración y ejemplo.

Comunicar no es fácil y mucho menos cuando hablamos de experiencias y matices que pertenecen al mundo interior del ser humano, tan subjetivo y lleno de riqueza a la vez. Ese es el gran valor de la palabra para un filósofo.

En una ocasión escribía:

«El lenguaje —la palabra hablada— creció junto con el poder de la memoria. Se aprendía a través de las palabras que se escuchaban y de las ideas simbólicas que se retenían. La imaginación cobró un papel fundamental, una imaginación inteligente y creadora que nada tenía que ver con la fantasía desbocada con que hoy la mente se evade de la realidad para correr por derroteros impredecibles.

Esto hizo que la transmisión oral fuera la fuente fundamental de comunicación. El maestro transmitía sus enseñanzas al discípulo “de la boca al oído”. Había que saber hablar y había que saber escuchar».

En muchas de sus clases y escritos dio una serie de elementos claves para que cada uno, a la hora de transmitir, se convirtiera en un verdadero puente de ideas, en un educador en el sentido platónico, es decir, aquel que ayuda a educir en sí y en los demás lo mejor de sí mismos.

Así, me he atrevido a reunir algunos consejos y condiciones que recomendaba para activar el arte, a la vez que ciencia —por ello lo he llamado «magia»— de comunicar y educar.

* Siempre recomendó que al hablar pusiésemos vida, energía y el alma abierta en sincera entrega de lo que pensamos y sentimos.

Delia Steinberg transmision
Clase de filosofía comparada, España.

* Para saber hablar, decía que es necesario «pasar por dos escalones previos: saber sentir y saber pensar», es decir, «haber aprendido a sentir y pensar para expresarlo luego de manera adecuada». Saber sentir es diferenciar las emociones superficiales de las profundas y duraderas, las que nos tocan el alma, y determinarnos a vivir y potenciar nuestros mejores sentimientos.

Saber pensar —decía— «es disponer de la mente para poner orden en ella. Hay que identificar nuestras ideas, clarificarlas al máximo y relacionarlas unas con otras de manera coherente. No necesitamos tener la mente llena de ideas, ni mucho menos de ideas vagas, confusas, negativas, inconexas; necesitamos unas pocas ideas pero luminosas a fuerza de claras. Y a partir de allí podemos pensar, podemos establecer relaciones, comparaciones, analogías, diferencias. Podemos razonar, analizar, comprender». Y añadía: «Hablar bien es, además, saber escuchar y saber dialogar».

* Consideraba importante no solo tener claras las ideas, sino las finalidades, por qué enseñamos, adónde conduce lo que decimos. Ese porqué nunca puede ser nublado por los detalles. Necesitamos de un discernimiento capaz de establecer una distinción clara de lo esencial.

* Para ella, un buen comunicador, un buen profesor, necesita una firme dedicación al cultivo de sí mismo y al cuidado de lo que hace. Ella siempre se enfrentaba a una clase, en cualquiera de las materias filosóficas y humanísticas que impartió, con una preparación previa minuciosa, a pesar de que fueran temas que ya había abordado en numerosas ocasiones. Su sentido de la responsabilidad así se lo exigía.

*De igual manera, nunca daba nada por sobrentendido y, por ello, siempre alumbraba el inicio de cada intervención con un preámbulo que sintetizaba y enmarcaba, a modo de introducción, el tema. Es como si tejiera pacientemente una firme cadena de conocimientos donde cada eslabón se enlazaba con los anteriores. Siempre logró que tuviésemos una visión global.

Delia Steinberg transmision
Curso de verano de filosofía en España, 2008.

* Nos instaba a hablar siempre desde el corazón, que equivale a hablar con el alma activa y despierta. Y al hacerlo, hablar también al alma de los demás, sabiendo ponerse en el lugar de ellos, percibiendo su riqueza interna y sus necesidades.

Esto solo es posible si unimos calidez, sinceridad, energía y, a la vez, precisión en las ideas. Y para todo ello, necesitamos orden interior, coherencia y armonía, que nacen del desarrollo de cualidades superiores como la voluntad, la inteligencia y el amor.

* Ella lograba despertar el amor por el conocimiento, clave esencial en el camino del aprendizaje. Esa fue siempre una de las finalidades que otorgaba a la filosofía entendida a la manera clásica.

No se trata de desplegar muchos conocimientos y datos, sino de despertar en los demás el verdadero interés, no solo por un saber intelectual, sino por comprender y vivir los misterios de la vida.

* Nos recomendaba desarrollar una gran paciencia. Paciencia para saber escuchar a los demás, aprender y comprender; una paciencia como la del agricultor, que sabe sembrar y sabe esperar el crecimiento de las semillas que cada uno ha integrado.

* Finalmente (aunque la lista podría ser mucho más larga), hay que recordar la importancia que le dio a la alegría y el buen humor, a pesar de que a veces las circunstancias personales y los avatares de cada día intenten apagarlos. Nos enseñó que, más allá de la personalidad inestable, hay una fuente inagotable de energía y entusiasmo en quien ama lo que hace y es consciente de que la tarea de enseñar participa, en cierto sentido, de un carácter sagrado.

Muchos considerábamos a la profesora Delia Steinberg Guzmán una maestra, y utilizo este término a pesar de que sé que hoy no siempre es bien entendido. Eso nos hizo y nos hace bien a quienes así lo pensamos, porque además de aprender mucho de su mano, vimos en ella un ejemplo y una inspiración para nuestras vidas.

Sin embargo, más allá de la alta consideración que le tuvimos y tenemos los que queremos seguir sus pasos, ella nunca se consideró maestra, sino más bien alguien en continuo aprendizaje y desarrollo.

Quizás esa fue su magia y su más grande enseñanza sobre la transmisión.

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