Arte — 1 de octubre de 2023 at 00:00

Delia Steinberg y su relación vital con la música

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Delia Steinberg música

Memorias, anécdotas y reflexiones del Concurso Internacional de Piano Delia Steinberg

Mi primer encuentro en persona con Delia Steinberg se produjo en 2014, durante la ceremonia de entrega de los premios de su concurso internacional en Madrid. Para mí, era la primera vez que ganaba un primer premio en un concurso internacional, y recuerdo de forma muy vívida ese momento en el que ella me dio la placa y el diploma. Me dio un abrazo, sorprendentemente fuerte para alguien de su edad y complexión, y me dijo: «Hemos estado contigo desde el principio del concurso. Desde la primera prueba». No sé exactamente qué quiso decir con esa frase, pero intuyo que mis interpretaciones, algo extravagantes para los jurados de concursos, causaron un debate interno a la hora de tomar las decisiones del jurado de aquella edición. Pero supe que ella se instaló en la parte del jurado que se sentía próxima a mi forma de expresarme a través la música, y por ello la recuerdo con ese brillo de satisfacción en los ojos durante esa ceremonia.

Era un certamen realmente difícil, por la exigencia del repertorio, el nivel y la cantidad de participantes y por tener que superar hasta cuatro pruebas en cuatro días. Muchos detalles de aquel concurso se han grabado en mi memoria. Recuerdo, por ejemplo, que mientras todo el vestíbulo de la sede del concurso estaba abarrotado de concursantes, esperando los resultados tras la primera prueba (éramos unos setenta participantes ese año), yo traté de ubicarme en un rincón a resguardo del jaleo generalizado. Justo delante de mí estaban sentados dos chicos muy jóvenes, de unos dieciocho o diecinueve años, hojeando el librito de información y presentación del concurso. Miraban las fotos de los otros concursantes, comentaban los programas, etc. Sin saber que yo estaba justo detrás de ellos, abrieron la página en la que figuraban mis datos, mi edad, el programa, la nacionalidad… Señalando mi edad (yo les superaba en casi diez años) exclamaron en inglés, riendo desatadamente: «¡última oportunidad!». En esa época el límite de edad era de veintiocho años para participar, justo la edad que tenía yo. Todos estábamos con los nervios al máximo, pendientes de esa deliberación del jurado… Entonces salió el secretario del jurado con un papel impreso en la mano y empezó a anunciar los nombres de los que habían pasado a la siguiente prueba. Fugazmente, vi a Delia deslizarse entre los participantes, casi invisible, y subir las escaleras al piso de arriba.

Otro momento memorable fue cuando me acerqué a hablar con los miembros del jurado tras la entrega de premios. Se organizó un gran banquete, como cada año (según descubrí posteriormente), con comida, bebidas, snacks y dulces, preparados tanto para los participantes como para los jurados. Recuerdo que me acerqué al presidente del jurado, Rafael Solís; a su lado, estaba sentada María Luisa Villalba, también miembro del jurado. Les pregunté por su opinión sobre mi interpretación y me hablaron con mucha amabilidad y gran respeto. Delia estaba en la misma sala, caminando entre concursantes, las personas de la organización, invitados… Parecía que estaba en todas partes pero de una forma muy discreta, siempre hablando con una sonrisa en la cara. No tuve oportunidad de hablar con ella de forma reposada en esa celebración, pero los pocos minutos en los que conversamos, me transmitió una energía, una luminosidad, una bondad y una pasión por la música absolutamente únicos.

 

La suerte cambió

Tras este evento, ese mismo año gané numerosos premios en otros concursos internacionales. Me da la impresión que, de alguna forma misteriosa y a partir de mi participación en Madrid, mi suerte se invirtió por completo. De no superar las primeras pruebas, pasé a acumular premios y galardones. Cada mes participaba en un concurso (a veces incluso en dos seguidos) y siempre me llevaba un premio a casa. Mis éxitos llegaron a convertirse en una especie de anécdota en la Universidad Mozarteum de Salzburgo, donde yo estudiaba en aquella época. Cada semana, al entrar en clase, mi profesor me preguntaba: «Y bien, ¿qué premio traes esta vez?». Me inclino a pensar que, tras la increíble experiencia en Madrid, tras recibir un trato tan amable y cargado de tantos ánimos y positividad, mis actuaciones cobraron ese extra de confianza, fuerza y entrega indispensables en una carrera de músico concursante.

Delia Steinberg música
Concurso Internacional de Piano Delia Steinberg 2014.

 

Miembro del jurado

Un año más tarde y de una forma muy inesperada, recibí un correo electrónico de la administración del Concurso D. Steinberg. En ese correo, Florencia, la secretaria del concurso, me transmitía la voluntad de Delia y de la administración de que yo pasara a formar parte del jurado del mismo. En esa época, yo contaba con apenas veintinueve años y, a pesar de tener ya mucha experiencia escénica, habiendo estudiado en varios países y siendo ya profesor del Conservatorio Superior del Liceo de Barcelona, aún no tenía prácticamente ninguna experiencia como miembro de jurado en un concurso internacional. Fue una propuesta que me sorprendió muy gratamente, ya que guardaba con gran cariño el recuerdo de mi paso por el certamen y las conversaciones con las personas que trabajaban allí. Acepté sin pensármelo y con una fuerte voluntad de ofrecer lo mejor de mí.

En abril de 2016 llegué a Madrid como jurado y, desde la misma llegada, me encontré con personas de la organización que me recogieron en la estación de tren. Y desde ese mismo momento, sentí un afecto y un cariño muy especiales.

Por la noche, me encontré con Delia y, finalmente, pudimos hablar largo y tendido sobre diversos aspectos del concurso. Tras comentar todos los temas relevantes sobre el desarrollo del evento y sobre nuestra labor como jurado, nuestra conversación empezó a girar alrededor de otros temas: la música en general, Clara Schumann y Clara Haskil (las dos Claras a las que Delia estimaba infinitamente), Michelangeli y Pogorelich, el arte, la educación musical actual, la forma de ver y organizar eventos como ese, la filosofía griega, la historia, la arqueología… Descubrí que hacia muchos de estos temas, su visión y sus gustos me resultaban muy afines. Conversando, me permitía entrever algunos trazos de su forma de pensar, su manera de ver el mundo que nos rodea. Todo lo que contaba y la manera en la que lo contaba tenía un toque tan personal, profundo, sincero, sabio… Recuerdo que ese encuentro, esa larga cena, me causó una impresión muy intensa. Percibí la fuerza, el espíritu indestructible que había en su personalidad y que se traslucía en todos sus actos, en su enseñanza, en su filosofía de la vida, en su criterio musical, en su trato con otras personas. Nunca me había encontrado con alguien como Delia. Alguien cuyo ser fuera tan… «uniforme». Tan profundamente organizado y regido por sus pensamientos, sentimientos, creencias. Tratar con una persona así me resultó en extremo atractivo, e intenté absorber todo el conocimiento que Delia vertía, muchas veces sin darse cuenta de ello siquiera, en nuestras conversaciones, nuestros debates y en las deliberaciones del jurado.

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Concurso Internacional de Piano Delia Steinberg 2017.

Cuando hablaba, sobre todo cuando iba a decir algo importante, siempre sonreía. Un consejo o alguna opinión de peso, iban siempre acompañados de una sonrisa cautivadora que le salía de forma natural. Probablemente le salía esa sonrisa por el aprecio, el afecto y el respeto, por la bondad de querer compartir algo que ella consideraba de importancia y de provecho para su interlocutor. En esos momentos, los que la escuchaban y las personas que estaban cerca por casualidad, la miraban con atención, ávidos de saber qué iba a decir, qué era lo que compartiría con nosotros, qué era lo que aprenderíamos de esa frase, a través de ese comentario. Incluso cuando eran frases pronunciadas en un contexto distendido o en una situación mundana, había en ellas siempre un aura de conocimiento sin igual, una lectura brillante del alma humana.

Ella sabía cómo y cuándo dar su opinión o manifestar una idea. Lo hacía de forma aparentemente instintiva, natural, con una lógica tan bella y concisa que cualquier argumento en contra de esa idea quedaba completamente desarmado. Es como si supiera poner los pensamientos de sus interlocutores en orden para que ellos mismos se diesen cuenta de cuál es la verdad, qué es lo correcto, qué es lo real y, en contraposición, cuál es el camino del pensamiento menos adecuado, dónde radica la ilógica, lo banal… Una vez te hacía ver ese panorama de tu propio cerebro en funcionamiento, te dabas cuenta de cómo tenías que actuar o pensar. De hecho, Delia misma insistía en infinidad de ocasiones en que no hay una sola forma correcta de expresarse, de pensar, de impartir clase, de manifestar emociones, de interpretar la música, y que cada uno de nosotros teníamos que encontrar nuestra verdad, ya fuera en el criterio musical o en la vida y en nuestras acciones.

Delia Steinberg música
Concurso Internacional de Piano Delia Steinberg 2003.

Tras ese primer año siendo jurado, volví a Barcelona y a mi rutina, mis clases, mis conciertos… pero notaba que iba como alimentado por un brillo nuevo. Una inspiración. Esos pocos días compartidos con Delia y con todas las personas implicadas en el concurso me habían nutrido como músico, pero sobre todo como persona. Y con enorme alegría recibí la invitación para volver el año siguiente. De este modo, mi relación con Delia fue solidificándose, nos conocíamos cada vez más. También tuve el grandísimo honor de contar con ella como jurado en mi propio concurso en Marbella en uno de los años.

Se fueron sucediendo los años, los concursos… En las reuniones, en las comidas, en las deliberaciones, todos miraban a Delia y querían aprender, crecer, ser mejores. Ella explicaba detalles sobre su vida, sus comienzos en el aprendizaje del piano, el momento en el que emigró a España desde Argentina llevando una pequeña maleta… Contaba anécdotas e historias de su pasado, su rutina del día a día, sus viajes, sus horas al ordenador, su pequeño paraíso en Mallorca. Muy detalladamente relataba cómo entraba en el agua en su casita en Mallorca. «Tengo una salida al mar justo en la puerta de casa», decía. «Para meterse en el agua son todo rocas… pero yo ya tengo aprendido cuáles puedo pisar y cuáles no y cómo tengo que poner el pie». Y con un gesto casi de ballet, demostraba cómo entraba en el agua con cuidado y cómo realizaba la primera brazada. Sonreía.

 

Alguien especial

También sobre su dedicación al ballet tenía muchas historias y, a veces, llevada por la emoción, realizaba algún movimiento. Decía que aún practicaba un poco, a modo de ejercicio.

Durante el concurso, mientras todos tomábamos café, ella tenía una botella verde, en la que (creo que) había una poción mágica. Era una infusión de mezcla de hierbas, que empezaba a tomar por la mañana y le duraba hasta aproximadamente el mediodía.

Una de las aficiones de Delia que más me fascinaron fue su pasión por la arqueología. Una tarde, después de las deliberaciones y la cena, nos llevó a su pequeño museo dedicado a la colección, restauración y reparación de piezas arqueológicas. Eran dos habitaciones amplias, organizadas con expositores, mesillas, estanterías, etc. De todas partes asomaban esculturas, vajilla, cerámica de todo tipo, telas, figuras, imágenes e incluso un par de anclas gigantes e inamovibles. También había una mesilla de restauración y reparación, con los correspondientes instrumentos. Ese rato en su museo era de un gran disfrute para mí, descubrir esos objetos increíbles, escuchar cómo Delia contaba la historia de cada pieza, de cómo y dónde se consiguió, su antigüedad, su uso, cómo mostraba y reflexionaba sobre su belleza…

Considero que la inversión en la cultura, en el desarrollo del pensamiento, en la música, en la cultivación de mentes y corazones que ha realizado Delia a lo largo de su vida es de un valor incalculable. Sus libros, su liderazgo en Nueva Acrópolis, sus creaciones como el Concurso Internacional de Piano, y sobre todo, su influencia en la vida de tantas personas son ejemplos de cómo era su ser, su personalidad, su generosidad, su amor, su pensamiento… Su recuerdo quedará muy vivo en mí. Una de las últimas cosas que me dijo, tras ir a comer juntos con Antonio (Toni) Alzina, me emociona y me llena de una verdadera y profunda felicidad: «Para nosotros, eres familia. Lo sabes». Y me miró con sus ojos fuertes. «Lo sé, Delia. Gracias. Vosotros también lo sois para mí», le respondí. Nos despedimos con un fuerte abrazo y una amplia sonrisa.

Gracias, Delia. Llevo tu amor conmigo, siempre.

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