Naturaleza — 1 de enero de 2023 at 00:00

Los elementales y los mitos nórdicos

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Los elementales y los mitos nórdicos

Este trabajo de investigación trata de vincular las enseñanzas del profesor Livraga con aquellas tradiciones atemporales que aparecen en las distintas culturas bajo la forma de mitos, encontrando el punto de conexión entre ambas. En concreto, pretende establecer la relación directa que existe entre estos antiguos mitos nórdicos y los descritos por el profesor Livraga en su libro Los Espíritus Elementales de la Naturaleza.

Comenzaremos por lo referido por el profesor Livraga, citando literalmente lo descrito en su libro de los Espíritus Elementales, extrayendo la parte vinculante con nuestro mito nórdico. Después pasaremos a desarrollar la parte mítica sobre la cosmogonía nórdica y el exilio del dios-elemental Frey a la Tierra, Midgard para las crónicas nórdicas. Para estos mitos he utilizado el narrado por Snorre Sturluson en sus Eddas Mayores y Menores, que la editorial Gredos recogió en una amplia colección de mitología nórdica y escandinava.

El motivo de esta monografía no es otro que el de estudiar y profundizar en esos viejos mitos, que nos están hablando de momentos protohistóricos y mágicos de nuestro más remoto pasado, uniéndolos a las enseñanzas del profesor Livraga, dándole al conjunto de esta exposición esa consideración seria y sagrada.

 

Espíritus Elementales de la Naturaleza, Jorge Ángel Livraga

«¿Qué son los Elementales? Son formas de vida dentro de los elementos. Obviamente, es muy difícil explicar las características básicas que habrían de definirlos, pues al no estar sus cuerpos en el plano estrictamente físico en que se desarrolla nuestro entorno visual y auditivo, o mejor expresado, al no estar sus cuerpos en la «posición» en que nos es fácil ver las cosas, aunque puedan estar de alguna manera en lo físico, se nos aparecen como inexistentes fantasías de los hombres primitivos o de los niños desocupados. Estas formas de vida tienen sus cuerpos en el Plano Pránico y no por debajo de este. Pero como los Planos no están cortados como por una navaja, sino que hay una gradación casi infinita entre ellos, y las circunstancias de la Naturaleza no son siempre las mismas (con variaciones que conocemos como el día y la noche, las épocas del año, la altura, la profundidad, la mayor o menor carga de electricidad estática, las diferentes presiones atmosféricas y las diversas temperaturas, los componentes pasajeros del aire como son las concentraciones de agua, de ozono, etc., sumado el todo terrestre a las influencias de los astros, especialmente del Sol y de la Luna), en ciertas ocasiones los Elementales caen en una mayor materialización que los hace sencillamente visibles. Pero aun en tan favorables condiciones no son observados normalmente.

Los Elementales existen y durante milenios incontables la humanidad ha recopilado testimonios de su existencia. Y lo más importante es que estos testimonios son coincidentes en diferentes épocas y países.

Las antiguas religiones, con su trasfondo mistérico, mucho más ecológicas que las actuales, los habían asimilado y sumado a sus santorales humanos. Regentes de fuentes y montañas, de ríos y caminos, los Espíritus de la Naturaleza mantenían relaciones y comercios físicos y psíquicos con los humanos.

Asimismo los Elementales contactaron con el hombre y le instruyeron sobre el poder curativo de las plantas, enseñándole a recogerlas, plantarlas y trasplantarlas en los momentos adecuados del año y bajo la influencia de determinados astros.

Le enseñaron a quemar resinas para atraer a los buenos Espíritus y alejar a los perversos, curtir pieles y fermentar líquidos. Le comunicaron el aparentemente enigmático origen de las levaduras y, mejorándolas, le enseñaron a no perderlas para poder reproducirlas continuamente. Le enseñaron dónde estaban las ocultas fuentes de agua mineral y termales.

Los Elementales mostraron a los hombres las vetas de metales y las piedras capaces de resistir las tensiones de la arquitectura, o de canalizar las energías cósmicas y telúricas convirtiéndose en amuletos. También les señalaron las flores benéficas y sus utilizaciones para los ritos de amor y de muerte. Mostraron a los humanos las claves de los movimientos de las bandadas, cardúmenes y manadas con fines adivinatorios, ya que el Alma Grupal de los animales presiente los cambios de la Naturaleza. Los hombres de las primeras razas inteligentes fueron instruidos en las artes de la navegación y del sembrado por los Elementales, quienes a su vez respondían a los requerimientos de los dioses. Hicieron bajar oportunamente el Fuego del cielo y lo hicieron surgir de las entrañas de la Tierra a la vista humana, y les mostraron cómo los rayos grababan en las piedras los signos primeros de una escritura geometrizante que inspiró todas las demás.

Les transmitieron el conocimiento del poder de los cristales naturales, es decir, de las gemas que rodearon prudentemente las sabias cabezas de los primeros reyes-sacerdotes. Les instruyeron aun en lo que los Elementales más temían, por sus cargas magnéticas: el uso de las formas afiladas y puntiagudas, basadas en los metales rojos y negros con empuñaduras cuajadas primero de rocío y luego de piedras preciosas y mágicas que se cargan con la luz de las estrellas y con la sal depositada por las manos de los guerreros. Disfrazados de comadronas, enseñaron a los primeros sexuados a tener vástagos y a darles a luz correctamente e incitaron en hombres y mujeres los juegos del trabajo, de la guerra y del amor. Fueron puentes entre los altos dioses y los humanos y llevaron a sus protegidos a las aras de sacrificios con tal de que la relación religiosa y mistérica perdurase.

Hoy los artificios han reemplazado en buena medida la relación entre los humanos y los Elementales. Tan solo en zonas en donde la actual civilización materialista no ha llegado, los contactos se mantienen aunque de manera precaria.

Si pensamos que las máquinas, los fragores, las contaminaciones y las grandes aglomeraciones caóticas de gentes los aterrorizan y los destruyen, nos es fácil deducir que hemos alejado de nosotros el encanto de aquel viejo pacto con los Elementales. Pero, si bien en niveles mucho más humildes que en la Antigüedad, los Elementales siguen en contacto con los humanos. Dado que sus cuerpos no son estrictamente físicos, poseen gran capacidad para cambiar de tamaño y forma, y así pueden asemejarse a los insectos o a las montañas, a los animales, a las plantas y a los humanos. Ciertas condiciones especiales los vuelven, en raras ocasiones, simulacros de los dioses, y se convierten en vehículos de ellos».

Elementales en la mitología

Queríamos, tras habernos remitido a las enseñanzas del profesor Livraga, establecer la vinculación entre las mismas y los antiguos mitos nórdicos, que nos hablan de algunos elementales que, simulando ser dioses, entregaron al ser humano los conocimientos para poder desarrollarse.

Este conocimiento está inmerso en tradiciones muy dispersas y en cada una de estas enseñanzas que el profesor Livraga nos trasmite; djinn en el islam, devas en las culturas indias, kamis en Japón o ángeles en las tradiciones cristianas… Pero en esta ocasión he querido buscar ese punto de conexión en las antiguas mitologías nórdicas, en concreto en aquella que nos cuenta cómo aquel poderoso elemental llamado Frey, divinizado como un dios en Uppsala, bajó a aquella región de lo que hoy conocemos como Suecia a dotar a los hombres de estos conocimientos, despertando ese sentimiento hacia lo espiritual y sagrado.

Todavía hoy en día, Uppsala sigue siendo considerada como un eje espiritual en Europa y en el mundo.

Pero antes de buscar ese punto de conexión entre las enseñanzas del profesor Livraga y el mito nórdico, me gustaría explicar brevemente el significado de la palabra mito.

El mito está arraigado directamente en el símbolo, y a través de este se manifiesta para hacernos llegar enseñanzas morales, espirituales y metafísicas. Incluso viene a darnos claves protohistóricas, que, de forma simbólica, narran sucesos cósmicos y cosmogónicos, como la creación del universo, el ser humano o la propia Tierra.

Hay que recordar que símbolo proviene de la palabra griega symbolon, que significa ‘señal o figura’, y que en su trascripción al latín expresa el acto de ‘llegar’, ‘guardar’, ‘contener’. El maestro Roso de Luna decía que «el símbolo nada dice al profano y todo revela al sabio», pues la ciencia del símbolo es la ciencia del todo. Los símbolos esconden profundos significados, y expresan realidades naturales e interiores. El símbolo es el ser de cualquier cosa u objeto manifestado.

Las antiguas escuelas de misterios sabían interpretar las claves de los símbolos, cuyo lenguaje nos hablaba de todo lo manifestado en el universo, y también de nuestro verdadero ser interior. Para las antiguas escuelas de misterios de toda época, el símbolo no era una creación del hombre, sino que era anterior al mismo, pues el «primer símbolo» ya se expresaba en ese Principio Omnipresente de donde emanaron todas las formas de manifestación. Estas antiguas culturas se interesaban menos en la «forma» del símbolo y más en su esencia, en su espíritu, en la enseñanza que subyacía tras la forma manifestada.

El mito, por tanto, representa la esencia de ese símbolo, y recoge toda una enseñanza profunda que nos habla de auténticas realidades interiores y naturales. La transmisión al pueblo de estos mitos era fundamental, pues, imposibles de entender la metafísica y profundidad de los símbolos, se deslizaban estas enseñanzas a través de una narración fabulada, un mito que contenía en sí mismo esa enseñanza moral, ética, metafísica o histórica, de manera que era más fácil captar su esencia, pues el símbolo, como concepto abstracto, encarnaba en una forma, en un mito, pudiendo al hombre acercarse a él, meditarlo, e intuir la clave sagrada que en él vive, haciéndonos elevar la conciencia a planos más elevados, para seguir iluminando nuestra alma eterna de virtud y conocimiento, evolucionando como seres humanos, pues es esta la finalidad última de estos símbolos en forma de mitos.

En nuestra moderna sociedad se ha perdido el valor de lo antiguo y desvirtuado esas enseñanzas atemporales, o sea, las que existieron, existen y existirán, que eran como escritas por los «dioses» mismos, entendiendo el concepto de Dios como una ley de la naturaleza que se manifiesta en el mundo para traer luz y sabiduría. Por lo tanto, cobra todavía más valor el cuidar, indagar y meditar todos estos «textos mágicos», como es la mitología. En todas las culturas y tradiciones del mundo aparecieron grandes maestros, poetas y filósofos que bebieron de las fuentes primordiales de sabiduría atemporal, e inundaron las estanterías de sus bibliotecas de relatos míticos que encerraban toda esta fuente de conocimiento y sabiduría.

En este mito podremos encontrar de forma fabulada todas esas enseñanzas que nos dejó el profesor Livraga, así como todos los grandes maestros que ha dado la historia de la humanidad. Leyéndolo con los ojos del alma, y bajo el prisma de lo que el profesor nos transmitió a través de su libro de Los Elementales, podremos disfrutar, a través de la imaginación, de ese momento mágico donde lo divino se puso en contacto con lo humano. Que este mito sea, pues, ese puente entre lo mágico y lo real.

Antes de abrir paso al mito de Frey, hablaremos de la cosmogonía nórdica, para acercarnos a la creación de dioses y de mundos, donde podremos conocer más el origen de nuestros protagonistas.

 

Cosmogonía nórdica 

Seres de la creación

Yggdrasil: es el árbol de la vida, un fresno gigantesco que mantiene unidas las distintas partes del universo. Los diferentes mundos crecen entre sus ramas, alrededor del tronco y en sus raíces.

Nornas: tres criaturas primordiales, tejedoras del destino, que habitan en las raíces de Yggdrasil. Son Urd, la que sabe lo que ha sucedido, Verdandi, la que sabe lo que sucede, y Skuld, la que sabe lo que sucederá.

Ymir: el primer ser vivo de la creación, un gigante con el tamaño de un continente, nacido del choque entre el fuego y el hielo primigenios; de él provienen los gigantes de hielo.

Audumla: la segunda criatura viva de la creación, nacida del hielo, una vaca colosal que da leche generadora de vida.

Dioses y gigantes 

Odín: el primero de los dioses, llamado Padre de Todos; fue quien puso orden en el universo, el cual vigila desde su trono Hlidskjalf en lo alto de Asgard. Sus descendientes son los ases. Comprende la creación y conecta con todos los elementos. Más tarde sería el padre de grandes dioses como Thor o Balder.

Bor y Bestla: gigantes liberados del interior de las rocas por Audumla; son los padres de Odín y antecesores de la estirpe de los dioses ases.

Vili y Ve: hermanos menores de Odín, con quien comparten poderes aunque de menor intensidad; menos ambiciosos y osados que él, reconocen pronto su poder y se ponen a su servicio.

Nöjrd y Niorunn: los primeros dioses vanes, divinidades de la fertilidad y la vida natural. Son hermanos: Nöjrd es el dios de la tierra fértil y la costa marina y Niorunn, la diosa de la tierra cultivada. De ellos nacerían Frey y Freya.

Seres creados por los dioses 

Ask y Embla: los primeros seres humanos, creados por los hijos de Bor a partir de un tronco caído; el varón es Ask, «fresno», y la hembra es Embla, «olmo».

Hugin y Munin: «pensamiento» y «memoria», cuervos creados por Odín para espiar lo que sucede en los nueve mundos.

 

El mito

Ginnungagap (el Inmenso Vacío o Abismo) tenía en sus extremos dos mundos: Niflheim, el mundo de hielo y tinieblas, y Muspelheim, el mundo del fuego. De la unión de los dos mundos nacieron las primeras formas de vida al solidificarse la tierra. Sus nombres fueron Ymir y su hermana la vaca Audumla. De ambos nacieron más seres, pero no de su unión, sino de ellos mismos. De la vaca Audumla nació Bor; de Bor nació Odín.

Odín, que ya despuntaba unas inquietudes diferentes, viajó a Nifelheim. Para ello tuvo que escalar una enorme montaña desde la que poder espiar y conocer a los gigantes de hielo. En su escalada fue descubierto por los gigantes y Odín se enfrentó a ellos.

Odín salía diariamente a enfrentarse a gigantes y seres enormes. Un día, Ymir aplastó la tierra y acabó con casi toda la vida en la misma, provocando un radical cambio geológico. Odín convocó una asamblea con los hijos de los gigantes supervivientes y presentó un plan para destruir al gigante Ymir.

Utilizando a la vaca Audumla, Ymir cayó en una trampa en el reino del Fuego, Muspelheim, donde fue devorado por la lava. El mundo se liberó de su tiranía, pero, al desmembrarse Ymir, hubo otro cambio geológico en la tierra (universo). Odín y sus hermanos Vili y Ve comenzaron a desarrollar sus poderes latentes y crearon con las estrellas al Sol y la Luna, y aislaron a otras tierras lejanas a los gigantes, Jotunheim, manteniendo así el equilibrio en el universo, por lo que se ganaron el odio de los gigantes expulsados. Más tarde, con un tronco de fresno y otro de olmo crearon al primer hombre y a la primera mujer. Ve les dio forma, Odín espíritu y Vili conciencia y movimiento. Después Odín desató a los elementales de la naturaleza, los vanes, una pareja divina que poblaba el mundo de vida y naturaleza. De ellos mismos nacerían más tarde los elfos.

La raza de los enanos también nacería del fruto de la vida de las entrañas de la tierra. Odín creó una región para cada raza, manteniendo así un orden cósmico, y de paso protegió Midgard, la tierra de los humanos.

Odín creó después dos cuervos: Hugin y Munin, Pensamiento y Memoria, y los lanzó al universo para que después le contaran dónde estaban sus confines. Allí descubrieron el árbol Yggdrasil y sus nueve mundos repartidos en sus ramas, aún sin poblar.

Odín viajó al lugar de las nornas, y Skuld, la que atisba el futuro, le habló de los ciclos de la vida y de la creación y destrucción de todo lo existente, destrucción que llegaría con el Ragnarok, el Fin de los Días.

Desde entonces, Odín se lanzó en una búsqueda sin fin para alcanzar el Conocimiento Absoluto, ofreciendo para ello incluso su ojo izquierdo, con el fin de intentar evitar lo inevitable, el fin de los ciclos.

Pasemos ahora al relato del mito en cuestión, uniendo las enseñanzas del profesor Livraga con este mito que vive en el inconsciente colectivo.

 

El exilio de Frey

Dioses y diosas 

Odín: el primero de los dioses, llamado Padre de Todos; fue quien puso orden en el universo, el cual vigila desde su trono Hlidskjalf en lo alto de Asgard. Sus descendientes son los ases. 

Frey: hijo de Njörd y de su hermana Niorunn. Dios de gran hermosura, con poder sobre la lluvia y el buen tiempo, asociado a la fertilidad viril.

Skirnir: dios menor de los vanes, fiel sirviente de Frey. Conoce la magia seid, que aprendió de su madre.

Gigantes 

Gerd: joven giganta de gran belleza y lucidez de pensamiento. Vive en una mansión en Jötunheim.

Mito: Desde que se exilió a Alfheim, Frey tenía una vida monótona y plácida junto a los elfos. Siguiendo un impulso desconocido, viajó a Asgard y, viendo que el palacio Valksjalf estaba vacío, osó sentarse en el trono prohibido de Odín, el Hlidskjalf, desde donde se observa todo el universo. Allí se quedó prendado al ver a una hermosa giganta de Jötunheim llamada Gerd.

De vuelta a Alfheim, Frey pidió a su sirviente Skirmir que fuera a convencer a esa hermosa giganta para casarse con él. Skirmir aceptó, y consiguió tener un encuentro con ella al margen de los padres de la giganta. Gerd era muy sabia, y ningún presente traído de Frey terminó de convencerla.

Finalmente, utilizando las artes mágicas del seid, propias de los dioses vanes, Skirmir consiguió engañarla; confundiendo su corazón y el porvenir de su destino si se casaba con Frey. Cuando la boda se celebró, Gerd estaba desconcertada y Frey sufría al no verse correspondido.

Cuando entendió la verdad de labios del propio Skirmir, Frey se marchó sin decir nada a Midgar, la tierra de los hombres, sobre los lomos voladores de su jabalí mágico Gullinbursti.

En Midgard adoptó la apariencia humana, y aterrizó en las tierras de Uppsala, donde Frey enseñó a los hombres todo lo relacionado con el cultivo y la fertilidad.

Frey fue feliz junto a los hombres, que lo nombraron caudillo, y convirtió Uppsala en el centro de Midgard en el mundo, con un templo dedicado a los dioses. Cuando la giganta Gerd se dio cuenta del alma tan grande de su esposo, bajó a Midgard por medio de Odín, y bajo la apariencia humana se unió con Frey y vivieron felices. Los dioses, para volver a Asgard, fingieron su muerte utilizando la magia seid, y dejaron a su hijo en Midgard como su sucesor cuando llegó el día de marchar. Algunos habitantes de Uppsala dijeron haber visto volar a la pareja de dioses en un barco hacia las estrellas, creciendo así la leyenda de que en realidad eran dioses, y su hijo, el descendiente de ellos y el próximo caudillo de su estirpe divina.

Hemos recorrido brevemente con estos mitos esas épocas arcanas, y hemos podido traer al presente, a través de lo escrito por el profesor Livraga, esa conexión tan viva y latente entre ambas enseñanzas, a pesar de los milenios que parecen separar unas de otras, pues ambas son atemporales. Que este trabajo de conexión y demostración nos pueda abrir las percepciones más allá de las formas, de las cosas manifestadas y de la naturaleza, mostrándonos esa esencia trascendente, esa vida impregnada por esos elementales, esa huella imborrable de lo espiritual, y esa mano tendida por los dioses llena de amor y humildad hacia nuestra humanidad, con la finalidad y esperanza de ser alguna vez, dignos de su condición.

Bibliografía

Los Espíritus Elementales de la Naturaleza (Jorge Ángel Lavriga).

Simbología arcaica (Mario Roso de Luna).

Colección de mitología nórdica de la editorial Gredos.

Diccionario de Símbolos (Eduardo Cirlot)

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