Arte — 1 de noviembre de 2022 at 00:00

El pozo (Izal)

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El pozo (Izal)

A principios de año (2022), los componentes de una de las bandas más importantes y con más éxito del panorama nacional anunciaron su separación. Izal inició su andadura en el año 2010 y, durante estos doce años, han sido capaces de llenar salas y auditorios y encabezar las listas de ventas de discos. Ya en 2017, tras la gira Copacabana, el cantante y líder Mikel Izal mostró la necesidad de un paro temporal después de varios años de giras frenéticas. Con la llegada de la pandemia y durante el confinamiento, Mikel publicó algunos temas en solitario. Parece ser que esta nueva etapa como cantautor, alejado de las grandes giras, es lo que ha elegido después de cinco álbumes e infinidad de conciertos.

El cuarto disco de Izal, Autoterapia, podríamos definirlo como una obra de introspección, de mirar hacia adentro. Es esa mirada interior que busca comprenderse a uno mismo en busca de una felicidad que no es del todo encontrada. Es, posiblemente, su mejor obra, reflejada en once canciones entre las que destacan Autoterapia, con la colaboración del violinista Ara Malikian, y el tema que hoy nos ocupa: El pozo.

He despertado en el fondo de este pozo sin saber quién soy.

¿Cómo he llegado? Lleno de barro,

con algunos huesos rotos y la piel color papel quemado.

Me levanto y clavo uñas y dientes contra la pared.

El calor derrite mis manos.

Respiro y ardo hogueras en mi Torre de Babel.

El dolor ya no duele tanto.

Nos encontramos con una canción que, desde mi punto de vista, está llamando a no rendirse jamás, a pesar de que en ocasiones caigamos dentro del pozo.

Y ahí afuera buscaremos al malo,

y los buenos nos tendrán que creer.

Salga despacio con los brazos en alto,

ponga las manos donde yo las pueda ver.

Esa necesidad de no rendirse también nos empuja a hacernos la pregunta «¿dónde están los malos y cómo acabamos con ellos?». Como dice Izal:

«Los malos están desafortunadamente por todas partes. En toda la historia de la humanidad ha habido eso que se llaman malos… Sigue habiendo elementos que buscan su beneficio propio porque el ser humano es egoísta. Por su forma de pensar, es una criatura egoísta. Luego, hay gente que consigue tener la suficiente ética, la moral y la conciencia para revertir esa situación natural».

El pozo (Izal)
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En el siglo V a. C. surgieron en Grecia unos filósofos que hoy conocemos como sofistas. En los diálogos platónicos encontramos a menudo a Sócrates debatiendo con ellos. Los sofistas eran muy buenos oradores y les gustaba acercarse a las capas sociales más pudientes y ofrecerse como pedagogos para los hijos de los más ricos. Entre otras cosas, destacaron porque fueron los primeros filósofos que en Grecia enseñaron por dinero.

Una de las facetas que caracterizaba a los sofistas era que explicaban algo de una manera y después le daban la vuelta y argumentaban lo contrario. Estaban orgullosos de ese arte. De ahí que algunos filósofos como Aristóteles decían que los sofistas tenían una sabiduría aparente, puesto que parecen filósofos pero no lo son. Su anhelo no es la búsqueda de la sabiduría para poder servir mejor a la sociedad. Más bien su principal objetivo era de índole económica. Les importaba el prestigio, brillar ante los demás, tener partidarios (hoy diríamos tener muchos «me gusta»).

No les importaban demasiado las cuestiones cósmicas ni las humanas y no creían en los dioses. Para ellos lo verdaderamente importante era su arte: la retórica, el arte de decir bien las cosas, más allá de que lo que te estoy diciendo sea verdad o sea mentira.

Hay una conocida leyenda que cuenta que la Verdad y la Mentira se encontraron y fueron a un lago a bañarse. Al salir del baño, la Mentira se puso la ropa de la Verdad. La Verdad, incapaz de ponerse la ropa de la Mentira, comenzó a caminar desnuda por la calle y todos se horrorizaron de verla. Así es cómo, desde entonces, la mayoría de personas prefieren ver la mentira disfrazada de verdad que la verdad al desnudo.

Querido lector: si alguna vez te encuentras a la Verdad desnuda, ¡mírale a los ojos y síguela! Estamos un poco hartos de sofistas que anteponen su beneficio personal y no el mejorarse a sí mismos y a la sociedad en la que viven.

Y ahí afuera buscaremos al malo.

Y los buenos nos tendrán que creer.

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