Naturaleza — 1 de noviembre de 2022 at 00:00

Animales mitológicos y su contenido simbólico

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Podemos empezar con una pregunta abierta: ¿Qué es un mito? Un cuento, una historia fantasiosa, algo que va más allá de la realidad, un producto de la imaginación y la creatividad humanas, un legado cultural… suelen ser las interpretaciones más comunes.

Vamos a hablar sobre los mitos, y en particular de tres mitos griegos, tal como los entendieron los filósofos antiguos.

Los filósofos siempre se han caracterizado por su investigación de las grandes verdades, por buscar respuestas acerca de sí mismos y del mundo, desde los tiempos más remotos.

También nosotros podemos hacerlo. Cuanto más investiguemos, más descubriremos acerca de nosotros mismos y del mundo. Pero todo lo que vamos descubriendo depende de un punto de vista subjetivo, que se basa en experiencias y vivencias personales, en opiniones de cada individuo, del entorno, de la sociedad o la época, etc.

Pero ¿hay algo que vaya más allá de esta subjetividad? ¿Algo que no esté bajo las influencias de los tiempos y culturas cambiantes, sino que sea un legado de toda la humanidad?

Los antiguos filósofos creyeron que sí: las enseñanzas. Pero ¿Cómo transmitir una enseñanza para que no se transforme mediante la interpretación y no se contamine por el mundo en el que está presente? A través de los símbolos.

Los filósofos presocráticos plantean el mythos como símbolo, con el fin de formular verdades[1].

En el Renacimiento, Pico de la Mirándola propone la necesidad de buscar una verdad primordial a través de sus huellas, que serían los mitos antiguos. También subraya la interpretación moral de estas alegorías.

En el siglo XIX, el filólogo alemán Creuzer afirma que «las ideas constitutivas de las doctrinas religiosas brotan de los símbolos como un rayo que llega de las profundidades del ser y del pensamiento»[2].

Helena Blavatsky, filósofa rusa del sigo XIX y fundadora de la Sociedad Teosófica, se refiere a los autores antiguos, según los cuales mythos significaba ‘tradición’. Según ella las enseñanzas que guardan los mitos son «un saber secreto, transmitido de manera velada»[3].

Históricamente entonces, los mitos, para la mayoría, han sido mucho más que cuentos de fantasía. Han sido y son reflejos del profundo mundo interior del ser humano, un mundo lleno de misterios, y tienen un carácter psicológico, espiritual y moral. Los mitos, bajo esta interpretación, se convierten en historias simbólicas —pero no menos reales que el mundo físico—, con un mensaje guardado en sí, que, a través de sus símbolos, relatan algún acontecimiento importante en la vida del ser humano, como por ejemplo la importancia de la búsqueda, la verdadera libertad, el enfrentar las pruebas, el saber luchar, etc.

Lo que lleva milenios inquietando a la humanidad está allí, escrito y encerrado en símbolos, que, de acuerdo con cada etapa histórica, pueden ir cambiando en cuanto a formas, pero guardan en sí una interpretación universal.

Tanto el mensaje de un mito como sus elementos simbólicos pueden ser interpretados en varios niveles. A la hora de analizar un símbolo o un mito, debemos tener en cuenta que, en sus formas, pertenecían a culturas lejanas y a grupos de personas con una mentalidad distinta de la nuestra. Por esto, no deberíamos entender nada literalmente, sino tratar de buscar un significado más allá de las formas que nos presentan. Un símbolo puede despertar algo en el corazón siglos o milenios después también, porque la idea que hay detrás de la forma es una.

La palabra símbolo significa ‘llevar, guardar algo’. Este algo, la esencia que obtiene formas nuevas con el paso del tiempo, parece no cambiar. Querer ser fuertes en vez de débiles parece ser una aspiración del ser humano desde los inicios del tiempo. Y aunque el nombre y la imagen de los elementos que simbolizan dicha aspiración van cambiándose, la esencia de la fortaleza queda intacta. Puede ser Heracles, Aquiles o las amazonas en Grecia, el rey Arturo en la época cristiana medieval, Don Quijote en el siglo XVII, Ana Karenina en el realismo ruso del siglo XIX o personajes de la cinematografía actual, como Frodo de El señor de los anillos, Neo de Matrix, Arya Stark de Juego de Tronos… la lista es infinita.

Veamos algunos ejemplos en el mundo animal, como símbolos de fortaleza, para percibir aún mejor qué símbolos, aparentemente diferentes, encierran el mismo mensaje.

El lobo. El lobo, en la mitología griega, acompaña a Ares, dios de la guerra. En China, es guardián del palacio celestial. En Mongolia creían que un lobo precedía a Gengis Kan, el gran guerrero que unificó las tribus mongolas en el Asia del norte. Como símbolo de guerreros y guardianes, es un símbolo evidente de la fortaleza.

El elefante. En algunas culturas antiguas se representa como un animal cósmico que sostiene el mundo entero. Su fortaleza en esta interpretación está en su estabilidad. El dios hindú Ganesha (dios de la sabiduría) se representa con cabeza de elefante, lo que se puede entender como símbolo de una fuerza espiritual.

El león. Por ejemplo, en Egipto es símbolo de Sekhmet, diosa de la fuerza y de la guerra, pero también de la curación. Es interesante la dualidad de la guerra y la curación. En la guerra uno puede quedar herido, y mediante la curación, tratar esas heridas. En la guerra uno puede perder su vida; mediante la curación, recuperarla. La guerra nos lleva inevitablemente a la curación. Si pensamos en aquellos heridos que no pueden seguir luchando, ¿adónde van? A los hospitales. Dicho de otro modo: la acción de la guerra provoca la necesidad de curación como reacción.

Es interesante, porque Sekhmet es también diosa de la antigua ley natural de acción-reacción, o causa-efecto: el karma. Quien llega a comprender el karma comprende la responsabilidad individual que tiene por sí mismo, por los demás y por el mundo, y así obtiene el control sobre una gran parte de su vida interna y externa. ¿Qué mejor ejemplo de la fortaleza que el dominio de uno mismo?

Los filósofos antiguos creyeron que toda la naturaleza es simbólica y que, a través de sus representaciones, nos ofrece un mensaje universal. Los animales míticos se convierten así en elementos eternos en un mundo perecedero. Es una gran fuerza que nos puede atraer a la gran mayoría. Parece como si acudiéramos a las historias simbólicas en tiempos de crisis, de dificultades, al entrar en un estado de inseguridad psíquica-mental, al perder la esperanza. Quizás acudimos a ellas porque esperamos que nos den una respuesta a lo que nos está ocurriendo, una clave para la comprensión, y herramientas para afrontar las pruebas y seguir adelante. Acudimos a los mitos porque buscamos una respuesta a nuestra vida, algo que tenga más sentido que lo que nos está pasando.

Hablemos ahora de tres mitos que destacan en la mitología griega: el mito de la esfinge, el mito de Teseo y el minotauro, y el mito de Prometeo. Debido al espacio limitado, solo entraré en la interpretación de aquellos animales que protagonizan estos tres mitos: la esfinge (una bestia con cuerpo de león, alas y rostro de mujer), el minotauro (un monstruo con cabeza de toro) y el águila de Zeus.

 

La esfinge[4]

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Según la tradición griega, la esfinge era un monstruo con cuerpo de león, alas y con rostro de mujer. Existen diferentes versiones sobre su origen. La mayoría cuenta que es hija de Equidna y Ortro. También se decía que su padre era el monstruo Tifón.

La esfinge fue enviada a Tebas por Hera, quien deseaba castigar a la ciudad, aislándola de los viajeros. La esfinge se divierte planteando enigmas a los viajeros y, a falta de estos, a los jóvenes de la ciudad. Exige la presencia de un joven (o viajero) cada día. A cada uno de ellos le plantea un enigma y, si no pueden resolverlo, les devora. Todos fallaban, y la ciudad de Tebas iba perdiendo lo mejor de su población, su futuro: los jóvenes. Pero un día llegó Edipo.

El enigma más común de la esfinge era: ¿cuál es el ser que anda primero con cuatro patas, luego con dos, y después con tres? La respuesta es el hombre, ya que gatea cuando niño, camina de adulto y de viejo se ayuda con un bastón.

Otro acertijo era: hay dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra, y esta a su vez engendra a la primera. La respuesta es el día y la noche (el día en griego es femenino).

Según cuenta la leyenda, Edipo supo resolver los dos enigmas, por lo que la esfinge, sintiéndose vencida, se lanzó al vacío y murió.

Una bestia siempre se puede entender como símbolo de la personalidad en el ser humano; una parte animal indomable, dirigida por sus instintos, pasiones y miedos, sin control o dominio absoluto. Esta bestia no puede ser vencida sino por la inteligencia. Una mente disciplinada y bien dirigida (representada por Edipo) es capaz de armonizar y dominar los diferentes aspectos —vehículos— de la personalidad. El ser humano, cuyo objetivo es crecer, mejorarse y emprender el camino hacia su destino, que es a la vez un misterio y una necesidad, ha de tener buena voluntad. Ha de tener ideas claras, objetivos precisos, respuestas a ciertas preguntas: ha de obtener el dominio de su propia mente.

Edipo significa ‘caminante’. Puede ser un símbolo de aquel héroe que decide partir hacia su prueba (y su destino). Quizás su primera (o su gran) prueba es vencerse a sí mismo: sus debilidades, sus instintos, sus miedos y dudas (simbólicamente, vencer a la esfinge), conquistarse a uno mismo, aunque esto suponga dolor. Dejar ciertas costumbres atrás, abandonar emociones y pensamientos innecesarios, sacrificar la comodidad y el bienestar por la búsqueda y por una vida espiritual siempre provoca dolor para la personalidad. Este puede ser el otro significado del nombre Edipo: ‘pies hinchados’. En este camino de búsqueda y de evolución siempre existe el dolor.

La tradición egipcia[5] representaba a la esfinge de forma diferente: con cuerpo de toro, garras de león, alas de águila y cabeza de hombre, echada sobre su vientre, silenciosa y mirando hacia el este, por donde sale el sol, con una sonrisa enigmática. El antiguo mito egipcio de la esfinge cuenta que sus diferentes partes crecieron en animales distintos, y de ellos surgió después una cabeza humana, pero muda y terrible. Era una bestia que corría, nadaba y volaba, devorando y destruyendo todo, hasta que Toth (dios de la sabiduría) animó la insensata cabeza. Entonces la bestia se echó, domada, sobre su vientre. La leyenda dice que, cuando el hombre la comprenda, la esfinge se arrojará al mar, y entonces, la inteligencia (Toth) ascenderá.

Este mito nos habla de un largo camino evolutivo, del deber de cada ser humano, que es armonizar su parte animal (instintiva: las pasiones, los odios, las inercias, la irresponsabilidad), humana (consciente) y divina (elevada). Es un camino largo, que no viene sin dolor. Al final algo hay que sacrificar, hay que elegir la vida que uno decide vivir. La esfinge matándose, arrojándose al mar o al vacío puede representar simbólicamente este sacrifico de la parte animal, y la victoria de lo humano dentro de nosotros.

 

Minotauro[6]

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El minotauro se llamaba Asterio (o Asterión), y era hijo de Pasifae, la esposa de Minos, rey de Creta. Se alimentaba de carne humana. Minos lo encerró en un laberinto, construido por el genial arquitecto Dédalo. De este laberinto no se podía salir una vez que se había entrado en él: oscuras cavernas, corredores sin fin, galerías terribles que conducían al centro, donde, sobre un trono, estaba el minotauro en espera de su ración de carne humana.

Teseo era hijo del rey Egeo de Atenas. Atenas tenía que mandar cada nueve años a siete jóvenes y a siete doncellas para ser entregados como pasto al minotauro, a cambio de la paz entre Atenas y Creta. Un día, Teseo decidió ir con las jóvenes víctimas y su padre no pudo impedirlo.

Al llegar a Creta, conoció a la hija de Minos, la bella Ariadna, que, apenas vio al joven Teseo, se enamoró de él. Le dijo que le ayudaría si después la llevaba consigo como su esposa. Teseo le prometió casarse con ella, y Ariadna le dio un ovillo de hilo mágico (que le había regalado Dédalo y le explicaba cómo entrar y salir del laberinto) para que encontrara fácilmente la salida.

Esa misma noche, Teseo entró en el laberinto y mató al minotauro con un hacha de doble filo. Al matarlo el hacha se convirtió en una antorcha. Así, siguiendo el hilo de Ariadna, salió del laberinto y volvió a Atenas.

¿Cómo podemos interpretar el símbolo del minotauro?

Es el toro de Minos. Puede ser símbolo de nuestra «parte animal», nuestra personalidad inferior, nuestros instintos reprimidos y no aceptados, nuestras debilidades, que se ocultan en lo más profundo de nuestro corazón, controlándonos desde allí, como el minotauro controla todo el laberinto desde su trono, que está en el centro. Teseo tuvo que ser valiente para entrar en el laberinto. Hay que ser valiente para decidir entrar en nuestro laberinto, en nuestro mundo interno confuso y caótico y encarar nuestro propio minotauro: los miedos, los demonios, la bestia que quiere tener el control.

Se necesita valor para mirarnos en el espejo sin fingir, sin máscaras. Reconocer y vencer nuestros demonios es un proceso largo y difícil, pero solo así llegamos a dominarlo. Tenemos que reconocer nuestros conflictos internos y tratar de resolverlos. Solo podemos salir del laberinto tras matar al minotauro. Solo podemos evolucionar si nos libramos de nuestras debilidades. Una vez solucionado nuestro problema, podemos salir. Antes, no.

Otra interpretación interesante del minotauro podría relacionarse con el significado de su nombre. Asterio o Asterión significa ‘estrellado’. Lo estrellado de nuestro mundo es la parte más elevada (como lo es en la tierra también). Es el mundo que apenas conocemos, pero todos deseamos alcanzar: el elevado mundo de los misterios. En esta clave completamente distinta, el minotauro podría entenderse como símbolo de los más profundos misterios. Para llegar a conocerlos hay que pasar por pruebas difíciles, hay que «matar la personalidad», hay que sacrificar sus deseos. Siempre hay que elegir. Para llevar una elevada vida espiritual hay que sacrificar los deseos materiales; nadie puede vivir las dos vidas a la vez.

 

Águila gigante: mito de Prometeo

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Prometeo es hijo de un titán, igual que Zeus. Su hermano es Epimeteo, «el torpe por excelencia». Según se dice, su hermano Epimeteo, tras la creación, se ofreció a distribuir las facultades entre las especies mortales. A unas les dio fuerza, pero no rapidez; a otras, la capacidad de volar. A las más débiles les dio la capacidad de huir y esconderse. A otras las cubrió con pelo para que se protegieran del frío y del calor. Pero como Epimeteo no era del todo sabio, gastó, sin darse cuenta, todas las facultades, olvidándose de la especie humana, y no sabía qué hacer. El hombre siguió desnudo, sin calzado, sin abrigo. Así que Prometeo robó el fuego de los dioses y se lo ofreció a los hombres. Engañó a Zeus, pero por amor a los hombres.

Aun así, Zeus decidió castigar a Prometeo. Lo encadenó en el Cáucaso y envió un águila que le devoraba el hígado, el cual se regeneraba durante la noche. Solo Heracles lo pudo salvar: atravesando al águila con una flecha, liberó a Prometeo.

El águila es ave de Zeus, y por ende, símbolo de lo divino, del poder creador. Es símbolo de la altura; de hecho, el águila es el ave que más alto vuela. Entre los griegos, el águila estaba consagrada al Sol. El Sol tiene dos características fundamentales: emite luz y emite calor. La luz simboliza la sabiduría, el calor es el símbolo del amor. Así, el Sol no es más que amor y sabiduría. ‘Amor’ (philo) ‘a la sabiduría’ (sophia), es decir: filosofía.

En la Antigüedad, el bazo y el hígado fueron considerados como sede de las pasiones y de los deseos[7]. Me preguntaba si dicha interpretación seguiría presente en el idioma español, y he encontrado lo siguiente: la expresión hasta los hígados puede expresar un sentimiento fuerte, vehemente, «como hace por ejemplo Cervantes al decir de don Quijote que estaba enamorado hasta los hígados de la señora Dulcinea del Toboso»[8].

El águila que devora el hígado cada día puede simbolizar el Sol, nuestra parte divina, elevada, venciendo las pasiones. Pero el hecho de que el hígado vuelva a crecer cada noche significa que las pasiones siempre vuelven a surgir, porque son parte de nosotros.

Aún no somos capaces de eliminar las pasiones por completo, pero sí somos capaces de dirigir su fuerza hacia objetivos más elevados. El amor desenfrenado hacia una sola persona se convierte en una obsesión. Pero el amor desenfrenado hacia la humanidad y su bienestar se convierte en altruismo. Si aprendemos a canalizar bien la energía de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, si nuestra arma es el Sol, el amor a la sabiduría, la filosofía, la constante búsqueda, si somos valientes y le hacemos frente a la bestia que habita en todos nosotros, entonces estamos en el camino de convertirnos en héroes.

Somos Edipo, quien, tras un largo camino de sacrificios, venció a la esfinge. Somos Teseo, quien se ofreció voluntariamente a ponerse de prueba, y ni ante el mayor peligro abandonó su misión ni salió del laberinto antes de matar al minotauro. Somos Prometeo, encadenados a la historia de la humanidad, cuyo rumbo somos capaces de cambiar si trabajamos en nosotros mismos. Solo tenemos que estar presentes en nuestro campo de batalla interno, armados con conocimiento, amor y voluntad.

[1] M.ª Dolores F. Fígares (2017), Sobre los mitos, disponible en: https://filosofia.nueva-acropolis.es/2017/sobre-los-mitos/ (fecha de consulta: 29 de septiembre de 2022).

[2] Ibidem.

[3] Ibidem.

[4] Pierre Grimal (1951), Diccionario de mitología griega y romana, editorial Paidós, 147-148, 174.

[5] Jorge Ángel Livraga, La esfinge, disponible en: https://biblioteca.acropolis.org/la-esfinge/ (fecha de consulta: 29 de septiembre de 2022).

[6] Charla grabada de la autora sobre Teseo y el minotauro (2020), disponible en: https://www.facebook.com/NuevaAcropolisMadrid/videos/760190551226349 (fecha de consulta: 29 de septiembre de 2022).

[7] Jesús Cantera Ortiz de Urbina, Refranes y locuciones del español y el francés en torno al bazo, el hígado, el corazón y los riñones, disponible en: https://publicaciones.unirioja.es/ojs/index.php/cif/article/download/1468/1373#:~:text=En%20espa%C3%B1ol%2C%20en%20cambio%2C%20h%C3%ADgado,culta%20como%20en%20la%20popular (fecha de consulta: 4 de octubre de 2022).

[8] Ibidem.

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