No sabemos muy bien qué es la vida, pero sí sabemos que hay muchas maneras de vivirla. Una forma es vivir la vida como aventura.
¿Hay alguna mejor que otra? ¿Hay estilos de vida con los que uno se siente más vivo, y otros, que menos?
Han sido muchas las metáforas sobre la vida en poetas, escultores, pintores y filósofos. Así, nos van enseñando que la vida es una obra de teatro llena de actores, o un viaje lleno de pruebas para llegar a su lugar de origen, o un libro en blanco en el cual puedes escribir tu propia historia.
Así que, o somos meros observadores de la vida de otros, o creamos nuestra propia historia.
Cada cual vive en unas circunstancias particulares, familiares, sociales, políticas, económicas, geográficas… Hoy cada vez hay más incertidumbre por el futuro, menos sensación de seguridad, los suicidios aumentan, junto con las depresiones, la ansiedad y el estrés. Vivimos más rápido que nunca. Pero la filosofía nos enseña que no importa tanto la situación, sino cómo la vivo.
Podríamos decir que «Dios reparte, pero cada uno juega sus cartas». ¿Qué hago con todo esto que se me ha dado? Uno debe descubrir sus puntos fuertes o sus debilidades, como si de una caja de herramientas interior se tratara, para poder utilizar aquello que más convenga en cada momento.
Vida cotidiana
Todos estamos inmersos en una serie de obligaciones que debemos cumplir para mantener nuestra supervivencia individual y social. Estudiamos, trabajamos, pagamos facturas, pagamos el alquiler o la hipoteca, tenemos pareja, hijos, vida social. En resumen, tenemos una cierta seguridad y comodidad en nuestra personalidad que deseamos que nos acompañe cuanto más lejos mejor.
Según el psicólogo Abraham Maslow, las cuatro etapas inferiores estarían cubiertas, pero ¿y la quinta? La quinta etapa es la de la autorrealización.
Maslow coincide con las enseñanzas de los filósofos clásicos, pues su esquema se ajusta a los diferentes cuerpos que el ser humano tiene según la filosofía perenne. Una vez cubiertas las cuatro etapas inferiores, tenemos que desarrollar la quinta.
Esta autorrealización significa que la persona tiene la capacidad de realizarse como ser humano. Realizarse va unido a adquirir una ética que permita la sana convivencia con los seres humanos; un descubrimiento de uno mismo; un pensar en el conjunto y no solo en los impulsos pasionales que se tienen hacia las cosas y hacia los demás. Es desarrollar los niveles más elevados del ser humano, descubrir su verdadera aportación en el mundo, que pueda mejorar la vida de los demás y su futuro.
Podemos afirmar que muchos de los problemas sociales de hoy en día son causados por la falta de esta autorrealización, ya que, por ejemplo, el arte de la convivencia necesita de un conocerse a sí mismo, y esto necesita de esta quinta etapa basada en el desarrollo de la conciencia. Urge, entonces, comprender al ser humano en su totalidad, añadiendo este quinto elemento como uno más y, si no es así, aceptar que no estamos viendo al ser humano de manera completa, pues las aspiraciones, el desarrollo interior, las inquietudes, la vocación, los anhelos, la inspiración, las mayores capacidades de cada uno, son naturales en el ser humano.
Nuestro tiempo, nuestra percepción
Siempre viene bien tener conocimientos de cómo funcionan la vida, el mundo y el ser humano.
Nuestra mente personal es un complejo de ideas en su mayoría preconcebidas. Toda psicología, terapias y demás corrientes relacionadas con la mente, como la PNL, ya defienden que la realidad de uno mismo se construye sobre la base de unas creencias. Estas creencias que heredamos desde la infancia, actúan como velos que a la larga nos impiden ver las cosas tal y como son. Mediante la herencia de ideas externas familiares, educativas, sociales, culturales, temporales, y junto a la experiencia de cada cual, se va forjando nuestra personalidad. Así que, básicamente, nada de lo que somos lo hemos elegido nosotros. Debemos entender que nada de lo heredado externamente forma parte de nosotros. Sastre dice: «Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros».
Tras un ejercicio de imaginación, podemos preguntarnos: y si hubiera nacido en China, cómo vería el mundo? ¿Cómo pensaría? ¿Qué sería lo normal para mí? ¿Y si fuera de Brasil? Y aún más: ¿y si hubiera nacido en el año 1000? Entonces nos daremos cuenta de que nuestra forma de pensar y percibir es una burbuja más, que las culturas diferentes a la mía son tan válidas o inválidas como la propia.
Y en algún punto de este hilo conciencial que viaja por las diferentes formas de ver, pensar y entender, uno se pregunta: ¿entonces quién soy?
Einstein dijo una vez: «El mundo que hemos creado, es un proceso de nuestro pensamiento. No se puede cambiar sin cambiar nuestra forma de pensar».
Es simple entender que la sociedad es un conjunto de individuos. Yo soy individuo, tú eres individuo. Y su conjunto es la sociedad. La gracia es que no puedo cambiar a nadie forzosamente. Y que el cambio debe ser voluntario de cada cual. De este modo, la sociedad cambiará a medida que cambie cada uno de nosotros por voluntad propia. Un huevo roto abierto desde fuera hace que el pollito muera, pero si se rompe desde dentro, lo que nace de ahí dentro es algo maravilloso.
Pero el cambio voluntario no surge de la nada. Se necesita una necesidad, una incomodidad, algo que moleste hasta tal punto que nos haga levantarnos de la silla en la que estamos sentados. Si el dolor es soportable, seguimos prefiriendo esa situación malsana a buscar otras maneras de hacer las cosas.
«De la conducta de cada uno depende el destino de todos», dijo Alejandro Magno.
La practicidad de las enseñanzas
Si algo nos interesa de las enseñanzas filosóficas es lo aplicables que son para la vida.
Epicteto nos ilumina con su sencillez y rectitud, diciéndonos que nos dediquemos a hacer lo que esté en nuestra mano, y en nada más. Y ante el dolor, que se basa en lo que pensamos de la situación, y no en el suceso verdadero en sí. Al igual que Buda, nos comenta que todo es transitorio y pasajero, que todo perece, y que el dolor es el apego a las cosas pasajeras.
Así, uno tras otro, nos van armando de fortaleza y valor a medida que uno aplica esta forma de pensar y de vivir. ¿Acaso no habría un mundo mucho más feliz y con menos dolor si todos los seres humanos supieran de estas enseñanzas y las aplicaran en su vida? En la vida es importante tener objetivos o retos, y cuanto más grande sea la meta, cuanto más grande sea el sueño, uno va creciendo a medida que se acerca a él.
Todo paso en falso, en realidad es la no sincronía de nuestra forma de ser con la naturaleza. Por ejemplo: cuando Buda dice que la causa del dolor es el apego, si viviéramos sin apegarnos porque comprendemos que todo es temporal, cambiante y transitorio, nos ahorraríamos muchos dolores, ya que comprendo que mi coche, mi trabajo, mi pareja, o cualquier otra cosa que esté manifestada en este mundo, tiene fecha de caducidad, y quizás no se va a ir de mi vida cuando yo elija, sino cuando le toque irse. Un pensamiento acorde a la verdad de las cosas es el camino hacia el descubrimiento de las leyes de la vida.
Las enseñanzas filosóficas aplicadas en nuestra vida son las fuerzas que nos permiten hacer un apasionante viaje hacia lo que somos verdaderamente.
El sentido de la vida
Los mitos siempre nos han contado buenas aventuras dignas de prestarles atención, ya que están llenas de grandes enseñanzas. En forma de héroe que va de un lugar a otro atravesando peligros, nos cuentan de dónde venimos, en qué punto estamos y a dónde vamos. A través de su lenguaje simbólico nos plantean las dificultades que todo ser humano debe realizar para llegar a esa autorrealización total. Y a medida que el héroe camina y vence a los enemigos, va haciéndose más fuerte y enfrentándose a enemigos que tienen el tamaño de su nuevo yo. Así, hasta que llega a su verdadero hogar. Esto es un viaje interior, el cual se basa en una búsqueda de quién soy, deshaciendo lo que no eres e introduciendo la conciencia en su raíz profunda. Esa raíz profunda tiene sus propias características, como pueden ser el amor, la comprensión, la ética, la intuición…, aportando sentimientos muy vivos, teniendo certezas porque ha conectado con esa mente donde reside el saber. Así, a medida que los seres humanos hagan su trabajo íntimo consigo mismos y vayan llevando su conciencia hacia los niveles más profundos, el mundo cambiará automáticamente, pues el individuo será mejor y la sociedad seguirá siendo un conjunto de individuos.
¿Acaso no es una buena aventura mejorar el mundo donde vivimos? Si los niveles de corrupción dentro del ser humano disminuyen, el ser humano se hace más humilde y acepta que desconoce más de lo que conoce, elige ayudar en vez de ser indiferente, la vida se convierte en un interesante camino que recorrer en la búsqueda de la propia mejora. El deseo del cambio, el espíritu de mejora, el querer el bien de los demás, el anhelo de vivir en un mundo mejor, es una aventura donde no hay cabida para el aburrimiento ni la falta de sentido de vivir. Y el que tiene la inquietud y un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo.
Un punto de vista histórico
En cada momento de la historia se han percibido las cosas de maneras diferentes. Una vez, en la antigua Roma preguntaron a un romano cómo se imaginaba el futuro. Respondió que se imaginaba carros enormes con muchas ruedas tirados por decenas de caballos. Esto es un ejemplo de cómo miramos al futuro en línea recta respecto al presente que vivimos. Los romanos decían que el sol era un antorcha gigante. En la Edad Media creyeron que la Tierra era plana. Y así, caemos en el dogma de los tiempos y en las creencias del momento. Pero hoy no estamos ni mucho menos en un futuro prometedor, sino en un presente más. Y al igual que en los tiempos pasados, adquirimos una visión prefabricada del momento, teorías que se toman como certezas. Desechar enfoques nos limita una visión amplia de la situación. Una mentalidad histórica nos invita a aceptar que nuestra historia se repite porque caemos en las mismas trampas de los que nos precedieron. ¿Nos reímos de ellos y los tenemos como más ignorantes que nosotros? Los del futuro harán lo mismo con nuestro tiempo.
Todas estas formas mentales que valen un tiempo acaban desmoronándose. Este hecho nos indica que hay una naturaleza intrínseca en el ser humano de búsqueda de la verdad, de querer descubrir cuál es la verdadera esencia de las cosas. Y en esa misma búsqueda, dando palos de ciego, caemos una y otra vez en el dogma de creer que hemos dado con la buena. ¿Cuál es la señal que nos permite saber si vamos en la dirección correcta o incorrecta? La historia la han construido seres humanos; los del pasado hicieron lo suyo, los del futuro lo harán, pero hoy quien crea la historia y construye el futuro somos nosotros. Hay una responsabilidad en cada uno de nosotros de lo que será el futuro y lo que está siendo ahora. Queramos o no, formamos parte de la historia, y nuestros actos contribuyen a una dirección o a otra. Vuelve a resurgir la importancia de una de las grandes preguntas: ¿hacia dónde vamos? Quizás nuestra condena es que lo hemos olvidado.
Gracias a antiguos pensadores, artistas, constructores, etc., hoy tenemos el mundo que tenemos, con unas bases más o menos sólidas en las cuales pisar para mantener cierta convivencia y estilo de vida. No hay casualidades, buena o mala suerte, de por qué hoy las cosas son como son, sino todo lo contrario, es un entretejido perfectamente hilado donde unas causas generan unos efectos.
Como decía Séneca: «No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va».
¿Qué aporta el espíritu de aventura?
* La aventura otorga nuevas percepciones de la realidad, pues el viaje interior es, por lo menos, igual o más amplio que el viaje exterior. Uno se hace rico en experiencias y en conocimiento habiendo recogido el aprendizaje de tantas situaciones a las que se haya atrevido a enfrentar.
* Da seguridad en uno mismo. Al vencer miedos, y los defectos que le acompañan, conquistamos cada vez un lugar más interior dentro de nosotros mismo que, cuanto más adentro, más seguridad y estabilidad siente uno.
* Se despiertan energías renovadas. Tener un propósito profundo de vida siempre ha sido fuente de energía, de motivación y de entusiasmo. Tener en mente la finalidad y ver que es posible enciende algo en el interior que permite marchar una y otra vez, no importando cuántas veces caigamos. Lo importante es recordar.
* Aumenta la responsabilidad. Al descubrir cómo proyectas tu mundo interior en el exterior, llega el momento de que uno debe hacerse responsable de lo que piensa y proyecta en la pantalla de la vida. Así va ganando terreno la responsabilidad y va perdiendo el victimismo.
* Conoces mejor a los demás. Visto que mil velos impiden la mirada limpia al mundo y a los demás, destapar esos velos te acerca a ver más nitidamente lo que verdaderamente es la vida y quiénes son las personas que te rodean.
La filosofía: la clave para el buen porvenir
Necesitamos una brújula para saber si vamos en la dirección correcta o no, y es el alma. Por eso en la antigua India separaban la mente en dos: una mente que te mantiene en el flujo de la repetición y la desdicha, y otra mente que te saca de ahí y te lleva a la verdadera dicha, donde reside el saber. Cada mente tiene voces diferentes. La voz profunda del alma es el camino hacia la verdadera comprensión de uno mismo, los demás, la naturaleza de las cosas. Hay que estar dispuestos a escucharla y realizar las acciones acordes. La aventura comienza con uno mismo, y marcando el camino a otros, igual que nos fue marcado, para que puedan transitarlo, pues no hay una revolución más profunda que la de uno mismo, ni una revolución más duradera que aquella que se realiza desde la raíz de las causas. Una evolución social implica evolución individual.
Bibliografía
Jiddu Krishnamurti. ¿Qué estamos haciendo con nuestras vidas?. Ediciones Obelisco, 2013.
Abraham Maslow. A Theory of Human Motivation. Edición artino Fine Books, 2013.
Plutarco, Diodoro Sículo. Alejandro Magno. Editorial Akal, 1986.
Joshep Campbell. El héroe de las mil caras. S.L. Fondo de Cultura Economica de España, 2015.
Lucio Anneo Séneca. Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad. Editorial El Acantilado, 2013.
Helena Petrovna Blavatsky. La Doctrina Secreta, Tomo 3: Antropogénesis. Editorial Uni Yoga, 2012.