Historia — 1 de octubre de 2021 at 00:00

Alfonso X el Sabio: un rey sabio en su poder

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Así tuviste que ponderarte ante el fracasado, o no, intento de poder político; ni emperador ni rey. Destronado por tu propio hijo Sancho (el Bravo), qué ironía, la fuerza de la materia destronando a la razón. Pero salió ganando la humanidad… La humana riqueza del saber que eleva al buscador.

Sabio, así te reconoció la historia. Tus múltiples dedicaciones culturales como mecenas y ante todo como autor, abriendo estancias de sabiduría en la fortaleza de la suprema razón, que se protege ante los ataques de la estulticia humana para legarle a ella una herencia de superior futuro.

Es cierto que en los últimos años de tu vida se oscureció tu luz discerniente a causa de todo el proceso para destronarte, con el apoyo de casi toda la nobleza. Tu segundo hijo, Sancho, vio la oportunidad de sustituirte al fallecer su hermano primogénito. Era difícil para ellos, castellanos de yelmo, espada y reconquista, digerir la aureola de tu sapiencia, fruto del amor a todo lo elevado: Dejese el señor rey de tantas pamplinas culturales y luche contra el infiel… murmurarían a sotto voce en los corrillos palaciegos. Pero aún más tras el fracaso de su candidatura como emperador del Sacro Imperio, pues después del fallecimiento de Federico II, contó con el apoyo de ciudades alemanas e italianas, pero con la oposición papal. Todo ello hizo crecer la opinión impopular en Castilla por el exceso de gastos que generó el llamado fecho del Imperio, que se unió a las continuas guerras con pérdida de vidas y aumento de impuestos.

No llegaste a ver culminada su felonía filial y también cortesana, pues caíste muerto en una subversión en Sevilla. Pero no era de extrañar… Tú sabes bien que la existencia humana reúne luces y sombras, y la tuya gozó mucho de ambas.

Entre esas luces y sombras está tu matrimonio. Tuviste como esposa a una jovencísima y hermosa princesa. Violante, hija del admirado rey don Jaime I de Aragón, el Conquistador del reino musulmán de Valencia y Mallorca. Mujer inteligente y fecunda madre, que te aportó un extenso legado biológico, aparte de los aportados por ti en tus silenciadas relaciones… Ella, aunque esposa fiel, no dudó en defender a sus dos nietos, Fernando y Alfonso, hijos del primogénito fallecido en 1275 y apartados de la línea sucesoria por tu preferencia por Sancho, que así te lo agradeció… Por ello, Violante, dolida por la injusta decisión, pidió ayuda y protección para ambos a su hermano, el rey Pedro III el Grande de Aragón, Valencia y Mallorca. Llevó su residencia a Roncesvalles hasta el final de su vida y los nietos fueron alojados y custodiados en el castillo de Játiva. Ya sabes, las sombras…

Aunque lo que dejó la llama viva de luz en tu vida fue donde el alma se aupó hacia lo Supremo.

Déjame, señor rey, que enumere todos tus grandes proyectos realizados…

Mientras tu mente pragmática sombreaba tu vida, la otra, la luminosa, empujaba hacia lo alto y te susurraba sabiamente el camino a seguir. Gracias por haberla escuchado.

Tu formación en humanidades fue exquisita y acorde con tu gran inquietud por la sabiduría. No en vano tuviste como madre a Beatriz de Suabia, una gran instructora y transmisora del bagaje cultural adquirido en la corte de emperador Federico II, bajo cuyo mecenazgo se fundó la Universidad de Nápoles. Por ello, ya desde tu edad como infante se notó la influencia materna y tu natural recuerdo de otros tiempos, que necesitaba extraer esa reminiscencia en proyección hacia lo Bueno y lo Bello… Así fue como compusiste las famosísimas Cantigas y los himnos a Santa María, en galaico-portugués, que aún hoy, pasados tantos siglos, siguen deleitando la sensibilidad de las almas en los auditorios del mundo.

Pero no cesó ahí tu sed de saber, conocer, investigar. Y como un avance de lo que lograrías años más tarde, te atreviste a traducir al castellano los cuentos indios Calila y Dimna. En aquellos tiempos de convivencia con las otras dos culturas que habitaban nuestra península, la musulmana y la hebrea, era factible lograr el conocimiento en lenguas de Oriente, sobre todo si se era un buscador como tú. Por eso años más tarde, ya como rey, fundaste la Escuela de Traductores de Toledo con eruditos del latín, hebreo y árabe para enriquecer las bibliotecas de las universidades futuras. Fundaste la Universidad de Salamanca y generalizaste la utilización del castellano en la diplomacia, hasta ese momento en latín. En esos años de gestación y nacimiento cultural, fundaste la Escuela de Murcia, dirigida por el matemático murciano Al-Riquti, maestro de cristianos, árabes y judíos, que se puso a tu servicio para estudiar los astros.

Alfonso X el Sabio

Ahí demostraste tu ecléctica visión del saber. Gracias por ello. Permíteme que recuerde tus muchas obras realizadas:

– Ciencia: Lapidario (minerales), Tablas alfonsíes (astronomía), Libros del saber de astrología, que es libro de las figuras fixas que son en el octavo cielo. Libro de los juegos, ajedrez y otros tan habituales entre la nobleza de entonces.

– Humanidades: Fuero Real de Castilla, Espéculo y Siete Partidas (leyes).

– Historia: Estoria de España y la Grande e general estoria o General estoria.

Se aclara, en aras de la ética deontológica, que no todas tus obras fueron realizadas por ti; es verdad. Pero también se reconoce que las que así fueron se escribieron bajo tus proyectos, anotaciones y directrices eruditas:

El rey faze un libro non por quel él escriva con sus manos mas porque compone las razones d’él e las emienda et yegua e endereça e muestra la manera de cómo se deven fazer, e desí escrívelas qui él manda. Peró dezimos por esta razón que el rey faze el libro.

Por todo ello, para los especialistas y biógrafos fiables, se te reconoce como autor. Lo que sí es indiscutible son todos tus libros, que formaron parte de tu scriptorium real, asesorado por sabios en lengua latina, hebrea y árabe.

Para tu anhelo de alcanzar la areté, la excelencia que satisface los más altos ideales de perfección, no cejaste en seguir dedicando tu vida a ello, pese a las sombrías penalidades de tu cargo histórico. Es cierto que intentaste sin éxito luchar contra el islam y también tuviste que sufrir las revueltas internas en tu reino; ya sabes que el fuego amigo es el peor enemigo. Desde tu nacimiento en Toledo hasta la muerte en Sevilla habían transcurrido sesenta y tres años de luchas e intrigas, gozos y triunfos del discernimiento. Creo, señor rey, que valió la pena.

Si como dicen las milenarias enseñanzas filosóficas, el dolor es vehículo de conciencia, claro está, para aquellos que reflexionan y actúan en consecuencia… me permito aseverar, señor rey, que tú fuiste un ejemplo histórico de superación ante las adversidades de la existencia mundana, tan proclive a los cantos tentadores de sirenas que vencen a los débiles y fortalecen a los resistentes.

Por ello, permíteme recordar este poema tuyo, hecho canto, y dejar testimonio de lo más sutil de un alma perfumada por las musas:

En loor de Santa María

Rosa das rosas et Fror das frores…

Dona das donas, Sennor das sennores,

Rosa de beldad’ e de parecer

Dona en mui piadosa ser,

Sennor en toller coitas e doores.

Rosa das rosas et Fror das frores…

Atal Sennor dev’ome muit’amar,

Que de todo mal o poder guardar;

e pode-ll’os os peccados perdôar,

que faz no mundo per maos sabores.

Rosa das rosas et Fror das frores…

Devemo – la muit’ amar e servir,

ca punna de nos guarda de falir;

des i dos erros nos faz repentir,

que nos fazemos come pecadores.

Rosa das rosas et Fror das frores…

Esta donna que tenno per Sennor

e de que quero ser trobador,

se eu per ren poss’ aver seu amor,

dou ao dmo os outros amores.

Rosa das rosas et  Fror das frores…

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