Culturas — 1 de marzo de 2021 at 00:00

Símbolos mágicos de Egipto

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Símbolos mágicos de Egipto

Egipto es un lugar que a todos nos resulta fascinante, quizás porque, como afirma el egiptólogo Jean Claude Golvin, todos tenemos un poco de Egipto en nosotros mismos. También se nos presenta como una civilización oscura; puede que se deba a que, cuando la civilización occidental empezaba a florecer, Egipto ya empezaba a ser muy antiguo. Pero más allá del primer impacto visual que los colosales monumentos egipcios puedan provocar sobre el turista, es evidente, para aquellos que quieran ver, que existe un Egipto más profundo. Este es el Egipto que llega a nosotros a través de los símbolos.

De ninguna manera se pueden considerar los símbolos como un mero elemento decorativo, sino que los símbolos son un lenguaje, un elemento mediador entre dos niveles de conciencia, entre lo profano y lo sagrado, entre lo visible y lo invisible. El símbolo tiene la capacidad de expresar lo «no dicho», aquello que está ausente en «lo dicho». El símbolo representa una idea que va más allá de la función del objeto en sí mismo. En definitiva, el símbolo es el mensajero que une «lo celeste» con «lo terrestre».

Toda la vida en Egipto, desde el más humilde labrador hasta el propio faraón, giraba en torno a lo sagrado, siendo los símbolos el puente que les unía con la Divinidad. Tanto es así que los antiguos griegos decidieron renombrar al misterioso país de Kem como Aigyptos (Egipto), que significa «lo secreto» o «lo escondido».

Explicar todos los símbolos de Egipto, al que se le podría considerar como el padre secreto de las formas culturales y religiosas grecorromanas, es algo que no está al alcance de un mero artículo, pero vamos a intentar arrojar algo de luz sobre algunos de los más importantes.

Udjat: el Ojo de Horus

Este símbolo está asociado al combate que mantuvo Horus (hijo de Osiris e Isis) con su tío Seth. En la lucha, Seth estalló el ojo de Horus en 64 fragmentos, que representan las partes del universo (es curioso mencionar que el I Ching, el libro sagrado de la antigua filosofía china, recoge toda la sabiduría del universo en 64 hexagramas). El dios Toth ayudó a Horus recomponiendo su ojo y otorgándole una nueva vida. Así el Ojo de Horus es símbolo de la victoria y del conocimiento profundo de las leyes del universo.

La palabra Udjat se traduce literalmente como ‘ojo’ y proporcionaba salud, fuerza, fortaleza física, buena suerte y protección contra los peligros. En la lengua jeroglífica está relacionado con los verbos ir, ver y crear. El Udjat se solía dibujar en la parte delantera de los sarcófagos y recintos sagrados para poder ver en lo invisible. Así, también podríamos relacionar el Udjat con el tercer ojo hindú u ojo de la intuición.

Cruz Ank

Este símbolo, similar al del planeta Venus, es un símbolo de la vida. Los amuletos que representan nudos o lazos tienen una gran importancia en la magia egipcia, ya que son lazos que se establecen con las fuerzas invisibles. Este símbolo une lo divino y lo humano, y está formado por dos partes: una cruz en forma de T y un lazo en la zona superior con forma de asa. El lazo o «Shen» es un símbolo solar relacionado con la vida eterna, que se renueva constantemente. Este mismo lazo o Shen con forma alargada es el cartucho en cuyo interior se escribía el nombre del faraón, simbolizando que este se encontraba en el centro del mundo. La T es un símbolo de lo perecedero; así, el Ank simboliza la unión de lo eterno con lo temporal. También simboliza al hombre que es capaz de vaciar su intelecto y dejar así penetrar la luz en su interior, consiguiendo de esta forma su cabeza de pájaro (Horus).

Kefer (el escarabajo)

Tenía un doble significado: cuando tiene las alas recogidas, significa «el discípulo», la vida que todavía no ha florecido; cuando tiene las alas abiertas, simboliza al iniciado o la espiritualidad. Asociada a este símbolo solía estar una inscripción que rezaba: «Yo soy Kefer, el discípulo, cuando abra mis alas resucitaré». Con esta inscripción los egipcios nos hablan de la renovación en el mundo manifestado y del renacimiento en el mundo espiritual. Debemos tener en cuenta que, para los egipcios, al igual que para los orientales, reencarnar en el mundo físico no era algo bueno sino que significaba que todavía debías perfeccionarte, pues no estabas preparado para entrar en el Amenti (Nirvana).

En las escuelas de iniciación, el discípulo era representado por un escarabajo pesado y terrestre. Debía, mediante esfuerzo y dolor, ir abriendo sus alas poco a poco hasta extenderlas completamente y poder moverlas con rapidez para llegar a volar. Así, este símbolo nos recuerda las inmutables leyes de la vida: todas las cosas nacieron para volar.

Estaba asociado a una imagen de escarabajo pelotero, símbolo solar o del dios Ra. Tenía la capacidad de trasladar el disco solar por el firmamento. Su nombre significa ‘devenir’, ‘transformarse’, ‘llegar a ser’, por lo que representaba el principio de la resurrección de los difuntos. A un nivel cósmico, la pelota que hace rodar se asocia al disco solar, mientras que a un nivel humano representa la conciencia interior. Es una expresión de la vida que no muere y que se expande en un proceso de progresiva perfección. Renovaba energías ocultas ante cualquier obstáculo. El escarabajo resumía todos los talismanes mágicos por su simbolismo de regeneración eterna. Para los egipcios, el negro era un color que simbolizaba la tierra fecunda. El escarabajo negro representaba el sol de la noche que renacía en la oscuridad. Se solía colocar un Kefer de color azul-verde en el corazón de las momias como símbolo del ciclo de renacimiento.

La pluma de Maat

Maat es hija de Ra, existe desde la creación del cosmos. Es a la vez «Dama del cielo», «Reina de la Tierra» y «Señora de los mundos subterráneos». Representa el orden, la regla, lo recto, la Justicia. Se representa a Maat con una pluma en la cabeza y con alas extendidas irisadas y multicolores, porque ella acoge bajo sus alas todo lo que existe, es el Orden Universal bajo el cual dioses, seres humanos y animales se cobijan.

La pluma de avestruz que lleva en la frente es símbolo de justicia, verdad y solidaridad. Su jeroglífico indicaba la presencia de la diosa, condición indispensable para la existencia de un orden inteligente en el universo. Era inspiradora de la ley y vigilaba que el orden preestablecido por su padre Ra no se pusiera en peligro. Personifica el equilibrio cósmico y la armonía, así como los medios para poner estos en práctica. Simbolizaba el estado ideal de las cosas, que el faraón se esforzaba por alcanzar y mantener. Daba sentido a la vida de todos los habitantes de Egipto y estos, a su vez, debían honrarla con sus actos. Su enemiga es Isfet, que representa la violencia, la injusticia, el desorden y la irracionalidad.

Maat preside el peso de las almas de los difuntos. En un plato se encuentra el corazón del difunto y en el otro la pluma de Maat. Si el corazón del difunto es tan ligero como la pluma, este se encuentra preparado para enfrentar las pruebas que conducen al Amenti. Si no, tendrá que volver a la rueda de las encarnaciones hasta que se purifique por completo.

Esfinge

La esfinge es la representación de un león con cabeza humana, postrado en posición de saludo, cara al sol naciente. Fue desenterrada por el faraón Tutmosis IV. Según la tradición, el dios Harmachis (dios del amanecer) le reveló a Tutmosis IV la ubicación de la esfinge, y le encomendó la tarea de desenterrarla y ponerla de nuevo en funcionamiento. Es símbolo del alma de la civilización egipcia, su cuerpo animal está dominado por una cabeza humana, el dios Thot controlando la materia. En ella también se pueden ver un cuerpo de toro y garras de león. Originalmente tenía alas de águila, pero estas se derrumbaron con el pasar de los años. De esta manera, en la esfinge están representados los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. La esfinge también reunía sobre sí misma a cuatro dioses: Hermakis, Horus en el horizonte; Keprer, la luz del Sol en el alba; Ra, el disco solar en su cenit; y Atum, la forma del Sol al poniente. La esfinge no era un dios, sino la imagen de ciertos dioses que servía de receptáculo a sus emanaciones.

La esfinge es también el símbolo del hombre condenado a interrogarse continuamente sobre sí mismo. La tradición dice que la esfinge no desaparecerá hasta que el último hombre no haya resuelto el enigma.

El Ka

El Ka se representaba como dos brazos que se alzan como gesto de adoración o de abrazo. Este jeroglífico estaba estrechamente ligado a la transmisión de una fuerza espiritual y se usaba a modo de ofrenda y protección. Para los egipcios, el Ka era una fuerza generadora de vida que relacionaba a todos los seres con la fuerza universal que anima el cosmos. También representaba la capacidad que tiene un ser vivo, ya fuese animal, humano o dios, para realizar sus actos de vida. De esta manera, el Ka es la energía que alimenta todas las acciones.

El Ka fue creado por el dios alfarero Knum, quien lo usó para animar el primer cuerpo creado del barro, siendo el Ka el doble psico-energético de este.

Para los egipcios, la muerte significaba la separación del Ka del cuerpo. Así, el Ka también simboliza la energía ancestral que se veneraba en las tumbas.

El Ka también está estrechamente relacionado con la arquitectura egipcia. Al Ka se le otorgaba un papel creador y conservador, y este estaba ligado a la piedra. Es por eso por lo que los egipcios solo usaban la piedra para construir monumentos de eternidad, tales como tumbas, templos o pirámides, pero nunca casas o palacios.

Horus, el dios que fundó la realeza faraónica, legó al primer faraón humano su Ka Real, y este se transmitió de coronación en coronación.

Posiblemente, los egipcios considerasen que el país de Kem era tan solo una copia animada del cielo gracias al Ka, el cual actuaría como depósito de las fuerzas vitales de las cuales procede toda vida y a donde toda vida vuelve.

Son muchas las cosas que podemos aprender de esta antiquísima civilización que todavía hoy nos resulta hipnótica y apasionante. Quizás cabría destacar la tremenda eficacia con la que conseguían plasmar lo celeste en lo terrestre. Pero nosotros, los seres humanos del siglo XXI, vivimos en una civilización muy diferente a la egipcia. Aun así, también tenemos la capacidad de encontrar la pluma de Maat en nuestro corazón. Y desde ahí estirarnos, para intentar alcanzar, aunque solo sea con la punta de los dedos, las leyes del universo.

 

Bibliografía

Fernando Schwarz. Egipto invisible, el poder de los símbolos. Ed. Kier S. A. Buenos Aires, 2007.

Fernando Schwarz. Egipto revelado. Ed. Kier S.A. Buenos Aires, 2005.

Egipto, manual de simbolismo y arqueología. Ed. Nueva Acrópolis. Madrid, 1989.

Jorge Á. Livraga. Magia, religión y ciencia para el tercer milenio. Ed. Nueva Acrópolis. Valencia, 1995.

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