Filosofía — 1 de enero de 2007 at 09:48

Ramon Llull, el arte de encontrar la verdad

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“Más fuerte es el caballero por sus virtudes que por la lanza y la espada”
(Ramón Llull)

Está considerado el personaje más destacado de la filosofía ibérica medieval, tanto por lo fecundo y amplio de su obra como por lo especial de su persona, al conjugar en sí mismo la figura del filósofo, el místico y el alquimista.

Ramón Llull nació en Palma de Mallorca en 1232. Su infancia transcurrió durante la Reconquista de la isla de Mallorca por el rey Jaime I de Aragón. Fue paje del rey cuando tenía catorce años.

También fue Mayordomo Real del Infante Jaime, el que más tarde sería Jaime II de Mallorca. Vivió en la corte hasta los treinta años llevando una vida alegre y desenfadada, dedicándose a escribir poesía trovadoresca.

Pero su vida experimenta un cambio radical cuando a los treinta y dos años tiene una serie de éxtasis místicos o visiones de Cristo crucificado, que le llevan a replantearse su existencia y el sentido de su vida.

Convencido de que la fuerza interior que le impulsaba a alejarse de los placeres mundanos era de origen divino, renunció a todos sus bienes y recorrió la ruta jacobea como peregrino a Compostela y después por Tierra Santa.

Cuando regresa a Mallorca observa que todavía estaba habitada por muchos musulmanes, por lo que decide dedicarse a la conversión de los mismos por medio de la persuasión, a escribir libros y a la fundación de monasterios.

A partir de 1265 se dedica a aprender árabe, latín, gramática, filosofía musulmana, filosofía, teología cristiana, y hace vida de ermitaño en el Puig de Randa. Fue en este monte donde tuvo un nuevo éxtasis o iluminación y donde según se dice recibió el sistema llamado “Ars abreujada d´atrovar la veritat” (Arte abreviado de encontrar la verdad). Desde entonces empieza su caminar escribiendo sin parar obras del pensamiento siempre relacionado con Dios.

Algunas de sus obras fundamentales son: “Libro de la Contemplación de Dios”, ”Blanquerna”, “El Libro del Amigo y del Amado”, “El Árbol de la Ciencia”, “Principios de la Medicina”, “Tratado de Astronomía”, “Arte Magna” y “Arte Mayor”, “Libro del Orden de la Caballería”, etc., de un total de 250 obras auténticas; muchas de ellas de carácter alquímico, escritas en latín, árabe y catalán, idioma al que dio un impulso enorme, de hecho se le considera el forjador de la lengua literaria catalana.

Su curiosidad le llevó a la alquimia y a la invención, por lo cual se le puede acreditar como científico. Se dice que Leonardo da Vinci en el renacimiento es una leve sombra de la magnífica y exuberante creatividad de Ramón Llull.

Nos comenta Ferrater Mora que la intuición central de Llull es aquella que, siendo posible probar por la razón todas las verdades de fe, no puede haber escisión entre ambas. La obra de Llull parece contradictoria en su doble aspecto místico y racionalista, pero sólo si no se considera la intuición central mencionada. Lo que Llull pretende es convertir al infiel, pero llevar esto a cabo no es posible si la razón no apoya la creencia. El “Ars Magna”, llamado también “Arte General”, constituye una serie de intentos de Llull por simplificar y clasificar los saberes. En ese sistema lógico-metafísico se establecen unos principios que, combinados con ciertas reglas, harían posible alcanzar todas las verdades asequibles al entendimiento humano.

Como han mostrado los autores Joaquín y Tomás Carreras, también hay otros dos
 aspectos fundamentales en la obra de Llull, la metafísica y el misticismo. Su metafísica supone un realismo neoplatónico modelado por la corriente agustiniana, según el cual las cosas son semejanzas de las realidades divinas. En lo referente a la mística, hay que observar que se manifiesta sobre todo por medio de una doctrina de elevación del alma hacia la contemplación.

El proceso de elevación del alma se logra gracias a una combinación de la doctrina de la abstracción con la de la iluminación interior, así, el alma puede desprenderse del conocimiento sensitivo, anulado por completo cuando funcionan de un modo exclusivo los sentidos espirituales, base de la contemplación de Dios.

Viajero incansable en su misión de evangelizar Tierra Santa, en 1307 cayó prisionero en Bugía, en el norte de África y a punto estuvo de sufrir un linchamiento público. En un viaje posterior a Pisa naufragó y de nuevo estuvo a punto de morir.

El rey Jaime II le concede la aprobación para predicar en sinagogas y mezquitas de su reino, y en el Concilio de Viena de 1311 se aprobó su propuesta de crear colegios de lengua hebrea, árabe, caldea, griega y orientales.

Su muerte es todavía un tanto misteriosa. Las últimas investigaciones defienden que murió hacia marzo de 1316 en la nave de regreso de Túnez a Mallorca.

Numerosos fueros los seguidores de Llull después de su muerte y mucha la influencia que ha ejercido en la filosofía posterior, en especial sobre Leibniz y Athanasius Kircher.

Nuestra admiración y reconocimiento al maestro mallorquín, aquel que nos enseñó que: “los caminos de la lealtad son siempre rectos”.

 

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