Arte — 1 de junio de 2025 at 00:00

Invincible (Muse)

por

Invincible (Muse)

Con su habitual genialidad, Matthew Bellamy, guitarrista y líder de la banda británica Muse, compuso en 2006 esta canción, que es todo un himno. Personalmente, considero a Muse un soplo de aire fresco dentro del rock que destila energía, potencia, innovación y calidad en sus composiciones.

El comienzo de la composición, con tintes bluseros, da paso a un ritmo constante en la batería que nos recuerda una marcha militar. Destaca el solo de guitarra con la técnica de tapping (se usan las dos manos en el mástil de la guitarra).

La canción destila optimismo, y su letra está adornada con eslóganes relacionados con ello:

Haz que tus sueños se hagan realidad,

levántate por lo que crees,

no tengas miedo,

tu alma es irrompible.

Bellamy nos lanza un mensaje de esperanza, de no tener miedo a los cambios y, sobre todo, de la importancia de la unión para superar las dificultades.

Juntos somos invencibles.

Aunque los comienzos de este siglo están siendo difíciles, esto no debe asustarnos. En realidad, cualquier momento histórico ha tenido momentos de esplendor y otros de decadencia. Es evidente, según reflejan algunos historiadores, que desde hace algunas décadas estamos en uno de esos periodos de oscuridad.

Sin embargo, debemos volvernos invencibles y, para que esto ocurra, hay que vencer nuestros miedos. Tal vez esa sea la gran batalla. Cuando hablamos de que somos invencibles, no estamos tomando una actitud prepotente, pero sí se destaca la fortaleza que se consigue al combatir nuestras carencias y tratar de superar las dificultades.

Esta actitud de lucha interna puede conseguir que esa parte de nuestro ser que llamamos alma se vuelva irrompible.

Otro aspecto que refuerza el mensaje de la canción es la necesidad de luchar por nuestras creencias. Es lógico pensar que no siempre estas creencias van a ser compartidas por los demás. Incluso, en ocasiones, puede que defender nuestras ideas entre en confrontación con nuestros semejantes.

Algunos filósofos a lo largo de la historia tuvieron problemas al defender sus ideas. Seguramente muchos de ellos son anónimos y murieron por defender su dignidad. Son los filósofos-héroes desconocidos. De otros sí tenemos referencia histórica.

Posiblemente, el más conocido es Sócrates. Durante el gobierno de los treinta tiranos se le acusó de corromper a la juventud y de no reconocer a los dioses de Atenas. Fue juzgado y condenado a muerte. Tuvo la opción de aceptar el destierro y salvar su vida e incluso pudo escapar ayudado por sus discípulos y seguidores. Pero Sócrates renunció a esos «privilegios» y, finalmente, bebió la cicuta. Para él era más importante ser fiel a sus principios que la propia vida.

La vida de Hipatia de Alejandría, magistralmente descrita por Alejandro Amenábar en su película Ágora, es otro ejemplo de dignidad ante la muerte defendiendo sus ideas. Esta filósofa neoplatónica enseñó diversas ciencias, como astronomía, matemáticas y lógica. Educó por igual a cristianos y paganos, algunos de ellos con cargos importantes dentro de la política y de la religión. Precisamente, las luchas religiosas entre sus partidarios y detractores la llevaron a la muerte, fruto del fanatismo de hordas ignorantes manejadas por poderes eclesiásticos.

Desgraciadamente, la lista de mártires dentro de la filosofía es extensa: recordamos a Miguel Servet, Giordano Bruno, Pitágoras, Jesús de Nazaret… y tantos otros que dieron la vida por defender sus ideas. Sin embargo, no cayeron en el olvido. Muchos años después de su fallecimiento, seguimos recordando tanto sus enseñanzas como su ejemplo de vida.

Podemos preguntarnos qué es esa fuerza que permite enfrentar el dolor y la muerte con dignidad. Nos asombramos al leer esas vidas ejemplares, pero si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta de que no es una actitud fácil. Más bien al contrario, la inmensa mayoría de los seres humanos tendríamos dificultades para afrontar una actitud parecida.

Una característica común a todos los filósofos-héroes es la fuerza moral. Es un superpoder que permite enfrentar las dificultades sin renunciar a nuestros principios.

Esa fuerza moral era llamada areté en la antigua Grecia. Se conseguía con la formación del carácter, tratando de potenciar las cualidades morales y ser menos esclavo de los defectos. La clave radica en la práctica de la filosofía: el verdadero filósofo es el que lleva a la práctica aquello que enseña. Es posible que en esa práctica cometa errores, pero no eso no debe asustarlo. De los fracasos y errores también se puede aprender. Y siempre será mejor aprender de los errores que lamentarse por lo que no hicimos por temor a equivocarnos.

La areté, virtud o fuerza moral, es fruto de nuestra experiencia y nuestras convicciones. No depende de la fe ciega o dogmática. Esta no es fruto del conocimiento y puede conducir al fanatismo. Todos sabemos las lamentables consecuencias que la locura del fanatismo de cualquier signo ha traído a la humanidad.

Ya el filósofo y emperador Marco Aurelio hablaba de la necesidad de conseguir lo que él llamaba rectitud interior. Ese valor moral nos fortalece y nos impide caer en actitudes sectarias e intolerantes.

Otro concepto que debemos a los griegos es el de ataraxia: serenidad y tranquilidad interna. A través del autoconocimiento, se trataría de no depender de factores externos que perturban la paz de nuestra alma. El ser humano que depende de lo externo es perturbado por sus apegos. El filósofo práctico, aunque no es todavía sabio, no deja que lo externo le perturbe.

Esto no es fácil de conseguir, y en todas las escuelas de filosofía destacaban el valor de la paciencia para lograr los objetivos morales. La naturaleza tiene su ritmo, y este no es lento ni rápido, es el ritmo natural. Es el ritmo que todo ser humano debe seguir para llegar a la ataraxia.

Por último, hay otro concepto dentro del mundo griego que completa la tríada. A través de la práctica de la filosofía, podemos llegar a tener una serie de certezas; son nuestras convicciones, y son nuestras porque las hemos vivenciado. Los griegos hablaban de aletheia, ser capaces de ver más allá de las apariencias (como diría Parménides) y así, acercarse al mundo real.

La finalidad de la filosofía es acercarnos a ese mundo más real, y darnos cuenta de lo que es aparente e irreal. La práctica de la filosofía mejora nuestras vidas y nos vuelve más felices.

Tal vez este sea el secreto que movió a estos filósofos que prefirieron morir antes que renunciar a sus principios.

Por eso hay que luchar, por que nuestros sueños se hagan realidad;

por eso hay que combatir nuestros miedos,

por eso hay que luchar por lo que creemos;

por todo eso, somos invencibles.

 

Etiquetas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

es_ESSpanish