Filosofía — 1 de diciembre de 2023 at 00:00

Un acceso a la realidad, de Nilakantha Sri Ram

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Sri Ram

En una ocasión, Jinarajadasa, siendo director internacional de la Sociedad Teosófica, comentó sobre Sri Ram (1889-1973), quien después sería su sucesor en el cargo, que se trataba de un personaje de una alma semejante a las que acompañaban como sabios y consejeros a los grandes reyes iniciados del periodo védico.

Todos los que pudieron acompañar sus acciones, discursos y libros decían que el mejor calificativo para él era el de sabio, con mayúsculas.

En mi juventud tuve el privilegio de oír de los labios del profesor Jorge Ángel Livraga (1930-1991), y después, de leer también, multitud de anécdotas sobre Sri Ram, como maestro del primero, entonces un joven formándose en las disciplinas más internas y exigentes de esta misma sabiduría. Historias admirables que no pueden aparecer en las biografías oficiales porque están formadas de vivencias de un discípulo ante su maestro, vivencias que entran en el reino de lo misterioso o de lo maravilloso.

Tal impacto creó en el joven, que luego, en su libro Ankor el discípulo, una joya de poesía y enseñanzas filosóficas y secretas, el sabio hindú aparece como el sacerdote Sarihmar, a quien Ankor describe en esta obra así, antes de su iniciación en el templo solar de Kuum:

«Una aureola de dignidad y poder emanaba de él, de tal modo que Ankor quedó paralizado mirándolo. Para él, hasta ahora había sido, en su extrema ternura y humildad, más que todo un amigo; en ese momento le veía como Maestro; su sonrisa era la misma, bondadosa, pero su rostro estaba sumergido en una infinita y sobrehumana serenidad».

Su vida fue una vida consagrada al deber, a la enseñanza, al trabajo y a mantener la vida y armonía de una institución herida de muerte por los sucesos relacionados con Krishnamurti, institución que ya antes de él fallecer, en el año 1973, fue perdiendo más y más su protagonismo histórico, y olvidada ya casi de las enseñanzas y ejemplo de H. P. Blavatsky que le dieron la vida.

Sri Ram

Igual que formó en secreto y según las disciplinas de la escuela esotérica a J. Á. Livraga, debió de hacerlo, «de la boca al oído», a varios jóvenes discípulos repartidos por el mundo entero, al mismo tiempo que mantenía correspondencia con centenares de verdaderos idealistas para quienes sería su faro iluminador. Pero poco o nada sabemos de esto y sí de su acción incesante, y los centenares de artículos que fue escribiendo junto a centenares también de conferencias, inspiradísimas, las que aún se han conservado.

 

Obras

Varios de sus libros editados fueron un conjunto de conferencias improvisadas y de artículos. Un tratado filosófico y de las doctrinas secretas sobre el ser humano fue concebido como libro desde el principio, con el título El hombre, su origen y evolución. Otros nacieron de anotaciones diarias, como Pensamientos para aspirantes I y II.

En sus libros hallamos muy profundas explicaciones de la filosofía de Platón, enseñanzas de textos sagrados védicos, budistas, sobre cristianismo esotérico, sobre la naturaleza humana y sus problemas, sobre mística y aun un artículo asombroso sobre la iniciación, sobre estética metafísica —el más bello perfume de la filosofía— y un muy largo etcétera.

Su formación en matemáticas hacía que hiciera explicaciones de temas de elevadísima abstracción usando los símbolos geométricos. El lenguaje que usa es extremamente sencillo y claro siempre, pero lo que dice es de una profundidad que causa pavor. O sea, que en una primera lectura dices que es fácil, muy fácil de entender; pero cuando lo lees más atentamente te sientes abrumado por la altura de sus concepciones mentales, por la arquitectura de su pensamiento y por la infinitud de lo que expone. Y al ser tan sutil es muy difícil luego sintetizar, y aun poner ejemplos de lo que dice, y es como si estuviéramos trabajando con una matemática de ideas, o con axiomas que el alma ve así, como a la distancia o con los ojos entrecerrados.

Entre los libros, hay que destacar Una mirada teosófica al mundo, El hombre, su origen y evolución, Pensamientos para aspirantes I y II, El interés humano, Los aspectos más profundos de la vida, Buscando la sabiduría, La naturaleza de nuestra búsqueda, El camino de sabiduría; además de numerosos libretos o cuadernos monográficos, como Teosofía, la sabiduría divina, Budismo del norte y del sur, La muerte y su significado, Regeneración humana, La conciencia, su naturaleza y acción, Modificaciones de la mente, El significado de cada momento presente, Evolución y vida, Poderes no descubiertos en el hombre y en la naturaleza, etc.

De todos modos, si hay un libro que se podría convertir en una obra de axiomas o principios metafísicos, este es sin duda Un acceso a la realidad, formada, como el mismo autor dice, de una serie de artículos y conferencias suyos.

La Metafísica de Aristóteles se convirtió en un manual de filosofía primera durante toda la Edad Media, y muchas de sus enseñanzas fueron reformuladas en las obras de Santo Tomás de Aquino o en las Sentencias de Pedro Lombardo dos siglos antes, este último, tratado de metafísica por excelencia comentado una y otra vez y que los alumnos debían aprender de memoria y discutir sobre cada una de las máximas.

Del mismo modo, Un acceso a la realidad podría convertirse gozosamente en un manual de metafísica, dividido en máximas para reflexionar, debatir y ejemplificar durante miles de horas. El autor dice humildemente en el prólogo de esta obra que «el tema de la realidad es difícil, y lo que está en las páginas siguientes representa el acceso del escritor, y es solo un intento de su parte por definir lo que él entiende».

Y, sin embargo, considero que esta obra es el mayor tratado de metafísica del siglo XX, con evidente proyección para el XXI. Es fácil que sobre él se elaboren cursos anuales de más de cien horas sobre metafísica para estudiantes en la Universidad. Cada una de sus máximas es una joya de misteriosas irisaciones, y convida a dialogar filosóficamente atrayendo como un imán lo mejor de nuestra naturaleza. Es cierto que la perspectiva y aun el lenguaje que usa es el teosófico, pero lo despoja de su terminología más abstrusa; crea, de hecho, un lenguaje nuevo, muy fácil, muy sencillo, aunque lo que con él dice da vértigo por su profundidad y, al mismo tiempo, nos hace sentirnos seguros por su lógica y solidez conceptual: si se desciende al abismo del Yo, con mayúsculas, que sea en peldaños lógicos y firmes. Como el mismo Sri Ram diría y no recuerdo en qué libro o artículo, es necesario descender al abismo, pero peldaño a peldaño, no lanzarse en él de forma suicida.

Diserta sobre qué es real y qué aparente, qué objetivo y qué subjetivo, sobre qué es real en nosotros mismos, sobre el misterio del ser, del cosmos entero, de uno mismo o del átomo que vibra en un espacio no vacío, sino fértil en ondulaciones de ese mismo ser; establece los fundamentos de la recta cortesía, la ley de la recta relación, la naturaleza de la sabiduría, la diferencia entre el ser y el llegar a ser, el sentido metafísico de la belleza y de la forma pura, y el camino de la realidad espiritual.

Si se quisiera hacer un estudio realmente profundo, además del trabajo de reflexión y diálogo filosófico (al modo socrático de la mayéutica) sobre este tratado, se podría buscar ayuda en otros artículos y libros donde el autor trata estos mismos temas desde diversos enfoques, y también en la Doctrina Secreta de H. P. Blavatsky (1831-1891), que es el mar de donde surgen estas islas de cristalizada metafísica. De gran ayuda serían también, y cómo, los libros y artículos del profesor Jorge Ángel Livraga, de un poder enorme para sintetizar, condensar y casi petrificar esta sabiduría en joyas preciosas, en verdaderos talismanes de luz y vida.

Animo al estudiante a entrar en este palacio encantado. Yo lo hice en mi juventud y sus galerías y conceptos conmovieron mi alma. He retornado una y otra vez y cada vez creo más firmemente que este puede ser el manual de metafísica, una afirmación tras otra, de este siglo y de los venideros, con o sin Edad Media. Bien pueden ya las Sentencias de Pedro Lombardo o la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, o las digresiones de Heidegger, ceder respetuosamente el paso a las maravillas de Un acceso a la realidad de Sri Ram.

Y una guía, de la mano, en estas sublimes doctrinas, de maestro a discípulo, serían también de gran ayuda, siguiendo así un modelo dictado por la misma naturaleza.

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