Culturas — 1 de septiembre de 2023 at 00:00

El ashvattha, el árbol sagrado de la India

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ashvattha

La civilización occidental, fundamentada en el pensamiento griego y romano, y también en el bíblico, ha representado de mil maneras la escena del Génesis sobre el árbol del conocimiento del bien y del mal y el árbol de la vida. La serpiente tentadora y la amable oferta de Eva y el querer ser como dioses nos hicieron, según el mismo, víctimas a todos del pecado de Adán.

Como en el mito bíblico, el árbol es uno de los símbolos más importantes de las religiones antiguas, expresión, junto a la serpiente, del ser divino que nace de los abismos del No-Ser, Ser del Todo, hasta crear este mundo material y sensible.

Así sucede, por ejemplo, con el árbol religioso y símbolo del Ashvattha, con raíces en el cielo y ramas hacia la tierra, invertido, generando todo cuanto existe en su descenso o crecimiento, y comenzando a morir en su máxima expansión, cuando toca la materia.

Es un árbol que se desarrolla en todas las regiones del mundo mental, como el espíritu humano; de ahí que sus hojas sean los Vedas mismos, el esqueleto o ADN del conocimiento real, las palabras e himnos que cristalizan en la mente la sabiduría eterna e infinita.

  1. P. Blavatsky, en su «Culto del árbol, la serpiente y el cocodrilo», en su Doctrina Secreta, describe estas ideas, símbolo y árbol.

«El árbol estaba invertido, y sus raíces nacían en el cielo surgiendo de la Raíz sin Raíz del Ser-Todo. Su tronco creció y se desarrolló; al cruzar los planos del Pleroma, proyectó transversalmente sus ramas exuberantes, primero en el plano de la materia apenas diferenciada, y luego hacia abajo, hasta que tocaron el plano terrestre».

Se asocia generalmente este árbol a la higuera sagrada (Ficus Religiosa) y también al árbol Bodhi bajo cuyas ramas meditó el Buda hasta que obtuvo la Iluminación.

El gran filósofo vedantino Shankara explica esta palabra con la etimología shva (‘mañana’), stha (‘aquello que permanece’). Sugerente alusión, ya que este árbol es el de la Mente, y como todo lo que nace, vive y muere, o simplemente está y resiste, tiene una raíz mental, que surge desde el Misterio, y a él ha de volver; lo que indica, entonces es «el mañana que será», porque está determinado en el Plan, o se han generado causas para ello. Es entonces el Árbol de la Existencia y la suma de causas que necesariamente generarán efectos, lo que los budistas mencionan como skandas kármicos.

Es por ello por lo que el Bhagavad Gita nos anima a destruirlo con la espada de la sabiduría, destruyendo el mañana que será, cuyo follaje no nos deja ver ni vivir la eternidad que siempre es, el Nirvana, la única que fundamenta la recta acción.

En este libro, en el capítulo XV, leemos:

«Raíces para arriba y ramos hacia abajo, así describieron el imperecedero (árbol) Ashvattha, cuyas hojas son la métrica de los himnos védicos: quien conoció esto, conoce el Veda.

Sus ramos se propagan abajo y arriba, desarrollados por las cualidades (gunas), y sus retoños son los objetos de los sentidos.

Las raíces se difunden hacia abajo, dimanando en las acciones del mundo humano.

Como tal, sus formas no son aquí percibidas, ni su fin, ni su inicio, ni su fundación.

Este (árbol) ashvattha tiene la raíz bien en las entrañas, córtala con el arma del desapego.

Después esfuérzate por encontrar aquel lugar desde el cual, habiendo llegado, nadie vuelve hacia atrás».

  1. P. Blavatsky, en el artículo antes mencionado, explica muy bien el sentido de esta última enseñanza:

«Por eso se dice en el Bhagavad Gita que el Árbol de la Vida y de la Existencia, Ashvattha, cuya destrucción es lo único que conduce a la inmortalidad, crece con sus raíces arriba y sus ramas abajo. Las raíces representan el Supremo Ser o Causa Primera, el Logos; pero hay que ir más allá de estas raíces para unirse uno mismo con Krishna, que, dice Arjuna, es “más grande que Brahmâ, y la Causa Primera… lo indestructible, lo que es, lo que no es y lo que está más allá de ellos”. Sus ramas principales son el Hiranyagarbha (Brahma o Brahman, en sus manifestaciones más elevadas, dice Shrîdhara Svâmin y Madhusûdana), los más elevados Dhyân Chohans o Devas. Los Vedas son sus hojas. Solo aquel que va más allá de las raíces no volverá más; esto es, no reencarnará durante esta Edad de Brahmâ.

Solo cuando sus ramas puras tocaron el lodo terrestre del jardín del Edén, de nuestra Raza Adámica, se manchó este árbol con el contacto y perdió su prístina pureza; y la Serpiente de la Eternidad, el Logos nacido del cielo, se degradó finalmente».

Aquello que crece en la mente se proyecta en el mundo de la acción y la materia; pues la mente misma ya es materia en su estado más sutil. De ahí que el reino de soberanía de este árbol celeste-terrestre sea el de las tres gunas o cualidades de la materia: rajas (exceso)-tamas (defecto)- satva (justo medio).

Una explicación más esotérica y profundamente filosófica la encontramos en el libro de Nilakantha Sri Ram, An Approach to Reality, en el capítulo «La realidad en nosotros mismos». Aquí, más bien se presenta un acto de existencia o creación puro, no motivado por el karma, sino por la necesidad de ser o expresión de lo divino. El árbol es transformado en loto que crece con las raíces en el misterio y proyecta su rayo de verdad abierta como una flor perfecta en la mente:

«Y podríamos decir que Atman, el cual está más allá de Buddhi, representa el estado de felicidad sin sueños, raíz de toda creación perfecta. Podemos considerar a Atman como la raíz que extiende su creación a la región de Manas por medio del tallo de Buddhi. El tallo deriva de la raíz su vida y su impulso. Podemos imaginar el gracioso y esbelto tallo como el de un loto que a cada momento exhibe una flor perfecta, una creación nueva. Manas suministra el material para esa flor perfecta; Manas lo ha ido acumulando».

Del mismo modo que sucede en la meditación liberadora del Buda, también se dice que Krishna se sentó bajo la bóveda siempre verde de este árbol en el día de su partida al Cielo. Y que los Puroravas, creciendo junto a este árbol, pero fuera de él, generaron por fricción el fuego ritual. En el reino de lo manifestado, solo hay luz cuando hay llama, y solo hay llama cuando hay fricción, lucha, encuentro de lo uno y lo otro, una síntesis armónica del encuentro de opuestos.

En los textos védicos más antiguos, por ejemplo, en los Upanishads, en el famoso pasaje en que la muerte, Yama, instruye a Naciketa, también es descrito dicho árbol:

«Hay un árbol muy antiguo cuyas raíces crecen hacia arriba y sus ramos hacia abajo; que en verdad, se llama lo Radiante, Brahma, pues solo él es inmortal. Todos los mundos están contenidos en él, nada va más allá. Esto es».

ashvattha arbol egipto

Y aquí se indica claramente que este árbol (de la vida y del conocimiento a la vez) es Brahma, el Dios creador-creación mismo. Como cuando Séneca dice que la naturaleza es lo que vemos de Dios, así podemos decir de Brahma y su universo de infinidad de esferas y mundos. Recordemos que la misma etimología de Brahma es brih, el acto de abrirse y expandirse de la semilla, lo que indica que Brahma es el Árbol de la Existencia, en todos los planos desde su conciencia, que surge y se abre desde la mente divina.

El mismo Krishna, como alma universal o Logos, en el capítulo X del Bhagavad Gita, en que dice Él ser lo excelso de cada reino y categoría, menciona que entre los árboles, es el Ashvattha.

Otras veces es la Trimurti, el AUM mismo (Brahma-Vishnu-Siva) quien usa el árbol como «trono», y como tal es adorado.

También en los Puranas se menciona que Vishnu mora en la raíz, Hari (el que disipa la ignorancia) en las hojas y Achyuta (el inconquistable, el que no puede decaer) en los frutos. Quizás Achyuta sea símbolo de la encarnación o descenso entre los humanos de este mismo poder divino, o sea, el avatara.

Una leyenda, y que explica su etimología (ashva-caballo), dice que Agni, dios del fuego, era el mensajero entre los hombres y los diferentes dioses, pero que continuamente requerido se cansó de esta misión de mero intermediario. Huyó entonces convirtiéndose en un caballo y ocultándose en el árbol Ashvattha.

Quizás esta sea una metáfora sobre la necesidad, para hallar el fuego divino, de dejar de hacer peticiones a los dioses y participar mejor de su obra, y en vez de buscar mensajeros para los deseos mortales, ser mensajeros de los designios divinos, entrando así en el Árbol de la Ley y Acción Universal. Mejor que el fuego evanescente y humeante de nuestros deseos, es aquel que es la quintaesencia misma de la acción universal, y en la que podemos arder felizmente, si nos despojamos de nuestras fantasías y salimos del torpor de nuestra ignorancia.

 

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