Sociedad — 1 de marzo de 2023 at 00:00

Voluntarios de GEA en el terremoto de Turquía

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terremoto de Turquía

«Ver a los niños jugando con los perros fue lo más emocionante, era la prueba de que a pesar de todo saldrían adelante».

A inicios del pasado mes de febrero, varios terremotos de gran magnitud sacudieron la zona fronteriza entre Turquía y Siria. Algunas de las grandes ciudades afectadas quedaron prácticamente destruidas a causa del colapso de la mayor parte de sus edificios. El coste total de vidas se calcula que supera las 40.000, con más de 100.000 heridos solo en Turquía. La alarma por el sismo movilizó a numerosos equipos internacionales de búsqueda y rescate, que se desplazaron hasta las poblaciones afectadas, bien para sacar de entre los escombros a las personas que hubieran quedado con vida, bien para confirmar la ausencia de signos vitales antes de la entrada de las excavadoras. Hemos hablado con algunos de los miembros del equipo de GEA-España que estuvieron colaborando en las tareas de rescate en la ciudad turca de Adiyaman.

JAVIER RODES (Alicante). Es bombero jubilado, miembro de GEA desde 2001 y coordinador en España del área de Emergencias. Rodes nos cuenta que el equipo está siempre en conexión con programas de alerta de terremotos en todo el mundo, así como de su magnitud. En el momento en que se produce un movimiento de cierta entidad, se comunica enseguida con el Team Leader y todos los integrantes de GEA permanecen atentos a las indicaciones con el equipaje preparado. Desde el primer momento, hay consultas con el OSOC virtual, una plataforma del INSARAC, la organización de la ONU que se encarga de gestionar las ayudas internacionales cuando se produce una catástrofe. «En el momento en que se ve que la ayuda es necesaria, en menos de seis horas podemos estar ya en el aeropuerto listos para salir», dice Rodes.

Junto con el equipo de emergencia propio que transportan en cada viaje —explica Rodes—, este grupo de voluntarios acumula a sus espaldas una larga lista de misiones: los terremotos de Indonesia, Haití, Katmandú, Lorca y L’Aquila, donde además perdieron en el mismo terremoto a uno de los compañeros de GEA en Italia, que vivía en aquella ciudad. Asitieron también tras los tifones de Filipinas y Mozambique, y han viajado además en varias ocasiones para llevar potabilizadoras a lugares de necesidad. En noviembre pasado llevaron una a Guatemala. Y a pesar de no ser el primer terremoto en el que intervienen, Rodes no puede evitar hablar del impacto que supuso para el equipo llegar a Adiyaman y descubrir una ciudad de 300.000 habitantes con el 80% de los edificios completamente destruidos. «En mi profesión no puedes dejarte apocar por los sentimientos; puede parecer frío, pero toda la energía mental que tienes está puesta en cómo puedes ayudar, cómo puedes sacar gente, cómo puedes rescatar… y no queda mucho tiempo para sufrir el terremoto. Y sin embargo, aunque no ha sido la primera vez que trabajamos en zonas de catástrofe, caminar por una ciudad totalmente arrasada, una ciudad con casi todos sus edificios en el suelo, es sobrecogedor», recuerda.

Terremoto de turquía GEA España

Para Rodes, la peor experiencia vivida en Turquía fue con un fallecido: «Estaba semienterrado en una de las ruinas que fuimos a revisar. La familia estaba esperando que lo sacáramos, pero estaba atrapado en una viga y eso nos habría llevado demasiado tiempo. Lo peor fue tener que decirle a la familia que no podíamos rescatar a su familiar, porque nuestra prioridad era sacar víctimas vivas y cada minuto cuenta mientras haya gente esperando bajo los escombros. Fue duro ver, a través del traductor, que entendían perfectamente la situación. Nos animaron a seguir simplemente con un abrazo, agradeciéndonos que hiciéramos nuestro trabajo. Creo que eso fue lo más duro para mí», explica Rodes. «Y quizá, lo mejor fue la solidaridad humana, que no distingue razas, ni culturas, ni credos, ni política. Una solidaridad que se vio en todos los extranjeros que llegamos a ayudar, pero también por parte de ellos, con un agradecimiento que nos hacía llorar. Nos paraban por la calle para darnos las gracias con la mano en el corazón, era algo fuerte. Pero lo más emocionante fue ver a los niños jugando con los perros de rescate, era algo casi simbólico, porque veías la renovación de aquello, cómo todo empezaba de nuevo ahí, con los niños jugando, demostrando que a pesar de las dificultades saldrán adelante y tendrán una nueva ciudad y una nueva vida», resalta.

Terremoto de turquía GEA España

En cuanto a la vivencia que Rodes destaca de la actuación de GEA en Turquía, señala sin dudas que se lleva la experiencia de no haber hecho nada especial al ir al terremoto. Para Rodes, «solo nos hemos comportado como seres humanos. Lo que hemos hecho ha sido natural. Esa es la palabra a subrayar, hemos hecho lo natural, lo normal. Eso no debería ser extraordinario, debería ser lo natural, y creo que es un sentimiento compartido, al menos con todo nuestro equipo, porque más allá de las circunstancias que está viviendo Turquía, el ser humano es el mismo en cualquier parte del planeta, en cualquier parte del mundo».

HELENA CORREAS (Cádiz). Es técnico de emergencias e integrante de GEA desde 2001. En esa fecha GEA, que comenzó sus trabajos de voluntariado desde un enfoque de cuidado del medio ambiente, abre una vía de acción en búsqueda y rescate, formándose con diferentes equipos internacionales de rescate también en primeros auxilios, radiocomunicaciones, manejo de maquinaria de extracción, trabajo en equipo… Ahora, GEA cuenta entre sus voluntarios con todo tipo de profesionales, pero cada vez más con bomberos, enfermeros, médicos y psicólogos. El equipo sigue un calendario anual de entrenamientos, donde se practican las distintas disciplinas que son necesarias cuando se va a un terremoto, como rescate vertical, manejo de todo tipo de herramientas, primeros auxilios, movilización de heridos y trabajo con perros.

Terremoto de turquía GEA España

«Cuando llego a un sitio afectado por una catástrofe, siempre al principio me pasa por la cabeza el no entender nada, veo el caos más absoluto y siento una profunda nube de dolor que lo cubre todo. Pero, tras ese primer impacto, sabes que tienes que ponerte a trabajar y no dejarte influenciar por lo ocurrido. Después, cuando estoy de vuelta en mi ciudad, pienso que, aunque no lo pueda comprender, todo lo ocurrido tiene un porqué y una causa. Que incluso en el caos más terrible y doloroso existe una armonía incomprensible para mí», cuenta Correas.

Para Correas, «lo peor es el caos y el dolor. Familias enteras destrozadas o inexistentes, desaparecidas todas. Pero lo mejor es que, en todos estos momentos de dolor, hay algo capaz de unirnos como seres humanos olvidándonos de lo que nos diferencia. Solidaridad, generosidad, empatía… en fin, nos sentimos uno». Para ella, acudir con el equipo a este terremoto ha sido muy importante, ya que la primera formación de GEA en 2001 en búsqueda y rescate estuvo a cargo del equipo de GEA Turquía: «Mi instrucción empezó allí y han sido innumerables veces las que hemos ido a Turquía a los cursos. Esto ha sido como devolver lo aprendido al país que nos acogió y enseñó».

MIGUEL ÁNGEL BELLVER (Madrid). Es administrativo y miembro del equipo de rescate de GEA desde 2009. «Si bien mi profesión no está vinculada al área de emergencias, esto no es lo esencial para nuestro grupo. En nuestro equipo también hay profesionales de las emergencias y la sanidad, pero integramos a todo aquel que esté dispuesto a cumplir con las premisas del voluntariado de “buena voluntad y eficacia”. La buena voluntad por sí misma no es suficiente si carece de la formación técnica adecuada; y la cualificación técnica tampoco, si no se tienen unos valores que antepongan la cohesión del grupo, las buenas relaciones entre sus componentes cuando se está bajo presión, y la aceptación de una mínima jerarquía funcional que haga el equipo operativo en las intervenciones», explica Bellver, quien considera además que un equipo altamente cualificado técnicamente «puede malograr una misión por el choque de egos de sus componentes o por disputas internas sobre la coordinación de la misión». Por eso es necesario que haya un equilibro, y por eso, insiste Bellver, «nosotros damos tanta importancia a la formación humana como a la técnica».

Terremoto de turquía GEA España

Cada intervención es diferente, en función del nivel de intensidad, la duración, las réplicas, el tipo de construcción, la capacidad de respuesta del país, etc., pero, para Bellver, todas tienen un denominador común: «las vidas se truncan de un día para otro. Se pierde familia, vivienda, trabajo… en cuestión de segundos, sin perspectiva de recuperación en muchos casos. Nada vuelve a ser como antes para las víctimas, y por mucho que quieras empatizar, tú sabes que tienes un lugar al que regresar, una familia y un trabajo que te espera, pero ellos no. Una cosa es ponerse en situación y otra muy distinta es vivirla».

Bellver recuerda cómo, de todas las situaciones vividas en Adiyaman, le sobrecogió particularmente el caso de unos padres que estaban presentes junto al visible cadáver de su hija, atrapado bajo una gran placa de hormigón sin poder hacer nada por recuperarla hasta que llegase maquinaria pesada, que estaba desbordada con las numerosas demandas de participación en otros derrumbes.

MINERVA PULIDO (Granada). Es enfermera de Urgencias y la más joven del equipo, aunque podría decirse que lleva colaborando con GEA toda la vida. «Descubrí el mundo de las emergencias porque mi padre me llevó a un curso de búsqueda y rescate cuando tenía once años y me encantó. Desde entonces asistía a todas las formaciones y entrenamientos que se hacían, en la medida de lo que se me permitía, porque era menor de edad y algunos eran peligrosos. A raíz de esto descubrí que quería dedicarme al mundo de las emergencias, y tomé la decisión de estudiar enfermería. Cuando cumplí los dieciocho años ya pude ser integrante oficial y participar en los entrenamientos que entrañaban más riesgo», recuerda Pulido. «Como enfermera, me he formado en cuidados críticos y en urgencias y, en GEA, todos los integrantes del grupo recibimos formación especializada en búsqueda y rescate, pero además damos mucho valor a la formación moral y ética. Es algo que hacemos desde el corazón y eso se nota mucho entre compañeros», apunta.

Terremoto de turquía GEA España

«Estamos acostumbrados en cierto modo a ver el sufrimiento a través de las noticias o las películas, pero es muy diferente cuando lo estás viendo con tus propios ojos y te encuentras de frente, ya no solo con una ciudad devastada, sino con las propias víctimas de la catástrofe. Las personas estaban en las calles sin tener a dónde ir, y a pesar del dolor con el que cargaban, mantenían la esperanza de que se encontraran supervivientes. Siempre tenían un gesto de agradecimiento, y muchos de ellos trabajaban con los equipos de rescate sin apenas descansar», recuerda Pulido.

El rescate de víctimas no es una competición, el trabajo no se mide por la cantidad de extracciones con vida que se hacen, eso no es algo que dependa de los equipos de trabajo. Por eso —señala Pulido—, «pesa dar tantas malas noticias a aquellas personas que esperan al pie de los escombros que les digas que has encontrado a sus familiares vivos, personas que jamás, jamás tienen otras palabras que no sean de agradecimiento por haberlo intentado, porque, aunque nuestra labor fuese la mayoría de las veces confirmar la ausencia de signos de vida, también era muy importante para las familias saber que podían empezar su duelo».

Para Pulido esta ha sido su primera misión real: «Después de quince años formándome, fue algo que ni me planteé. En el momento en que vi el mensaje en el que pedían disponibilidad para viajar a Turquía me lo propuse sin más. No pensé en los ahorros que tenía ni si los tenía, ni si iba a poder cambiar los turnos en el hospital; iba a poder y punto, porque había que hacerlo. Esta es la razón por la que me he formado, es la razón por la que soy enfermera, que es para poder ayudar en este tipo de catástrofes».

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