Filosofía en espejo — 1 de marzo de 2023 at 00:00

Inteligencia artificial: ¿sobramos los humanos?

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Aunque lo deseamos y nos empeñamos por mejorar todo lo existente, la tecnología sigue siendo algo que nos asusta, incluso a los más entusiastas. Es verdad que no podemos parar la vorágine de innovaciones que día a día acontecen, pero desde siempre nos hemos cuestionado no solo la utilidad de los avances tecnológicos, sino su bondad o maldad. Podemos resumir, rápidamente, sobre lo anterior, diciendo que la tecnología no es buena ni mala, y que dependerá del uso que le demos lo que haga que sea de una forma u otra. Pero ¿qué sucede cuando este uso puede que ya no esté bajo nuestro control?

La inteligencia artificial ha reavivado este debate. No es algo nuevo. Realmente, el mundo ha «convivido» con esta idea desde los años 50 [1], pero podríamos decir que fue con el inicio de este siglo cuando poco a poco nos hemos dejado seducir por compañías como Tesla u Honda (por decir algunas), con la idea de que las máquinas hagan nuestro trabajo. Pero esta cesión fue de una u otra manera consensuada y específica: no queríamos cansarnos y buscábamos eliminar el esfuerzo físico… y unos años después aparecieron en el escenario inteligencias artificiales capaces de «crear», de escribir, de pintar, de componer. Y eso ya no nos gustó.

Cuando descubren que Andrew (en la película El hombre bicentenario, 1999) es capaz de «crear» cosas de la nada (figuras de madera, con diseño original), aunque aceptan su habilidad, deciden darle un oficio que no sea muy relevante, y optan por que construya relojes de madera, ya que esto no es «tan creativo» como para comprometer el sentir humano. A lo largo del filme podemos ver y reflexionar sobre lo que hoy día estamos sintiendo con chatGPT y otras IA, aquellas capaces de moverse en planos hasta hace apenas unos años «únicamente humanos» (como el arte y las humanidades): pensamos en la posibilidad de que los robots puedan hacernos obsoletos. Y de inmediato emprendemos acciones para frenar la posibilidad.

¿Podemos volvernos obsoletos?

No lo sé, pero en mí se avecina un tal vez. El debate está abierto y, aunque muchas voces sostienen que la IA no «acabará» con los humanos [2], yo soy un poco más fatalista y no veo un futuro tan armónico. Es verdad que aún estamos a años luz de una verdadera IAG (Inteligencia Artificial General), esa capaz de realmente «igualar» lo humano, pero esto es algo que posiblemente, tarde o temprano, sucederá. Y cuando ocurra, nosotros no estaremos preparados.

Se habla, para amortizar un poco el miedo, de que surgirán nuevos empleos y demás, pero ¿de verdad toda la sociedad puede aspirar a una formación académica que le brinde las herramientas para ello? Además, esos «nuevos trabajos» también podrán, en su momento, ser llevados a cabo por una IA, volviendo esto un círculo vicioso. Asimismo, y siendo duros y francos, si una máquina puede hacer el trabajo de una persona de forma más rápida —y barata—, ¿por qué yo, como empleador, habría de buscar tener un humano en mi plantilla laboral? Y eso no hace que los generadores de los empleos sean malos; simplemente, buscan hacen más rentable su negocio y, por tanto, disminuir costos. Y si el daño colateral es «menos humanos» al final del día, será una consecuencia que muchos sí están dispuestos a asumir a cambio de obtener más ganancias.

Durante años nos hemos preguntado por el qué nos hace humanos, pero quizá es momento de replantear la cuestión e irnos más bien al ¿por qué deberíamos seguir existiendo los humanos? Al final del día, la vida, como la conocemos, ha ido evolucionando con la intención de buscar al más apto. ¿Será el momento de aceptar que tenemos que ceder la estafeta a «otro»?

Suena futurista y distópico, pero poco a poco la línea de lo «únicamente» humano se está disipando. Es verdad, como he dicho, que esta tecnología está aún en pañales, y también estamos en la antesala de algo que solo podría quedarse en un «tal vez», pero al mismo tiempo, nos estamos topando con una realidad que ya asusta y preocupa. Se habla de regulaciones, de ética, de tener precaución, pero al mismo tiempo nos emociona probar la nueva función que ha sacado Microsoft al integrar chatGPT con Bing. Es un discurso con doble filo en el que la adrenalina y el miedo conviven frente a frente.

La inteligencia artificial puede ser la herramienta que cambie a la humanidad para siempre o aquel artilugio que cambie para siempre a la humanidad. Es labor no solo de los responsables de programar, sino de aquellos que aún nos vanagloriamos con decir que pensamos «a lo humano», es alzar la voz, reflexionar y sobre todo, poner en la mesa todo aquello que esto puede provocar, para bien y para mal. Y si toca ceder la estafeta, hacerlo con la cara en alto y ofreciendo lo mejor de nosotros para que aquello que nos supla no sea «malo».

¿Qué argumentos podemos usar para justificar nuestra existencia?

 

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Notas

[1] Berzal, F. (2017, 9 febrero). Breve historia de la inteligencia artificial: el camino hacia la empresa. Cesce España. https://www.cesce.es/es/w/asesores-de-pymes/breve-historia-la-inteligencia-artificial-camino-hacia-la-empresa

[2] Lee, K. (s. f.). La inteligencia artificial y el futuro del trabajo: una perspectiva china. OpenMind. https://www.bbvaopenmind.com/articulos/inteligencia-artificial-y-futuro-del-trabajo-perspectiva-china/

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