Arte — 1 de diciembre de 2022 at 00:00

No hemos aprendido nada (Viva Suecia)

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No hemos aprendido nada (Viva Suecia)No hace demasiado tiempo, cuando la humanidad estaba inmersa en lo peor de la pandemia (ahora nos parece tan lejana), hubo una especie de onda mental que nos afectó a todos en mayor o menor medida.

Más allá de las diferentes teorías sobre el origen del COVID, que no me planteo en este espacio, de repente todo el mundo comentaba los diferentes errores que habíamos cometido a nivel global. Se hablaba de un maltrato a la naturaleza a través de las diferentes formas de contaminación.

Cuando las calles estaban desiertas, pudimos observar cómo algunas especies animales se acercaban a nuestras calles y deambulaban con libertad. Tal vez un tanto sorprendidos del silencio imperante donde hasta hace poco el ruido, la masificación humana y el tráfico inundaba nuestras «civilizadas ciudades».

Los «paseantes de perros» aprovechábamos esos breves instantes de soledad recorriendo nuestras calles. Incluso no era necesario ir por las aceras, pues el tráfico era casi nulo y se podía pasear por las calzadas.

La onda mental a la que me refería al principio del artículo y que todos repetíamos en alguna ocasión era que «después de esto, cuando volvamos a la normalidad, saldremos mejores personas». Había una especie de certeza: el ser humano no había hecho las cosas bien y la naturaleza había reaccionado con una pandemia. Por eso había que cambiar, no se podía volver a seguir contaminando el planeta e incluso había que ser más fraternales, menos egoístas.

Viva Suecia es un grupo murciano de indie rock formado en 2013. El último álbum de la banda es reciente y tiene por título El amor de la clase que sea. Una de sus canciones más brillantes – No hemos aprendido nada, resume, desde mi punto de vista, el resultado de aquellos buenos propósitos que surgieron en el largo confinamiento.

En una entrevista para Menzig, el grupo desgrana una serie de reflexiones muy filosóficas con relación a los tiempos que estamos viviendo.

«Con todas las cosas que nos están ocurriendo, que nos deberían hacer que todos estuviéramos a una, o que al menos empatizáramos con el resto de seres humanos, nos pasa justo lo contrario. No hemos aprendido nada de nada».

(…) «Los que van a pagar las consecuencias de todo lo que está sucediendo, de todo lo que se viene, es la gente joven, y eso lo notan. Vivimos en un mundo completamente apático en el que tienen que sacar fuerzas de no sé dónde para configurar una nueva generación que palie un poco los dolores y los anhelos de hoy».

En la canción y el videoclip asociado aparece la crítica sobre todo al sistema educativo, en el que los estudiantes son formados a nivel técnico para desarrollar sus profesiones del futuro y así contribuir al engranaje del sistema, pero hay grandes deficiencias a nivel de relaciones humanas.

Esto no debe extrañarnos, pues nuestros gobernantes (de uno u otro color), centrados en la sociedad del bienestar, hace ya algún tiempo que dejaron de plantearse las eternas preguntas que siempre han importado a los seres humanos. Ya se sabe: «la filosofía no da de comer», «lo importante es labrarse un porvenir económico y disfrutar de la sociedad de consumo».

Decíamos en plena pandemia que era un momento para la reflexión, para tratar de ser mejores personas y no caer en errores del pasado y, sin embargo…, no hemos aprendido nada.

Afortunadamente, unos pocos seguimos pensando que no todo está perdido, que podemos aprender de los errores y salir fortalecidos de las crisis y ser mejores personas.

Grandes filósofos han tratado de buscar soluciones para mitigar el sufrimiento de los seres humanos. Uno de los que más se esforzó y que lo consiguió fue Siddharta Gautama, el Buda.

Era hijo de un rey y estaba destinado a gobernar. Fue educado para ello, alejado de los males que acechaban a su pueblo, pero el Buda, en sus meditaciones, trataba de hallar la respuesta al porqué de la existencia. En uno de sus paseos se encontró con un anciano, un enfermo y un cortejo fúnebre y se dio cuenta de que nadie puede escapar de la vejez, la enfermedad y la muerte.

La pregunta que surgió después de este encuentro fue: ¿cómo se puede ser feliz si hay seres que envejecen, enferman y mueren?

Comenzó una larga búsqueda, practicó grandes ascetismos que debilitaron su cuerpo y su mente hasta que, al fin, comprendió que los extremos nunca serían beneficiosos: ni el rigor excesivo ni los placeres sin control conducen a la liberación. Llegó a la iluminación a través del Sendero del Medio. En el famoso sermón de Benarés expone las ideas fundamentales de su pensamiento.

Sin pretender resumirlas en este pequeño espacio, hay alguna que nos puede ayudar a comprender por qué no hemos aprendido nada y nos muestre cómo llegar a ser mejores personas:

* El hombre está atado por su ignorancia, que le hace equivocarse y reencarnar miles de veces buscando la experiencia que le falta. Para escapar de ese ciclo de nacimiento y muerte, una de las dificultades que el Buda señala es el concepto de la separatividad, el creerse algo aislado e independiente y no sentirse como parte de un todo armónico.

* También encontramos esta enseñanza en el texto tibetano de La voz del silencio. En este libro se habla de la herejía de la separatividad, que es el error de creer que nuestro yo está separado del yo de los demás. Esta creencia nos aparta de los demás seres humanos. En realidad, todos somos uno, del mismo modo que el universo es Una-Vida.

Para cerrar este artículo, recojo unos comentarios de Viva Suecia muy similares a las enseñanzas del Buda y que nos hacen reflexionar por qué no hemos aprendido nada:

* «Nos preocupamos de nuestro entorno familiar y amistades, pero cuando se trata de ayudar a extraños, aunque sepamos que están sufriendo, nos cuesta más. Hay una falta de empatía, y nos es difícil ponernos en la piel del otro y preguntarnos de verdad qué está pasando y por qué. Sigue habiendo gente ganando mucho dinero a costa del sufrimiento de otros. Hay colectivos interesados en difundir fake news para fomentar el odio».

Para combatir este odio podemos recordar las enseñanzas del Buda que encontramos en el Yamakavagga:

«Las condiciones en las cuales nos hallamos son el resultado de lo que hemos pensado; quedan fundadas en la mente, son forjadas por ella. Si un hombre habla o actúa con una mente pura, la felicidad le sigue como su inseparable sombra».

«Él me ha engañado, me ha golpeado, me ha derrotado, me ha robado. Nunca se consume el odio de aquellos que albergan tales pensamientos».

En realidad, el odio no cesa con el odio; el odio cesa por el amor. Esta es una ley antigua.

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