Arte — 1 de junio de 2021 at 00:00

El concierto

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El concierto es una película del año 2009 dirigida por Radu Mihaileanu, director rumano afincado en Francia. En ella nos presenta en tono de comedia, dramática y emotiva, pequeñas y grandes tragedias humanas, con el mundo de la música clásica como telón de fondo. Es una coproducción ruso-francesa-rumana con un reparto muy internacional, que es, en mi opinión, muy adecuado para hacer verosímil la trama de la película. Dicho de otra manera, es lo que acostumbran a llamar «perfect casting» en inglés, ya que actores rusos interpretan a personajes rusos, actores franceses interpretan a personajes franceses y así.

Es una película para ver desde su inicio, ya que considero que la primera escena es la más genuina, cinematográficamente hablando, de toda la película. ¡Eso es cine!, si se me permite la expresión. Sin desmerecer el resto de la película, que está bien logrado, tal vez con algunos altibajos, no quería pasar por alto esto que me parece importante. No describo esta escena para que aquellos que vayan a ver la película por primera vez la puedan disfrutar. Solo he de añadir que durante la escena inicial podemos escuchar un fragmento del Concierto para piano n.º 21 en do mayor, K 467 de Mozart.

La historia gira en torno a un célebre director de la Orquesta del Bolshoi de Moscú que cayó en desgracia, junto con toda su orquesta, por negarse a formar parte de una purga de músicos judíos a fines de la década de los 70. Esto es, en la Unión Soviética en tiempos de Breshnev. El gran director Andreï Filipov (interpretado por Alekséi Guskov) termina de conserje encargado de la limpieza del teatro Bolshoi. El mismo teatro en el que fue una estrella. Su gran amigo Sasha, el chelista (interpretado por Dimitri Nazarov), termina de conductor de ambulancia. Otros se ganan la vida como vendedores en un mercado, o alguna, como conserje de limpieza en un museo. El primer violín, de etnia gitana, termina dedicado a trapicheos de todo tipo y no muy legales, por llamarlo de alguna manera. Todo esto llega al punto de que casi nadie menciona o quiere recordar sus días de gloria con la orquesta. Han pasado treinta años desde que cayeran en desgracia y que sus carreras como músicos finalizara con ellos incluidos lamentablemente en una lista negra.

Ocurre entonces un evento fortuito. El antiguo director, mientras limpiaba el escritorio del gerente del Bolshoi, observa la llegada de un fax del Théatre Du Châtelet en París para contratar a la orquesta del Bolshoi y sustituir a la Filarmónica de los Ángeles en una fecha específica, dos semanas a partir del fax, ya que la orquesta angelina ha cancelado una presentación. Como él se encuentra solo en ese momento en el despacho, retira el fax y borra en el ordenador la huella de su llegada. ¡Ha tenido una idea! Responder al llamado —pretendiendo ser el Bolshoi— con su antigua orquesta. Un punto a su favor es que él, el gran Andreï Filipov, sigue teniendo un gran cartel como director fuera de la Unión Soviética, que es ahora Rusia. Para lograrlo, sin embargo, tiene que reunir a todos los antiguos miembros y allí es donde comienza la trama de verdad.

Con la ayuda de su amigo el chelista, trata de dar forma a la cosa comenzando por encontrar a alguien que pueda negociar por teléfono con el Châtelet en Francia. La única persona que se le ocurre es un antiguo miembro del KGB, venido a menos en la Rusia postsoviética, pero que además fue el responsable de aplicar la sanción que cerró la orquesta, en pleno concierto, y puso a todos en la calle. Luego de algunas reticencias, logran convencer a este personaje (interpretado por Valery Barinov), que sorpresivamente acepta, ya que tiene su propia agenda, que no dice, y es la de volver a encontrar a sus viejos camaradas del Partido Comunista francés.

Lo que sigue son una serie de correrías, en una vieja ambulancia, por toda la ciudad, tratando de localizar y reclutar a los antiguos músicos para la causa. Luego viene el problema de la financiación del viaje, para lo que acuden a una boda de mafiosos donde, después de un tiroteo, el negociador habla con un personaje millonario y mafioso para que les ayude. Este lo hace creyendo que él va a tocar con la orquesta, ya que se considera a sí mismo un gran músico, a pesar de que su nivel de dominio del chelo, francamente, no pasa de principiante. Salvados estos obstáculos, se encuentran con que necesitan un visado para viajar, cuyo trámite, además del precio, tarda varias semanas. Aquí entra en acción el violinista gitano, que ofrece visas falsificadas a muy buen precio para todos y que, dadas las prisas, se harán en el mismo aeropuerto. El día de la partida, el gran negociador comunista contrata un vehículo para el transporte al aeropuerto que simplemente no aparece por ninguna parte mientras todos lo esperan, por lo que no les queda otra opción que ir caminando hacia allí con su equipaje e instrumentos. Si esto parece surrealista, solo puedo agregar que una vez en llegados al aeropuerto la escena que encontramos es para no creer, por lo que prefiero no contarla y que cada uno la vea con sus propios ojos. Esto no incluye al mafioso que viaja por su cuenta y a todo lujo, como era de esperar.

Para el concierto contratado en el Châtelet se ofrece una sola obra, el Concierto para violín y orquesta en re mayor op. 35 de Tchaikovsky, actuando como solista una joven y célebre violinista francesa que nunca lo ha interpretado en público, llamada Anne-Marie Jacquet —interpretada por Mélanie Laurent—, que admira al director y representa la trama dentro de la trama. Esto se debe a que el día en que la orquesta fue intervenida treinta años antes, en plena actuación, se encontraba interpretando precisamente el mismo concierto —que para el director representaba casi una obsesión en la búsqueda de una interpretación perfecta—, y la solista era la violinista judía Lea Strum, que, con su marido, formaba parte de la orquesta. El director Filipov y su esposa Irina eran los mejores amigos de Lea y Yitzhak Strum, que luego de aquella intervención criticaron abiertamente al régimen soviético en una entrevista para una radio, lo que dio lugar a que fueran deportados a Siberia, donde morirían pocos años después. Lea y Yitzhak tenían una hija que fue salvada de la muerte siendo una bebé y llevada a Francia de contrabando —entrando en el consulado francés en el estuche de un chelo— por la representante de una orquesta francesa que actuaba en ese momento en la URSS. La niña fue criada en Francia sin ningún conocimiento de esto y creyendo que sus padres eran unos científicos que murieron en un accidente de aviación. Esta hija se ha convertido ahora en la violinista Anne-Marie Jacquet, que tocará en el concierto sin conocer sus orígenes.

La orquesta, una vez en París, se desbanda completamente, ya que nadie tiene interés real en el concierto. Han viajado para escapar de la vida que llevaban y cada uno se busca la vida por su cuenta olvidándose del concierto. La excepción la constituyen el director Filipov, su amigo Sasha el chelista y la joven violinista, que no tiene idea del embrollo en que se ha metido. No podemos olvidar, por supuesto, al mafioso ruso, que no solo está seguro de tocar el chelo en el concierto, sino que ha traído a París a la televisión rusa para que lo transmita en vivo a su país. Su intención es que lo filmen en primer lugar a él, luego a la orquesta y poder lucirse ante sus amigos políticos y mafiosos.

Podemos decir que luego hay un amago de ensayo que es un auténtico desastre; solo acuden el director, su amigo el chelista, el violinista gitano y el mafioso ruso ansioso por consagrarse. En medio de esto se presenta la solista Anne-Marie y tienen que disimular como pueden para salir del paso, ya que no le pueden explicar a ella que los miembros de la orquesta han abandonado el proyecto y se han dedicado a actividades de lo más variopintas (taxistas, servicios de mudanzas, traductores o vendedores de cualquier cosa por la calle). Luego, teniendo en cuenta esa falta de profesionalidad y después de hablar con el director en privado, donde comprueba el deterioro que este ha sufrido en lo personal, la solista Anne-Marie cancela el concierto.

Ante el terrible desastre que significa esto para todos —la orquesta, el teatro, el público que ha agotado las entradas—, ha de intervenir el amigo chelista, Sasha, que vence la resistencia de la persona que la ha criado como a una hija y es además su representante, para explicarle a Anne-Marie la verdad sobre su origen y que ese concierto es el que su madre no pudo terminar y que seguía interpretando en su cabeza, buscando la perfección, hasta su muerte en Siberia.

Una vez lograda la aceptación de Anne-Marie, no les queda otra cosa sino enviar un mensaje al teléfono móvil de cada uno de los integrantes de la orquesta conminándolos a participar con una sola frase que implica hacerlo «por Lea», o sea, la madre de Anne-Marie. Es así como la orquesta se presenta en el teatro sin ningún ensayo previo, cada uno por su cuenta, e incluso hay un par de trompetistas, padre e hijo, que llegan cuando el concierto está a punto de empezar y el director ya ha alzado su batuta. Con semejante preparación, no es de extrañar que la orquesta suene como cualquier cosa menos como una orquesta que se precie de serlo. Ese inicio es para escucharlo, créanme; nunca escucharán en su vida un inicio peor en un concierto. Sin embargo, la solista Anne-Marie está completamente ajena a todo eso, está perfectamente concentrada y ahora sabe que va a interpretar el último concierto que su madre no pudo terminar. Su entrada al violín es magistral, al punto que los miembros de la orquesta reaccionan y se dan cuenta de que no tienen otra alternativa que seguirla y volver a ser lo que fueron de verdad, una gran orquesta. La interpretación se torna sublime y constituye un magnífico final, casi mágico, para la película.

En cuanto al reparto francés, además de Mélanie Laurent, podemos mencionar, entre otros, a Miou Miou, que interpreta a la madre adoptiva y representante; también a François Berléand —conocido además por haber trabajado con Jason Statham— como el gerente del Châtelet, y todos cumplen su cometido en tono de comedia con mucha eficacia.

Algún comentarista expresó en su momento que esta película incluía, además de la sátira política, comicidad, sentimentalismo, absurdo, tragedia, lección de historia y picaresca. Yo le añadiría la música, que no puede pasar desapercibida porque es el telón de fondo de todo. Tchaikovsky compuso su Concierto para violín en re mayor para un famoso violinista de su época, pero este caballero, una vez que lo tuvo entre sus manos, decidió que era imposible de interpretar, lo que quiere decir que lo encontraba demasiado difícil y no se atrevía a exponerse a un fracaso en público. Tchaikovsky hubo de buscar otro intérprete con el fin de estrenarlo en 1878 y, desde entonces, este maravilloso concierto ha tenido grandes intérpretes que nos han deleitado con él a lo largo de casi ciento cincuenta años.

Pero creo sinceramente que si hay una interpretación que nunca vamos a poder olvidar, es la que hemos disfrutado gracias a esta encantadora película.

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