Historia — 31 de mayo de 2016 at 22:24

Una joya del patrimonio cultural español: la Colegiata de San Isidoro de León

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La Colegiata de San Isidoro de León desciende directamente del prerrománico asturiano, y es foco de irradiación en todo el Camino de Santiago. Es una joya de la decoración mural, la orfebrería y el trabajo en marfil. Su biblioteca guarda cientos de incunables y un millar de libros raros.

La primera referencia que tenemos de la Colegiata es del año 966, cuando se edifica un monasterio para alojar las reliquias del niño mártir cordobés Pelayo. Se hizo junto a otro más antiguo dedicado a san Juan Bautista, que puede datarse a mediados del siglo IX. A fines del X estas edificaciones fueron arrasadas por Almanzor, y a principios del XI, tras la reconquista de la zona, son reedificadas por Alfonso V, de manera muy sencilla, en barro y ladrillo, por lo que no nos ha llegado resto alguno.

A mediados del siglo lo vuelven a reconstruir Fernando I y su esposa doña Sancha, ahora en piedra, y dedican el pórtico a panteón real, trasladando el cuerpo de san Isidoro desde Sevilla. El templo es consagrado en diciembre de 1063.

En 1148 el emperador Alfonso VII y su esposa doña Sancha establecen una comunidad de religiosos que se ha perpetuado hasta hoy. La iglesia actual es obra de doña Urraca de Zamora, hija de los fundadores, consagrada en 1149.

La Colegiata de San Isidoro desciende directamente del prerrománico asturiano, y es foco de irradiación en todo el Camino de Santiago. Es una joya de la decoración mural, y taller de orfebrería y eboraria (trabajo en marfil). Su biblioteca guarda cientos de incunables y un millar de libros raros.

Las edificaciones de San Isidoro se levantan en el ángulo NO del campamento romano de la Legio VII Gemina, que funda la ciudad de León en el siglo I, y del cual quedan restos del muro, torres y muralla. En el museo pueden verse seis lápidas con la fecha del establecimiento de la vexillatio (destacamento de veteranos) de la Legio VII Gemina: 10-VI-68, que es la del nacimiento de León.

Hasta aquí la historia de la colegiata. Ahora haremos una somera descripción del Panteón Real.

Este, en realidad, es el pórtico, el nártex de la primitiva iglesia. Se trata de un cuadrado de 8×8, dividido en tres naves por dos columnas y cubierto a cañón con arista. A la iglesia se accede por un arco de medio punto con doble arquivolta, cuyos capiteles, con la curación del leproso y la resurrección de Lázaro, son los primeros del románico con escenas evangélicas. Dentro hay 46. Posiblemente al primitivo edificio se le añadieron los pórticos con Fernando I, iniciándose el románico occidental.

En el panteón se depositaron los restos de 23 reyes, 12 infantes y 9 condes, pero poco queda de ellos: las tropas napoleónicas destrozaron las tumbas, en busca de supuestos tesoros enterrados con los reyes, y sus huesos fueron dispersados. Quedan pocos restos, entre ellos el cuerpo de doña Sancha, muerta en 1159.

Entre 1160 y 70 se realizaron las pinturas murales, creándose el conjunto más notable de Europa, por su temática, extensión y conservación. Está hecho al temple, con una gama de colores escasos pero muy bien combinados, con detalles bizantinos. Los temas corresponden al Nuevo Testamento, empezando con la Anunciación. Es muy interesante el calendario dispuesto en tondos, con el nombre de los meses y la representación de sus correspondientes faenas agrícolas.

La Sala del Tesoro se llama también Cámara de Doña Sancha, por haber vivido en ella un tiempo la infanta de León.

Primitivamente fue la tribuna real de la iglesia de Fernando I. Sala del Tesoro fue a partir del siglo XVI, y antes era capilla. Para transformarla en Sala del Tesoro se tabicaron los arcos ciegos y se pintaron murales, de los cuales permanece en su sitio el Calvario del testero.

Objetos valiosos

Colegiata de San IsidroDe entre las piezas de la sala destacamos algunas.

A principios del siglo XI Fernando y Sancha instalaron un taller de eboraria, que da obras cumbre del arte mundial. Por ejemplo, la arqueta de los marfiles, 1059, relicario, con 25 placas de marfil representando los apóstoles, arcángeles y el tetramorfos.

El arca de san Isidoro, de 1063, contuvo sus reliquias. Está chapada en plata, con figuras en relieve e inspiración germánica. Fue restaurada tras 1808, porque algunas placas fueron robadas. Figuran Adán y Eva en diversas escenas de la Creación.

Muestras de arte textil, como telas árabes y persas del siglo X, sedas y estolas tejidas por la reina Leonor Plantagenet a fines del siglo XII. Hay telas bordadas árabes, y un trozo del manto del rey moro de Sevilla Almotámid, bordado con recuadros de cabras y aves.

Quizá la pieza más importante, con serlo todas, es el magnífico cáliz de ágata. Es de una mucho mayor antigüedad de la que la pieza en sí tiene, porque está formado por dos piezas de ónice procedentes de una pieza oriental anterior a la era cristiana. Con ellas crearon el cáliz los artífices de doña Urraca de Zamora, hija de Fernando I. Uno de los trozos de ónice se recubrió de oro en su interior para formar el cuenco, adornado por fuera también con oro y filigrana. Se unieron las dos piezas con un nudo de oro y un grueso anillo, en el que se lee el nombre de doña Urraca como donante. Todo ello va adornado con piedras preciosas y un camafeo de pasta vítrea.

Permítasenos fantasear con un cierto hálito de misterio que envuelve el cáliz: ¿por qué, para una joya de nueva factura, se utilizaron dos trozos de una copa anterior, de ónice no especialmente valioso, con algunas roturas documentadas, que fueron tapadas por el recubrimiento de oro? ¿Por qué utilizar algo ya usado para algo tan importante, en lugar de crearlo ex novo con el oro? ¿Guarda acaso algún secreto? ¿Nos es lícito pensar que esa antigua copa partida es algo muy importante que es preciso conservar enriqueciéndolo? ¿Una especie de Grial?

Otra pieza clave del tesoro es el Pendón de Baeza. En 1147 Alfonso VII el Emperador avanza hacia Almería, pero es detenido en Baeza por tropas del rey moro. Sorprendido, lleva las de perder cuando –dice la leyenda– el propio san Isidoro entra en batalla, portando la espada y la cruz procesional con que se le ha representado en el pendón. Y con él llega la victoria. Con su figura se borda la enseña que, tantas veces flameó en batallas de la Reconquista castellano-leonesa que, casi deshecho, hubo de transferirse el bordado a una nueva tela de soporte. Y hoy es reliquia nacional, con honores de Capitán General.

El Archivo, como tantos otros tesoros, fue ampliamente saqueado. Sin embargo, aún se conservan dos códices del siglo X, varios del XIII, documentos del XII, incunables y ejemplares únicos.

Esta pequeña historia y datos de la Colegiata de San Isidoro de León han sido extraídos de diversos libros del propio lugar, diarios de viaje y pequeña documentación. Y, como en la vida nada viene solo ni por casualidad, poco después de escribir lo concerniente al Cáliz de Doña Urraca ha caído en mis manos un libro, una historia novelada de la vida del gran rey godo Recaredo, en la que paralelamente se cuenta la existencia de una «copa de poder» por la cual luchan godos y cántabros, y que se corresponde casi exactamente con la descripción del cáliz, y que procede de una muy remota antigüedad.

De modo y manera que ahí dejo la incógnita, la historia, la leyenda, para disfrute de las mentes enamoradas de los enigmas.

2 Comments

  1. Las fotos no tiene nada que ver con San Isidoro de León

  2. Ninguna de las 2 imágenes corresponde a San Isidoro de León. En la segunda, incluso la inscripción señala es San Isidro (que no San Isidoro) y está en Madrid

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