Ciencia — 1 de abril de 2014 at 00:00

Viajes por el universo

por

Para aquellos a los que no les guste viajar en el velero solar que propuse en el artículo anterior, habrá posiblemente muchos otros modos de viajar cuando los inventemos. Por ejemplo: en el universo hay abundancia de hidrógeno, y sería una fuente inagotable de energía para un reactor que fuera capaz de recoger hidrógeno a medida que viajara por el universo. Este reactor se llama estatorreactor de fusión y fue propuesto por el físico Robert W. Bussard en 1960: calentaría el hidrógeno hasta varios millones de grados; a esa temperatura el hidrógeno se fusiona y libera la energía de una reacción termonuclear.

Actualmente en el reactor de fusión ITER, cuya construcción está programada en el sur de Francia, se generaría energía combinando dos raras formas de hidrógeno (deuterio y tritio). Sin embargo, en el espacio exterior la forma más abundante consiste en un solo protón rodeado por un electrón. Este proceso de fusión (protón-protón) es más difícil de conseguir (el proceso que se lleva estudiando varias décadas es el de deuterio-tritio) y produce menos energía.

También se estudian otros métodos para viajar por el espacio, por ejemplo, el efecto honda, donde, aprovechando la gravedad de otros planetas, las naves pueden ser aceleradas. Así es como la nave espacial Voyager pudo llegar a Neptuno. El físico de Princeton Freeman Dyson sugirió que en un futuro lejano podríamos encontrar dos estrellas de neutrones dando vueltas una alrededor de la otra a enormes velocidades, y acercándonos a ellas, ser lanzados al espacio a un tercio de la velocidad de la luz. Podría funcionar, pero primero necesitamos una nave que pueda acercarse a estrellas de neutrones que están muy lejanas.

Por supuesto, el viaje espacial no es un fin de semana en la playa; nos aguardan enormes peligros en el espacio, puesto que perdemos la protección de la atmósfera y del campo magnético de nuestra madre Tierra. En el espacio exterior estamos expuestos a radiaciones cósmicas, meteoritos de diversos tamaños, llamaradas solares y, cuando nos acerquemos a otras estrellas, erupciones estelares, fríos extremos y, ante todo y de forma continua, la ingravidez. Sin gravedad ya se ha comprobado que el cuerpo humano pierde minerales y sustancias químicas preciosas, incluso practicando un riguroso programa de ejercicios. Al cabo de un año en una estación espacial, los huesos y músculos se atrofian, y al llegar a la Tierra los astronautas solo pueden gatear como bebés. También hay una menor producción de glóbulos rojos y una menor respuesta inmunitaria. ¡Cuántos peligros en el espacio exterior! Pero hay también muchos peligros en la Tierra como para no arriesgarse siempre a la aventura. En palabras de Pablo Neruda:

¿No sientes también el peligro en la carcajada del mar?

¿No ves en la seda sangrienta de la amapola una amenaza?

¿No ves que florece el manzano para morir en la manzana?

¿No lloras rodeado de risa con las botellas del olvido?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

es_ESSpanish