Sociedad — 11 de septiembre de 2007 at 07:28

Siete años sin Miguel Gil, un periodista ético

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“No me imagino a Dios como un asesino emboscado; le veo más bien como un jardinero dispuesto a cortar la rosa más bella”, decía Miguel.
Cansado de tomar el autobús número 6 para ir al despacho, se subió a su moto de trial, y prácticamente con lo puesto, cruzó Europa hasta llegar a la zona musulmana de Mostar en 1993, en plena guerra de Bosnia, y empezó a escribir. Hoy, anualmente se concede el premio Miguel Gil Moreno de Periodismo a aquel profesional que más comparta la filosofía de Miguel, es decir, orientación a servir a la sociedad, independencia, generosidad y que asuma los riesgos necesarios para dar cuenta de las injusticias y de los actos de solidaridad que se presenten en el ejercicio de su trabajo.

“No me imagino a Dios como un asesino emboscado; le veo más bien como un jardinero dispuesto a cortar la rosa más bella”, decía Miguel Gil un año antes de su asesinato, en el funeral de su amigo y compañero Myles Tierney

En mayo de 2000, en pleno conflicto armado en Sierra Leona, dos hombres: Miguel Gil y Kurt Schork, perdieron la vida en el ejercicio de un periodismo ético, solidario y veraz.

miguel_gil03.jpgEl Muyahidín
“De pelo negro y nariz aquilina, parecía más musulmán que los propios bosnios”.

Miguel Gil Moreno nació en Barcelona el 21 de Junio de 1967. Estudió Derecho en la Universidad de Barcelona y ejerció la abogacía hasta que a principios de la década de los 90 decidió aprender a contar historias. Con la mirada limpia, honrada y modesta trató de paliar en lo posible la situación de desamparo y olvido en la que se quedan las víctimas de los conflictos bélicos cuando ya no son noticia.
Cansado de tomar el autobús número 6 para ir al despacho, se subió a su moto de trial, y prácticamente con lo puesto, cruzó Europa hasta llegar a la zona musulmana de Mostar en 1993, en plena guerra de Bosnia. Careciendo de todo, se convirtió en un habitante más de los sótanos de la ciudad, a la que entonces le llovía una media de 900 bombas diarias, familiarizándose con su nuevo entorno y ganándose el cariño y respeto de todos con los que trataba.
Empezó a escribir para El Mundo y la Cadena Ser sin más tecnología que un bolígrafo y algo de papel. Tras darse cuenta que ser Periodista no era tan sencillo, pasó dos meses en Madrid documentándose y aprendiendo, para volver a Mostar y trasladándose después a Sarajevo, lugar donde la actividad bélica era mucho más dura. La escasez económica lo convirtió en chófer de periodistas y ONGs en la única ruta para entrar a Sarajevo, por el monte Igman. En esta etapa conoció a Nicola, un cámara italiano que le influyó a la hora de convertirse en camarógrafo. Desde entonces, no dejó de hacer acto de presencia en los lugares más calientes del mundo, tales como Bosnia, Kosovo, Congo, Liberia, Ruanda, Sudán, Chechenia y Sierra Leona. Y entrando a formar parte de aquéllos que el corresponsal de guerra Paul Marchand llamó brothers, los que siempre hacían la pregunta extra, se la jugaban, recorrían un kilómetro más para conseguir la historia.

Miguel consiguió permanecer donde otros no pudieron, y gracias a su mirada, el mundo pudo ver imágenes de los oprimidos sin voz ni esperanza, como el acoso que el ejército serbio ejercía sobre los albano-kosovares en Pristina, o los crudos bombardeos rusos sobre la capital de Chechenia, Grozny.

En 1998 recibió el premio más importante que se puede conceder a un cámara, el Rory Peck Award, por el documental de un viaje con el Ejército de Liberación Kosovar (KLA) bajo el fuego de las balas serbias.
Sus imágenes, sus historias y su propia vida encontraron un trágico final en mayo de 2000 en Sierra Leona.

¿A quién le importa África?

Una vez agotada la fuente del colonialismo, a Occidente ya no le interesa África. Es un continente, con la excepción de Nigeria y de Gabón, que no tiene importantes yacimientos de petróleo; o cuyo mercado no puede acceder a productos europeos y prefiere mercancías chinas o taiwanesas. Sólo la estabilidad africana guarda interés para Occidente, independientemente del régimen que gobierne, aun cuando éste viole impune y constantemente los derechos humanos de la población.
Los países africanos se caracterizan por su debilidad política y por la aparición de “señores de la guerra”, que mediante el tráfico de diamantes, marfil o droga pueden forjar ejércitos privados a partir de adolescentes desocupados (abundante en los países del Tercer Mundo), para hacerse con el vacío político.
En este contexto, y tras una sucesión de golpes de estado, promesas de democratización, ataques militares y un ejército de niños y adolescentes propagando el salvajismo a través de asesinatos y mutilaciones civiles, se encuentra Sierra Leona a mediados de 1999. Los rebeldes del RUF (Frente Unido Revolucionario) han roto un compromiso de paz (acuerdo de Lomé, Togo, julio de 1999) y han atacado a las fuerzas de la ONU, capturando a 500 efectivos y reteniéndolos como rehenes.

En la mañana del 24 de mayo de 2000, Miguel Gil (cámara de televisión de la agencia Asociated Press) yacía bajo un árbol pasando una a una las páginas de un libro con ese respeto con que miraba la vida, cuando se encontró con Mark Chisholm (cámara de televisión), Yannis Behrakis (fotógrafo) y Kurt Schork (redactor), los tres de la agencia Reuters. Por entonces era muy peligroso acercarse al frente. Tal como comenta Chisholm, “la manera de luchar era poner a 200 o 300 soldados a andar por una carretera importante, disparando a izquierda y derecha, al monte. Caminando hasta encontrar resistencia y entonces abrir fuego”. Pero aquel día decidieron ir a Rogberi Junction, a 80 kilómetros de la capital, Freetown, donde se habían encontrado dos días antes los cuerpos de siete cascos azules de Zambia. Aquél era un cruce de caminos importante, a la izquierda llevaba al aeropuerto de Lungi, y a la derecha a Lunsar, lugar de yacimientos de diamantes.

Aunque un teniente y seis soldados del ejército del gobierno les escoltaban, los conductores no quisieron llevarles, por lo que Kurt y Miguel se pusieron a los volantes de sendos vehículos. Aquella mañana las tropas del gobierno estaban avanzando hacia Lunsar, parecía que los rebeldes huían, o por lo menos así lo confirmaban los soldados al pasar por un pequeño pueblo. Pero de repente hubo una explosión de armas de fuego, seguida por un sinfín de disparos. Se encontraron de lleno en una emboscada.
Kurt recibió una bala en la frente, mientras que a Miguel lo mató el impacto de varias esquirlas tras ser su coche alcanzado por un lanzagranadas. Ambos murieron en el acto, con esa muerte rápida que todo corresponsal de guerra desea, si ha de llegar.

El periodismo: instrumento para ver, contar y no olvidar.

miguel_gil02.jpgEl senador norteamericano Hiram Johnson en 1917, en plena guerra mundial, pronunció: “la primera baja cuando la guerra llega es la verdad”. Y de ahí que se hagan necesarios testimonios objetivos de la realidad.
Christiane Amanpour, reportera de la CNN, señala: “cuando la gente buena no hace nada, los malos triunfan”. Seguramente por ello Miguel sintió el deber de no quedarse inmóvil al borde del camino, y fiel a unos nobles ideales, hizo de su vida un servicio a los demás, a los inocentes de las guerras, en búsqueda de la verdad de los hechos, para hacer entender la sinrazón de la guerra y despertar a la comunidad internacional, que tantas veces mira para otro lado.
Son muchos los calificativos con los que se recuerda a Miguel: divertido, ocurrente, simpático, educado, solidario, compasivo, tranquilizador, intenso, religioso, de alma tierna y el perfil acipresado, despertaba una amistad singular y especial con todo el mundo…
Viendo la (muy merecida) repercusión que su muerte había tenido, la familia de Miguel decidió crear una Fundación que llevase su nombre, y así poder seguir la labor que él desempeñaba, dando continuidad a su espíritu humanitario y la voluntad de dar soporte a las familias de los reporteros que dejan su vida en los campos de batalla.
De esta manera, anualmente se concede el premio Miguel Gil Moreno de Periodismo a aquel profesional que más comparta la filosofía de Miguel, es decir, orientación a servir a la sociedad, independencia, generosidad y que asuma los riesgos necesarios para dar cuenta de las injusticias y de los actos de solidaridad que se presenten en el ejercicio de su trabajo.
Los premiados desde la creación de la Fundación en el año 2002, han sido el reportero Bru Rovira, el cámara de TVE José Luis Márquez, el fotoperiodista Laurent Van der Stockt, la periodista Amina Hass y el reportero Ryszard Kapuscinski. El premiado en la presente edición, la número seis, es el periodista bosnio Mirsad Bajtarevic, por su reportaje radiofónico “Srebrenica de nuestro corazón”. Documento que informa del dramático genocidio de Srebenica, donde en 1995 fuerzas del ejército serbio mataron a más de 8.000 civiles.
Es importante que todos busquemos un ápice de humanidad en nuestros actos, y tengamos la generosidad de tender la mano a favor de los desafortunados, como escribió Miguel: “hay historias donde lo más peligroso no es arriesgar la vida por contarlas, sino dejar de filmarlas”.

Reconocimientos a su labor profesional:
– 1998: Premio Periodístico Rory Peck en reconocimiento a su labor informativa.
– 2000: Royal Televisión Society, al mejor cámara y productor.

A título póstumo:
– Mohamed Awin Award 2000, en reconocimiento a su labor informativa.
– Premio Luka Brajnovi 2001, por su trayectoria profesional marcada por su buen hacer y su compromiso ético.
– Pasaporte bosnio concedido por el gobierno de la nación balcánica.
– “Los ojos de la Guerra”
– 70 artículos que tratan sobre Miguel, sobre su profesión y su recuerdo.

Para saber más:
– Fundación Miguel Gil Moreno: http://www.fundacionmiguelgilmoreno.com/
– Manuel Leguineche y Gervasio Sánchez. “Los ojos de la Guerra”. (Ed. Plaza Janés).
– Ryszard Kapuscinski. “El mundo de hoy”. (Ed. Anagrama).
– Documental de TV• “Miguel në terrem”.
– Noticiario virtual Estrella Digital/Efe: www.estrelladigital.es/070516

 

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