Filosofía — 1 de marzo de 2009 at 13:13

La mujer del siglo XXI

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Hemos querido acercarnos a cinco modelos de  mujer de nuestros días, para conocer qué opinan ellas de los cambios que se están produciendo en el mundo y cómo los viven. Comprobamos así sobre el terreno que, aunque tengamos circunstancias muy diferentes, las mujeres en general compartimos el orgullo de nuestro rol y somos bastante conscientes del importante papel que desarrollamos en el mundo.

Con esta investigación sociológica hemos explorado, a través de una breve encuesta, la vida cotidiana de cinco mujeres de bandera, aparentemente normales, pero enriquecidas por sus experiencias y llenas de sabiduría y vitalidad para enfrentar el futuro. Había una gran disparidad entre ellas por su edad y sus circunstancias, su trabajo o sus responsabilidades, pero nada de esto ha sido obstáculo para que sus respuestas hayan tenido un denominador común: reconocer la importancia del papel de la mujer en la sociedad y su responsabilidad como transmisoras, educadoras, unificadoras, luchadoras a ultranza y defensoras de los suyos, olvidándose muchas veces de sí mismas para entregarse a los demás, ya sea en su profesión o en la familia, y aportando siempre la ternura y el calor de las madres (tengan o no hijos propios) a los más indefensos y necesitados.

Todas nos han confirmado con sus respuestas que, si queremos, podemos realizar aquello que nos propongamos, ya que la mujer no sólo es madre o esposa, matrona o guerrera; su rol abarca también a la amante y a la sacerdotisa, a la heroína y a la artista… todo está dentro de la mujer porque nuestra identidad es múltiple y no tenemos por qué renunciar a nada.

Nuestras encuestadas han sido por unas horas nuestras pequeñas protagonistas-heroínas, que nos han hecho partícipes de sus sueños y preocupaciones, de sus hazañas cotidianas realizadas a veces con un esfuerzo digno de titanes, aunque con el tamaño y la apariencia de humildes mujeres y sin presumir por ello. Y todas han sabido luchar y siguen luchando por sus ideales, que han podido hacer realidad en su medida y a su manera. Ellas han conseguido llevar la heroicidad al día a día de sus vidas, a cada acto por difícil que éste fuera, y se han sabido levantar si una dificultad les ha hecho tropezar en el camino.

Desde aquí les damos las gracias a todas por compartir con nosotras su experiencia y las pequeñas vivencias atesoradas en sus vidas, porque es bien cierto que “sólo las experiencias entendidas y asumidas proporcionan firmeza interior” y ellas nos han abierto su corazón con generosidad y un gran amor.

ESTAS FUERON LAS PREGUNTAS:

1. ¿Cuál es la situación de la mujer en la actualidad?

2. ¿Cómo  ves posible que la mujer compatibilice su trabajo con la familia? ¿Crees que antes era más   sencillo que ahora?

3. ¿Cuál crees que es el papel de la mujer en la sociedad?

4. ¿Cómo ves a la mujer en este siglo XXI?

5. ¿Influye la imagen que hoy hay de la mujer en la manera de vivir? ¿Crees que es natural esta imagen o que se nos exige más que a los hombres?

6. ¿Qué le das tú al mundo como mujer?

7. ¿Te gusta ser mujer y la sociedad en la que vives? ¿Qué cambiarías?

8. ¿Cómo ves el futuro?

9. ¿Crees que si persigues tus sueños, a pesar de las dificultades de la vida, puedes llegar a realizarlos?

LA MUJER TRABAJADORA CON HIJOS

El otro día, cuando volvía del trabajo, me iba cruzando por la calle mujeres apresuradas que venían del colegio con sus hijos, otras que corrían porque perdían el autobús y alguna que comentaba entre jadeos por la falta de aliento: “menos mal, pensaba que lo perdía y hubiera llegado tarde al trabajo, pero es que hoy, encima, he tenido que llevar a mi hijo a inglés…”.

Escuchando y viendo todo este frenesí me pregunté: “yo, que sólo trabajo, no tengo hijos y muchas veces me quejo ¿cómo podrá una mujer trabajadora, con críos pequeños, organizarse y compaginarlo todo sin morir en el intento? ¿Cómo verán estas mujeres su papel en el mundo? ¿Se sentirán muy agobiadas, incomprendidas…?

Con estos y muchos más interrogantes me acordé entonces de la jefa de una amiga mía, que es madre trabajadora, y decidí quedar con ella para hablar de estos temas y así, de paso, aprender yo también de su esfuerzo diario.

Me contó que su trabajo le permitía compatibilizar su vida laboral y familiar, ya que sólo trabajaba por las mañanas, menos mal. Además, tenía la ayuda de una empleada de hogar que le permitía dedicar más tiempo a sus hijos. También me comentó su impresión de que al final es la mujer la que siempre ha sostenido la sociedad,  la que cuida de los pequeños y de los mayores, prevé las necesidades de la familia y además, en cada vez más casos, es productiva saliendo a trabajar si es necesario. Me comentaba que el siglo XXI va a ser el siglo de la mujer, que se llegará a la igualdad y dejará de tener el único papel que se le ha asignado durante tantos siglos por el patriarcado, para tener el que ella libremente desee elegir.

Fue muy sincera al decirme que la imagen que se le impone a la mujer no es natural, no la consideraba justa en absoluto. Se nos exige más que a los hombres, pues además de trabajar como ellos, debemos estar guapas, ser simpáticas y aguantar encima comentarios machistas y actitudes “protectoras” de los compañeros. Se nos pide más y se nos paga menos, esperando de nosotras un grado de perfección difícil de alcanzar, mientras que de ellos sólo se mira que hagan bien su trabajo sin más. Lo demás se les perdona sólo porque son hombres y son ellos los que mandan.

Sobre el futuro, me comentó que lo veía con más igualdad e independencia de la mujer y que si ésta alcanza más cuota de poder, podrá transmitir mejor sus valores a la sociedad frente a los que tradicionalmente ha defendido el hombre.

Me encantó cuando me  dijo: “Si un sueño es posible, hay que luchar por ello porque eso te hará crecer como persona. Hay por ahí un proverbio que dice que la felicidad no es tener lo que se desea sino desear lo que se tiene. Deberíamos saber valorar lo que tenemos y celebrar los logros, pequeños o grandes, que vamos consiguiendo en la vida”.

LA MUJER EN PLENA JUVENTUD

Otra tarde le propuse a una amiga si podía preguntar a su hija sobre el  papel de la mujer en la sociedad, y así conocer qué visión me podía ofrecer una joven más bien inexperta. No sospechaba la madurez que luego demostró. Se puede ser portadora de una visión que a veces no podríamos ni imaginar, pero ya sabemos que cada ser humano es único.

Me sorprendí gratamente, ya que aceptó mi propuesta sin poner ningún reparo. Por ello le agradezco su sinceridad al ofrecerme su punto de vista, pues me contagió su frescura y su espontaneidad. Tenía una dulzura extrañamente unida a un fuerte carácter, un tremendo coraje se expresaba en su deseo de cambiar las cosas. Su mirada de color azul era profunda y dejaba adivinar grandes secretos en sus sueños repletos de ilusión. Una mujer valiente y decidida a combatir por cambiar el mundo y hacerlo nuevo y mejor.

Su nombre es June, tiene 17 años y es una estudiante inquieta con ideas claras de lo que quiere a su alrededor. Las preguntas le resultaron algo difíciles de responder porque hay cosas que todavía no entiende como por ejemplo, algunos hechos que ahora se dan a diario en nuestra sociedad como normales y que no tienen sentido. Aún así, tiene muy claro lo que quiere y lo que no, y responde con la seriedad propia de una madurez que me sorprende. Es sin duda la futura mujer que se va a desarrollar en el siglo XXI.

Ella piensa que la mujer está cambiando, pero no mucho porque, aunque ahora es más independiente, no puede ni debe olvidar que ella sigue siendo el centro de la familia. Es cierto que todos deben colaborar aportando su cuota de trabajo en casa, pero la que debe aunarlos a todos y mantener encendido el fuego del hogar es siempre la cabeza y el corazón de la madre.

Cree también June que ha llegado la hora de que la mujer sea más activa y se preocupe más de la sociedad. Reconoce que es aún una minoría la que se está moviendo, pero ella confía en que si nos unimos lo lograremos. Porque la mujer no es sólo madre de sus hijos, es “madre” de todo el mundo, afirma. No sólo por su instinto maternal, sino porque dentro de ella tiene una fuerza que es capaz de agrupar a todos y mantenerlos unidos y que sin eso el mundo sería caótico. La mujer mantiene el equilibrio como conservadora de los valores, sabe perseverar y es capaz de llevar todo adelante. Por eso le da tanta rabia que la mujer de hoy sea a veces tan estática e incapaz de luchar por ella misma y por el mundo que le rodea. Con esto no quiere decir que el hombre tiene que quedar en un segundo plano, sino que se necesita una complementariedad porque cada uno aporta lo suyo. En su círculo de amistades ve cómo ellos se sienten a menudo heridos por el protagonismo que poco a poco están tomando las chicas y ante cualquier atisbo de superioridad -por pequeñísimo que sea- les duele sabernos mejores en algo. A pesar de ello piensa que hay mucha competencia, que es como una guerra sorda en la que todos quieren ser mejores que todos, pero que tanto el machismo como el feminismo están ya un poco trasnochados.

No cree que a la mujer se le exija más que al hombre, sino que a veces somos nosotras la que nos exigimos más a nosotras mismas intentando demostrar que somos mejores que ellos. Muchas veces el mayor enemigo de las mujeres somos nosotras mismas y tendríamos que valorar más nuestras capacidades. Lo importante sería que nos dijéramos: “yo quiero ser más como mujer”. Cree que todos los sueños son realizables, lo que pasa es que unos son más difíciles que otros y hay que saber elegir para rechazar incluso una cosa buena si con ello podemos ganar otra mucho más buena, pero ese espíritu de sacrificio no lo tienen todos. Lo bueno es que “querer es poder” y si se han logrado tantas cosas por qué no se van a poder realizar muchas más. Es cuestión de que poco a poco nos complementemos, no que nosotras nos amoldemos al hombre ni que el hombre se amolde a nosotras, es la complementariedad y la unión lo que deberíamos ir buscando para empezar a cambiar algo.

La gente es muy cerrada y tiene mucho miedo a lo diferente; y ser mujer es ser “diferente” en la sociedad machista en la que vivimos. Ese miedo se proyecta como violencia de cualquier tipo, incluso de pensamiento. Yo quisiera salir de mi casa tranquila sin miedo a que nadie me señale con el dedo.

Concluyó diciéndome que “va a tomar mucho tiempo, pero que merecería la pena y se alegraría mucho de ver a más mujeres en puestos de gobierno y luchando por mejorar, sin dar lugar a absurdas competencias y poniéndonos todos de acuerdo”.

LA MUJER MÉDICO COMPROMETIDA CON SU PROFESIÓN Y SU FAMILIA

El fin de semana aproveché para ir a mi pueblo y, paseando por sus estrechas calles,  me encontré con la vecina más apreciada por los lugareños: la doctora María, como todos le llaman. Parece que no pasan los años por ella, siempre tiene a flor de piel una sonrisa en sus labios y, hablando con ella, me di cuenta que sería ideal para el trabajo que nos traíamos entre manos. Su vida está llena de experiencias dignas de llenar un cofre de tesoros. Fue una suerte que ese día me pudiera acercar a esta mujer tan curtida por la vida y tan llena de sabiduría. Siempre fue una luchadora, trabajadora de toda la vida, y ha tenido que sacar adelante a sus hijos sin ninguna ayuda, a la vez que trabajaba en su consulta respondiendo a las necesidades de los enfermos y se desvivía por todos en este pequeño pueblo.

A mí siempre me había sorprendido su aspecto discreto y silencioso, quién me iba a decir que algún día iba a descubrir todo lo que escondía su corazón y la sabiduría que había ido aposentándose en su alma a través de los años.

Ante mis intentos de recopilar su experiencia, me di cuenta que cuando yo abordaba el tema de la mujer mi amiga tenía muy claro lo que quería decir  y no dudaba al contestarme. Eso denotaba su larga experiencia de la vida.  En sus palabras dejaba traslucir su visión de que la mujer en la sociedad actual ha avanzado muchísimo respecto a años atrás, pero echaba en falta que haya más igualdad entre hombres y mujeres a la hora de los trabajos, tanto en el hogar como fuera de él. A pesar de esta opinión resaltó en sus palabras que nunca una mujer debe imitar al hombre, pues desarrollando su propia naturaleza puede hacer también cosas muy importantes aprovechando el inmenso potencial propiamente femenino del que disponemos. Es cierto que la mujer actual siempre tiene que demostrar mucho más lo que vale a la hora de ejercer una profesión, ya que al hombre se le da por sentado que posee cualidades para trabajar fuera en cualquier cosa. Aun así, avanzamos a pasos agigantados, según la doctora, pero la mujer tiene mucho que dar a la sociedad todavía y no podemos pararnos.

Aunque su visión de futuro es que todo se comparta entre el hombre y la mujer, al final acabó reconociendo que quien debe llevar la batuta en la educación de los hijos y en la organización de la casa es la mujer. Para ella el papel de madre y de educadora es insustituible y es además su papel más importante, más aún en la sociedad que vivimos, tan necesitada de valores éticos. Por mucho que quiera ser igual al hombre, quien lleva una casa adelante normalmente es la energía femenina y, aunque tenga que salir a trabajar, su gran capacidad y generosidad hace que nunca olvide esta responsabilidad y no se note tanto su esfuerzo ni a veces su enorme cansancio.

La doctora llegó a reconocer que durante una época de su vida, para conseguir llevar todo adelante, se quitaba horas de sueño, llegando a no tener ni un segundo de tiempo para dedicarse a ella misma, pero nadie en el pueblo pudo echar de menos ningún día su amable sonrisa para atenderlos s todos.

También en sus palabras me llamó la atención que las mujeres de su generación siguen manteniendo el respeto que siempre se le ha tenido a los mayores y cuidan con gran amor de sus padres ancianos, con todo lo que eso supone de generosidad y entrega para asumir esa carga. El profundo respeto y gratitud a los que un día la guiaron en la vida, se hace patente en sus palabras.

Al final de la conversación me confirmó también que para ella todo lo que se sueña o se quiere lograr es posible si se pone un gran empeño.

LA MUJER RELIGIOSA COMPROMETIDA CON SU MISIÓN

Hacía un día espléndido, el sol calentaba mi cuerpo y vinieron a mi memoria los recuerdos de mi niñez, mi hogar, mi colegio y la monja Sor Catalina que me cuidó en mi infancia, que tanto quise y tanto afecto me dio. Me pregunté qué habría sido de ella y se me ocurrió pasar por el convento para ver si podía verla. Llamé a la puerta y allí estaba aún, tan sonriente, con esa felicidad que da la entrega y el amor a los demás.

Me invitó a pasar y entablamos una agradable conversación invitándole yo a responder las preguntas de mi encuesta. Comenzó diciéndome que ella ve que hemos conseguido una autonomía económica, lo cual es muy importante, pero que  esta liberación no debe ser un libertinaje porque entonces la mujer no se respeta a sí misma y eso hace que nadie tampoco la respete. La libertad que tenéis las mujeres ahora, me decía, os la hemos ganado las mujeres mayores porque gracias a nuestro esfuerzo hoy podéis disfrutar de todo lo que tenéis.

Sus palabras eran sabias. Me siguió diciendo que a pesar de la integración de la mujer en la vida laboral, el motor dentro de la familia sigue siendo ella, por lo que se nos ha multiplicado el trabajo. Antes, la única misión de la mujer era ser una buena esposa y ama de casa, una buena madre de familia, a poder ser numerosa. Pero la vida va evolucionando, la vida es un teatro y a cada uno nos toca interpretar no uno, sino ochenta papeles y el papel de la mujer es siempre muy importante porque es integradora  y, por lo general, más armoniosa para hacer que todo fluya con naturalidad y sin estridencias.

La mujer del siglo XXI está mucho más preparada, indudablemente,  pero tenemos que estar atentas porque a pesar de la preparación, a las mujeres nos pierde el corazón, y hay muchas que se empeñan en dar una imagen frívola de  mujer-objeto, estando hoy con uno y mañana con otro, como si todo le diera igual. Ese libertinaje no es una buena influencia para la juventud, pues todos tenemos alguien detrás a quien debemos un respeto, una dignidad, como pueden ser nuestros padres o nuestros mayores. Nuestros hijos no se merecen que su madre vaya dando una imagen de mujer frívola, sino la de una mujer culta, trabajadora, sensata, que sabe lo que quiere y se hace respetar.

Me gustó cuando me dijo que la vida de toda persona no debe quedarse para sí misma, sino que es mejor darse a los demás y no hay que hacerlo para que te lo agradezcan, sino porque tú sientes una gran satisfacción humana y espiritual al darte a los demás.

Ella siempre ha defendido que el hombre y la mujer no son iguales, cada uno tiene su función y ambos se complementan. Somos diferentes pero eso no quita que debamos tener los mismos derechos y no es justo que una mujer, por el hecho de que haya elegido quedarse en casa y cuidar a sus hijos, no tenga derecho a una seguridad social y a unas vacaciones pagadas como cualquier otro trabajador.

La vida es muy amplia, me decía para terminar, hay que ponerse grandes metas pero no deprimirnos si no las conseguimos. Cada persona tiene que aceptarse como es y alcanzar esas metas con los medios que Dios le ha dado.

LA MUJER EN PLENA MADUREZ

Aprovechando las vacaciones de Semana Santa, viajé para visitar a mis padres y charlando animadamente en la sobremesa sobre la mujer, mi madre me respondió con toda su experiencia a las dudas que le iba planteando. Sus respuestas las transcribo textualmente:

1. Pues creo que, aunque la sociedad está cambiando, hoy por hoy continúa siendo todavía bastante patriarcal y machista, sobre todo en los ambientes científicos, universitarios y empresariales, a pesar de que el número de mujeres que estudian y tratan de abrirse paso en todos los ámbitos es igual, o incluso mayor, al de los hombres. Ya han demostrado que pueden, pero todavía les cuesta llegar mucho más que a ellos. A nivel político tratan de engañarnos con lo de que hay paridad, pero añadir mujeres a los cargos públicos, pretendiendo convencernos de que en los partidos practican la igualdad de género, no va a solucionar el problema; eso no se lo cree nadie. La paridad incluso, lejos de favorecer a la mujer, la perjudica, pues el hecho de depender de números incluye sibilinamente un ninguneo de sus verdaderos méritos, pero, como dice J.M. de la Prada, “ya se sabe que la misión primordial de la propaganda consiste en amordazar los mecanismos reflexivos de la inteligencia, sustituyéndolos por un conglomerado de emociones automáticas y adhesiones lacayunas”. La cuestión es el gran dilema que se le plantea a la mujer de hoy que, si quiere ejercer una profesión de forma brillante y eficaz,  tiene que trabajar el doble o el triple que el hombre, sin tiempo apenas para descansar, o renunciar a ser madre, ya que nadie la puede sustituir en las labores propias de su rol femenino, por muy bueno que sea el compañero que se busque que, al fin y al cabo siempre será un hombre, cuyo rol no es ni mejor ni peor, sino bastante distinto, eso está muy claro. A ver cómo lo solucionan.

2. Afortunadamente, nunca he tenido que salir a trabajar fuera de casa, y pienso que si hubiera tenido que hacerlo lo hubiera pasado muy mal teniendo que dejar a mis hijos en una guardería o al cuidado de extraños. A mí, la verdad, no me habría compensado en absoluto y doy gracias a Dios de no haber tenido que hacerlo. Lo veo muy complicado para las madres de ahora y encuentro que tienen muchísimo mérito, pues no se han resuelto aún por la sociedad los innumerables problemas que surgen para sacar adelante y con éxito todas las funciones que debe ejercer una mujer trabajadora y madre a la vez. No sé qué van a hacer el día que se acabe esta sufrida “generación” (de “generosidad”) de abuelas…

3. El papel de la mujer es fundamental y lo ha sido siempre en todas las sociedades desde que el mundo es mundo. Ellas dan vida y energía, amor y sabiduría, como todos sabemos, para mantener el equilibrio necesario en la sociedad y en el hogar. Conservan las tradiciones y las costumbres familiares dignas de ser transmitidas, que  no sólo sirven para educar a los hijos en los valores más básicos que deben regir sus vidas, sino para mantener los logros sociales y espirituales alcanzados por la civilización, la cultura y la filosofía, lo cual no es poco.

4. En este siglo XXI la mujer se liberará por fin de tantos siglos de represión, demostrando todo lo que es capaz de desarrollar y aportar a la Humanidad, trabajando codo a codo con el hombre, y no en oposición sino en armonía de contrarios, y colaborando en lo que cada uno puede aportar como propio de sus cualidades innatas de género, que son totalmente diferentes pero complementarias como dos manos que se juntan. También los hombres tendrán que moverse un poquito, que no pasa nada, y en general están muy apoltronados en sus sillones con el mando siempre en la mano.

5. Creo que la imagen que hoy se suele dar de las mujeres en la “guerra de sexos” nos influye de forma  negativa. Las mujeres solemos exigirnos mucho en esta confrontación para demostrar que podemos ser más capaces que los hombres y nos desangramos cayendo a veces en un perfeccionismo que nos perturba por esta autoexigencia que nos hace perder tiempo e incluso distraernos de otras cosas que requerirían  más atención por nuestra parte. Inconscientemente arrastramos un complejo de inferioridad y falta de autoestima, un sentido de culpabilidad, impuesto seguramente por una sociedad judeo-cristiana y machista para impedir nuestra hegemonía a lo largo de los siglos, y superar todo esto nos va a llevar tiempo, aunque también es cierto es que ya muchas lo han logrado.

6. Creo que lo más importante es el ejemplo, mantener firme nuestra idea de lo que debe ser una verdadera mujer (o dama), dando y transmitiendo a los demás lo mejor que hemos recibido, aún en medio del dolor o de la incomprensión de los demás. Esto es lo que trato de dar al mundo que me rodea aunque, evidentemente,  no siempre lo consiga.

7. Me encanta ser mujer. Yo siempre me he sentido muy femenina, tanto para lo bueno como para lo malo, y lo que me gustaría cambiar es tanto la actitud de las feministas fanáticas como la del machismo vejatorio, pues aunque las primeras feministas lucharon con su mejor intención y consiguieron -indudablemente  esto hay que agradecérselo- llamar la atención hacia el problema, a las de hoy día les falta la  formación y la ideología necesarias para llevar a buen puerto los cambios que soñaron sus abuelas, y se están dejando manipular por los revanchismos. En definitiva, creo que lo que hay que cambiar es la educación, dar cultura y recuperar los valores perdidos, insistiendo en desarraigar del mundo la ignorancia que es el peor mal, como decía el Buda. Pero desgraciadamente seguimos construyendo la casa por el tejado, con leyes y más leyes improvisadas y circunstanciales, en vez de echar buenos cimientos básicos para una verdadera libertad, o sea, más cultura, una buena educación y  respeto a la diversidad de ideas de los demás, aunque no estemos de acuerdo, pero sabiendo establecer un diálogo inteligente y amigable con todos.

8. Muy prometedor, pero peligroso si se nos va de las manos. Los amos de la caverna están trabajando muy activamente y la guerra es total. Es una enorme responsabilidad y un trabajo heroico el reto que tenemos entre manos, pero estoy segura que lo conseguiremos. Ya no hay quien nos pare. Lo nuestro es un verdadero milagro.

9. Absolutamente. Mi fe es inamovible y resiste todas las dificultades, y la vida me ha enseñado que si tienes un sueño y te esfuerzas por conseguirlo, al final lo logras. Creo también que los sueños traspasan las encarnaciones y yo espero en la próxima seguir trabajando con los míos de siempre, pero por supuesto con más inteligencia y mayor eficacia, pues algo espero que hayamos adelantado.

CONCLUSIONES

No quisiéramos concluir con algo frío a modo de resumen, pues estas cincos mujeres nos han abierto su corazón y nos han regalado su tiempo, nos han ayudado en nuestro trabajo con tanta alegría y generosidad que, más que palabras, se merecerían un gran aplauso como broche de oro para terminar este trabajo. Sólo hace falta ver más allá de nuestro pequeño mundo cotidiano y saber mirar alrededor para encontrarnos más y más mujeres dispuestas a transmitir lo hermosa que es la vida y lo rica que sería si pudiéramos sacar todo lo bello que cada mujer atesora en su Alma.

¡¡Qué mujeres!! Y no es por hacerles cumplidos, es porque han tenido el coraje de expresarse libremente sin pensar en el qué dirán y proclamar con mucho orgullo su condición femenina en un mundo en el que se nos empuja a imitar modelos establecidos sobre cómo hay que ser, actuar o pensar, y  “ellas” -sin tapujos- han sido coherentes con lo que piensan por sí mismas y no han tenido reparo en decirlo. Y es que, en el fondo de sus corazones, son todas unas idealistas en busca de un sueño ancestral que rozan y no acaban de encontrar. Lo cierto es que, como suele decirse, “la mujer tiene un sexto sentido” y sólo nos falta seguir buscando incasablemente. Su intuición les hará cumplir sus deseos de ser algo más que “mujeres” y encontrar lo duradero del Ser Femenino para ser las auténticas “Damas” del siglo XXI.

 

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