Ciencia — 31 de marzo de 2019 at 22:00

Lo espiritual y la ciencia postmaterialista

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Lo espiritual y la ciencia postmaterialista

El estudio y la entrega rigurosa de científicos y los más diversos especialistas en este campo han arrojado mucha luz a ese jeroglífico que representa la creación y el desarrollo del universo, así como del ser humano. Sin embargo, aún quedan muchas incógnitas, dudas que los parámetros de lo comprobable, en los que se basa la ciencia oficialista, no han podido despejar, y que, sumados a la búsqueda de un entendimiento espiritual sobre estas cuestiones vitales, han fortalecido la creencia de que nuestra existencia tiene un sentido más sustancial que lo que la ciencia, por sí misma, puede desvelar.

La limitación de los cinco sentidos

Las respuestas a todas esas preguntas que la ciencia materialista sigue dejando en blanco han sido los desencadenantes de una búsqueda que en realidad no es reciente. A lo largo de la historia, las convicciones de los místicos de todas las civilizaciones han buscado mostrar la existencia de una realidad que se manifiesta más allá de la materia. Sin embargo, esta certeza de que la realidad que percibimos a través de los cinco sentidos es limitante sigue sin encontrar consenso en el campo científico.

La revelación de la física cuántica a principios del siglo XIX comenzó a vulnerar este hermetismo del materialismo. Si bien los fenómenos descubiertos por esta modalidad científica propiciaron el desconcierto de la ciencia oficialista, también abrieron un canal para alcanzar respuestas que hasta ese momento no abandonaban el calificativo de ser meras suposiciones.

Las creencias orientales, hasta no hace mucho valoradas como simples hipótesis con una absoluta carencia de fundamento, han comenzado a ser vistas con otros ojos por el mundo occidental. Los hallazgos en el campo de la neurociencia avalan la existencia de una dimensión que se manifiesta con independencia del espacio biológico y que, en definitiva, apoyan lo que religiones ancestrales ya habían manifestado. El estricto, inamovible y hermético razonamiento de que la mente no es más que el resultado de impulsos físicos del cerebro y que no tiene ningún efecto sobre nuestro cuerpo y el mundo físico que nos rodea ha comenzado a tener fisuras.

El manifiesto postmaterialista

«El dominio casi absoluto del materialismo en el mundo académico ha restringido seriamente las ciencias y obstaculizado el desarrollo del estudio científico de la mente y la espiritualidad. La fe en esta ideología, como un marco explicativo exclusivo para la realidad, ha obligado a los científicos a descuidar la dimensión subjetiva de la experiencia humana. Esto ha llevado a una comprensión severamente distorsionada y empobrecida de nosotros mismos y de nuestro lugar en la naturaleza» (fragmento del manifiesto).

En febrero de 2014, más de un centenar de científicos, reconocidos a nivel internacional, decidieron respaldar con su firma la existencia de una realidad más allá de la materia. Con el Dr. Gary Swartz, el Dr. Mario Beauregard, ambos de la Universidad de Arizona, y la Dra. Lisa Miller, de la Universidad de Columbia, a la cabeza, se llevó a cabo un encuentro con el fin de reconocer la importancia de ir más allá de la materia para lograr evolucionar como humanidad. Las investigaciones de este sector científico instan a vincular los aportes de la neurociencia con la tradición mística milenaria.

La falta de respuesta ante los fenómenos no físicos ha abierto un diálogo entre este campo de la ciencia y los testimonios místicos. Estos últimos establecen que nuestra realidad se expande más allá del cerebro humano y que solo basta dar un paso hacia la espiritualidad para rebasar los límites físicos condicionados por los cinco sentidos. Es necesario superar estas fronteras para comprender nuestra naturaleza y alcanzar ese estado de realización permanente que no se puede alcanzar a través de comprensiones racionales.

conciencia

La necesidad de profundizar en la consciencia así como en las experiencias espirituales, de dar respuesta a los fenómenos no físicos, ha sido el motor para superar las barreras de la ciencia materialista. Diversos estudios psicológicos y psiconeuroinmunológicos han desafiado la certidumbre de que la mente no es más que el resultado de impulsos eléctricos y de que los pensamientos no tienen ninguna repercusión sobre el cuerpo o el entorno físico. Dichas investigaciones han revelado que los pensamientos y las emociones repercuten en el sistema fisiológico. La mente, aseguran, tiene una profunda interconexión con el mundo físico. Y dada su aparente ilimitación, además de influir en el estado físico, puede intervenir sin regirse por ese valor espacio-tiempo tan relacionado con la materia.

Asimismo, mediante el estudio de la actividad cerebral durante experiencias místicas se demostró que la consciencia y el cerebro son dos cosas distintas. El neurólogo Baeudegard y Vincent Paquette presentaron una evidencia científica que asegura que la consciencia no es creada por el cerebro, experiencia que fue publicada en el libro The Spiritual Brain (El cerebro espiritual) y que desbarató la versión de que estas experiencias eran producidas por un área del cerebro.

El escepticismo de la ciencia oficialista

La premisa de que aquello que no se puede verificar no se puede afirmar es la base de la ciencia tradicional, una idea que respalda el escepticismo de la ciencia oficialista con todo lo relacionado con las experiencias místicas o con toda aquella interpretación que sostenga que la consciencia es independiente del cerebro.

Francis Crick, premio nobel de Fisiología y Medicina en 1962 y uno de los descubridores de la estructura del ADN, fue uno de los primeros en afirmar que el comportamiento de nuestro cerebro podía ser íntegramente explicado por la interacción de las células cerebrales. Las investigaciones del neurocientífico y otros físicos sustentaron la evidencia de que la consciencia nace de reacciones químicas del cerebro.

Para esta vertiente científica, nuestro cerebro tiene la capacidad de producir experiencias espirituales y místicas gracias a una hiperactividad en el sistema límbico, que se encuentra en las profundidades del lóbulo temporal. La espiritualidad –sostiene– es algo inherente al ser humano, condición que justifica esas experiencias, que no son más que producciones de la actividad cerebral.

La bruma de sobrenaturalidad con la que tratan de envolver estos sucesos no se pueden –manifiestan– someter a comprobaciones empíricas, motivo más que suficiente para descartar todas aquellas suposiciones que no se pueden comprobar, verificar y contrastar.

Las fronteras de la comprensión racional

Y sin embargo, más allá del enfrentamiento –si se quiere, ideológico– de estas dos vertientes, una realidad irrefutable es la de que sigue habiendo dudas por despejar. Si bien es cierto que el ser humano tiene una naturaleza espiritual y que la ciencia oficialista ha dado respuesta a muchas incógnitas, también lo es que sería absurdo establecer los límites del conocimiento en el materialismo empírico. Es decir, que permitir que prevalezca como única verdad que el mundo real es tan solo un mundo de percepciones llevaría a truncar ese desafío al sentido común que ha permitido la evolución de la humanidad.

Las revelaciones que han aportado las investigaciones de la ciencia postmaterialista, así como en su momento comenzó a hacerlo la física cuántica, tal vez aún no superen las fronteras de la comprensión racional, pero eso no significa que no sean verdaderas. Solo basta recordar el experimento de la doble rendija que aún hoy sigue asombrando.

La certeza de que la mente influye en el cuerpo ya no es solo una suposición. Una investigación profunda llevada a cabo durante años por parte del campo neurocientífico mostró (ya había sido demostrado por místicos ancestrales) el poder de la meditación para transformar la arquitectura del cerebro. Pero además de los efectos de la atención plena en el bienestar general, en la salud y en el rendimiento mental, estos resultados arrojan la certeza de que hay algo más allá de la materia.

El modelo postmaterialista ha abierto la posibilidad de llegar al conocimiento por otra vía. La reflexión de Niels Bohr, uno de los padres de la física cuántica, de que no somos meros observadores de lo que medimos sino también actores, cobra fuerza con las revelaciones de esta vertiente científica. Las experiencias en los diferentes estados de la consciencia, de que esta trasciende los límites materiales y que aporta asimismo experiencias espirituales, comienzan a ser demostrables.

Solo hay que aventurarse a cruzar determinados umbrales, a superar los paradigmas racionalistas y seguir investigando la espiritualidad, que es, como sostienen los científicos postmaterialistas, un aspecto central de la existencia humana. Y tener presente, por más que el miedo disfrace esa búsqueda del entendimiento espiritual de falsas creencias o dogmas, supersticiones e incluso reacciones químicas del cerebro, aquella frase del físico Nikola Tesla que decía que el día que la ciencia empiece a estudiar los fenómenos no físicos, hará más progresos en una década que en todos los siglos anteriores de su existencia.

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