Arte — 1 de junio de 2025 at 00:00

Escultura en la Grecia arcaica

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Escultura en la Grecia arcaica

Ciertos organismos marinos extraen el carbonato de calcio del agua de mar, con el que forman sus esqueletos y conchas. Cuando mueren, sus restos se van acumulando y formando sedimentos, que con el tiempo, miles y millones de años, se compactan convirtiéndose en roca caliza. Ciertos procesos geológicos como el plegamiento de la corteza terrestre y la intrusión de magma, producen grandes temperaturas y presiones, cuando actúan sobre la roca caliza, la hacen más densa y cristalina y se transforma en mármol.
La roca caliza y el mármol son rocas sedimentarias, cuyo componente principal es el carbonato de calcio, pero sus características los hacen muy diferentes. El mármol surge de la roca caliza pero es más cristalino, más denso y más duro. ¿Cuál es su diferencia? El mármol tiene más orden, lo que le da las características que le diferencian de la roca caliza. El mármol tiene la belleza de una roca bien formada, es un bello trozo de roca, es la labor de los elementales de la naturaleza que lo han construido. El escultor utiliza el mármol como materia prima; lo que era un trozo de mármol se va a transformar en una escultura que ya no solo nos muestra sus características físicas, sino su belleza, proporcionalidad y armonía.
Es importante el material, pero también, y en mayor medida, lo es el escultor. ¿Cuál es su visión de la vida, del ser humano? ¿Cómo es la sociedad en que vive y se realizó la obra? Usualmente, se habla de la evolución de las esculturas, pero las esculturas no nacen solas, son los artistas los que las producen, son ellos los que, frente a un trozo de mármol, imaginan una forma y luego la plasman en la piedra.

¿Cuáles son las características de la Grecia arcaica?

Hay tres aspectos fundamentales que definen a la Grecia arcaica: surgen las polis, la lengua griega clásica y la gran colonización. Sin entrar en mayores detalles, la polis, la ciudad-Estado, era para los griegos un aspecto distintivo, una comunidad de hombres libres que se rigen por una legislación y no por los caprichos de un gobernante. Unos siglos atrás, por el 1200 y el 1100, se había perdido el llamado Lineal B, que era el idioma de la sociedad micénica, y con ello, comenzó la llamada época oscura. En el siglo VIII a. C. aparece el alfabeto griego, una adaptación del alfabeto fenicio, y se escriben obras en griego. Las más conocidas son las de Homero y Hesíodo.
En el mismo siglo, comienza la gran colonización, aunque ya existían colonias griegas anteriores, en el siglo VIII, cuando comienza una verdadera explosión de colonias que van desde el mar Negro hasta España y la costa norte de África. Estos tres aspectos nos dan una pauta de la visión de aquella época. La polis y la gran colonización son producto del esfuerzo y la inteligencia humanos, que ponen en juego sus virtudes, como lo narran los poetas en sus obras.
Entre los ideales que se destacan en la Grecia arcaica está la areté, que es la excelencia o virtud. Las virtudes son intrínsecas al ser humano, pero permanecen ocultas o en potencia. Areté es desarrollar todo el potencial humano, entre otras cosas y de mucha relevancia, las virtudes morales como la valentía, la justicia, la moderación. Areté tiene la misma raíz que aristos. Aristos se refiere a la persona o cosa que posee la cualidad de la excelencia en grado sumo. Areté es la cualidad de esa excelencia que posee el aristos. Otro ideal es kalogathia. Esta palabra combina la belleza exterior, kalós, que significa ‘bello’, ‘hermoso’, ‘noble’) con la bondad interior (agathós, que significa ‘bueno’, ‘virtuoso’, ‘útil’). La kalogathia se refiere a la armonía entre la belleza física y la bondad moral. Representa la perfección integral de una persona, tanto en su apariencia externa como en su carácter interno.
La educación buscaba formar kalogathos. Un individuo kalokagathós era aquel que poseía un cuerpo bello, fuerte y saludable, acompañado de una mente noble, sabia y virtuosa Se valora la sophrosyne, la moderación, la templanza, un control básico de la propia personalidad para no caer en excesos; es el esfuerzo en la guerra interior. En la Ilíada, es Néstor el mejor ejemplo de sophrosyne, el más anciano de los líderes aqueos. La edad le brinda una gran experiencia y sabiduría que le permiten dar consejos prudentes a los otros líderes y recuperar la sensatez en los momentos álgidos.
Todo trabajo de mejoramiento externo e interno lleva a enfrentar dificultades y obstáculos, ante los cuales es necesario andreia, el valor, la fortaleza que permite enfrentarlas con entereza. En la Ilíada vemos a Aquiles que hace gala de andreia, también a Diómedes, cuya valentía le lleva a enfrentar incluso a dioses.
Estas virtudes no se pueden enseñar con explicaciones o conceptos, es necesario verlas y participar de ellas. Se enseñan a través del ejemplo, el ejemplo de las acciones humanas, como lo muestran las epopeyas homéricas, que han servido durante siglos para la educación de hombres de bien. Las virtudes las encontramos también en la vida de la polis y, como siempre están presentes, las expresan los artistas, los poetas y los escultores en sus obras.

¿Qué es la escultura?

A través de sus herramientas, el escultor va a introducir una idea en la materia. Para Miguel Ángel Buonarotti, la forma ya estaba en el mármol, lo que él hacía era liberarla y hacerla salir. Una frase atribuida al artista es: «Vi al ángel en el mármol y tallé hasta ponerlo en libertad». Esta imagen es similar a la noción de educación como educir, hacer salir al ser humano completo, transformar sus potencias en actos. No es darle forma al material, sino hacer surgir la obra desde su interior. En su Testamento a los jóvenes creadores, Auguste Rodin escribe: «Toda vida surge de un centro, luego germina y se expande de adentro hacia afuera. De la misma manera, en la escultura bella se adivina siempre un poderoso impulso interior. Ese es el secreto del arte antiguo».
¿Qué es lo que los escultores de la Grecia arcaica hacían surgir de los trozos de mármol? En algunos casos, representan a personas específicas, pero en otros son anónimos; sin embargo, todo son expresiones de esos ideales propios de la Grecia arcaica. En esta artículo nos vamos a referir a una de las formas de la escultura arcaica, los Kuroi.

Cleobis y Bitón

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En sus Historias, cuenta Heródoto: «A dos argivos, llamados Cleobis y Biton. Ambos gozaban en su patria una decente medianía, y eran además hombres robustos y valientes, que habían obtenido coronas en los juegos y fiestas públicas de los atletas. También se refiere de ellos que, como en una fiesta que los argivos hacían a Juno fuese ceremonia legítima el que su madre hubiese de ser llevada al templo en un carro tirado de bueyes, y estos no hubiesen llegado del campo a la hora precisa, los dos mancebos, no pudiendo esperar más, pusieron bajo del yugo sus mismos cuellos, y arrastraron el carro en que su madre venía sentada, por el espacio de cuarenta y cinco estadios, hasta que llegaron al templo con ella. Habiendo dado al pueblo que a la fiesta concurría este tierno espectáculo, les sobrevino el término de su carrera del modo más apetecible y más digno de envidia; queriendo mostrar en ellos el cielo que a los hombres a veces les conviene más morir que vivir. Porque como los ciudadanos de Argos, rodeando a los dos jóvenes, celebrasen encarecidamente su resolución, y las ciudadanas llamasen dichosa la madre que les había dado el ser, ella, muy complacida por aquel ejemplo de piedad filial y muy ufana con los aplausos, pidió a la diosa Juno delante de su estatua que se dignase conceder a sus hijos Cleobis y Bitón, en premio de haberla honrado tanto, la mayor gracia que ningún mortal hubiese jamás recibido. Hecha esta súplica, asistieron los dos al sacrificio y al espléndido banquete, y después se fueron a dormir en el mismo lugar sagrado, donde les cogió un sueño tan profundo que nunca más despertaron de él. Los argivos honraron su memoria y dedicaron sus retratos en Delfos considerándolos como a unos varones esclarecidos».
Para honrar sus virtudes, como dice el relato, levantaron dos esculturas en Delfos, que hoy están en el Museo de Delfos.

Kuros de Anavysos

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Los Kuros son esculturas de hombres atléticos y desnudos de pie y con el pie izquierdo ligeramente adelantado, como comenzando un paso. El Kuros de Anavysos recibe su nombre por la localidad donde se encontró esta escultura. En la actualidad, se encuentra en el Museo Nacional Arqueológico de Atenas. En la base tiene una inscripción que dice: «Detente y compadécete de Kroisos, muerto, a quien una vez el furioso Ares destruyó luchando en las primeras filas». Es una escultura conmemorativa del valor de un joven que murió en combate. Recibe también el nombre de Kuros de Creso.

Kuros de Thera

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Escultura hecha en mármol de Naxos, se encontró en la isla de Thera (Santorini) en 1836. Actualmente se encuentra en el Museo Nacional Arqueológico de Atenas. Es un joven atlético en las posiciones típicas de los kuroi. En su rostro vemos la típica sonrisa arcaica. Es una sonrisa leve, no representa una emoción; como todas ellas, pasajera. Es más bien serenidad, una calma emocional y mental, es un logro arribar a ese estado.

Escultura en la Grecia arcaica
La sonrisa trasciende la emoción y se eleva sobre ella, es más bien un sentimiento, el logro de un carácter formado. Más adelante, sobre todo en la época helenística, varios filósofos van a tratar de la ataraxia, la imperturbabilidad ante el medio. Es decir, el estado de serenidad es el producto de la propia vida interior y no de un impulso externo.

Ethos y pathos en la escultura

Escultura en la Grecia arcaica
El ethos es un concepto griego que se refiere fundamentalmente al carácter, a las cualidades internas.
En el Testamento a los jóvenes creadores, Rodin escribió: «EI artista que se contenta con la apariencia y quien reproduce servilmente los detalles sin valor no será jamás un maestro. Si han visitado algún camposanto de Italia, sin duda habrán notado con qué puerilidad los artistas encargados de decorar las tumbas se dan a la tarea de copiar en sus estatuas adornos, dinteles, trenzas de caballo. Son quizá exactas. Pero no son verdaderas, porque no se dirigen al alma». Son las esculturas que muestran la apariencia, lo evidente, pero —como dice Rodin— no se dirigen al alma. El ethos se dirige al alma, es la representación del mundo interior que se dirige al mundo interior de quien la contempla.
En la República, Platón advierte que los diferentes tipos de arte contribuyen a la formación o deformación del carácter. El concepto de pathos es más emocional, muestra de manera evidente las emociones. Las esculturas arcaicas tienen más ethos y un pathos menor o casi nulo, como se ve en la Kore de Frasiclea, que se encuentra en el Museo Nacional Arqueológico de Atenas. A los pies, tiene una inscripción que dice: «Tumba de Frasiclea. Siempre seré llamada doncella, ya que este nombre me fue dado por los dioses en lugar del matrimonio». Denota una gran tranquilidad, no se ve la muerte como algo doloroso, sino como un tránsito sereno. En cambio, en la escultura helenística, el Laocoonte y sus hijos hace gala de un pathos intenso, que muestra varias emociones de forma evidente en la misma escultura. Esta escultura se encuentra en los Museos Vaticanos.
En el libro II de la Eneida se narra a tragedia de Laocoonte: «Laocoonte, designado por la suerte como sacerdote de Neptuno, estaba inmolando en aquel solemne día un corpulento toro en los altares, cuando he aquí que, desde la isla de Ténedos, se precipitan en el mar dos serpientes (¡de recordarlo me horrorizo!), y extendiendo por las serenas aguas sus inmensas roscas, se dirigen juntas a la playa; sus erguidos pechos y sangrientas crestas sobresalen por encima de las ondas; el resto de su cuerpo se arrastra por el piélago, encrespando sus inmensos lomos; hácese en el espumoso mar un grande estruendo; ya eran llegadas a tierra; inyectados de sangre y fuego los encendidos ojos, esgrimían en las silbadoras fauces las vibrantes lenguas. Consternados con aquel espectáculo, echamos a huir; ellas, sin titubear, se lanzan juntas hacia Laocoonte; primero se rodean a los cuerpos de sus dos hijos mancebos y atarazan a dentelladas sus miserables miembros; luego, arrebatan al padre, que, armado de un dardo, acudía en su auxilio, y le amarran con grandes ligaduras, y aunque ceñidas ya con dos vueltas sus escamosas espaldas a la mitad de su cuerpo, y con otras dos a su cuello, todavía sobresalen por encima sus cabezas y sus erguidas cervices».
El pathos es la emoción que nos saca de nuestro estado normal, es un movimiento que se hace evidente en las expresiones. En contraste, el ethos también implica un movimiento, pero de naturaleza interna, un movimiento del corazón y la mente que define el carácter. La escultura arcaica se distingue por su ethos de serenidad e inmutabilidad; en lugar de mostrar emociones pasajeras o eventos específicos, idealiza la condición humana, presentando un modelo de cómo debería ser el ser humano.
El ethos es también un movimiento, pero es un movimiento interior, movimiento del corazón y de la mente.
La escultura arcaica se destaca por su ethos de serenidad y quietud, no muestra las emociones y lo que le sucede a las personas, sino cómo un ser humano debería ser. El pathos se manifiesta como una emoción que nos perturba, extrayéndonos de nuestro estado habitual y haciéndose evidente en las expresiones externas.
Nota: todas las fotos son del autor del artículo.

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