Filosofía — 1 de marzo de 2025 at 00:00

La naturaleza del alma en la teosofía

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naturaleza del alma

En este artículo exploraremos uno de los temas más relevantes de la doctrina teosófica, el concepto de la reencarnación. La reencarnación no es solo un concepto abstracto en la teosofía, sino un principio fundamental que explica el progreso del alma a través de múltiples vidas en su camino hacia la perfección espiritual. El objetivo principal es indagar en las profundas implicaciones que puede llegar a tener este concepto en la psique humana, es decir, en la forma en cómo el ser humano enfrenta los retos de la vida.

¿La vida es una y la muerte es el final de todo? ¿Qué sentido tiene una vida buena, una vida virtuosa si no hay nada más? ¿Si he vivido otras vidas, por qué no las recuerdo? ¿Qué es la reminiscencia, una fantasía del cerebro? ¿Hay un cielo o un infierno eternos tras la muerte? Estas y otras muchas preguntas rondan la mente de cualquier persona que se acerque a este tema; por eso nos zambulliremos en el misterio para ir al encuentro de estas y otras cuestiones, para desvelar o desenmarañar el acertijo que envuelve la trasmigración del alma; y lo haremos de la mano de Helena Petrovna Blavatsky en su obra La clave de la teosofía.

Se abordará la teoría de la reencarnación desde un punto de vista estrictamente filosófico, con preguntas enfocadas a la reflexión, buscando un punto de vista elevado y claro, y se hará referencia a este concepto desde las distintas culturas antiguas de Oriente y Occidente.

Quedará en manos del lector recoger de este texto aquellas ideas que le permitan reflexionar, ampliar horizontes mentales y continuar indagando en este vasto océano del misterio del alma, de la vida y de la muerte. Quizás sea una de las últimas preguntas que nos haremos antes de dejar este mundo. La naturaleza del alma es un acertijo, ¿vas a correr el riesgo de no resolverlo?

La teosofía

La teosofía como movimiento filosófico y espiritual tiene como objetivo unir las distintas verdades de las religiones y las tradiciones de todos los tiempos para llegar al verdadero conocimiento puro del ser humano y el cosmos. Una de las máximas de Helena Petrovna Blavatsky (HPB), que resalta esta labor de la teosofía, es la siguiente: «No hay nada superior a la verdad».

Helena Petrovna Blavatsky

La clave de la teosofía es una obra esencial para aquel buscador de la verdad que quiera comprender de forma clara y profunda los principios fundamentales de la teosofía y conocer mejor la Sociedad Teosófica y su misión en el mundo. HPB hace alarde de su extremada precisión a la hora de definir conceptos esotéricos complejos y enlazarlos con la filosofía y la ciencia. En el siguiente extracto, HPB explica lo que es la teosofía y la sociedad Teosófica.

«La teosofía, en su sentido abstracto, representa la Sabiduría Divina o el conocimiento y la sabiduría subyacentes en el universo, la esencia misma del bien eterno. En su sentido concreto, es la suma total de ese conocimiento tal como se ha transmitido a la humanidad en esta tierra, y nada más. […] La teosofía es el vasto océano sin límites de la verdad, el amor y la sabiduría universales, que refleja su esplendor en la tierra. En cambio, la Sociedad Teosófica es solo una burbuja visible en ese reflejo. La teosofía representa la naturaleza divina, visible e invisible, mientras la Sociedad es la naturaleza humana que aspira a elevarse hacia su origen divino. La teosofía es el sol eterno e inmutable, y su Sociedad es el cometa fugaz que intenta establecerse en su órbita y convertirse en un planeta, siempre bajo la influencia de la atracción del sol de la verdad. La Sociedad Teosófica se formó con el propósito de mostrar a los seres humanos la existencia de la teosofía y ayudarles a ascender a hacia ella, mediante el estudio y la asimilación de sus eternas verdades».

Para HPB la existencia humana va mucho más allá de un cuerpo físico con su mente y emociones. Son muchas las tradiciones, especialmente en Oriente, que dan una visión más amplia, haciendo referencia a que todo ser humano tiene un alma inmortal. Encontramos rastros de esta enseñanza también en pitagóricos, neoplatónicos, gnósticos, etc. Un claro exponente es Platón, en cuyos diálogos, como el Fedón, argumenta de forma amplia el concepto de la inmortalidad del alma. Incluso en los inicios de la religión cristiana estaba presente el concepto de reencarnación, pero este fue abolido en el concilio de Nicea en el año 325: donde decía reencarnación se reemplazó por resurrección.

HPB argumenta en su obra que la reencarnación es un proceso natural y lógico, basado en la ley universal de causa y efecto, también conocida en la filosofía de Oriente como Karma y Dharma. Toda acción genera consecuencias que deben ser equilibradas, y llegar al completo desarrollo del alma en una sola vida no es posible. La naturaleza dispone del mecanismo «transmigración del alma» para que en sucesivos ciclos de muerte y renacimiento el alma pueda ir evolucionando hacia la perfección.

Definición y fundamentos

Para la teosofía, la idea de que el ser humano posee un alma inmortal es una verdad esencial en su enseñanza. De hecho, la reencarnación es el proceso mediante el cual el alma, o Ego superior, regresa a la vida para continuar con su aprendizaje evolutivo. Esta idea contrasta rotundamente con el pensamiento materialista y cientificista del momento actual. Hoy en día se concibe al ser humano como un ente que piensa, siente y padece gracias a las capacidades del cerebro, y una vez que este órgano perece, toda conciencia desaparece con él; después de la muerte no hay nada que se pueda medir y comprobar empíricamente, solo teorías y especulaciones.

Llegados a este punto, la ciencia, con toda su capacidad de penetración en la materia, no es capaz de responder a las preguntas esenciales de la filosofía, como la existencia de Dios, lo que hay después de la muerte y si poseemos un alma inmortal. Ante estas preguntas no hay pruebas empíricas para afirmar o negar estas cuestiones, no es posible demostrarlo, es decir, si afirmas que después de la muerte no hay nada: ¡demuéstramelo!; si afirmas que después de la muerte hay algo más: ¡demuéstramelo! Nos encontramos en un callejón sin salida. Para posicionarse de un lado o del otro se requiere algo más que pruebas materiales, hay que recurrir a los rangos más elevados del pensamiento humano, y es aquí donde la filosofía puede aportar grandes ideas.

HPB detalla en su obra cómo la constitución del ser humano se concebía desde la Antigüedad con mayor profundidad. La tradición de Oriente nos habla de una constitución en función de siete cuerpos que conforman el ser humano. En Occidente, con una clara equivalencia, Platón expone que el ser humano tiene tres partes fundamentales: Nous-Psique-Soma. En el siguiente esquema se puede apreciar esta concordancia.

La visión a la que hace referencia la teosofía da una dimensión más amplia y profunda de lo que significa la experiencia humana. En esta visión, el alma es el vehículo del espíritu inmortal, que persiste a través de las vidas. Este proceso que describe Blavatsky es como si de una gran escuela cósmica se tratara, donde cada encarnación es una lección; cada experiencia, un paso hacia la perfección.

Este no es un proceso eterno, puesto que el propósito último de la reencarnación es liberar al espíritu del ciclo de muerte y renacimiento. Este ciclo es conocido como samsara en la tradición hindú. El proceso de liberación depende de las acciones éticas y espirituales de cada individuo a lo largo del ciclo de reencarnaciones, es decir, este no es un proceso de liberación automático ni garantizado.

Si nos vamos al antiguo Egipto, este concepto está claramente reflejado en la estela del Juicio de Osiris, también llamada Peso del Corazón, donde se observa que el alma puede romper la rueda de reencarnaciones cuando el peso del corazón, que representa todas las acciones de su vida, están armonizadas, equilibradas con la pluma de Maat, que representaba la justicia en Egipto. Si se producía este tan ansiado equilibrio, esa alma ya no tenía que volver a encarnar y podía pasar al Amenti, concluyendo la rueda de reencarnaciones. Sin embargo, si el corazón no estaba equilibrado, era devorado por la bestia llamada Ammyt, que le devolvía al mundo terrenal.

Interludios entre vidas

En la sabiduría de Oriente, Blavatsky encontró un conocimiento detallado del proceso completo y los pasos que afronta el alma después de la muerte. Esta sabiduría señala que el período entre una vida y otra está marcado por un estado de descanso espiritual en el Devachán, un plano de existencia donde el alma asimila las lecciones de la vida anterior y se prepara para la siguiente. Este estado depende de cada alma, sus vivencias, su desarrollo espiritual y sus aspiraciones más elevadas.

Platón, en su obra la República, ahonda en este misterio de lo que ocurre después de la muerte, y como es costumbre, utiliza la herramienta del mito para explicar algo que va más allá de la lógica. El recurso del mito le permite a Platón llevar al lector hacia el otro lado del misterio para que pueda contemplar la verdad. Al final de la República, Platón coloca el mito de Er, el soldado de Panfilia, hijo de Armenio, que, muerto en la guerra, resucita al cabo de doce días para explicar el destino de las almas después de la muerte. En su relato, las almas llegan a un lugar donde eligen su próxima vida, según sus méritos y aprendizajes pasados. Esta elección es guiada por el moira (destino) y refleja la responsabilidad de cada alma en su destino futuro.

Luego, las almas beben de las aguas del río Leteo (el olvido) antes de reencarnar, olvidando sus vidas previas. Este mito ilustra el proceso de reencarnación como un ciclo de aprendizaje y justicia cósmica, donde el libre albedrío y el karma determinan el progreso espiritual del alma. Platón recoge en este mito claves de la tradición órfica y pitagórica, demostrando que el conocimiento sobre la reencarnación está profundamente arraigado desde los inicios del pensamiento.

La próxima vida

A diferencia del mito de Er, Blavatsky explica que el alma no «elige» su nueva encarnación de manera consciente, sino que es atraída naturalmente hacia las circunstancias que mejor faciliten su progreso espiritual. Es decir, que la nueva encarnación depende del karma acumulado, las acciones realizadas y lo que aún le queda pendiente por desarrollar. Esto refuerza el principio de equilibrio universal, las dos fuerzas de la naturaleza que continuamente buscan la armonía, el Karma (acción y reacción) y el Dharma (la justicia, la ley universal). No hay injusticia en el universo; todo lo que experimentamos es el resultado de nuestras propias acciones, ya sea en esta vida o en una anterior.

«¿Ha de considerarse que ha sido tratado con justicia un abrigo que fuese hecho jirones, al ser arrancado de las espaldas de un hombre que lo robara por aquel a quien le hubiese sido robado y que reconociese su propiedad? La nueva “personalidad” es como un traje nuevo, con su forma, color y cualidades especiales que lo caracterizan; pero el hombre verdadero que lo lleva es el mismo pecador de antes. La individualidad es la que sufre por medio de su “personalidad”. Solo esto y nada más que esto puede darnos razón de la terrible aunque aparente injusticia en la distribución de los lotes que en la vida tocan al hombre. Cuando acierten vuestros filósofos modernos a darnos una buena razón de por qué tantos hombres inocentes y buenos en apariencia nacen únicamente para sufrir durante toda su vida, por qué tantos nacen pobres hasta el punto de morirse de hambre en las calles de las grandes poblaciones, abandonados por la suerte y por los hombres; por qué nacen unos en el arroyo, mientras otros ven la luz en los palacios; por qué suelen, tan frecuentemente, la nobleza y la fortuna estar en manos de los hombres peores, y raras veces de los buenos; por qué existen mendigos cuyo ser interno es igual al de los hombres superiores y nobles; cuando todo esto y mucho más quede satisfactoriamente explicado, bien por vuestros filósofos o por vuestros teólogos, solo en tal caso pero no hasta entonces, tendréis el derecho de rechazar la teoría de la reencarnación. Los más grandes poetas han entrevisto esa verdad de las verdades. Shelley creyó en ella, y debió de pensar en ella Shakespeare cuando escribía sobre la insignificancia del nacimiento».

Implicaciones éticas y espirituales

La creencia de la reencarnación tiene profundas implicaciones en la forma en que el ser humano se plantea la vida. La reencarnación promueve valores éticos de gran importancia para la humanidad. Aquí algunos de ellos:

  1. Responsabilidad: si cada acción tiene consecuencias que pueden ir más allá de la vida actual, ¿no seríamos más responsables de nuestros actos? La responsabilidad nos llevaría a fomentar una vida ética, basada en el autodominio, la empatía y el desarrollo de la vida interior.
  2. Solidaridad: en este viaje que es la vida no vamos solos, también implica que todos los seremos humanos están evolucionando, la humanidad en su conjunto. Esto despierta en cada uno un compromiso por el bien común, vamos juntos.
  3. Aceptación: como explica el Buda en su primera noble verdad, el dolor existe. En lugar de ver el sufrimiento como algo negativo y arbitrario, la reencarnación nos da una visión diferente, el dolor es una oportunidad para el aprendizaje y el crecimiento.

Críticas

La teoría de la reencarnación no es la respuesta definitiva. De hecho, no es una respuesta empírica que pueda ser probada científicamente, siendo esta una de las principales críticas que se esgrimen. La respuesta es sencilla, de una asombrosa sencillez: la reencarnación no es una enseñanza para el intelecto. ¿Acaso se puede pesar el amor? ¿Se puede medir lo bello? ¿Se puede cuantificar a Dios? ¿Se pueden explicar empíricamente los grandes arquetipos o ideales de la humanidad? No, claro que no. Blavatsky explica que la reencarnación es una verdad espiritual accesible solo a través de la intuición y la vivencia interna. El verdadero propósito que encierra esta ancestral enseñanza, y que la vuelve crucial, es motivar al ser humano a esforzarse para ser mejor, cada día un poco más que el anterior. Invita a coger las riendas de la propia vida, anima a ser el constructor del propio destino en lugar de sentarnos a esperar y aceptar pasivamente lo que la vida nos dé.

¿Por qué no recordamos las vidas pasadas? Blavatsky explica que es un mecanismo natural de nuestra alma para proteger la psique. Cuando el cuerpo expira, lo hace el cerebro, y toda la memoria desaparece con él, excepto las semillas de experiencia, llamadas Skandhas, que permanecen atesoradas en el alma. En el nuevo cuerpo, el alma no libera los recuerdos de las vidas pasadas, porque si lo hiciese la psique se quebraría. No podría soportar en el presente los traumas y fuertes experiencias vividas en otras vidas; difícilmente esa alma podría tener una vía de desarrollo natural en esas condiciones, aunque el alma, a su debido tiempo y dependiendo del trabajo interior, va liberando la memoria que atesora en un formato muy especial que Platón denominó reminiscencia, que es cuando el alma recuerda. Hay diferentes casos documentados de personas que hablan en sueños en idiomas que no conocían, algunos en lenguas muertas, otros que de repente dominan técnicas extremadamente complejas que nunca habían practicado y casos similares en los que de forma inexplicable un conocimiento, una habilidad fue desbloqueada de repente. Pero la reminiscencia más importante es aquella que hace referencia al reconocimiento de los arquetipos plasmados en la materia. Es decir, podemos apreciar, percibir lo bello, lo justo, lo bueno y lo verdadero porque el alma recuerda, porque el alma los ha percibido en el mundo de los arquetipos antes de encarnar, y los recuerda.

Conclusión

La reencarnación, como la presenta Blavatsky en La clave de la teosofía, es una teoría filosófica rica y profunda de significado que da respuestas a las grandes preguntas de la existencia humana. Nos da alas, nos eleva y da sentido a la vida, nos devuelve la responsabilidad de lo que nos sucede en la vida y fortalece la capacidad que tiene el ser humano de poder construir su propio destino. No se trata de un simple ciclo de vida y renacimiento. Es el camino de la evolución espiritual, esencial para vivir con un propósito, responsabilidad y entusiasmo.

El mundo actual, cada vez más interconectado, donde lo importante es lo que se posee en lugar de lo que cada uno es, donde el poder, el dinero y la corrupción parece que se han entronizado en el podio de los valores de la humanidad, donde el materialismo arraigado definitivamente en la médula espinal de la humanidad se ha convertido en una suerte de gafas que tiñen toda visión, en estos momentos en los que la propia ciencia se empieza a topar de bruces con el misterio y como un niño empieza a hacer aquellas preguntas que antaño las más antiguas tradiciones ya desvelaron, justamente en estos momentos de crisis de identidad, de valores, de principios y finalidades, en medio de este caos, esta enseñanza milenaria cobra una gran relevancia. Su potencial luminoso es extraordinario. Muchas guerras dejarían de tener sentido, la discriminación e incluso el abuso de poder sería un muy mal negocio: ¿y si te toca nacer del lado de los que ahora son oprimidos?

Es una enseñanza que nos hace conscientes de que las acciones trascienden la vida, de que vale muchísimo más dar y hacer lo mejor que su contrario. Una enseñanza que nos impulsa a construir un futuro mejor, no solo para nosotros, sino para toda la humanidad. La enseñanza de la reencarnación se posiciona por sí sola como la mejor opción ante la pregunta sobre lo que hay tras la muerte. Este es el misterio que todo ser humano tendrá que atravesar, tarde o temprano. No se trata de una creencia, es una actitud, es una gran verdad en forma de acertijo que transforma la vida de aquel que se atreve a desvelarlo.

Bibliografía

Blavatsky, H. P. (1889). La clave de la teosofía.

Platón. La República.

Anónimo. Bhagavad Gita.

Livraga, Jorge Ángel. Introducción a la sabiduría de Oriente.

Livraga, Jorge Ángel. Tebas.

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