Filosofía — 31 de enero de 2021 at 23:00

Nicolás Maquiavelo: la política como ciencia

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Nicolás Maquiavelo: la política como ciencia

Nicolás Maquiavelo es el filosofó más tergiversado de la historia del pensamiento político moderno. La posteridad ha creado a un personaje ajeno al histórico y a su investigación filosófica sobre la política.

El filósofo basa su idea política en un pragmatismo y en las circunstancias históricas del momento, y sus escritos parten de una postura humanista como base, y aristocrática en el sentido de búsqueda de la excelencia. La política es, para este autor, ciencia al servicio del bien social y común, realizada por personas capacitadas y nobles y así lo argumenta en El príncipe, obra dedicada al nieto de Lorenzo de Médicis-por la que será más conocido, aunque no sea considerado su mejor estudio político.

Maquiavelo será el último representante importante de la academia de Florencia y primer filósofo que puso de relieve que la política es una ciencia (no en el sentido estricto actual del término) y la han de realizar personas preparadas, éticas y con sentido de la justicia. Toda su obra señala estos tres aspectos. Tal vez el «pecado» que se le pueda atribuir es que carecía de ingenuidad en los asuntos sociales.

En nuestra tradición histórica aparecen dos Maquiavelos, el filósofo y el inventado, llamado Maquiavélico; hoy se desconoce al filósofo.

a) Maquiavélico; creado por los grupos religiosos y políticos a lo largo de la historia, estigmatizándolo y atribuyéndole escritos y dichos que jamás escribió ni pronunció, sacando de contexto frases o palabras, creando con ello un estilo de hacer política llamado maquiavélico, justificando con ello la barbarie realizada a lo largo de los siglos. Este personaje creado es el prototipo de Trasímaco, que señala Platón en su diálogo la República, como persona poderosa pero injusta ( res publica, de la cosa pública, capítulo 1-II) y que Sócrates combate y deja en evidencia. Es la antítesis de un político y define al político sin escrúpulos y carente de justicia.

b) Filósofo; el hombre de Estado del principado de Florencia, dedicado a la política y que, además de ello, escribió tratados políticos y obras de literatura en general como ensayos políticos, como El príncipe, traductor de las Décadas de Tito Livio, historia de Florencia, teatro, como La mandrágora y poesía.

Su vida política

Sus grandes conocimientos humanistas (los políticos debían tener grandes conocimientos sobre la naturaleza humana) lo elevaron al cargo de secretario de la segunda cancillería de Florencia con tan solo veintinueve años.

Entre 1498 y 1512 tomará parte activa en la política al ser destituido Savonarola.

Durante este periodo ocupará el cargo de secretario de la segunda cancillería encargada de los Asuntos Exteriores y de la Guerra de la ciudad,lo que le llevó a realizar importantes misiones diplomáticas ante el rey de Francia, el emperador Maximiliano I de Habsburgo y César Borgia, entre otros.

Su objetivo político fue preservar la soberanía de Florencia, amenazada por las grandes potencias europeas —a las que los humanistas veían como potencias de bárbaros—, y para conseguirlo, participó activamente en la llamada milicia nacional en 1505 (consejo de los 10 de la guerra, y responsables de los asuntos diplomáticos). Dedicó parte de su carrera política a los asuntos diplomáticos, viajando por toda Europa.

La primera misión en 1500 fue para que Luis XII, rey de Francia, apoyase a Florencia en su lucha contra la ciudad de Pisa, pero fracasó por las dilaciones del Gobierno de la cancillería.

Aquí aprendió que en política no se puede actuar con la incertidumbre ni dilatar los problemas reales y esperar que el tiempo resuelva nada, además de observar que el poder lo tienen siempre quienes están bien constituidos y protegidos para mantener ese estado de cosas.

Una segunda misión la tuvo en la corte de César Borgia. Maquiavelo consideró a este príncipe un hijo de la fortuna, viendo en su modo de hacer política una gran imprudencia, al dejarse guiar por esta diosa; por ello, en sus escritos y en su vida, siempre la combatió. Este príncipe apoyó a Julio II al papado, pero a este obispo lo ofendió su padre, y Julio II acabó con César Borgia.

Dos lecciones importantes recibió Maquiavelo, en este caso; la primera fue que los asuntos comunes y de Estado no pueden estar en manos de la fortuna ni de los hombres de fortuna; la segunda fue que los hombres de genio no olvidan las ofensas recibidas.

En 1507 ejerce una nueva misión diplomática que le lleva a la corte de Maximiliano de Habsburgo. Este emperador era muy crédulo y negligente y cambiaba de opinión constantemente, siempre seguía al último que le decía algo. «Solo Dios sabe cómo acabará… Todo el mundo se mantiene en una constante confusión y nadie sabe qué es lo que realmente hará». Esta experiencia le hará comprender la necesidad que tienen los príncipes de rodearse de buenos consejeros y profesionales preparados.

Realizó numerosos servicios más a su república y contribuyó a la modernización de la política, intentando sacarla de los grupos de poder de la época. Posiblemente sea la causa por la que escribió en numerosos tratados ideas filosóficas sobre la política en su aspecto más noble y unificador.

Su vida

Su vida estuvo consagrada a su vocación política, siendo muy consciente de lo que es la política, y que esta no ha de caer en manos inexpertas ni de tiranos, sino de príncipes nobles. Al final de su vida, cuando las potencias extranjeras ocuparon Florencia —políticamente— y él tuvo que resignarse a llevar una vida particular, escribía:

«Cuando llega la noche, regreso a casa y entro en mi escritorio, y en el umbral me quito la ropa cotidiana, llena de fango y de mugre, y me visto paños reales y curiales, y apropiadamente revestido, entro en las antiguas cortes de los antiguos hombres, donde, recibido por ellos amorosamente, me nutro de ese alimento que solo es el mío, y que yo nací para él: donde no me avergüenzo de hablar con ellos y preguntarles por la razón de sus acciones, y ellos, por su humanidad, me responden; y no siento durante cuatro horas de tiempo molestia alguna, olvido todo afán, no temo la pobreza, no me asusta la muerte: todo me transfiero a ellos…» (carta al embajador Florentino Francisco Vettori, 1513).

Ideas filosóficas sobre la política y su legado

Su legado humanista y su estudio sobre la naturaleza humana siguen siendo vigentes. Su propuesta es que la política no la han de realizar personas inexpertas ni vulgares, sino un príncipe o una persona noble y preparada para ello, junto a sabios consejeros. La política ha de contemplar siempre al conjunto de los ciudadanos, guiados hacia un bien común todos ellos. La política es ajena a los grupos de poder y estos no han de controlar al conjunto de la ciudadanía, pues solo velan por sus propios intereses, sean estos religiosos o económicos. La política nos incumbe a todos como seres sociales, pero no todos asumimos papeles de responsabilidad, sino solo los que están capacitados para ello.

1) Es deber y obligación de todo hombre, cada vez que pretendiere una razón, pedirla por las vías ordinarias y nunca usar la fuerza.

2) Han de emplearse todos los medios al alcance para reprimir la violencia y la fuerza; quien pretenda obtener razón debe escoger las vías ordinarias; no quiera, pues, soportar que nadie se haga valer con la fuerza y la violencia.

3) En las condenas ha de usarse humanidad, discreción y misericordia.

4) Aquel que juzga debe escuchar pacientemente a las partes y dar razón y justicia con imparcialidad a quien la tuviere.

5) De los excesivos gastos resultan recargos, y de los recargos, querellas.

6) Con modos honestos y ordenados redúzcanse los impuestos a lo justo y razonable.

7) Cosa conveniente será mostrar piedad hacia pobres y miserables; por lo tanto, al percibir los impuestos, debe tenerse compasión de ellos, porque muy duro es sacar allí donde no se pudiere.

8) En los gobiernos corrompidos, los jóvenes son ociosos, los viejos lascivos y cada sexo y cada edad están llenos de malos hábitos; a lo cual las buenas leyes, por estar ellas mismas minadas con las malas costumbres, no ponen remedio.

9) De tal nace que las disposiciones y las leyes, no para la pública, sino para la propia utilidad se dicten.

10) De tal corrupción nace que las guerras, las paces, las amistades, no para la gloria común, más sí para satisfacción de unos pocos se deliberan.

11) En una ciudad mancillada con tales desórdenes, las leyes, los estatutos, los mandatos civiles, siempre fueron y serán ordenados, no ya según el bien público, sino de acuerdo a la ambición de aquel partido que haya permanecido superior a los demás.

12) Nada hay que se estime más a un príncipe como las grandes empresas y el dar de sí elevados ejemplos.

13) Y, sobre todo, deberá un príncipe ingeniarse para que cada acción suya contribuya a darle fama de hombre excelso y de ingenio excelente.

14) No hay cosa alguna más vana y más inconstante que la multitud.

15) Un pueblo es más prudente, más estable y tiene mejor juicio que un príncipe. Y no sin razón la voz del pueblo se asemeja a la voz de Dios; porque puede verse a una opinión universal surtir efectos maravillosos con sus pronósticos; de tal manera que parecía que por virtud oculta prevea el pueblo su bien y su mal.

16) El buen príncipe, con su ejemplo excepcional y virtuoso, produce en el gobierno casi los mismos efectos que las leyes y las ordenanzas, porque las verdaderas virtudes de un príncipe alcanzan tal reputación que los hombres buenos desean imitarlas y los malvados se avergüenzan de llevar vida contraria a ellas.

17) Los príncipes han de huir como de la peste a los aduladores; y para defenderse de estos, han de elegir a hombres sabios, concediendo solo a ellos el libre arbitrio de decirles toda la verdad.

18) La finalidad de un príncipe ha de ser la de mantener la ciudad en la abundancia, unido el pueblo y honrada la nobleza.

Bibliografía consultada

Gherardo Marone. La mente del hombre de Estado. Editorial Renacimiento. 2016, Sevilla.

Nicolás Maquiavelo. Epistolario 1512-1527. Fondo de Cultura Económica. 2013, México.

Nicolás Maquiavelo. El príncipe. Editorial Tikal. Madrid.

Eusebi Colomer. Movimientos de renovación. Editorial Akal. 1997,Madrid.

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