Filosofía — 31 de enero de 2020 at 23:00

Pastillas para no soñar, de Joaquín Sabina

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Nos encontramos, posiblemente, con el Sabina más «gamberro». Era el año 1992 y salía a la luz su octavo álbum de estudio, posiblemente uno de los mejores de su carrera. España respiraba libertad y eso es precisamente lo que refleja la letra.

Con un sarcasmo no disimulado, se mofa de los que no quieren enamorarse por miedo al desengaño, de los que nunca se salen de la ley, de los que están pendientes de su colesterol…

«y si en tus noches falta sal,

para eso está el televisor».

Hay momentos que son realmente excelsos:

«Y si protesta el corazón,

en la farmacia puedes preguntar:

¿tiene pastillas para no soñar?».

Han pasado casi treinta años y podemos observar que los seres humanos no hemos cambiado demasiado. Si pudiéramos hacer una encuesta (ahora que están tan de moda) acerca de lo que entendemos por libertad, es posible que muchos respondieran que libertad es «hacer lo que quiero, lo que me da la gana, sin que nadie me diga nada».

Pero ¿estamos seguros de que hacer lo nos da la gana es siempre lo mejor para nosotros? Casi siempre el mundo de los deseos va asociado a esa tan ansiada libertad; estoicos como Marco Aurelio expresaban en sus obras que nuestros deseos suelen ser bastante inestables; de ahí que esa asociación, esa libertad, en ocasiones puede conducirnos a una libertad peligrosa, incluso a una forma de esclavitud.

Podemos llegar a ser esclavos de nuestra salud, de la tecnología (¿podríamos vivir sin nuestro Smartphone?), podemos ser esclavos de la búsqueda excesiva del confort, de creer dogmáticamente en el dios Internet. Cuando yo era más joven que ahora, recuerdo a mis padres que, para reafirmar sus ideas, muchas veces diferentes a las mías, solían decir: «lo ha dicho la tele». Y con eso acababa la discusión.

Está claro que debemos cuidarnos, pero también es bueno correr un riesgo de vez en cuando. Sería interesante recuperar ese concepto de los antiguos filósofos griegos en el que nos explicaban que la filosofía no tiene ningún valor si solo se limita a lo teórico. La filosofía del riesgo pone en valor el protagonismo individual y colectivo, el esfuerzo, el valor, la perseverancia, la generosidad, la búsqueda del perfeccionamiento para mejor servir a la comunidad y no pensar tanto en uno mismo.

¡Cuidado, querido lector! No escuches a aquellos que te dicen:

«No sueñes, porque si sueñas vas a tener que perseguir tus sueños y tendrás que dejar tu zona de confort».

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