Sociedad — 31 de diciembre de 2017 at 23:00

Emociones que curan y emociones que matan

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Todas las emociones negativas tienen un aspecto positivo; las hacemos negativas cuando las reprimimos. Aceptar esas emociones que consideramos negativas como parte de nosotros mismos nos permite observarlas y, lo que es más importante, transformarlas.

Antes de abordar el tema de las emociones, quisiera aclarar algo: en la vida, en los seres vivos y, por tanto, en el ser humano, no hay absolutos. No me voy a referir a los arquetipos de Justicia, Belleza o Verdad, pues en el mundo de las ideas existen como absolutos, pero en el mundo de la manifestación, las cosas se relativizan al ponerse en contacto unas con otras. De esta manera, lo que es bueno para una persona puede no serlo para otra.

Esto me recuerda a un paciente que vino a mi consulta por una fuerte depresión; decía que él necesitaba sentirse así para poder componer, que si se encontraba mejor, más equilibrado, el caudal de su inspiración se cortaba.

Todas las emociones negativas tienen su propio aspecto positivo; las hacemos negativas cuando las reprimimos. Hay que aceptar esas emociones que consideramos negativas como parte de uno mismo para observarlas y transformarlas. El hecho de tomar conciencia del dominio de los sentimientos puede tener un efecto similar al que provoca un observador en el mundo de la física cuántica, es decir, transformar el objeto de la observación.

Dicho esto, ¿hay emociones perjudiciales para la salud? ¿Cuáles son las que más nos perjudican?

Emociones que matan

Según el Dr. Edward Bach, a quien admiro profundamente, fundamentalmente hay dos posibles grandes errores: uno es la resistencia del cuerpo emocional y mental al alma. Cuando nuestra personalidad se resiste al designio del alma, es cuando enfermamos. Y otro, la crueldad o el mal hacia los demás, porque son pecados contra la Unidad. Cualquiera de ellos provoca el conflicto, el cual conduce a la enfermedad.

El odio es lo opuesto al amor, el reverso de la ley de la creación. Es contrario a todo el esquema divino; tan solo conduce a acciones y pensamientos que son adversos a la Unidad y opuestos a los que serían dictados por el amor.

El egoísmo es también una negación de la Unidad, cuando anteponemos nuestros propios intereses al bien de la humanidad y al cuidado y protección de aquellos que nos son más cercanos.

La ignorancia es un fracaso en aprender, rehusar ver la verdad cuando se nos ofrece la oportunidad, y conduce a muchos actos erróneos como los que solo pueden existir en la oscuridad y que no son posibles cuando nos rodea la luz de la verdad y del conocimiento. Qué cómoda es la inconsciencia, ¿verdad? Ahora hago las cosas mal, porque si enfermo eso será mañana…

La inestabilidad, la indecisión y la debilidad en nuestros propósitos aparecen cuando la personalidad rechaza ser gobernada por el yo superior, y nos conducen a traicionar a los demás a causa de nuestra debilidad.

La codicia conduce al deseo del poder sobre los demás. Es una negación de la libertad y la individualidad de cada alma. En lugar de reconocer que cada uno de nosotros está aquí para desarrollar libremente sus propios caminos solamente de acuerdo con los dictados del alma, incrementar su individualidad, y trabajar libremente y sin obstáculos, la personalidad codiciosa desea dictar, moldear y mandar.

El temor es la ausencia de amor, porque el amor es confianza, y si no hay confianza, hay miedo. Es la gran enfermedad, el común denominador de buena parte de las enfermedades que hoy tenemos.

Debo confiar en la vida y, sobre todo, desarrollar la confianza en mi capacidad de expresarme y asumirme.

La ira se vuelve irritabilidad, agresividad, resentimiento, odio, se vuelve contra ti, y afecta al hígado, la digestión y el sistema inmunológico.

La tristeza es un sentimiento que puede llevarte a la depresión cuando te envuelves en ella y no la expresas.

Cada vez más personas sufren ansiedad. La ansiedad es un sentimiento de vacío, que a veces se vuelve un hueco en el estómago, una sensación de falta de aire. Es un vacío existencial que surge cuando buscamos fuera en lugar de buscar dentro. Surge cuando buscamos en los acontecimientos externos, cuando buscamos muletas, apoyos externos, cuando no tenemos la solidez de la búsqueda interior. Si no aceptamos la soledad y no nos convertimos en nuestra propia compañía, vamos a experimentar ese vacío y vamos a intentar llenarlo con cosas y posesiones.

Pero como no se puede llenar con cosas, cada vez el vacío aumenta. La angustia no se puede superar comiendo chocolate, o con más calorías, o buscando un príncipe azul afuera. La angustia se pasa cuando entras en tu interior, te aceptas como eres y te reconcilias contigo mismo. La angustia viene de que no somos lo que queremos ser, de que no hacemos lo que debemos hacer.

El estrés es otro de los males de nuestra época. El estrés viene de la competitividad, de que quiero ser perfecto, de que quiero ser mejor, de que quiero dar una nota que no es la mía, de que quiero imitar. Y, realmente, solo se puede competir cuando decides ser tu propia competencia. El estrés destructivo perjudica el sistema inmunológico. Pero un buen estrés es una maravilla, porque te permite estar alerta y despierto en las crisis, y poder aprovecharlas como una oportunidad para emerger a un nuevo nivel de conciencia.

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Las emociones negativas como los miedos, rencores, envidias, odios, ira o desánimo bajan nuestra inmunidad, nuestras defensas frente a agentes dañinos externos. Si no las transformamos, se convierten en larvas-parásitos psíquicos y mentales. Rompen nuestra empatía y destruyen nuestras relaciones con el mundo, nuestras relaciones sociales. Anulan la vida interior. Aplastan la alegría, el buen humor y el buen amor, que es nuestra mejor arma contra cualquier enfermedad.

Hasta ahora, ¿qué podemos decir acerca de cómo podemos controlar las emociones?

En la mayoría de nosotros hay uno o más defectos adversos que dificultan nuestro avance particular, y es ese defecto  el que especialmente debemos buscar en nosotros mismos. Mientras nos esforzamos en desarrollar y ampliar en nuestra naturaleza el lado amoroso hacia el mundo, al mismo tiempo debemos esforzarnos para borrar ese defecto en particular, inundando nuestra naturaleza con la virtud opuesta. Las cosas no se olvidan, se integran y se transforman. Transmutar el egoísmo en generosidad, la separatividad en unidad.

Emociones que curan

Hay algunas maravillosas herramientas sanadoras, hay emociones que curan.

El remedio más importante es el amor, es la fuerza de la unión. Es la obediencia a la ley universal. Sin embargo, siempre necesitará de una fuerte y sana voluntad de ser mejor, para ser más útil. Y de inteligencia o sabiduría para dar forma a nuestras metas. Tratar de ser cada día menos ignorantes sin duda nos haría más felices y sanos. Ya decía el Buda que la causa del dolor es la ignorancia.

Otra emoción positiva es la confianza en nosotros mismos y en la vida, en la que nada ocurre por casualidad, sino para hacernos comprenderla cada día mejor si estamos atentos a sus mensajes.

Es importante el perdón, las experiencias de unificación y re-armonización, primero en la psique extendiéndose después al cuerpo. «El que perdona, se cura», cura las heridas que guardamos en el corazón. No perdonar o perdonarnos genera destrucción o autodestrucción, causa de las enfermedades autoinmunes.

Y podemos mencionar todos los sentimientos elevados, como el valor, que barre nuestros miedos, o la humildad, que nos pone al servicio de la vida. Somos seres humanos, y por lo tanto, tenemos emociones; es absurdo pretender negarlas, enterrarlas. Comprensión, aceptación, sinceridad para mirarnos adentro son ingredientes necesarios en nuestra lucha para serenar las emociones y conquistar el equilibrio como armonía vertical (hacia nuestro cielo y nuestra tierra) y horizontal (hacia lo que nos rodea).

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Para lograr esta «armonía» o este intento constante de armonización, es necesario que la acción se controle por los sentimientos, y estos por la razón, pero que no sea solo la razón la que impone sus criterios. De ser así, incurriríamos en desequilibrios.

Para ello son necesarios una mente clara, un corazón henchido de esperanzas y sueños y unas manos listas para realizar un trabajo eficaz. Ahí encontramos la integridad: saber pensar, saber sentir y saber actuar. O lo que es lo mismo: discernimiento, carácter y trabajo con energía.

Tenemos muchas herramientas que vienen en nuestro auxilio para elevar las emociones (y sentimientos), para pacificarlas:
– higiene física
– descanso suficiente
– ejercicio físico
– respiración abdominal
– buena música: musicoterapia
– buenas lecturas, menos televisión
– buenas compañías
– soledad para meditar
– renovación cotidiana como renacimiento interior o resurrección, «volver a vivir desde más arriba», dejando atrás cargas perjudiciales como las emociones negativas para poder pensar y sentir elementos bellos, justos, buenos y verdaderos.

A esto nos ayuda la filosofía, a pensar y sentir bien, a dejarnos enseñar por tantos maestros como ha habido en la historia. Nos ofrece un eje de estabilidad donde apoyarnos para mantenernos firmes ante los problemas de la vida.

Cuando empecemos a hablar en ese lenguaje de síntesis, que es el de la integridad, ya no vamos a pensar como psicólogos o como neurólogos ni como inmunólogos, sino que vamos a tratarnos como seres humanos totales que se dirigen a seres humanos totales, que no son simplemente un conjunto de órganos que enferma, sino que también sienten, piensan, sueñan, tienen esperanzas, y a través de esos sentimientos están modelando la escultura de su cuerpo, la escultura de su vida.

La medicina global llega a una conclusión trascendente, la de que nuestra psique (sentimientos y pensamientos) incide clara y contundentemente sobre nuestro riesgo de enfermar o de sanarnos. Por tanto, debemos poner toda nuestra atención en modular las emociones, en ayudar a otros a superarlas, en canalizarlas hacia lo Bello, Verdadero, Justo y Bueno. De esa manera el mundo dejará de sufrir. Mientras… tendremos una de las metas más hermosas que puede haber.

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