Editorial — 30 de septiembre de 2017 at 22:00

Época de cambios

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Tal manera de calificar al tiempo en que vivimos no tiene nada de original, pues en realidad estamos sometidos al cambio continuo, tal como nos avisaron los sabios chinos en Oriente y Heráclito en Occidente. La realidad está sujeta al movimiento y al cambio y los seres humanos con ella. Sin embargo, también los grandes maestros nos recomendaron, de mil maneras diferentes, buscar lo que simplemente es, fue y será, para lo cual necesitaremos preparar nuestro espíritu y nuestra inteligencia para que puedan detectar el misterio de lo que permanece siendo lo mismo y su reflejo en las continuas alteraciones, que tanto nos disturban. Intuir que, más allá de lo que cambia, algo permanece, hace bien al alma y la serena ante el estrés de la incesante incertidumbre, la persistente adaptación para sobrevivir. Quizá el poder de enfrentarse a los cambios surja de lo profundo de nosotros mismos.

Sin embargo, algo está sucediendo ahora en nuestras sociedades que alarma a muchos pensadores, pues lo que permanece parece haberse esfumado de las conciencias. Zygmunt Bauman (premio Príncipe de Asturias 2010, recientemente fallecido) acuñó el término de «sociedad líquida» para definir esa obsesión por lo nuevo, basada más en el consumo que en el trabajo, donde reina la banalidad superficial, y decretaba «el fin de la era del compromiso mutuo». Esta liquidez ha diluido la búsqueda de lo verdadero en un mundo de apariencias fluctuantes, cambiantes, sin sentido, fragmentada.

Pensamos que recurrir a los valores atemporales y practicar la búsqueda esperanzada del conocimiento nos puede salvar de la tendencia disolvente de lo líquido. Con ese fin orientamos nuestra tarea en esta humilde revista.

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