Culturas — 31 de marzo de 2015 at 22:00

El puchero roto

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Vivía en cierto lugar un brahmán cuyo nombre era Savarakipana, que significa «nacido para ser pobre». Aquel día recibió una gran cantidad de arroz y, cuando hubo terminado de cenar, aún le quedó para el día siguiente. Para que no se estropease, lo guardó en un puchero que colgó de un clavo en la pared, encima de su cama.

Al acostarse, el brahmán no podía apartar el pensamiento del puchero de arroz.

–Si ahora reinase el hambre en el país –se dijo–, de ese puchero de arroz sacaría por lo menos cien rupias, con las cuales podría comprar una pareja de cabras, macho y hembra. Cada seis meses tendría cabritillas y, en unos años, tendría un gran rebaño. Vendiendo las cabritillas, sacaría bastante dinero para comprar un buey y una vaca. Con el importe de los ternerillos que tuviesen, me compraría unos cebús. Con las crías de los cebús compraría una pareja de caballos, y con lo que me diesen por los potros sería pronto rico. En cuanto fuese rico, me compraría una casa bien grande a la que iría el gobernador de visita, quien, encantado de lo hermosa que sería, me concedería la mano de su hija, dotándola regiamente.

Al poco tiempo de casados tendríamos un hijo que se llamaría Somasarman. Cuando fuese lo bastante grande para poderle columpiar sobre mis rodillas lo tomaría…

En aquel momento, el brahmán levantó una pierna y tiró el puchero, cuyo contenido cayó sobre él, quedando cubierto de arroz de pies a cabeza.

Así, a orillas del sagrado Ganges, los sacerdotes dicen a sus fieles oyentes:
–Quien hace locos planes para el futuro, quedará cubierto de arroz como Savarakipana.

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