Ciencia — 1 de abril de 2013 at 00:00

La nueva biología planteada por Bruce H. Lipton

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Hay libros que son una bocanada de aire fresco que nos renueva y revitaliza. Así definiría los escritos de Bruce H. Lipton; les recomiendo en especial La biología de la creencia y La biología de la transformación.
De forma cercana y amena y al mismo tiempo documentada y completa, el doctor Lipton demuestra que cuatro de los grandes paradigmas de la ciencia actual, que él llama las cuatro percepciones míticas del Apocalipsis, no son ciertas:

  1. Solo importa la materia.
  2. La supervivencia de los más fuertes.
  3. Todo está en tus genes.
  4. La evolución es aleatoria.

En el momento de su formulación fueron principios que parecieron lógicos, pues había algunos ensayos que los sostenían, pero el tiempo pasa, y con él, la ciencia honrada establece nuevos experimentos para corroborar las teorías y hoy en día hay muchas realidades que los niegan. Cito a modo de ejemplo algunos de los argumentos que utiliza, con el fin de interesar al lector y provocar la lectura completa de estos libros que seguro le enriquecerán.
El experimento de las bacterias de Cairns deshace el paradigma del azar, pues experimentan mutaciones que la comunidad científica ha llamado primero mutaciones dirigidas, aunque, como no sabían por quién, se cambió el nombre por mutaciones adaptativas o beneficiosas.
Respecto a que todo lo que nos sucede está en nuestros genes, el proyecto genoma ha sido un gran paso adelante, aunque solo haya descubierto que un porcentaje pequeño de las enfermedades que podemos sufrir son anomalías genéticas. Dicho proyecto partía de la base de que debía de haber unos ciento veinte mil genes localizados en cada uno de los veintitrés pares de cromosomas humanos, que serían los moldes de los más de cien mil tipos de proteínas diferentes que componen nuestro organismo. Pero el resultado fue que solo se encontraron unos veinticinco mil genes.
Lipton los compara con los veinticuatro mil genes del primitivo gusano Caenorhabditis, cuyo cuerpo está compuesto por 969 células y un cerebro formado por unas 302 neuronas. Esto es lo que llevó a decir a David Baltimore, ganador de un Premio Nobel: «A menos que el genoma humano contenga un montón de genes que resultan invisibles para nuestros ordenadores, es evidente que nuestra incuestionable complejidad no se basa en que tengamos más genes que los gusanos o las plantas. Comprender cuál es el origen de nuestra complejidad (de nuestro descomunal repertorio de comportamientos, de la capacidad para llevar a cabo acciones conscientes, de nuestra extraordinaria coordinación física, de la habilidad para realizar cambios precisos en respuesta a las variaciones del entorno, del aprendizaje, de la memoria –¿es necesario que continúe?– seguirá siendo un enigma por descubrir en el futuro».
Para completar y ampliar ese conocimiento de la realidad, la epigenética está desentrañando los misterios de cómo el entorno influye en las células sin alterar los genes.
Las pruebas epigenéticas se han vuelto tan convincentes que algunos científicos audaces han llegado incluso a romper una lanza en favor de Jean Baptiste de Lamarck, el despreciado evolucionista que creía que los rasgos adquiridos a resultas de la influencia ambiental podían transmitirse a la descendencia.
En 1995, la filósofa Eva Jablonka y la bióloga Marion Lamb escribieron en su libro Epigenetic Inheritance and Evolution: The Lamarckian Dimension: «En los últimos años, la biología molecular ha demostrado que el genoma es mucho más sensible y reactivo al entorno de lo que se suponía. También ha demostrado que, además de mediante la secuencia de bases del ADN, la información puede transmitirse a la descendencia de otras formas».
Tampoco se sostiene que sobreviven los más fuertes o los más aptos. La idea victoriana de que cada uno se apañe para su supervivencia ya empieza a venirse abajo incluso en algunas películas de éxito como «Los juegos del hambre». Sobreviven los que logran una mayor armonía con su entorno, con el planeta: esa es la adaptación más exitosa de la vida.
En cuanto a que solo importa la materia, es la misma ciencia la que ha refutado el dogma. Hoy importa el campo: el campo eléctrico, el campo magnético, el campo cuántico. La física cuántica tiene abrumadores descubrimientos acerca de la irrealidad de la materia, y sobre todo, acerca de la influencia de la mente sobre la materia. Por ejemplo, cuando la armonía del cuerpo se viene abajo, experimentamos la enfermedad, y hay tres situaciones que destruyen esa armonía:

  1.  Traumatismos: por accidentes, golpes…
  2. Toxicidad: alimentos u otros contaminantes que tienen componentes dañinos para nuestras células o que distorsionan las señales que se transmiten por nuestro cuerpo del cerebro a los órganos, a las células.
  3.  Y, sobre todo, la acción de la mente sobre el cuerpo; el doctor Lipton analiza desde la anorexia al efecto placebo.

Finalmente, os dejo con uno de los párrafos maravillosos del libro:
En este libro trazaré la proverbial línea en la arena. A un lado de la línea está un mundo definido por el neodarwinismo, que considera la vida como una guerra interminable entre robots bioquímicos de batalla. Al otro lado de la línea se encuentra la «nueva biología», que propone la vida como un viaje de cooperación entre individuos poderosos que pueden reprogramarse a sí mismos para experimentar una vida llena de alegría. Si atravesamos esa línea y llegamos a entender de verdad la nueva biología, ya no será necesario discutir sobre el papel del medio y de la herencia por separado, porque nos daremos cuenta de que la mente consciente domina ambas cosas. Y creo que, cuando cruce esa línea, la humanidad experimentará un cambio tan profundo y paradigmático como cuando la realidad de que la Tierra era redonda irrumpió en una civilización plana.

http://www.rtve.es/alacarta/videos/para-todos-la-2/para-todos-2-bruce-lipton/1130112/

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