Arte — 31 de octubre de 2016 at 23:00

El hombre de la Mancha: Cervantes y el cine filosófico

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2016 es el año en el que se conmemora el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, el escritor que regaló al mundo una obra inmortal, creador de un personaje, Don Quijote. Don quijote, que personifica las más nobles aspiraciones del espíritu humano. Su influencia en las manifestaciones artísticas posteriores ha sido importantísima, reflejándose en la literatura, la música y el cine.

El hombre de la Mancha es una película de 1972, dirigida por Arthur Hiller, que recoge el espíritu quijotesco y lo plasma en una cinta inolvidable que incluye números musicales recordados por todos, como Un sueño imposibl , gracias al buen hacer del músico Mitch Leigh y el guion de Dale Wasseman. La interpretación de Peter O’Toole y Sophia Loren permite que la historia llegue con toda su fuerza al espectador.

Cervantes aparece como protagonista, y en él reconocemos algunos datos biográficos, como el haber estado preso durante mucho tiempo y el padecer una situación económica precaria. En el filme, Cervantes es un escritor cuya posesión más valiosa es un manuscrito en el que ha vertido los frutos de sus constantes preguntas acerca del sentido de la vida y de cómo deberíamos vivirla: « He estado muchas veces en la cárcel, y a menudo he pensado que el mundo también es una cárcel », oímos decir al Cervantes cinematográfico, entroncando así esta reflexión con la concepción filosófica del alma prisionera, que necesita avanzar en el conocimiento para liberarse de sus barrotes y descubrir su verdadera naturaleza.

Su presencia en una cárcel poblada por truhanes y rufianes, a la que ha sido arrojado por el brazo secular, hace destacar su condición de caballero, con un código de honor que intenta mantener en un juicio sumario al que es sometido por la bárbara concurrencia como único medio para defender su tesoro más valioso: un manuscrito que intenta proteger a toda costa. Cuando uno de los presos le confía que vive de la traición y que le gusta su oficio, Cervantes le increpa: «¿Y os gustáis vos mismo?».

El hombre de la Mancha 1

 

A partir de aquí todo el guion está salpicado de reflexiones de este tipo, preguntas acerca de lo que es verdaderamente importante en la vida.

La acusación contra Miguel de Cervantes es contundente: le acusan de ser un idealista, un poeta y un hombre honrado. Los poetas, según estos villanos, hacen mal, pues ocultan al ser humano la visión de la realidad cuando recitan sus necias historias.

Apasionadamente, Cervantes ratifica el lugar preferente que la literatura da a la imaginación, que es la única herramienta que permite al hombre dar vida a un sueño, en contraposición a lo que ellos llaman «realidad», calificada por el escritor como una cárcel de piedra que aplasta el espíritu humano.

Como artimaña para salvar su preciado legajo, propone escenificar lo que en él está escrito, implicando a todos los presos para que participen en su representación, interviniendo cada uno con el personaje más acorde con su condición, ante el argumento de que eso les ayudará a pasar el tiempo entretenidos mientras cumplen su penoso encierro. Es entonces cuando les inicia en la historia de un hidalgo rural entrado en años que se plantea el problema de cómo mejorar un mundo en el que las prácticas egoístas reportan beneficios y la virtud no obtiene ninguno. El fraude, el engaño y la maldad se mezclan y confunden con la verdad y la sinceridad.

Nace el caballero andante

A partir de ahora empezamos a conocer a Don Quijote, que abandona la melancólica carga de la cordura y concibe el estrafalario proyecto de convertirse en caballero andante  para enderezar entuertos y proteger al débil y al desvalido. El esforzado caballero Don Quijote de la Mancha ha dejado de ser el cuerdo Alonso Quijano.

El idealismo en estado puro, que no ve obstáculos más allá de su deber y su voluntad, es defendido sin decaer a través de los personajes de Cervantes y Don Quijote en toda la trama. El espectador se emociona con sus lances, y aunque se producen situaciones ridículas que a veces provoca el aguerrido héroe, hay algo que nos solidariza con su admirable misión, a pesar de que la película nos arranca una sonrisa de vez en cuando porque, sin perder la dignidad de los sucesos, se producen situaciones cómicas frecuentemente.

Así, ante el desafío que Don Quijote lanza al mundo, van cabalgando caballero y escudero buscando –y en no pocas ocasiones provocando– aventuras llenas de honor: « Escúchame, inhóspito e insoportable mundo, eres infame y libertino, pero un caballero que enarbola valerosamente su bandera, arroja su guante ante ti. Yo soy el señor de La Mancha, mi destino me llama y yo acudo. Sean cuales sean los vientos de la fortuna, yo camino hacia la gloria ».

Sancho es el compañero que le abruma con sus proverbios, de los que parece tener llena la panza, según le recrimina, y representa el más conmovedor ejemplo de fidelidad y espíritu de servicio. Él no alcanza a ver la grandeza de las hazañas que su señor intenta compartir, aunque le gustaría; es más, su voz sincera declara humildemente con frecuencia lo que sus ojos ven, aunque admira lo que solo su amo es capaz de vislumbrar: « Me gusta la aventura, pero resulta curioso que este camino que conduce a la gloria se parece mucho al que lleva a El Toboso, donde se compran gallinas muy baratas ». Sin embargo, jamás le abandona, ni siquiera con su pensamiento.

El Gran Encantador encarna al mayor de sus enemigos: sus pensamientos son fríos; su alma, negra y retorcida; sus ojos son puñales acerados y donde pone su planta no crece la hierba. Él es el que roba el honor de la victoria a Don Quijote transformando al peligroso gigante en un molino de viento; al menos, así lo ve el Caballero de la Triste Figura.

El Cervantes prisionero mueve continuamente a sus personajes dentro de la prisión, habiéndose ganado por el momento su atención y también su consentimiento, ya que los cautivos se identifican con los avatares que sufren los seres inventados que interpretan. Las dichas, burlas, angustias y tropelías que se relatan les resultan cercanas.

La lógica contra el idealismo

Otros personajes hacen su aparición, como el bachiller Sansón Carrasco, hombre de estudios, inteligente y lógico, « portador de su importancia como si temiera que se le fuera a romper ». Y, cómo no, Dulcinea, « porque un caballero sin dama es igual que un caballero sin alma. ¿A quién dedicaría, si no, sus hazañas? ».

La vigilia que Don Quijote realiza velando sus armas antes de ser armado caballero en la venta (o en el castillo, según su parecer) tiene como propósito serenar su espíritu. Ha declarado tener méritos para recibir tal distinción: « Noble señor, soy valiente y cortés, arrojado y generoso, afable y paciente », y bajo el cielo nocturno plagado de estrellas, se recuerda a sí mismo su deber de ver la vida como debería ser. « No debes amar nunca lo que eres, sino lo que puedes llegar a ser », se dice a sí mismo. « Yo voy caminando en un mundo de hierro para convertirlo en un mundo de oro », afirma en el silencio de la noche.

Dulcinea, interpretada magistralmente por Sophia Loren, es la patente muestra de la influencia positiva que supone esta actitud. A pesar de que repite fieramente al caballero que ella es Aldonza, la muchacha de la cocina a la que los hombres se rifan y reparten, Don Quijote manifiesta una y otra vez que él ve quién es realmente, una mujer con el alma noble por la que merece la pena desafiar al mal. Aldonza le suplica que no la torture así, pues es capaz de lidiar con los malos tratos, la pobreza y la violencia, pero algo se clava en su alma cuando recibe ternura. La transformación que sufre a lo largo de la película es la más evidente.

El hombre de la Mancha 2

Tanto insiste su abnegado admirador en defender lo que él llama su credo, que Aldonza le pide que le explique en qué consiste. « Es la misión de todo caballero andante. Es su deber. No, es su privilegio ». Es entonces cuando suenan las notas de «Un sueño imposible», el famoso tema que resume su ideario y en el que, entre otras cosas, se dice: « Soñar lo imposible, vencer al invicto enemigo, sufrir el dolor insufrible, morir por un noble ideal. Acudir adonde los más bravos no se atreven, defender lo que no tiene defensores, amar desde lejos con castidad y pureza, intentar, cuando ya el brazo se encuentra rendido, alcanzar la inalcanzable estrella. Mi misión es seguir esa estrella sin importar el esfuerzo, sin importar cuán lejos esté, pelear por lo justo, sin duda ni pausa, defender la virtud aunque deba pisar el infierno. Porque sé que si logro ser fiel a tan noble ideal, dormirá mi alma en paz al llegar el instante final. Y será este un mundo mejor, porque yo, sin rendirme jamás, busqué un sueño imposible ».

Entre suceso y suceso, en la prisión se nos muestra al Cervantes que se defiende, al bribón que le juzga y al perillán que ejerce de fiscal, que arremete contra él: «¿Por qué a los poetas os fascinan los locos de tal manera? Unos y otros volvéis la espalda a la vida ». « No » , enfatiza el escritor . « Seleccionamos lo mejor de la vida ».

« Pero es que el hombre debe aceptar la vida tal como es », insiste el dedo acusador.

Cervantes argumenta con desdén: « La vida tal como es… He sido soldado y he sido esclavo. He visto a mis compañeros sucumbir en combate o morir lentamente. Eran hombres que habían visto la vida tal como es. Y murieron desesperados, sin gloria, sin pronunciar heroicas palabras, con sus ojos llenos de atroz confusión, inquiriendo solo “por qué”. No creo que con ello estuvieran preguntando que por qué morían, sino por qué nunca habían vivido. Y es locura, sobre todo, ver esta vida como es y no como en justicia debería ser ».

La derrota de la cordura

Volvemos con Don Quijote y, por fin, la añagaza del Caballero de los Espejos consigue su objetivo: Don Quijote cae y regresa Alonso Quijano, aunque con la mente abatida. Postrado en su lecho y rodeado de su familia en sus últimos momentos, recibe la visita de Sancho y Aldonza. Sancho, tan natural como siempre: « Señor, tenéis que vivir muchos años. Morirse es malgastar la salud ». Aldonza, transformada, vestida recatadamente más al estilo de Dulcinea que al de la mujer que ha sido hasta ahora.

Su presencia revive por unos minutos al caballero andante, que dice sus últimas palabras, levantándose del lecho: «¿Qué es la enfermedad para el cuerpo de un caballero andante? ¿Qué importan las heridas? Por cada vez que caiga, otra vez volverá a alzarse con simpar fiereza, y ¡ay de los malvados! ».

Después, el silencio, el dolor, la pérdida.

El hombre de la Mancha 3

 

Sancho vuelve a ser los ojos de lo real: « Mi amo ha muerto ». Dulcinea (que no Aldonza) lo rescata de su visión: « No. Un hombre ha muerto. Tal vez un hombre bueno. Pero Don Quijote no está muerto ».

Dos significativos fotogramas aparecen al final de la escena.

Sancho y Dulcinea, abatidos en el exterior de la hacienda donde acaba de terminar la vida de Alonso Quijano, meditan en su dolor. A través de la puerta, en el patio, varios hombres avivan denodadamente una hoguera quemando todos los libros que encuentran. Todo un mensaje.

Dulcinea ha dejado de ser Aldonza. Vestida con recato, erguida y mirando al frente, comienza a recorrer un camino que se pierde delante, en el horizonte. Todo un desafío.

En la cárcel, Cervantes es llamado a enfrentarse con su destino. Camina con paso firme ascendiendo por las escaleras que dan salida a la prisión y sujetando con decisión el manuscrito bajo el brazo.

El hombre de La Mancha. Un clásico del cine musical.

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