Sociedad — 1 de marzo de 2014 at 11:22

Te regalo un móvil: fraternidad por contagio

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Todos sabemos que si las grandes compañías mercantiles se lo proponen, gran parte de la población acaba consumiendo los productos para los cuales han diseñado cuidadosamente sus estrategias publicitarias. ¿Qué pasaría si en lugar de un objeto material, se tratara de difundir una determinada forma de actuar?

Desde que finalizó la década de los 90, en la que se creó en parte del mundo desarrollado un espejismo de progreso y felicidad, se han venido sucediendo hechos que han socavado las esperanzas en el progreso social y humano. Enfrentamientos, crisis económica, endeudamiento, contaminación creciente, desastres nucleares, terrorismos, etc. Si a estos hechos humanos se le suman los desastres naturales como tsunamis, tifones e inundaciones, entre otros, que se han ido desatando, se puede comprender cómo la sensación de fracaso ha ido anidando en cada vez más numerosos corazones.

Aumentan, por lo tanto, las versiones apocalípticas del futuro de la humanidad, que se distribuyen, sobre todo, en el cine. Desde los zombis que diezman a la población, a la vida en una Tierra desolada donde unos pocos dominan a los muchos, son visiones de horror que expresan el sentir de una mayoría. Por eso, la mayoría va a ver estas películas, que son de las más taquilleras. Guerra mundial Z, por ejemplo, ha sido un éxito de taquilla en EE.UU.

Ante esta situación, los Gobiernos y organismos internacionales, como el FMI o la OMC, piden a la población que mantengan sus esperanzas. El motivo de ello no es humanitario ni moral. Los “señores del mercado” saben que si se pierde la esperanza en la economía, el consumo desciende, la producción se resiente y el poder económico pierde hegemonía. Muchas instancias oficiales llaman a no perder la esperanza… ¡para seguir esclavizando a los ciudadanos con el mercado y el consumismo!

Es verdad que si se pierde la esperanza, la caída psicológica es brutal (por ejemplo, caída en depresiones profundas) y la capacidad de supervivencia disminuye hasta límites peligrosos. De modo que si se quiere salir de esta crisis histórica y llegar a una convivencia más humana y natural, no se puede perder la confianza en el futuro de la humanidad.

Así como hay motivos para la preocupación, también los hay para la confianza en un futuro mejor. Según un diagnóstico publicado en 2010, “ En toda Europa se ha dado un incremento de las personas voluntarias en los últimos diez años, y España es uno de los países donde crece con claridad este fenómeno ” (Observatorio del Voluntariado PVE). La llamada “sociedad civil” actúa, y lo hace cada vez más desvinculada de los poderes gubernamentales y de la Administración Pública. Parece como si las personas hubieran recogido la llamada al “actúa, haz un mundo mejor”.

Obviamente, los voluntarios todavía representan una ínfima proporción respecto a la población mundial. Pero esto puede cambiar.

Tomemos como ejemplo la espectacular difusión de la telefonía móvil. Hace apenas quince años, muy pocas personas usaban teléfonos móviles. Las grandes compañías primero y las medianas después, observaron que tenían un negocio entre manos con la nueva tecnología de los celulares. Pero para vender, primero tenían que convencer a los millones de potenciales clientes. Ni cortos ni perezosos se pusieron a ello. ¿Recuerdas, lector, que al principio todas las compañías regalaban teléfonos móviles? ¡Qué fácil fue hacerse con uno! Hubo ofertas, puntos canjeables, facilidades para adquirirlos, los actores los usaban en las películas, las campañas publicitarias fueron espectaculares y miles de comercios y empresas te decían: “te regalo un móvil”. Así millones de personas probaron la telefonía móvil y se hicieron adictos a ella. Desde el año 1994 hasta el 2001, menos de 10 años, la telefonía móvil en España pasó de tener pocos miles de clientes a más de 30 millones de clientes. Este crecimiento exponencial se ha dado en todo el globo.

¡En tan solo diez años, un gran sector de la población mundial accedió a la telefonía móvil!

Esta experiencia mercantil puede ser útil en el campo de la divulgación de la fraternidad. Si todos los voluntarios del mundo, las asociaciones de voluntariado, escuelas de filosofía, organizaciones no gubernamentales y personas de buena voluntad, logramos que otra persona pruebe un poquito de fraternidad, lograremos entre todos que, en relativamente poco tiempo, haya una verdadera revolución de pensamiento, sentimiento y acción en el mundo. No se necesitan grandes campañas publicitarias. Basta con que cada vez más personas prueben que la fraternidad aumenta la calidad de vida, interior y exterior.

Pasaron unos 200 años desde que Galileo redescubrió que la Tierra giraba alrededor del Sol hasta que fue un conocimiento popular. Pero no tenían en aquel entonces las tecnologías de comunicación que se poseen hoy.

Ese futuro más fraterno y humano que necesita la humanidad, tal vez no esté tan lejos ni sea ya tan utópico. Que cada uno, con su ejemplo, convenza a uno más. Este es el reto del marketing ético y espiritual en el que tú y yo estamos comprometidos.

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