Sociedad — 1 de septiembre de 2013 at 00:00

El otoño de la Primavera Árabe

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Mucho se ha escrito sobre los movimientos populares que se han producido en diversos países del norte de África. La reacción desigual de las diferentes potencias y la sucesión de los hechos en el tiempo llevan al autor de este artículo a presumir la existencia de intereses encubiertos en estos acontecimientos.
Las revoluciones y protestas en el norte de África que han sucedido de 2010 a 2012, denominadas por distintos medios como la Primavera Árabe, comenzaron como una serie de alzamientos populares en Túnez, Libia y Egipto, calificados como revolución por la prensa internacional, y comenzó con la revuelta tunecina. Las reacciones internacionales fueron bipolares: mutismo inicial de la Unión Europea, silencio cómplice de China y apoyo incondicional de los Estados Unidos.
Al ver la tremenda rapidez con que se organizaron los movimientos estudiantiles en Túnez, los rebeldes en Libia y la sincronicidad de las revueltas, no podemos dejar de preguntarnos si todo esto ya estaba preparado de antemano. Es más, con todos los antecedentes del siglo XX y los altísimos intereses comerciales y estratégicos que tienen las superpotencias mundiales en la zona, la pregunta que seguramente ha aparecido en la cabeza de muchos de nosotros es si esas superpotencias han orquestado tales revueltas para conseguir sacar tajada.
primavera arabe-mapaRecordemos algunas noticias que fueron apareciendo en los medios y que demuestran la intervención de terceros países en la Primavera Árabe.
En abril de 2006, el presidente de la República China, Hu Jintao, visitó Marruecos, Nigeria y Kenia. Lógicamente, hizo visitas “informales” a otros países de la zona, puesto que obtuvo una gran cantidad de contratos de explotaciones de petróleo.
En 2010, el país asiático compró a Libia 7,5 millones de toneladas de petróleo, un 3% del total de las importaciones chinas de crudo. Además, la petrolera china CNPC participaba en el proyecto de explotación del yacimiento Pelagian 17-3 en la costa oeste de Libia.
El 15 de marzo de 2011, Muamar el Gadafi declaró en una entrevista a la televisión alemana RTL que «no confiamos en sus empresas (refiriéndose a las occidentales), han conspirado contra nosotros». Por este motivo, «nuestros contratos petroleros van a ir a firmas rusas, chinas e indias», «Occidente va a ser olvidado».
En junio de 2013 Barak Obama ha pasado una semana visitando Senegal, Sudáfrica y Tanzania. “Esta visita se inscribe en el contexto de una competencia estratégica entre Estados Unidos y China”, declaró el analista sudafricano Aubrey Matshiqi, de la Fundación Helen Suzman. De acuerdo con el editorialista del diario Le Pays de Burkina Faso, esta “ofensiva” fue “dictada por la ventaja lograda por China en el comercio, y sobre todo en sectores tan importantes como las minas y la energía”.

Materias primas para que los ricos sean más ricos
El colonialismo de África no terminó con la independencia de los países del continente. EE.UU., Rusia, la CEE y China han explotado de manera despiadada a aquellos países productores de materias como el koltán, el petróleo, la madera o los diamantes. Y aquellas superpotencias no han dudado en armar ejércitos, derrocar Gobiernos y crear guerras civiles que han producido millones de muertos y desplazados.
Es estremecedor el informe del Grupo de Expertos encargado de examinar la explotación ilegal de los recursos naturales y otras fuentes de riqueza de la República Democrática del Congo de fecha 12 de abril de 2001 (http://www.veritasrwandaforum.org/material/Informe_ONU_12.04.01.pdf). En este informe se demuestra la conexión de los países desarrollados con la explotación ilegal de los recursos, a través de bancos e intermediarios.
Recapitulando. China, Rusia, la Comunidad Europea y EE.UU. han depredado los países africanos desde el siglo XIX hasta el momento presente. Los métodos no siempre han sido legales ni legítimos. El petróleo se acaba y China ha ido consiguiendo contratos con países como Libia en 2006. ¿Cómo reaccionaron el resto de superpotencias? Como siempre, creando guerras, revueltas, derrocando a gobernantes y colocando en su lugar a marionetas. En el caso del norte de África han actuado igual que en la zona de los Grandes Lagos (para más información “Fundació S’Olivar”, http://juancarrerosaralegui.wordpress.com/). Han preparado desde 2006 hasta 2010 a grupos “disidentes” para derrocar a los Gobiernos prochinos y poder contratar con ellos. A la luz de la opinión pública aparece una legítima guerra civil por la libertad, en la que no participan países extranjeros. Pero la motivación real es que las grandes multinacionales consigan las materias primas que tanto necesitan los países ricos para ser más ricos. EE.UU., Rusia y la CEE ya han reconocido a la CNT de Libia como legítimo órgano de gobierno. Y es que les urge que los contratos de explotación tengan validez jurídica lo antes posible. La pregunta es: ¿por qué no reconocen con tanta celeridad a la OLP?
¡Nos han vendido la moto con la Primavera Árabe! En todos los medios de prensa se ha hablado y debatido sobre el resurgir de la democracia en el norte de África. Nos han querido convencer de que los estudiantes conquistaron la gloria en Túnez, de que los partidarios de la libertad derrocaron a Muamar el Gadafi y de que los laicos han vencido al tirano de El Cairo. Y he aquí que tras la primavera llega el otoño, las hojas se caen de los árboles secas y sin color y la promesa de un prado verde se quiebra al comprobar cómo en Túnez, en Libia y en Egipto las cosas siguen igual que antes o peor. ¿Dónde están los parlamentos democráticos, en qué han quedado las promesas de libertad? No hay nada de eso y las multinacionales (verdaderos gobernantes de las superpotencias) siguen chupando la sangre a los pueblos, mientras la opinión pública brinda eufórica por la libertad democrática.
No podemos cantar victoria todavía. Debemos seguir luchando. Pero no contra nadie, sino a favor de la fraternidad entre todos los pueblos, a favor de la justicia para todos los seres humanos, a favor de la bondad que permita una equitativa redistribución de la riqueza y la felicidad. No nos acomodemos en quiméricos paraísos de consumo. ¡La lucha pacífica no ha terminado!

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