Entrevistas — 31 de marzo de 2016 at 22:00

Javier Murcia Ortuño: «Le preguntaría a Sócrates sobre su daimon, porque nunca lo explicó del todo»

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Javier Murcia Ortuño nació en Orihuela (Alicante) en 1964. Doctor en Filología Clásica, es autor del libro De banquetes y batallas, y del ensayo Éfeso, síntesis de Grecia y Roma. Su novela La Carrasca está ambientada en la huerta de Orihuela, en el primer tercio del siglo XX. En la actualidad, es profesor de griego en un centro de formación secundaria de su localidad natal.

¿Cómo nació su interés por la cultura griega?

Desde mi época de bachiller, quería hacer Filología Clásica, y cuando terminé esta carrera, me concentré en Grecia. Se podría decir que he dedicado toda mi vida al mundo antiguo, y particularmente, al estudio del mundo griego.

¿Qué fue lo que le inspiró para escribir el libro De banquetes y batallas? ¿Cuál fue su objetivo?

La inspiración vino a raíz de mi trabajo. Como profesor de griego, había utilizado mucho las anécdotas como medio para llamar la atención de mis alumnos hacia la asignatura, para que vieran que había allí algo interesante, que no era todo tan aburrido como las traducciones o las declinaciones, que hay un trasfondo cultural de gran valía. En clase, leíamos y comentábamos anécdotas que yo traía traducidas de los libros griegos. Después de haber trabajado mucho tiempo con esta técnica, tenía un material acumulado muy provechoso, lo que me llevó a pensar que se podría hacer un libro con todo ello, de una manera ordenada y atractiva. Una sucesión de anécdotas sin más me parecía algo sin sentido, aunque existen libros así, pero consideré que quedaba muy frío, que no se extraía todo el valor que tenía la anécdota, pues lo bonito es el trasfondo cultural que tiene. Esa era la idea.

Ya se ha publicado la tercera edición. ¿Le ha sorprendido? ¿Pensaba usted que había tanto interés por la cultura clásica actualmente?

Yo sé que sí hay un interés en el público por la cultura clásica; lo que no podía imaginarme era que el libro iba a tener un relativo éxito. Se publicó en 2007 y esta primera edición de cuatro mil ejemplares tardó en venderse. Aunque la editorial intentó difundirlo, tuvo una progresión lenta. La sorpresa fue cuando en 2013 y 2014 se publicaron la segunda y tercera ediciones. La verdad es que sí, estas dos últimas ediciones me han sorprendido muchísimo.

¿Qué perfil tienen sus lectores?

batallas javier murciaSegún tengo entendido, son los hombres los más interesados por el libro. A la gente joven le gusta mucho, y eso me sorprendía porque pensaba que tal vez había escrito con un estilo un poco aburrido o muy serio, y dado que las anécdotas las traduzco del griego, a veces el estilo es un poco más seco, más rígido, y no las recreo, las intento dejar lo más próximo al original para que no pierdan su gracia. Tal vez sea este un vicio que tengo de mi profesión como filólogo. Al principio temía que este tipo de expresión chocara al lector acostumbrado a un estilo más moderno, más desenfadado, pero, sobre todo, me ha asombrado que les atraiga a los jóvenes.

Eso debe de provenir de su experiencia con los alumnos…

Sí, he tratado mucho con los jóvenes y sé cómo llamarles la atención.

Me impactó saber que Esparta fue sede de una cultura refinada en el siglo VII a.C., antes de convertirse en un Estado militarizado. Eran amantes de las artes, especialmente de la pintura, la música y la poesía, aunque la imagen que hemos fijado es la de los guerreros por antonomasia.

En la época más arcaica, Esparta tenía una cultura muy similar al resto de las ciudades griegas, e incluso más avanzada, porque fue una de las primeras ciudades-estado en crearse y evolucionó más rápidamente.

Se convirtió en un polo de atracción. Los grandes artistas del mundo griego, sobre todo los musicales, llegaban allí desde otras ciudades o islas, como por ejemplo, Lesbos. A los espartanos les gustaba especialmente la música, y por ello, la música y la poesía fueron, en el siglo VIII a.C., un foco de cultura enorme que venía fundamentado principalmente por dos condiciones: una era que se había creado como polis muy pronto, y otra, que poseía un gran espacio geográfico con mucha riqueza.

Precisamente, esa riqueza provocaba un magnetismo para los grandes artistas que llegaban a la ciudad buscando desarrollar sus posibilidades y su fama. Esto permitió que Esparta se convirtiese en una gran ciudad, culturalmente muy activa durante esa época. En el culto a los dioses, los espartanos habían desarrollado unos festivales muy elaborados artísticamente, y eso atraía a los artistas. Después, hay un momento determinado en que se produce una quiebra y desaparece todo este esplendor cultural.

Lo cierto es que el éxito de Esparta estaba basado en un equilibrio muy inestable, que era la explotación de esclavos. Mantener sometido a ese grupo, que trabajaba la tierra, era lo que les permitía vivir libres de preocupaciones y con medios económicos. Pero esa masa de esclavos estaba en movimiento permanente, siempre a punto de rebelarse. El esfuerzo por controlar ese colectivo de esclavos fue lo que convirtió la educación de la juventud en una educación para la milicia. Eso condicionó el desarrollo de Esparta, que se cerró al exterior e incluso evitaba que viniesen extranjeros. Mientras tanto, el resto de las ciudades griegas, que habían comenzado más o menos la misma evolución, iban avanzando y progresando.

¿Qué cree Ud. que ganó y qué perdió la cultura clásica con la llegada del Imperio romano?

Cuando Roma conquista Grecia, el Imperio romano ya estaba muy helenizado. Por ejemplo, los generales romanos hablaban griego, y aun habiendo convertido a Grecia en una provincia romana más, valoraron su cultura y la hicieron suya a todos los efectos. Se dice muy a menudo que, menos la música y las competiciones atléticas, los romanos tomaron todo del mundo clásico.

Al conquistar Roma al mundo griego, asumió toda su cultura y, luego, esa circunstancia posibilitó que se convirtiese en el portavoz de esa cultura y que la esparciera por toda Europa a medida que la conquistaba. Verdaderamente no veo que hubiese un freno a la cultura griega cuando Roma entró en contacto con ellos. De hecho, el mismo mundo romano se convirtió finalmente en un imperio con dos partes, una romana y una griega. En una zona se hablaba griego, y en la otra, latín. Había una línea divisoria claramente establecida, y Roma mantuvo esa división y permitió siempre a los griegos cultivar su cultura. No hubo realmente ningún impacto negativo en ese sentido, sobre todo por la admiración que las clases elevadas romanas sentían por el mundo griego. Incluso, a veces, lo que más sentían era envidia. Cicerón, por ejemplo, pensaba que los griegos lo habían hecho todo mejor: «Vamos a ver, ¿qué podemos los romanos haber hecho mejor?», y al final dijo:  «¡El derecho! Esto es lo único que Roma ha puesto en el mundo en lo que por fin hemos superado a los griegos». Y desde luego, el derecho romano es lo mejor que hay en el mundo.

Si tuviéramos que leer un solo libro sobre la antigua Grecia, además del suyo por supuesto, ¿cuál nos recomendaría?

Bueno, hay un libro de varios autores ingleses que está traducido al español y se llama La Antigua Grecia, historia política, social y cultural, de Sara Pomeroy, Stanley Burstein, Walter Donlan y otros colaboradores, editado por Crítica, y que me ha parecido una de las mejores introducciones al mundo griego. Es un libro más académico, de historia, pero magnífico. Los ingleses tienen una habilidad especial para hacer esos libros de divulgación. También, el famoso libro de Indro Montanelli Historia de los griegos es muy divulgativo y está orientado para un público más amplio. Mi libro, sin embargo, es un repaso de la historia pero sin profundizar demasiado, porque me gusta detenerme en momentos culturales, y se podría describir como un recorrido cultural por la antigua Grecia.

Como amantes de la filosofía clásica, nos ha interesado particularmente el capítulo 8, que se titula «En busca del verdadero conocimiento». Si usted pudiera, por obra de un milagro, estar cara a cara con uno de aquellos gigantes filósofos, ¿qué pregunta le haría?

¿Una sola pregunta? ¡Yo les habría preguntado todo a los filósofos! En realidad, si yo pudiese trasladarme allí, más que preguntar me gustaría comprender cómo consiguió esa sociedad valorar tanto a los filósofos. Eso es lo que a mí más me ha impresionado, cómo en Atenas, Tebas, Corinto y otras ciudades se valoraba y admiraba tanto a los filósofos. Cuando uno investiga sobre ellos, pareciera que están un poco como al margen de la vida, sobre todo Platón, en ese mundo un poco irreal en que vivían los filósofos, y sin embargo, la sociedad los cuidaba, los admiraba, y esto es algo que siempre me ha sorprendido mucho. Diógenes, por ejemplo, que vivió en Atenas durante mucho tiempo, pasaba gran parte de su tiempo metiéndose con la gente, con Platón y con otros, era su misión en la vida, y sin embargo, lo querían muchísimo.

Y si tuviera que decir algo a los filósofos, con su perspectiva desde dos mil quinientos años más tarde, ¿qué les diría en una conversación de tú a tú?

¿Qué les diría a los filósofos? Yo me siento muy modesto para hablar con los filósofos, no lo sé, a lo mejor le preguntaría a Sócrates sobre su daimon, porque nunca lo explicó del todo. Me gustaría saber sobre ese espíritu que le hablaba a él, y así lo resolveríamos de una vez.

¿Está escribiendo algún otro libro?

Sí. La editorial Alianza publicará un libro mío sobre Atenas, que estoy casi finalizando. Aunque también trato un poco sobre Éfeso, me he fijado principalmente en la época más antigua de Atenas, porque sobre esa etapa hay un vacío importante en la literatura, y sobre todo, atendiendo a los restos arqueológicos que quedan. En los museos de Atenas casi todo lo que hay son restos anteriores al período clásico, es decir, de la época arcaica, que es un momento de esplendor. Es interesante porque en Atenas se pueden visitar sitios que yo he contado en el libro. Por ejemplo, hay una escalera que va hacia la Acrópolis y que se puede observar cómo estaba hecha; también se pueden ver esas estatuas colosales de los muchachos desnudos. Cuento la historia de la ciudad, hablo de los personajes de la época, principalmente de la tiranía de Atenas, que es muy interesante.

Siendo como es usted educador, ¿qué opinión le merece la situación en la que están quedando las humanidades en los programas educativos modernos?

La verdad es que tengo la sensación de que desaparecemos. Cada reforma educativa solo ha servido para castigar siempre a las humanidades; por ejemplo, latín y griego cada vez tienen menos presencia en los centros educativos. Veo que la tendencia actual de la sociedad es hacerlo todo muy técnico y que los niños no van al colegio a educarse sino a formarse para una profesión.

Eduquemos a los alumnos, ya habrá tiempo para una profesión en la que los formarán. Creo que cuando se está en la enseñanza secundaria y el bachiller, tienes que formarte como persona para luego disfrutar de todas las cosas de la vida; eso es la cultura. Y también hay que enseñar a disfrutar. Yo pienso que ese es el papel de los profesores. Vamos a menos, pero veo que el interés por estos libros, por la cultura, sigue siendo enorme en la gente.

Esperemos que esto cambie un poco, porque es una enorme pérdida…

Pues sí, porque ahí están nuestras raíces, nuestra cultura, y es algo que realmente no tiene que perderse. En los centros educativos, están muy dedicados a las ciencias, que yo entiendo que son muy importantes, pero creo que lo que forma realmente a los seres humanos es la cultura.

Las humanidades, y no otra cosa, son las que te van a permitir nutrir tu vida, tener formación y carácter.

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