Filosofía — 1 de diciembre de 2025 at 00:00

Filosofía: un nuevo uso de una vieja tradición

por

Filosofía tradicion

«Cuando no vivimos como pensamos, podemos acabar pensando como vivimos».

En el mundo antiguo, la filosofía tenía un gran impacto en la vida de quienes la cultivaban. El filósofo no era solo aquel que buscaba alcanzar una visión profunda de la realidad, sino el que, además, vivía en armonía con ella, lo que necesariamente iba produciendo una transformación en el ser del filósofo. Esa forma de vida, acorde con el pensamiento y respetuosa con la realidad, permitía alcanzar la más elevada y estable felicidad a la que se puede tener acceso. Los filósofos encarnaban en ellos mismos un modelo de vida e invitaban a los aspirantes a filósofos a adentrarse en un camino de transformación, en una iniciación vital, después de la cual ya no serían los mismos ni verían el mundo del mismo modo. Entendían que solo podía penetrar en el profundo significado de las cosas aquel que había accedido a cierto modo de ser, el que había alcanzado cierto nivel de conciencia.

Aquellos que se decían filósofos, pero cuya vida y modo de ser no se correspondía con lo que propugnaban y que carecían de un compromiso activo con su propia transformación, no recibían el nombre de filósofos, sino el de sofistas. Estos hacían incursiones en el mundo de las ideas y utilizaban la dialéctica para enseñar, pero sus enseñanzas eran estériles, puesto que no les transformaban ni a ellos ni a sus discípulos, ni modificaban las conductas de los que les escuchaban.

Con el correr del tiempo y, sobre todo, a partir de la Edad Media, la filosofía dejó paulatinamente de ser una forma de saber y de vivir, para transformarse en una disciplina teórica y abstracta, ejercitada por un cada vez más reducido número de eruditos y académicos, profesores de una filosofía que no sale de las aulas, y que no modifica ni transforma a aquellos que la enseñan ni a aquellos que la estudian, alejada de la realidad y despreocupada de la falta de conocimiento de uno mismo. La filosofía, pues, podría ser considerada como el camino hacia la liberación del dolor y una auténtica medicina para el alma.

En los últimos años ha surgido una corriente que, bajo la denominación de Philosophical Counselling o Asesoramiento Filosófico trata de hacer «un nuevo uso de una vieja tradición», rescatando el viejo sentido de la filosofía encaminado hacia una dimensión transformadora y liberadora de la vida. La filosofía así entendida constituiría una auténtica terapia del alma, puesto que liberaría al que a ella se acercara con el propósito sincero de aprender y corregir los errores derivados de la ignorancia, del sufrimiento y el dolor provocados por la percepción.

Asesoramiento filosófico

El filósofo alemán Gerd Achenbach abrió en 1981 una consulta para ofrecer un servicio de asesoramiento a las personas interesadas o que necesitasen resolver sus conflictos «no patológicos», preguntas significativas y retos existenciales desde una perspectiva filosófica. Lo denominó «philosophical practice» (práctica filosófica), que debe entenderse como filosofía puesta en práctica, vivida o llevada a la acción.

Este no fue el inicio de una actividad profesional, sino el inicio de todo un movimiento filosófico que se extendió por Alemania, Europa y Norteamérica, con presencia actualmente en los cinco continentes.

La «práctica filosófica» es presentada como una forma de entender la filosofía de la que participan filósofos (licenciados) que, aunque tengan posiciones distintas dentro de la filosofía, compartirían una misma forma de entender la actividad filosófica.

La filosofía debe, según ellos, llegar a ser un método cultivado por filósofos para hacer frente a los problemas del ser humano.

Es una oferta de orientación y asesoramiento alternativa a las psicoterapias, basada en la filosofía práctica. No se plantea como sustituto de la psicología ni de la psiquiatría. Reivindica que muchas dificultades del vivir requieren un tipo de aproximación específicamente existencial y filosófica.

El requisito para poder ser asesor, dentro del marco de la ASEPRAF (Asociación Española para la Práctica y el Asesoramiento Filosóficos), es tener una titulación universitaria en Filosofía y pasar unos cursos destinados a complementar la formación, básicamente teórica, del filósofo con un conocimiento práctico orientado a la ayuda.

Entre las cualidades que debe tener todo buen asesor, destaca el que la filosofía no debe ser solo un discurso sobre la realidad, sino un verdadero estilo de vida; debe encarnar las ideas que supuestamente comprende y enseña, y tener madurez y experiencia vital, ser profundamente respetuoso y tolerante, además de poseer la alegría serena y la ecuanimidad propias de todo buen filósofo.

Promueven la figura del profesional, del asesor filosófico que ofrece una orientación y asesoramiento alternativo a las psicoterapias, dirigido a todos los sectores de la sociedad. Podría tener una función preventiva frente a la confusión y desorientación de la sociedad actual.

Han «re-descubierto» (¿…?) las claves que las filosofías de Oriente y Occidente. Han propuesto para el logro de los fines superiores del ser humano: la capacidad de pensamiento autónomo, crítico y objetivo; la liberación interior fruto de una creciente toma de conciencia; la superación del sufrimiento psicológico; el altruismo; el contacto íntimo (la felicidad interior).

¿Qué es? Asesoramiento, orientación, asistencia, consultoría. Es una nueva actividad profesional aún no homologada, que busca encauzar la voluntad, al parecer compartida por muchos filósofos, de que la filosofía recupere su dimensión práctica y su conexión con la vida cotidiana.

Busca dar apoyo a quienes desean dar una dirección a su vida, enriquecer y ampliar sus perspectivas, aumentar la capacidad de reflexión necesaria para ayudarse a sí mismos y a quienes aspiran a vivir con más conciencia, claridad y profundidad.

Los asesores filosóficos parten del convencimiento de que la raíz de gran parte de los problemas y conflictos vitales no son de naturaleza médica ni psicológica, sino filosófica (metafísica), aunque esta tengan reflejo en lo psicológico o psicosomático.

Carl C. Jung afirmaba que la tercera parte de las personas que trataba no tenían una neurosis clínicamente definible, sino que la causa de su sufrimiento era la falta de sentido y propósito de sus vidas.

Esta actividad se basa en el supuesto de que las principales preguntas y anhelos del ser humano, la búsqueda de la felicidad, el sentido de la propia vida, la libertad y la paz interior, no son competencia de la medicina —ni siquiera de la psicología—, sino de la filosofía. Las grandes preguntas existenciales como quién soy, hacia dónde voy, qué es lo que quiero, que durante muchos siglos habrían sido contestadas por la religión, hoy día no encuentran respuestas satisfactorias para un gran número de personas, y la psicología habría reducido estas cuestiones, confundiendo la búsqueda de la felicidad con el deseo de bienestar.

La función del filósofo no sería resolver cuestiones o solucionar problemas, sino favorecer que el asesorado encuentre dentro de sí la forma de hacerlo, no teniendo ni siquiera que coincidir su forma de hacerlo con la del asesor. La idea es que la persona aprenda a vivir de forma más responsable y consecuente.

El eje del asesoramiento filosófico es el diálogo. No es el diálogo que se establecería con un amigo, puesto que el asesor ve los problemas de la persona desde fuera, con cierta perspectiva, puesto que tiene para ello una formación filosófica específica. Este diálogo sería ese «espacio seguro» en el que el «cliente» puede expresarse con total libertad, garantizándosele una total confidencialidad, y con la confianza de que no será catalogado ni juzgado.

Este diálogo está inspirado en la mayéutica socrática, ya que, según Sócrates en el Teeteto, la mayéutica tiende a provocar el parto en las almas y no en los cuerpos. El asesor filosófico, inspirándose en la mayéutica, no da respuestas ni transmite una forma de pensar, sino que, a través de las preguntas e indicaciones adecuadas, ayuda al asesorado a autodescubrirse y a aclarar sus propios pensamientos e ideas; le ayuda instruyéndole sobre métodos y teorías filosóficas para que el asesorado pueda aprender y aplicarlos sin la ayuda del filósofo, tratando así de evitar que se cree una dependencia.

Es una nueva forma de ayuda en la que un filósofo se ofrece como asesor para establecer un diálogo libre y abierto que ayude a aclarar las dudas y preguntas concretas, conflictos «no patológicos» y retos vitales que le plantean quienes acuden a él.

El asesorado tiene la oportunidad de reflexionar sobre algún tema concreto o sobre su vida, de aumentar el conocimiento de sí mismo, de tomar conciencia y recapacitar sobre aquellas ideas, visiones del mundo actual, valores, etc., que pudieran estar en el trasfondo de los conflictos o situaciones que plantea.

Asociaciones dedicadas al asesoramiento filosófico

Existen distintas asociaciones en todo el mundo que encauzan las actividades de este movimiento y que realizan estudios e investigaciones para fundamentar y desarrollar esta forma de entender la filosofía. Algunas de las más representativas son:

ASEPRAF (Asociación Española para la Práctica y el Asesoramiento Filosóficos), nace en octubre de 2002, buscando promover el asesoramiento filosófico y la sana reflexión que permita dar un nuevo enfoque a los problemas y situaciones conflictivas que originan gran parte del sufrimiento y la desorientación de muchas personas en su vida cotidiana. Es una asociación miembro de la IGPP (Internationale Gesellschaft für Philophische Praxis), la Asociación Internacional de Filosofía Práctica, localizada en Bergisch-Gladbach, Alemania, que coordina la cooperación entre las distintas asociaciones nacionales de asesoramiento filosófico repartidas por todo el mundo. http://www.asepraf.org/

Grupo ETOR (Educación, Tratamiento y Orientación Racional). Utilizan un método de orientación filosófica que trata de dar un nuevo sentido a la vida en conflicto, con el objeto de lograr que la persona se haga cargo de sí misma, pero desde una perspectiva racional, en el plano consciente, y mediante un trabajo propio en el que el orientador irá advirtiendo los errores que vaya detectando e irá, al mismo tiempo, propiciando en el cliente unos hábitos de reflexión racional que habrán de ayudarle, en el futuro, a ser autónomo en su actuación y en su toma de decisiones. Se autodenominan orientadores filosóficos y, aunque respetan otras denominaciones, consideran que estas no se ajustan con exactitud a lo que pretenden que sea la orientación filosófica. http://www.grupoetor.org/

MOTIVAT (Centro de Terapias y Asistencia al Terapeuta) es un centro dedicado al desarrollo de actividades, cursos y talleres destinados a mejorar la calidad de vida. MOTIVAT pone al servicio de las personas las herramientas necesarias para cuidar del cuerpo a la vez que equilibrar y positivar la mente. Su meta es ayudar a descubrir esa sabiduría propia que posee cada persona, así como las alternativas para aprovechar al máximo sus energías, capacidades, inteligencia emocional y cognitiva para lograr sus proyectos en la vida. Entre sus actividades cuentan con un taller de asesoramiento filosófico en el que desarrollan una relación de orientación y ayuda dirigida a toda persona que quiera tratar los aspectos problemáticos de su situación vital. http://www.motivatbcn.com/

Associacao Portuguesa de Aconselhamento Etico e Filosófico (APAEF)
http://apaef2005.weblog.com.pt

Associazione italiana di Counseling Filosófico (AICF)
http://www.geocities.com/

En Argentina, la consultoría filosófica se basa en la filosofía, desde Sócrates y Platón en la antigua Grecia a Lao-Tzé y Confucio en la antigua China, y pretende recuperar la filosofía como una herramienta útil para la vida cotidiana de las personas. http://www.filosofiaparalavida.com.ar/

Consejería Filosófica Peruana: http://www.buhorojo.de/consejeria.html

Société Canadienne pour la Pratique Philosophique. http://www.geocities.com/Athens/Thebes/5590/

American Philosophical Practitioners Association (APPA): Asociación profesional fundada en 1998 que forma, certifica y representa a los asesores filosóficos de los Estados Unidos. También fomenta las relaciones con otras profesiones vinculadas al asesoramiento: http://www.appa.edu

Asesores

Roxana Kreimer, fundadora de la Consultoría Filosófica en Argentina, en su obra Artes del buen vivir, destaca algunos pensamientos acerca del sufrimiento. Nos dice que «nadie está a salvo del dolor. Quien teme los dolores teme lo que necesariamente habrá de alcanzarlo, tarde o temprano… El sufrimiento limita nuestras expectativas futuras o las suprime dolorosamente. Se vincula con la pretensión de poseer por completo algo que está sujeto al cambio, que es la forma más general de ser de todos los objetos y fenómenos. Reduce nuestra capacidad de obrar y, en situaciones extremas, se impone con tal fuerza que nos oprime el corazón y nos produce una feroz cerrazón en la garganta».

«Día y noche, femenino y masculino, frío y caliente, placer y dolor. Sufrimos porque hemos gozado. No como castigo por haber gozado. Si hemos de gozar, tendremos que saber que estaremos más expuestos al sufrimiento- Lao-Tzé lo dijo así: Solo reconocemos el mal por comparación con el bien. Hay factores que contribuyen enormemente a agudizar el sufrimiento. Uno de ellos es la sorpresa (un ser querido se nos muere joven, nos echan del trabajo, un amigo nos traiciona…); en estos casos el sufrimiento se agudiza con la consternación, que es el sentimiento que suma la sorpresa al dolor».

Mónica Cavallé, doctora en Filosofía por la Universidad de Madrid, es presidenta de ASEPRAF, y ha escrito numerosos libros, entre los que destacan La sabiduría recobrada, o La filosofía, maestra de vida. En este último podemos leer: «Los asesores, tanto en su vida personal como en la práctica del asesoramiento, enfatizan la importancia de los “ejercicios filosóficos”, así como del diálogo creativo entre afines, en el que tanto el filósofo como sus interlocutores se transforman por igual, y cuya finalidad no es alumbrar verdades teóricas ni ajustar nuestra vida a las teorías…, sino ayudarnos a ser seres humanos veraces, es decir, verdaderos con respecto a nosotros mismos».

Habla de la mujer y de su búsqueda de identidad y dice: «esta conquista solo culminará para ella cuando trascienda el plano de las necesarias reivindicaciones exteriores, así como del horizonte de autoconocimiento que proporcionan la psicología o la sociología, y se adentre de forma serena en lo que ha sido la meta de la filosofía: el reencuentro con nuestra identidad y libertad esenciales. Solo esta conquista íntima le permitirá recobrar su poder creador y encontrarse a sí misma más allá de la sumisión y de la rebelión (…). La filosofía, para recuperar su sentido originario, necesita feminidad. La mujer, para recobrarse a sí misma, filosofía».

En otro lugar, hablando del asesoramiento filosófico dice: «El asesoramiento filosófico cumple la función señalada en la medida en que retoma una tradición milenaria, la de los grandes “maestros de vida”, en los que se inspira y apoya (…). Denuncia el error que supone dejar de lado este legado atemporal de sabiduría para pretender innovar permanentemente en todo lo relativo a la consecución de los fines de la vida humana. No necesitamos reinventar, en el corto espacio de una vida, lo que ya ha sido descubierto por las mentes y los corazones más preclaros de la humanidad».

Lou Marinoff, en Más Platón y menos Prozac, afirma que «la terapia, como el asesoramiento, es ante todo un arte, presenta demasiados elementos subjetivos como para ubicarla en el reino objetivo del laboratorio científico». De hecho, la psicología terapéutica o incluso la psiquiatría, tuvieron que abrirse tortuoso paso entre las objeciones de los psicólogos «puros» y de una sociedad acostumbrada a tener asesores espirituales, educadores o moralistas, normalmente clérigos, capaces de cubrir con mayor o menor eficacia dicha función.

Las escuelas de filosofía

Las distintas escuelas de filosofía en la Antigüedad, más que un sistema de pensamiento, ofrecían sobre todo un sistema de vida, una manera de ser y de practicar la filosofía, y esto es lo que generaba el discurso filosófico. La filosofía se practicaba en grupo, en el seno de una escuela y cada escuela ofrecía una metodología para que el aspirante a la sabiduría, el filósofo, llegara a la cumbre de su realización.

En las escuelas se proponían distintos ejercicios filosóficos, que podían ser de orden físico, como el régimen alimenticio, o discursivos, como el diálogo, la meditación, etc. Todos ellos ejercían una transformación en el aspirante. Y en todas ellas se trataba de vivir de acuerdo con lo que se postulaba.

Socrátes

El método filosófico de Sócrates consistía no en transmitir un saber directamente, sino en llevar a sus interlocutores a examinarse, a tomar conciencia de sí mismos. El verdadero problema no es saber esto o aquello, sino ser de tal o cual manera. Filosofar es cuestionarse a sí mismo. El saber no es una teoría, sino un saber vivir.

Platón

La filosofía está concebida para llevarse a cabo en una comunidad, y el diálogo, entre maestros y discípulos en el seno de una escuela. «El camino es largo a través de los preceptos, breve y eficaz a través de los ejemplos».

La dialéctica era una técnica de discusión sometida a reglas precisas. Es un ejercicio espiritual que exige de los interlocutores una ascesis, una transformación de ellos mismos.

Como en toda filosofía antigua, la filosofía consiste en el movimiento por medio del cual el individuo se trasciende en algo que lo supera, en el discurso que implica una exigencia de racionalidad y de universalidad.

En la Academia, la filosofía educaba el carácter, favorecía el desarrollo armonioso de la personalidad.

Aristóteles, el Liceo

La praxis teorética consiste en elegir como fin el conocimiento por sí mismo, sin desear otro interés particular y egoísta, que sería ajeno al conocimiento.

Cinismo: Diógenes

El estilo de vida cínico consistirá en un entrenamiento casi atlético pero razonado para soportar el hambre, la sed, para adquirir la libertad, la independencia, la fuerza interior, la ausencia de preocupaciones, la tranquilidad del alma. Diógenes se considera con la misión de hacer reflexionar a los hombres, denunciar con mordaces ataques, con su modo de vida, los vicios y los errores.

Escepticismo, Pirrón

Para Pirrón el escéptico, el propósito de la filosofía es establecer un estado de igualdad perfecto consigo mismo, con independencia interior, con impasibilidad.

El ideal de vida escéptico era mantenerse en el mismo estado, no experimentar ninguna disposición ni cambio en sus disposiciones bajo la influencia de las cosas externas.

Epicureísmo, Epicuro

Epicuro encarnaba para sus discípulos el modelo del sabio; había máximas como «Haz todo como si Epicuro te mirara».

Epicuro ofrece una filosofía para aliviar al hombre del sufrimiento y erradicar en él el temor de los dioses y de la muerte, pero para ello tiene que ejercitarse por medio de una serie de métodos que él ofrecía. Uno de los mayores remedios contra la ansiedad es la reflexión; el jardín epicúreo estimulaba la reflexión.

Estoicismo

La elección de vida corresponde a lo dictado por Sócrates, según la cual para el hombre de bien no hay otro mal que el mal moral, y no hay más bien que el bien moral. Será moral, es decir, bueno o malo, lo que depende de nosotros. Lo único que depende de nosotros es nuestra intención moral, el sentido que le damos a los acontecimientos. Lo que no depende de nosotros corresponde al eslabonamiento necesario de las causas y los efectos, es decir, al destino, al curso de la naturaleza, a las acciones de los demás hombres.

Plotino

Plotino propone una vida filosófica como camino místico para llegar a la identificación con el verdadero yo. La transformación de uno mismo es el retorno a lo divino que hay en nosotros. La vida contemplativa implica una vida ascética. La ascesis estará destinada ante todo a impedir que la parte inferior del alma desvíe hacia sí la atención que debe dirigirse hacia el espíritu.

Nos detenemos ahora a considerar la siguiente figura, por el hecho de ser heredera de todas las tradiciones derivadas de los anteriores autores y filósofos, por ser mujer, española, por vivir el tiempo en que le tocó y por hacer lo que hizo como lo hizo.

Oliva Sabuco

Nacida en Alcaraz (Albacete), el 2 de diciembre de 1562, hija de Francisca Cózar y de Miguel Sabuco, boticario y letrado, tomó apellidos literarios de dos madrinas, así que su obra, la Nueva filosofía de la naturaleza del hombre, salió en Madrid en 1587, «escrita y sacada a la luz» por doña Oliva Sabuco de Nantes y Barrera, y dedicada al rey Felipe II, con una deliciosa carta en que doña Oliva, desposada en 1580 con Acacio Buedo, se presenta como humilde sierva de su católica majestad, rogándole que, como caballero de alta prosapia, favorezca a las mujeres en sus aventuras.

Doña Oliva Sabuco, a través de La nueva filosofía, quiere ayudar a los hombres a conocerse a sí mismos, indagando y reflexionando sobre las causas naturales que hacen al hombre crecer y conservar la salud, o decrecer, enfermar y morir prematuramente. Para ello echa mano de Plinio, de Platón y de otros autores clásicos, a los que ensaya armonizar coherentemente con la patrística y la sabiduría bíblica.

La tesis central de esta obra, desarrollada a la manera socrática en diálogos sostenidos por pastores filósofos, es que el orden o el desorden afectivo de la mente produce efectos físicos beneficiosos o enfermedades. Afirma así una estrecha dependencia entre la mente y el cuerpo, entre el cerebro, o raíz del organismo, y sus miembros. El hombre es un microcosmos y un espejo de la complejidad del universo; no un dios, razón por la cual debe evitar la soberbia; ni un animal, motivo por el que debe aprender a controlar sus afectos.

Oliva adopta un criterio «moderno» (empírico y racional), de acuerdo al cual prescribe una terapia práctica para remediar los males que causan en el hombre los malos sentimientos. El hombre es el único ser que tiene «dolor entendido», espiritual, de lo presente, congoja de lo pasado y cuidado de lo porvenir.

El enojo o pesar es el principal enemigo de la naturaleza humana. Algunos de sus consejos prácticos: no menospreciar al enemigo (el enojo), conociendo su poder; no descuidarse, estando prevenido, pues hiere con más dificultad el dardo que se ve venir, «palabras de buen entendimiento y razones del alma», lo que actualmente llamaríamos «racionalización psicoterapéutica de los problemas afectivos».

Aceptar las adversidades de la vida con buen ánimo y saber sacar bien del mal, «palabras de un buen amigo»… La mejor medicina de todas —escribe— está olvidada: comunicarse con palabras. A la buena conversación (eutrapelia) da doña Oliva una considerable importancia para buscar la felicidad. Igual que al ejercicio al aire libre, donde se oiga el movimiento de los árboles y el murmullo del agua, pues «vemos a los ejercitados en el campo vivir más tiempo y más sanos que los encharcados en las plazas».

Para recuperar la alegría, nada tan indicado como la música (la cosa más amable y que más excita el amor al hombre fuera del hombre), más la imaginación de contentos posibles y el disfrute de placeres razonables; mejor el dormir bien en cama dura que mal en blanda, y el poco regalo que el mucho, y el trabajar que el holgar.

Como ejemplos de cuanto afirma y aconseja, doña Oliva echa mano de antiguas fábulas, dignas de cualquier cuento, fábulas de las que hoy se utilizan tanto en el mercado de la autoayuda.

Tanto como la melancolía, hacen daño al hombre los falsos temores, la ira, la tristeza que seca el cerebro poco a poco, como la envidia, o los deseos desordenados; porque gozar lo amado da salud, pero también mata el perder lo que se ama o la ambición de cosas imposibles.

En nuestros días, Luis Cencillo, psicólogo y psicoterapeuta, autor del libro Cómo Platón se vuelve terapeuta, en una línea muy del gusto de los asesores y las asociaciones de asesoramiento filosófico, ofrece la siguiente definición de filosofía: «aquel tipo de reflexión rigurosa que trata de clarificar el estatuto específico de cada tipo y modo de ser y de existir; las relaciones universales de las realidades entre sí y las de cada parte con el todo; y en consecuencia, el sentido total que cada entidad –y en especial el ser humano –o región de ser tiene (por relación con todas las demás).

Epílogo

Recurramos entonces a la filosofía, o amor por la sabiduría, como búsqueda del verdadero conocimiento de la realidad. Pero ¿cómo nos puede ayudar la filosofía a buscar las claves de la vida si ella misma, en la actualidad, es académica, abstracta y en la mayoría de los casos está desconectada de las circunstancias cotidianas que nos rodean? Nos causaría risa si nos lo propusieran así sin más.

En la época clásica, la filosofía era otra cosa distinta. Su fin no era hacernos solo letrados, doctos y eruditos en muchos terrenos del saber como ocurre hoy día, sino más bien el descubrir el sentido de todo lo que vive, el constatar hacia dónde gira la rueda de la vida y porqué. Saber por qué nos hallamos en este mundo y qué destino nos espera, qué hay después de la muerte, si existe algo más, si existe realmente Dios o esa Mente Cósmica como algunos la llaman y qué relación tenemos con ella. Si existe un plan de evolución para todo lo manifestado, como algunos afirman, y qué tenemos que hacer para seguirlo, etc. Infinitas preguntas para quien descubre la completa ignorancia en la que nos hallamos sumidos. La filosofía nos ofrece una puerta hacia el conocimiento. Recordemos la máxima socrática extraída del templo de Delfos: «Hombre, conócete a ti mismo, y conocerás la naturaleza y a los dioses».

Desde hace muchos años Nueva Acrópolis busca hacer realidad esa «nueva» forma de vivir la filosofía, que es la más antigua que se conoce, tratando de hacer accesible y útil para cualquier persona estos conocimientos, no solo a través del estudio comparativo de las diferentes corrientes filosóficas, religiosas y culturales de la historia, sino insistiendo en la necesaria puesta en práctica en la vida diaria de estas valiosas enseñanza, acercando la sabiduría a una sociedad que cada día acusa con más fuerza una pérdida total de valores internos.

«La filosofía nos ayuda a conocernos a nosotros mismos. Conocernos a nosotros mismos no significa tan solo buscar aspectos intelectuales, un desarrollo racional, unos conocimientos científicos particulares. Conocerse a sí mismo es también conocer cómo somos y cómo actuamos diariamente. Cuáles son las cosas que más nos duelen, cuáles las que más nos satisfacen, y cuáles las dificultades en las que tropezamos. Por lo tanto, la filosofía nos ofrece unas herramientas muy prácticas de autoconocimiento y, por consiguiente, capaces de resolver problemas que nos vamos a encontrar a diario (…). La filosofía es también una llave para estos aspectos cotidianos. Es la posibilidad de sentir que nosotros mismos tenemos en nuestro interior las respuestas para resolver todas estas problemáticas (…). La Filosofía abarca absolutamente todas las actividades humanas. Este amor por el conocimiento, esta búsqueda por las raíces de cuantas cosas han sido hechas por el ser humano, no puede dejar de lado ni la cultura ni cualquier otro aspecto propio de la humanidad» (Delia Steinberg).

«Nueva Acrópolis se dirige a todos porque se dirige al ser humano, a su aspecto más elevado; todos los seres humanos tienen una acrópolis interior. Algunos son conscientes de que la tienen, otros ignoran su propia arquitectura interior. Pero de todas formas, hay que dirigirse a todos porque todos tienen un templo interior. No solo interesa a los que son conscientes de ello, sino también a aquellos que, estando semidormidos, escuchan, sin embargo, algo que produce una cierta añoranza en el alma» (Jorge ÁngelLivraga).

«La prioridad fundamental de Nueva Acrópolis es la formación humana. Una formación que sirva para toda la vida, que no sea tan solo un aprendizaje racional de cosas que hoy podemos recordar y mañana vamos a olvidar, sino más bien una formación que ayude a vivir. Podríamos decir, en este sentido, que la filosofía es una escuela de vida» (Delia Steinberg).

Bibliografía

«Epicuro, gnoseología y antropología», Elena Diez de la Cortina Montemayor.

Doña Oliva Sabuco de Nantes. Estudio y antología de Florentino M. Torner. Aguilar, Madrid, Biblioteca de la Cultura Española.

El Catoblepas, Revista Crítica del Presente nº 27 Mayo 2004

Gustavo Bueno, «¿Qué es la filosofía?», Pentalfa Ediciones, Oviedo 1995.

Gustavo Bueno, “El sentido de la vida”, Pentalfa Ediciones, Oviedo 1996

Lou Marinoff. Más Platón y menos Prozac. Ed. B. Barcelona, 2000.

Luis Cencillo, Cómo Platón se vuelve terapeuta. Syntagma Ediciones, Madrid, 2002.

Luis Cencillo, «Conocimiento, realidad, salud. Condiciones de eficacia de la filosofía práctica», Revista E.T.O.R

Mónica Cavallé. La filosofía maestra de vida. Santillana Ediciones Generales, Madrid, 2005.

Mónica Cavallé. La sabiduría recobrada. Filosofía como terapia. Oberon, Madrid, 2002.

Roxana Kreimer. Artes del buen vivir. Ed. Anarres.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

es_ESSpanish