Arte — 1 de octubre de 2025 at 00:00

Ozzy Osbourn (In memoriam 1948-2025)

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Estaba intentando escribir mi peculiar reflexión sobre el concierto de despedida a Ozzy Osbourne cuando me enteré de su fallecimiento. Aunque en el concierto era evidente su deterioro físico, no esperaba que su muerte estuviese tan cercana, pues dentro de sus limitaciones físicas, se le veía bastante bien. Por lo tanto, no voy a hablar del tan comentado concierto donde se reunieron históricos grupos de heavy metal para homenajear al Príncipe de las Tinieblas. Mi intención es recordar la importancia de su figura dentro del heavy metal y del rock en general.

A finales de los años 60 fue un momento mágico para el rock. Grandes bandas se formaron en ese periodo y otras, como los Beatles, dieron nacimiento a sus mejores obras. Era la época del blues rock y la psicodelia, de los hippies y la contracultura. 

Casi todos los críticos musicales coinciden en otorgar a Black Sabbath el honor de ser los fundadores del metal. Concretamente, su disco homónimo de 1970 es el que podemos calificar como el primer disco de heavy metal, aunque Helter Skelter, canción compuesta por Paul McCartney en 1968 para el Álbum Blanco, con su sonido sucio y agresivo es para algunos el tema precursor del metal y aun del punk. Otras bandas con sonidos similares, como Led Zeppelin o Deep Purple, se inclinaron más por el hard rock con influencias del blues sin dejar de sonar duros.

Las características del género son muy marcadas: guitarras distorsionadas, líneas de bajo muy marcadas y pesadas, batería de doble pedal golpeada con mucha fuerza. Y en el caso de Black Sabbath, los poderosos riffs de Iommi y la inconfundible voz de Ozzy Osbourne.

Es de todos conocido el coqueteo del grupo con la magia negra y el satanismo. El bajista del grupo, Geezer Butler, durante un tiempo creía en la existencia del diablo y mostró su predilección por el famoso mago Aleister Crowley. El mismo Ozzy, en su carrera como solista, dedica una canción al polémico mago (famosa por su introducción al órgano y el aclamado solo de guitarra de Randy Rhoads).

Por su parte, el guitarrista Tony Iommi cuenta que, aunque algunas de sus letras tratan temas sobrenaturales, ellos en absoluto se definen como satánicos. Simplemente eligieron el nombre del grupo porque les gustaba. El batería Bill Ward se declara en contra de la magia negra.

La leyenda acerca de la relación del grupo con el satanismo surge en la canción del mismo nombre del grupo: Black Sabbath, donde se dice que hay una serie de acordes menores (el famoso tritono del diablo) que guardan relación con la adoración al Maligno.

La figura del diablo aparece en la mayoría de las culturas, aunque con diferentes interpretaciones. En la filosofía cristiana, Agustín y Orígenes entendían que los demonios eran ángeles caídos, entendiendo por esto criaturas buenas, creadas por Dios pero que se rebelaron. También se habla de que Lucifer, en virtud de su orgullo, quiso ser igual a Dios y se rebeló contra él. Por lo tanto, según el cristianismo, el origen del mal no es Dios sino el mal uso del libre albedrío.

Según santo Tomás, el mal es una privación del bien. El demonio sería un ser bueno que se corrompió.

Sin embargo, en el Antiguo Testamento, Satanás aparece como acusador o adversario, no es un enemigo absoluto de Dios, sino que cumple una función en el plan divino. En algunos pasajes, se mencionan espíritus enviados por Dios para castigar y confundir.

En la Grecia antigua encontramos el término daimón. Para Sócrates, el daimón es una voz interior, una especie de guía espiritual cuya función era evitar caer en el mal. Para Platón, los daimones eran seres intermedios entre dioses y hombres. El carácter maligno fue posterior, cuando la tradición judeocristiana reinterpretó el daimón como demonio.

En el dualismo persa (zoroastrismo) lo demoniaco tiene otro origen. El mundo sería una lucha entre el bien y el mal, dos principios eternos enfrentados. Por lo tanto, el mal no surge del bien, sino que es coeterno.

Dentro de la filosofía moderna, el demonio se entiende más como un símbolo que como una entidad real.

Dentro de la Iglesia católica el demonio o Satanás es un ser espiritual real, creado originalmente por Dios como un ángel bueno. Al rebelarse, arrastró a otros ángeles (demonios), perdiendo para siempre la visión de Dios.

Al ser de naturaleza espiritual, no tiene cuerpo. Posee inteligencia y voluntad, pero orientada hacia el mal. No es igual a Dios ni tiene poder infinito; por lo tanto, su poder es limitado.

Busca apartar a los seres humanos de Dios mediante la tentación, la mentira y el engaño. Tiene capacidad de influir en el mundo y es capaz de dominar la voluntad humana si esta es débil. El catolicismo reconoce fenómenos como la posesión demoníaca y para enfrentar estos casos utiliza el rito del exorcismo.

Según la fe católica, el demonio será definitivamente arrojado al infierno al final de los tiempos.

En el Apocalipsis, el diablo es identificado con la serpiente antigua, en relación con la serpiente del Edén que aparece en el Génesis. Es el gran adversario de Dios y de su pueblo, que finalmente será derrotado y arrojado al «lago del fuego».

En la teosofía fundada por Helena P. Blavatsky, Lucifer no es visto como el demonio cristiano, sino como un símbolo de luz, conocimiento y emancipación espiritual. Su mismo nombre significa «el portador de luz» (lux ferre).

En su obra magna, la Doctrina Secreta, Lucifer representa la chispa divina en el ser humano, la mente iluminadora que permite la autoconciencia. Se asocia con los Manasaputras, seres que transmitieron al ser humano el intelecto y la capacidad de pensar por sí mismos.

La teosofía diferencia entre el Lucifer simbólico y el Satanás del dogma cristiano. Para Blavatsky, la «caída» de los ángeles luciferinos no es un castigo, sino un acto de sacrificio: descender a la materia para ayudar a la humanidad a evolucionar.

Por lo tanto, Lucifer, como portador de la chispa mental (esta acepción entronca con el mito griego de Prometeo), encarna el espíritu de rebelión contra la ignorancia y la ceguera espiritual. Es un símbolo de la lucha por la verdad a través del sendero del conocimiento de uno mismo (platonismo: «conócete a ti mismo»).

El simbolismo de Lucifer tiene un aspecto luminoso (conocimiento, progreso, libertad) y uno oscuro (orgullo, materialismo, exceso de individualismo). La teosofía enseña que la función del ser humano es equilibrar esas dos fuerzas: usar el intelecto como puente hacia lo espiritual y no como instrumento de egoísmo.

Puesto que, gracias a Lucifer como portador de luz, poseemos la capacidad de razonar, te dejo, querido lector, que desarrolles tu capacidad de investigación. Puedes elegir el aspecto luminoso de Lucifer en relación con la libertad y el conocimiento o el otro aspecto menos luminoso de la ignorancia y el egoísmo.

Hay momentos en la vida en que la elección es fácil y sencilla.

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