«Nada se detiene; todo se mueve; todo vibra» (El Kybalion).
En la Antigüedad, el estudio de las leyes más sensibles de la naturaleza se desarrollaba en el interior de las escuelas conocidas como Escuelas de Misterios, que eran reservadas a los hombres que poseían una condición moral suficiente como para manejar el conocimiento de esas leyes. Cómo estos hombres llegaron en el pasado, a menudo distante, a las conclusiones que la ciencia hoy comprueba es también en sí un misterio. Como prueba de ese conocimiento ancestral, por ejemplo, desde hace mucho se sabe que todo vibra, como atestiguan muchos preceptos herméticos.
En el plano físico de la manifestación, desde las partículas subatómicas a los propios átomos, cristales o estructuras más complejas como un árbol, un edificio o el cuerpo humano, es decir, todo lo que está manifestado, tiene una o más frecuencias naturales de vibración, que son las frecuencias en las que esas estructuras vibran naturalmente cuando son excitadas. Así, cualquier cosa, cuando es afectada por una perturbación exterior, tenderá a vibrar solo en determinada frecuencia, su frecuencia natural. Por ejemplo, si imaginamos una barra de madera con una sola frecuencia natural, y si la dejamos caer desde una altura cualquiera equis, por el impacto en el suelo ella tenderá a vibrar solo en su frecuencia natural.
Estas frecuencias dependen de varios factores, siendo los más importantes el tipo de materia, la densidad y la forma de la estructura. Un ejemplo de frecuencias naturales fácil de estudiar es lo que ocurre en la vibración de una cuerda amarrada en ambos extremos, como las cuerdas de una guitarra. Vibrando en las frecuencias naturales, las cuerdas así amarradas generarán figuras, donde el número de nodos (n) está en directa relación con las frecuencias naturales de la siguiente manera: cuanto mayor sea la frecuencia natural fn (fn = v / λn; donde fn es la frecuencia natural, v es la velocidad de propagación de la onda y λn la longitud de la onda) más nodos presentará la cuerda, en la proporción n = fn * (2L/v). Estas figuras son también conocidas como armónicos, y la vibración de cada uno al perturbar el aire en su inmediatez produce una nota musical.
Otro fenómeno relacionado con las frecuencias naturales es la resonancia. Esto es, cuando un sistema es estimulado exteriormente con una frecuencia idéntica a una de sus frecuencias naturales, ocurre la resonancia, que se traduce en vibraciones de gran amplitud por parte de las partículas que forman el mismo. Un sistema que es continuamente excitado en esas condiciones, como no cambia su frecuencia de vibración, transfiere la energía que recibe hacia formas de energía cinética y potencial, lo que provoca grandes oscilaciones de sus partículas. Este fenómeno es ilustrado a menudo por el ejemplo de un cantante que con su canto logra romper un vidrio.
Como se ha explicado anteriormente, esto sucede físicamente porque el cristal se ve afectado continuamente con un impulso sonoro de frecuencia igual a una de sus frecuencias naturales y, como tal, este impacto externo produce un aumento exponencial de la vibración de las partículas del vidrio hasta el punto de superar la barrera de la elasticidad que mantiene íntegro el vaso. No todos los sistemas que vibran en sus frecuencias naturales producen imágenes de vibración fáciles de estudiar como aquellas que son el resultado de una cuerda amarrada en sus extremos. En otras estructuras, tales como planos o volúmenes, la vibración de sus partículas en las frecuencias naturales plantea patrones más complejos. Mientras que en una cuerda se puede simplificar el estudio y tratarlo como una vibración bidimensional, en el estudio de la vibración de un plano o un volumen, tenemos que hacerlo en tres dimensiones.
Por resonancia, se puede ampliar en larga escala este comportamiento geométrico y, de hecho, la resonancia puede utilizarse como un amplificador para el estudio de varias características del sistema. En una plancha que se ponga a vibrar en resonancia ocurre algo curioso cuando se echa sal en ella. Las partículas de sal, por efecto de la gravedad, se acumularán en los valles, formando patrones muy interesantes, revelando el arreglo geométrico de la onda estacionaria que se forma en la placa. Estos patrones son conocidos como figuras de Chladni, nombre del físico que los estudió.
Chladni colocó una hoja de vidrio o de metal, cubierta de sal o arena, y la hizo vibrar por resonancia con la ayuda de un arco de violín; obtuvo un conjunto de patrones geométricos distintos para diferentes frecuencias naturales de la placa.
En la construcción de todo tipo de estructuras, como edificios, puentes, etc., el estudio del efecto de resonancia asume un papel clave para garantizar la seguridad de las mismas. Hay un caso muy conocido del efecto de la resonancia en estructuras, el caso del puente de Tacoma, en Washington. En este, los ingenieros no habían tenido en cuenta ese efecto en la construcción y por eso asistieron a su destrucción por la acción de la resonancia del viento que la puso a vibrar. Si todo vibra, si las estructuras asumen comportamientos oscilatorios por resonancia que en última consecuencia pueden conducir a su destrucción, es perfectamente lógico que nos preguntemos: ¿cuáles son las frecuencias naturales de nuestro cuerpo que, bajo el efecto de resonancia, pueden conducir a una situación de riesgo?
A nivel del cuerpo físico, existen algunos estudios sobre este tema, y varias son las fuentes que indican algunas de las frecuencias naturales del hombre. Los mismos estudios sobre el efecto de resonancia indican que alguien, durante un cierto período de tiempo, puede adquirir problemas óseos, «problemas en la aleta dorsal y lumbar, sistema gastrointestinal, reproductivo, trastornos del sistema visual, problemas en los discos intervertebrales y degeneración espinal, náuseas, palidez, sudoración, calor, salivación, dolores de cabeza, mareo, respiración irregular, somnolencia, vómitos».
Podemos observar que estas frecuencias naturales no son muy altas y que fácilmente pueden ser reproducidas por resonancia por aparatos tales como taladros, martillos neumáticos, camiones, trenes, etc. Sin embargo, podemos ir más allá en los estudios de los fenómenos de resonancia. Por ejemplo: ¿cuáles son las frecuencias naturales de los cuerpos sutiles de la personalidad del hombre? ¿Qué efectos a nivel pránico, emocional y mental producen los fenómenos de resonancia? ¿Cuál es el efecto de las frecuencias más altas en esos cuerpos, tales como los suprasonidos o los colores? Estudios futuros quedan abiertos.