Arte — 31 de enero de 2021 at 23:00

Stairway to heaven, de Led Zeppelin

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Después de más de tres años acudiendo a mi cita mensual con el espacio «filo rock” me resulta extraño que Led Zeppelin no esté entre las colaboraciones que, hasta el momento, he escrito para la revista Esfinge. Y digo extraño porque son para mí el grupo por excelencia dentro de la historia del rock.

Stairway to heaven posiblemente sea su canción emblemática, no solo dentro de sus composiciones, sino de lo que se ha dado en llamar hard rock (aunque sea una balada en su parte inicial). Personalmente, hay otras composiciones del grupo que considero mejores (No Quarter, Kashmir, Since I’ve loving you, Dazed and Confused), pero reconozco que el solo final de Page con su guitarra de doble mástil es uno de los mejores momentos de la banda (que son muchos).

Sobre el significado de su letra, muchas han sido las interpretaciones: el miedo, la muerte, incluso la tan absurda que supone que, interpretada al revés, ¡contiene un mensaje satánico! Sin embargo, la más aceptada y confirmada por el mismo Plant: «Trata sobre el materialismo, sobre aquellos que creen que las posesiones pueden llevarnos a la salvación».

Otra versión atribuida a Page habla de otro significado: «la búsqueda de la esperanza, cuando uno se siente perdido y encuentra una salida en la vida».

Personalmente prefiero esta segunda interpretación, aunque si nos detenemos a reflexionar, encontraremos bastante relación entre el materialismo y el sentirse perdido.

El estilo de vida al cual estamos acostumbrados busca por encima de todo rendir culto al dios consumo, buscamos acaparar objetos materiales. Cuando escribo estas líneas, falta un mes para las festividades de Navidad, y el «Black Friday» acaba de triunfar, a pesar de la pandemia, un año más. Nos han hecho creer que la felicidad está unida a la capacidad de poseer objetos materiales o bien tener un empleo bien remunerado que nos otorgue prestigio personal para así situarnos en un lugar destacado de la sociedad. Nuestros niños son educados en que se les va a valorar por aquello que tienen y no por lo que son. Esto es materialismo puro.

La mayoría de las noticias que recibimos son de índole económica, como si la economía fuese la panacea para llegar a esa tan ansiada felicidad que todos buscamos. Pero no tengo tan claro que felicidad y bienestar económico tengan que estar irremediablemente unidos.

Hace 2300 años surge un movimiento filosófico que conocemos como estoicismo, del que ya os he hablado en otras ocasiones, y creo que para los momentos que estamos viviendo, algunas de sus enseñanzas pueden ser muy útiles.

El nacimiento del estoicismo coincide con una crisis dentro del mundo helenístico. Es un periodo de cambio. En esta época prevalecen las doctrinas morales antes que las metafísicas. El ser humano necesita respuestas prácticas y urgentes. Hay una vuelta a lo moral. Recordemos que uno de los antecedentes del estoicismo es el mismo Sócrates y su doctrina de la necesidad de la práctica de la virtud y no darle tanta importancia al conocimiento solo intelectual.

Hoy en día hay un resurgir del estoicismo. ¿Por qué atrae el estoicismo? Tal vez es una filosofía que ayuda a encontrar un sentido a la vida. Hace que reconozcamos nuestros egoísmos y ayuda a combatirlos a través de la ética y la práctica de la virtud.

También en este momento de crisis, el estoicismo es una filosofía que nos invita a mirar hacia adentro, a buscar nuestra raíz espiritual. Esa raíz es como un punto de anclaje que nos permite mantenernos cuando todo se derrumba. El estoico se prepara para que las circunstancias no le afecten; las circunstancias pueden ser favorables o desfavorables, pero él se prepara para no ser afectado.

Yo te invito, querido lector, a que busques dentro de ti y no caigas en las fauces del monstruo Minotauro que se alimenta de nuestras ansias de materialismo, de la búsqueda excesiva de la comodidad y del egoísmo. El egoísmo es la gran pandemia de estos tiempos que vivimos.

Peo hay solución: ante el egoísmo pongamos un poco de generosidad. Como decían los estoicos: «Lo que es bueno para la colmena es bueno para la abeja».

Tal vez ese sea el secreto de la verdadera felicidad.

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