Historia — 30 de abril de 2015 at 22:00

Antoni Gaudí: la arquitectura de la naturaleza

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Gaudí crea un lenguaje nuevo en la arquitectura. Nos introduce en el misterioso origen de las fuerzas interiores que generan fuerzas, tensiones, movimientos, ritmos, curvas alabeadas y arcos catenarios, y utiliza las leyes con las que la naturaleza crea seres y paisajes. Su vida es una muestra de crecimiento interior, de búsqueda interior y de espiritualidad.

El advenimiento de un genio

Siete edificios del genial arquitecto han sido incluidos  en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO: Parque Güell, Palacio Güell, Casa Milá, Casa Vicens, la obra de Gaudí en la fachada de la Natividad y la cripta de la Sagrada Familia, la Casa Batlló y la cripta de la Colonia Güell.

Hacia mitad del siglo XIX, en Europa, el campesino y el artesano de los oficios gremiales emigran del campo a la gran metrópoli en busca de una mejor calidad de vida. Barcelona cuadruplica su población en cuatro décadas, y necesitará un plan de urbanismo que gobierne la expansión de la ciudad. Regresan a Barcelona españoles que se enriquecieron en las colonias de Cuba y la República Dominicana, y la economía de la ciudad florece gracias a la industria del algodón y del hierro, provocando la aparición de «nuevos ricos». En 1875 se crea la Escuela Oficial de Arquitectura de Barcelona para formar a los futuros arquitectos que levantarán las casas que necesitan las cuadrículas del Plan del Ensanche diseñadas por el ingeniero Cerdá.

Antoni Gaudí nació en 1852 en Reus, importante núcleo industrial de Tarragona. Fue el quinto hijo de la familia. Dos de sus hermanos murieron todavía niños y en su infancia sufrió un artritismo articular que le impidió caminar durante una temporada. Así, en lugar de jugar y correr por el campo, Antoni se zambullía en la naturaleza que le rodeaba. Las arañas eran capataces de obra que fabricaban puentes sobre los ríos. Los caparazones de los caracoles estaban hechos de una espiral, la misma de los ásperos troncos de los olivos, que les dan una estabilidad envidiable. Los grandes e inclinados algarrobos eran las columnas del cielo azul mediterráneo.

El trabajo de su padre era hacer calderas y alambiques de cobre o hierro. La observación de las helicoidales formas de las serpentinas, y las alabeadas de las calderas, le sugieren el concepto espacial de la arquitectura. Su agudeza visual le permite imaginar formas tridimensionales con la misma facilidad con la que hoy día se obtienen en los ordenadores.

Antoni trabajó en una fábrica de hilados y tejidos de algodón. Un día, el dueño de la fábrica lo encontró leyendo un libro de aritmética, y decidió hablar con su padre, que, con gran esfuerzo, logró llevarle a él y a su hermano Francesc al colegio de Reus. Paseando por las ruinas del monasterio de Poblet, del siglo XII, Antoni realizó, ya con diecisiete años, planos de reconstrucción y mediciones que aún se conservan.

Empieza trabajando como delineante en un taller para pagar la pensión en la que vivía junto a su hermano mayor. Este muere de forma repentina tras licenciarse en Medicina, y su madre fallece al poco tiempo. Antoni necesitará trabajar mucho para poder llevar dinero a casa de su padre y su hermana, única familia que le quedaba. A los veintiséis años consigue el título de arquitecto. Aprende también los oficios de carpintero, forjador, alfarero y vidriero. Siempre prefirió hacer modelos de barro o de yeso que planos o dibujos.

Barcelona, una ciudad para Gaudí

gaudi2Eusebi Güell era un peso pesado de los negocios dentro y fuera de Barcelona; con él, Gaudí forma la pareja del modernismo: artista y mecenas. Le encarga varios trabajos que llevarán su nombre. El arquitecto aprovecha la tradición gótica y levanta el imponente Palacio Güell. Consigue en el interior una estancia de una altura superior a tres pisos coronada con una gran cúpula perforada de orificios circulares que la inundan de luz.

En 1908 Gaudí se dedica al proyecto que tenía que ser la iglesia de la Colonia Güell, pero solo se llegó a construir parte de la cripta. Es un conjunto que parece emerger del suelo y se funde con la naturaleza.

La cripta es el resultado de un esqueleto perfectamente estudiado. Los ladrillos se complementan con basalto y piedra sin desbastar mezclados con plomo en los puntos de ensamble. A medida que se avanza en dirección al altar, agachamos instintivamente la cabeza, ya que la inclinación de las columnas es tan fuerte que hace pensar en un derrumbamiento inminente. Cada columna ostenta una forma original, igual que los árboles. Probablemente es la más ingeniosa de todas las obras del arquitecto, pero quedó inacabada.

 El Parque Güell, de un total de 15 hectáreas, tiene siete lados con siete puertas, a semejanza de la antigua Tebas. Del proyecto inicial, solo llegaron a construirse dos viviendas, una de las cuales sería comprada por el propio Gaudí como hogar familiar. La casa Muntaner, ya existente en la finca, pasó a ser la residencia de los Güell. En el parque encontramos varios elementos simbólicos. La columnata dórica es un imponente espacio de 86 gruesas columnas, entre las que se encuentran unos plafones de trencadís decorando el techo.

En 1883 Gaudí ocupó la dirección de las obras del templo de la Sagrada Familia, que ya estaban iniciadas, al surgir discrepancias con el arquitecto inicial. Allí vivió junto a sus obreros el espíritu fraternal de los constructores de las catedrales góticas medievales, de donde recibe la idea de la obra colectiva y anónima, como colaboración de varios artesanos. Gaudí decía: «Esta no es la última de las catedrales, sino la primera de una nueva serie».

Hacia 1887, el obispo de Astorga le encarga edificar el Palacio Episcopal, obra que tuvo que abandonar tras el fallecimiento del obispo, pero en la que dejó su marca de originalidad.

En el Paseo de Gracia de Barcelona, encontramos la Casa Batlló, de cuya reforma y modernización fue responsable. El aspecto del edificio es similar a una mansión de fantásticos elfos, en la que se produce un estallido de luz y color gracias a la ondulada cerámica de su fachada. Haciendo desaparecer los ángulos y las líneas rectas, todo parece fluir en la Casa Batlló, como si en la fachada se hubiera hecho uso de un extraño material por su flexibilidad. Se trata del ladrillo, que el artista dominaba a la perfección. Esta ondulación de la fachada junto a los miles de piedrecillas de mosaico multicolor que la recubren producen un efecto luminoso impresionante cuando es bañada por los rayos de sol. En el interior de la casa continúa la flexibilidad de las formas y el naturalismo. La luz penetra a través de las ventanas y vidrieras de colores.

Otro industrial, Pere Milá, le encargó la construcción de una gran casa de pisos. Gaudí podrá expresarse en la Casa Milá («la Pedrera») como si de una gran escultura se tratase, ya que parece estar esculpida en la roca. La porosa fachada ondulada nos recuerda la superficie arenosa de la playa modelada por las olas. Sobre el tejado se sitúa una reproducción del banco del Parque Güell y las caprichosas formas de su jardín de guerreros: las chimeneas. Todo es curvo, por lo que la luz penetra sin dificultades en el interior, así como el aire. Nada es uniforme en este edificio, las plantas de los diferentes pisos no se parecen. Una estructura espacial tan variada solo era posible gracias a la desaparición de los muros de apoyo.

La Casa Vicens, otra de sus obras, se levanta como un castillo de las mil y una noches a pesar de ser un pequeño edificio.

Desde 1912, el arquitecto ya no acepta más encargos y se sumerge en las obras de la Sagrada Familia. Los años de la Primera Guerra Mundial llevan pocas limosnas al templo, y es el arquitecto quien va de puerta en puerta a pedirlas. Su modesto salario ya no lo quería para él, y lo donaba para la construcción del templo.

En 1922 tuvo lugar en Barcelona un Congreso de Arquitectos. Le preguntaron a Gaudí cuándo acabarían las obras del templo, a lo que respondió: «Mi cliente no tiene prisa».

Gaudí murió con setenta y cuatro años, después de ser atropellado por un tranvía. Encontró reposo en la cripta del templo inconcluso, en el lugar donde había trabajado cuarenta y tres años de su vida, los doce últimos en exclusiva.

La naturaleza impone sus leyes

gaudi3«¿Quieren saber dónde he encontrado mi ideal? Un árbol en pie sostiene sus ramas, estas sus tallos, y estos las hojas, y cada parte aislada crece en armonía sublime desde que el artista Dios lo concibió» (A. Gaudí).

Gaudí concibe la arquitectura como un arte integral en el que se funden la luz, la policromía, el sonido, los mosaicos y las cerámicas multicolores. Su arte es atemporal, basado en principios naturalistas y expresado en las superficies alabeadas. Utiliza la cerámica y el forjado. Rechaza el uso del cemento, como demostró en sus columnas, que prefirió realizar de ladrillo.

Antes de construir, experi­mentaba. Para la iglesia de la Colonia Güell diseñó un modelo funicular a base de cordeles con saquitos de perdigones colgados a los extremos. Esta forma de trabajar, inventada por Gaudí, se sigue utilizando hoy día.

Siempre se le veía al pie de su obra: a partir de un esbozo inicial, el crecimiento de la obra podía ser variado sobre la marcha. Gaudí pensaba que la naturaleza se compone de fuerzas que actúan bajo la superficie, y lo que vemos es la expresión hacia el exterior de esa energía. Inclinó las columnas de sus construcciones, lo que le posibilitó dotarlas de una perfecta estabilidad sin apoyos externos.

Usó en sus obras el trencadís de cerámica, un recubrimiento de superficies mediante teselas o pedazos de cerámica irregulares, con los que consiguió una gran belleza formal y cromática.

La Sagrada Familia (1883-1926)

Resulta imposible encontrar en toda la historia del arte un paralelismo con la construcción de esta catedral, todavía inacabada.

Comenzó la construcción del templo por tramos verticales. Levantó el ábside y lo decoró con serpientes, dragones, sapos, representando las sombras que bajan por las columnas; por allí descienden las bestias que no pueden entrar en la catedral. Luego construyó la fachada de la Natividad orientada al este, hacia la salida del sol, la única que pudo ver terminada en vida.

La fachada de la Natividad está formada por tres pórticos y cuatro torres-campanario. Dos grandes columnas la soportan, coronadas de palmas y montadas en tortugas de piedra. Las torres se reducen en altura al ascender y se conciben como una torsión parabólica. Solo una de ellas pudo ser contemplada por su arquitecto. Las ventanas se ordenan en forma de espiral impulsando al espectador hacia las alturas.

Dibujó cómo tenía que ser la fachada del oeste, la fachada de la Pasión, pero no pudo empezarla. La tercera fachada, la fachada de la Gloria, todavía por construir, será la mayor y más espectacular del templo, con sus cuatro torres todavía más altas que las del Nacimiento y la Pasión. Cinco entradas, más dos en los extremos, darán acceso al interior. Más altas que las torres se elevarán las cúpulas de los cuatro evangelistas, que surgirán de la cubierta del templo.

Cuando esté terminada, será la catedral más grande e impresionante del mundo. Las 18 torres-campanario se elevarán en la ciudad, tocando con sus agujas la inmensidad del cielo azul, esparciendo por sus oquedades las notas de las campanas tubulares.

Gaudí plasmó su obra con su aroma propio, descubierto a través de la meditación y la observación profunda del hermoso universo que le rodeaba. El hombre actual necesita aprender de Gaudí esa capacidad de reflexión. Debe maravillarse ante un amanecer, ante una bella poesía, ante una buena acción. Debe saber que el árbol que está en el parque, que el pájaro que se posa en la ventana, que el hombre que pasa a su lado, que la nube que atraviesa el gran cielo azul, todos tienen un mensaje para él.

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