Sociedad — 1 de abril de 2012 at 00:02

La Banca Ética: otra banca es posible

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¿Te has preguntado alguna vez qué hace el banco con tu dinero?

Pedir dinero a un banco o una caja, especialmente en estos momentos de crisis,  implica someterse casi a un tercer grado; es decir, debemos darle al banco toda la información que nos pide; en cambio, cuando depositamos nuestros ahorros o nómina allí no le exigimos ninguna información. Pero ¿alguna vez nos hemos planteado exigírsela? Seguramente la respuesta es no, y esto significa que, posiblemente, el banco financiará operaciones que ni podemos imaginarnos.

Quizás no preguntamos al banco o caja qué hará con nuestro dinero porque no somos del todo conscientes de que depositándolo allí hacemos un préstamo al banco para que se pueda ganar la vida.

Si a esta opacidad le añadimos la globalización, la rapidez –favorecida por internet– con que se mueven los capitales de una punta a otra del planeta; la liberalización y desregulación del mercado financiero, que entre otras cosas, han eliminado la diferencia entre banca de depósitos y banca de inversión favoreciendo el crecimiento exponencial del capital especulativo; todo esto hace que, sin saberlo, nuestro dinero pueda estar financiando la fabricación de armas, la contaminación ambiental, la explotación laboral, actividades lícitas pero socialmente poco deseables, incluso partidos políticos con los que no comulgamos en nada; o estamos participando con nuestro dinero en fondos de inversión o negocios que se están realizando en paraísos fiscales.

Y es que realmente no somos conscientes del uso que hacen los bancos de nuestro dinero; así por ejemplo, podemos estar manifestándonos por la paz mientras al mismo tiempo nuestros ahorros están financiando empresas armamentísticas.

Por tanto, sin saberlo nosotros, también somos, en parte, responsables de las consecuencias de determinadas decisiones de inversión.

Sin perder de vista que el negocio de los bancos y las entidades financieras es obtener beneficio con nuestro dinero, deberíamos exigirles transparencia, responsabilidad y respeto. Y esto, los ciudadanos lo podemos hacer. Sí, aunque parezca mentira, lo podemos hacer, y de hecho, ya hay ciudadanos que lo están haciendo. Prueba de ello es el incremento del 23% de clientes que ha tenido la banca ética en este último año.

¿Qué es la Banca Ética?

Las instituciones financieras juegan un papel clave en la economía y, como financiadores, deberían compartir la responsabilidad del impacto que producen, bueno o malo, las actividades de sus clientes. La banca tradicional elude esta responsabilidad, la banca ética la hace suya; esta es, en esencia, la principal diferencia entre una y otra. La banca tradicional solo busca el rendimiento monetario de la inversión; en cambio, la dimensión de la banca ética sobrepasa el simple cálculo del rendimiento monetario, buscando un rendimiento al servicio de la sociedad a nivel  global.

La banca ética puede englobar a muchas entidades, porque banca ética es una filosofía de trabajo, con unos principios basados en valores humanos que rigen el código de actuación de estas entidades, inspirado en un modelo de desarrollo humano, social y sostenible, que rige los criterios de inversión, para alcanzar efectos globales. Transparencia, responsabilidad y respeto son los pilares básicos de la banca ética.

Y precisamente la transparencia, como uno de los principios base, hace que la banca ética rompa con la opacidad de la banca tradicional: por un lado, garantiza el origen del dinero depositado, y por el otro, garantiza el uso correcto y transparente de este, divulgando los datos de las inversiones concedidas, que previamente han sido auditadas por un comité ético que vela por que estas inversiones no contradigan los principios y valores de la banca ética.

Podríamos decir que la banca ética es un punto de encuentro entre ahorradores sensibles a las consecuencias no económicas de las decisiones económicas, que exigen una gestión consciente y responsable de su dinero y una iniciativa socio-económica comprometida con un modelo de desarrollo regido por principios humanos, sociales y sostenibles.

La banca ética no se opone a las reglas de las finanzas tradicionales, sino más bien aspira a reformar los valores de las actuales finanzas. Cosa que parece muy necesaria viendo los estragos que está produciendo la crisis económica en la que estamos inmersos, provocada en gran medida por el comportamiento de las entidades financieras, consecuencia de la desregulación y liberalización del mercado financiero.

Banca Ética no son los productos «éticos» de algunas entidades financieras de algunas entidades financieras

Ya hemos comentado que cada vez hay más gente sensibilizada con las consecuencias no económicas de las inversiones financieras. Y de esta sensibilización se ha dado cuenta la banca tradicional, que ha visto un filón de oro para incrementar su cuota de mercado lanzando los llamados productos éticos, e incluso cambiando el nombre de la propia entidad para atraer a esta parte potencial de clientes sensibilizados, que además está en crecimiento.

Debemos tener en cuenta que banca ética no es un conjunto de productos éticos u obra social, como la de las cajas.

Banca ética significa, como ya hemos dicho, una filosofía de trabajo al servicio del ciudadano, que impregna el comportamiento de toda la actividad económica de la entidad, y esto implica hacer suya la responsabilidad del impacto que tiene la actividad de sus clientes; es una forma de gestionar los recursos sostenida por unos principios de transparencia, respeto y responsabilidad social. Principios de los que la banca tradicional está todavía muy, muy, muy alejada, y por lo que parece, todavía no está en disposición ni siquiera de acercarse. Prueba de ello es el comportamiento que está teniendo en esta crisis en la que estamos sumergidos y que parece no tener fondo.

Entre otras cosas, la banca tradicional ha jugado con la confianza de muchos de sus clientes, que, confiados, por ser el banco o la caja de toda la vida, firmaban contratos de productos financieros con nombres técnicos y rimbombantes que en muchos casos eran humo, como por ejemplo, las desgraciadamente famosas acciones preferentes.

Durante los cinco años que llevamos de crisis (recordemos que todo empezó en 2007), las pérdidas del sector bancario se están socializando, es decir, que las pagamos con dinero público, y recordemos: el dinero público sale del bolsillo de los ciudadanos. Se han dejado quebrar empresas en todos los sectores dejando en la calle a miles de trabajadores, muchas de ellas por falta de financiación o acceso al crédito; pero por miedo al colapso financiero, como el acontecido en 1929, a los bancos se les sigue inyectando dinero público; y al mismo tiempo que sus directivos siguen cobrando sueldos estratosféricos, los recortes en educación, sanidad y asistencia social están a la orden del día en un momento en el que el número de familias que sobreviven por debajo del umbral de pobreza es altísimo. ¿Se les va exigir a los bancos que socialicen los beneficios al igual que han hecho con las pérdidas?

Por tanto, no nos dejemos engañar: la obra social, sin desmerecerla, ya que durante años ha sido la forma de cubrir el déficit social de las cajas de ahorro (no de los bancos) y los productos éticos de la banca tradicional no son banca ética. Los productos éticos no dejan de ser anzuelos para pescar a ahorradores más o menos sensibilizados, pero no del todo informados.

Existen otras rentabilidades a parte de la monetaria

¿La rentabilidad es solo financiera? ¿Nunca nos hemos planteado que nuestro dinero puede rendir social, ética o medioambientalmente?

Sí, existen otras rentabilidades a parte del tipo de interés. Y precisamente son las que nos ofrece la banca ética. Sin perder seguridad y liquidez podemos invertir buscando un rendimiento ético, social y medioambientalmente sostenible, además del estrictamente dinerario.

Respecto al tipo de interés, el que nos ofrece la banca ética suele estar por debajo de los que ofrece la banca tradicional, porque, para empezar, la banca ética, por sus principios fundacionales, no puede invertir en las actividades económicas que actualmente son más lucrativas y tampoco puede actuar o invertir en paraísos fiscales. Y lo más importante: rehúye la especulación, fuente de los oscuros nubarrones que hay hoy sobre la economía mundial.

Los valores en los que invierte la banca ética no cotizan en bolsa y no son a corto plazo, pero la repercusión positiva que tienen a nivel social y humano puede ser muy elevada.

Por tanto, cuanto más exigentes y responsables seamos como clientes bancarios más impacto positivo podremos generar.

Con la grave crisis económica que esta azotando, sobre todo a Occidente, se están levantando voces a favor de otras rentabilidades que favorezcan al conjunto de la sociedad.

Tenemos que pensar que la crisis que estamos viviendo no es solo una crisis financiera, sino también de gestión de los recursos, y la situación en la que nos encontramos requiere innovación económica, social y medioambiental.

Necesidad de una nueva banca

El crack de 1929 provocó el pánico a perder los ahorros. Esto produjo la retirada masiva de depósitos de los bancos, lo que llevó a la quiebra a muchas entidades y empresas.

Cuando Roosevelt llegó a la presidencia norteamericana, dijo: “prefiero más rescatar a los que producen alimentos que a los que producen miseria”, y aplicó la llamada  política New Deal, una política intervencionista para mitigar los efectos del crack, basada en mantener a flote a los más pobres, reformar el sistema financiero y dinamizar la economía americana.

En lo que se refiere a la reforma del sistema financiero, la New Deal dio lugar a la Ley Glass-Steagall. Esta ley introdujo reformas bancarias dirigidas, entre otras cosas, a controlar la especulación para que no se produjera de nuevo una situación como la del 29. Los puntos más destacados de esta ley eran:

·    La separación entre banca de depósitos (banca cotidiana donde los ciudadanos tienen sus ahorros y nóminas) y banca de inversión (banca a la que recurrían las empresas para financiarse).

·    Creación de un sistema conformado por bancos nacionales, estatales y locales, con una ley antimonopolio que impedía la competencia desleal.

·    Los banqueros fueron vetados para participar en los consejos de administración de las empresas industriales, comerciales y de servicios.

Coincidiendo con el estallido de la crisis del petróleo a mediados de los 70, esta ley fue muy criticada por los neoliberales; y abogando que el mercado es lo suficientemente inteligente para corregirse, consiguieron que a partir de 1981 el presidente Reagan empezara a eliminar los controles bancarios y liberalizar el sistema financiero; y que Clinton, en 1999, derogara definitivamente la Ley Glass-Steagall. Desde ese momento los bancos comerciales podían entrar en el juego de la especulación, pudiendo asumir más riesgo y apalancamiento, al igual que los de inversión. Fue a partir de aquí cuando la especulación despegó hasta cifras insospechadas, poniendo en jaque la economía mundial.

La relajación de la desregulación y la liberalización del mercado han sido algunos de los orígenes de la crisis que empezó en 2007. Las graves consecuencias que estamos viviendo están provocando que desde diferentes ámbitos se solicite una supervisión y regulación más dura del sistema financiero, a lo cual los financieros se resisten.

En muchos de los consejos de administración de las grandes multinacionales hay no solo banqueros, sino grandes grupos de inversión, una de las cosas que la Ley Glass-Steagall evitaba, y muchos partidos políticos son financiados por estos grandes inversores. Sin comentarios…, por ahora todo está en stand-by.

A diferencia del crack del 29, en esta crisis el sistema bancario no se ha colapsado, y no ha sido precisamente por la inteligencia del sistema, como decían los neoliberales, sino por los millones y millones de dinero público que se le han inyectado. Dinero público que, a juzgar por el comportamiento que tiene el sector financiero, parece como si fuera suyo. Quizás es que nadie (¿Gobiernos? ¿Instituciones supragubernamentales?) le ha dicho lo contrario.

El crítico momento en el que estamos demuestra la necesidad de una nueva banca para una economía diferente, una economía al servicio de todos, no solo de unos pocos. Porque la economía, ante todo, es una ciencia social.

Y la banca ética es una alternativa; y cada vez hay más entidades comprometidas con esta filosofía, y cada vez son más las personas que han pasado a la acción y están apostando por entidades que les garantizan seriedad, transparencia, responsabilidad y respeto por ellos y por su dinero.

Ya lo hemos dicho otras veces en estas páginas: la crisis actual nos debe servir para cuestionar el modelo de vida que llevamos, debemos plantearnos seriamente el dejar de tener para poder ser, dejar de pensar a corto para pensar a largo plazo; incluso el planeta nos lo agradecerá. La reivindicación no es suficiente, en muchos casos es ahogada y corrompida por los propios mecanismos del sistema. Debemos pasar a la acción.

En nuestro día a día, en la medida que podamos, debemos ser pequeños héroes cotidianos que con nuestro quehacer vayamos armonizando pensamiento y acción, comprometidos con nuestros ideales y sueños de que un mundo más justo, más sostenible, más abierto, más humano y solidario es posible.

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