Sociedad — 30 de junio de 2017 at 22:00

Cómo superar la timidez

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superar la timidez

La timidez es un problema que afecta a mucha gente, de diferente forma y con diferente intensidad o grado, pudiendo casi afirmarse que cada tímido es un caso particular de timidez. Por eso nunca vienen mal algunas recomendaciones para aligerar los contratiempos que causa a quien la padece.

Al igual que el miedo, la timidez se supera o se vence, pero no se llega a extirpar del todo nunca. Hay quien afirma que es simplemente un estado de ánimo. Pero generalmente se entiende por timidez un «estado de inseguridad o vergüenza que una persona siente ante situaciones sociales nuevas, dificultándole o impidiéndole entablar conversaciones y relacionarse con los demás».

Puede haber causas físicas, por ejemplo malformaciones, fealdad extrema, etc., aunque generalmente el problema es psíquico. Y hablamos de problema, no de enfermedad, salvo casos muy extremos y excepcionales. Es un problema porque el ser humano es un ser social por naturaleza, y es imposible evitar las relaciones sociales.

Los síntomas son muy variados, pero los más comunes son de sobra conocidos: nerviosismo excesivo, sudores, rubor, bloqueo emocional, etc.
Vamos a ver ahora las medidas o recomendaciones más importantes para superar la timidez.

Desarrollar y fortalecer la voluntad

Ante todo, el tímido debe reconocer el problema y no tratar de ocultarlo, pues eso dificulta más la solución. Una vez reconocido el problema, tomar la firme decisión de querer solucionarlo. Muchas veces el problema es la indecisión o las dudas… La voluntad es algo que hay que desarrollar; de lo contrario, nos sentimos impotentes, y el tímido puede llegar al triste convencimiento de que no puede vencer su timidez.

Esta determinación debe llevar a la acción. El tímido tiene que actuar, tiene que atreverse, tiene que salir de su «zona de confort», en la que se siente más o menos cómodo, y hacer lo que siempre había deseado hacer, pero que la timidez se lo impedía. Actuar nos permitirá comprobar que muchos de los muros infranqueables que veíamos eran solo una pantalla de papel.

El tímido debe fortalecerse, desarrollando al máximo sus cualidades positivas, porque las tiene. Debe practicar la virtud del valor,  la valentía.

Cultivar y desarrollar la inteligencia

Es cierto que la timidez es algo irracional, y que los argumentos lógicos no son suficientes para solucionarla. Pero son necesarios. El tímido debe reflexionar sobre su estado, pues además, los tímidos suelen ser personas inteligentes y con un gran potencial, y deben utilizarlo.

Aquí la cuestión es aprender a reflexionar, aprender a pensar, lo cual no es fácil. El tímido debe aprender a estar atento y cuidar su mente, para no caer atrapado en obsesiones o pensamientos negativos de todo tipo.

Amar a los demás

El tímido debe desarrollar la virtud de la generosidad.

El problema de la timidez suele ir unido a la introversión y al estar muy pendiente de uno mismo. El tímido está pensando: «¿cómo me verán?», «¿qué dirán de mí?», etc. El remedio es cambiar el enfoque; en lugar de mirarme a mí mismo, se trata de mirar a los demás: ¿qué puedo hacer por los demás?, ¿cómo puedo ayudar a los demás, que podría yo aportarles?, etc., no esperar que los demás me traten bien, sino tratar yo a los demás como me gustaría que me tratasen a mí.

Se trata de ver a los seres humanos como parte de una misma familia, la humanidad, en la que todos somos hermanos. Aunque exteriormente todos somos diferentes, esencialmente todos somos iguales, participamos de la misma naturaleza, y por tanto, puedo ver a los demás como me veo a mí mismo. Todos los seres humanos tenemos nuestras inquietudes, nuestros anhelos, nuestros sueños, que en el fondo son los mismos aunque se manifiesten de distinta manera. Y viendo así a los demás, se deja de tenerles miedo.

La opinión ajena

Esta es quizá una de las causas más frecuentes de la timidez. El miedo al «qué dirán», el miedo a las críticas, el miedo a ser rechazado, etc. Aquí la cuestión es reflexionar sobre qué valor damos a la opinión de otros, y qué valor damos a la nuestra, y cuál vale más. En este caso, el argumento es muy sencillo: «Yo convivo conmigo mismo las veinticuatro horas del día, y por lo tanto, me conozco mejor que nadie; así pues, debo ser yo quien me juzgue a mí mismo». Y en cuanto a los demás, no se puede contentar a todo el mundo; siempre habrá alguien a quien no le guste lo que yo diga o haga. Pues, de verdad, lo lamento. Mi mayor preocupación no será buscar la aprobación de los demás, sino la mía propia, y por tanto, hacer y hablar de la mejor manera que me sea posible. Si lo hago así, la opinión ajena no me va a afectar; puede llegar a ser molesta, pero no me intimidará.

Además, no debe olvidarse que la mayoría de la gente es amable, y cuando alguien no lo sea, es su problema.

Emotividad y sensibilidad extremas

«Nada en demasía», decían los antiguos griegos, y para el tímido, una excesiva emotividad y sensibilidad agravan su problema. Cualquier contratiempo o dificultad tienen una honda repercusión sobre su personalidad, pues amplifica y aumenta lo sucedido, de forma que siempre está afectado, y eso le lleva a encerrarse en sí mismo, creyendo así autoprotegerse.

Para solucionar esto, lo mejor es buscar la serenidad mental, calmando también las emociones. Y además, ir quitándose el caparazón de protección que se ha construido, y abrirse, buscando relaciones auténticas con los demás. Esto es todo un reto, en realidad, no solo para el tímido sino para cualquier persona.

Imaginación constructiva

Con su fantasía descontrolada, el tímido aumenta y deforma cualquier hecho pasado, presente o futuro, sufriendo por lo que pasó, por lo que está pasando y por lo que todavía no ha ocurrido y quizás nunca ocurra. Para evitar esto se necesita desarrollar la imaginación constructiva. El tímido necesita recrear imágenes positivas y bellas en su mente, para dejar de lado las fantasías que le invaden. Sirve como ejercicio apreciar todo lo bello de la naturaleza, sus colores, sus formas, y todo lo bello de la vida.

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Miedo a hablar en público

Tres recomendaciones: 1.- Saber lo que se va a decir, o sea, estar preparado. 2.- Ser natural, o sea, ser uno mismo, sin querer copiar o imitar a nadie. 3.- Practicar; la práctica es como el entrenamiento, y todo lo que se ejercita se fortalece, aunque el miedo escénico, que es una modalidad de este miedo, no desaparece nunca, según afirman algunos actores famosos.
La risa y el buen humor

Esto favorece nuestro estado de ánimo, y también incide en nuestro subconsciente, convenciéndole de que todo va bien. Si ante cualquier problema uno es capaz de reírse, podrá encontrar más fácilmente la solución.

Y dentro de la risa y el buen humor, lo más importante es aprender a reírse de uno mismo. El tímido se toma muy en serio a sí mismo, y eso le puede aumentar la timidez. Debe aprender a quitarse importancia personal, ser humilde y reírse de sí mismo, desdramatizando muchas situaciones de su vida y así sufrir menos.

El sentido del humor también es un buen entrenamiento para superar el miedo al ridículo. Siempre que uno sea elegante y mantenga el dominio de sí mismo, practicar con situaciones ridículas ayuda mucho a vencer la timidez.

Entusiasmo, alegría de vivir, buen humor, son imprescindibles para superar la timidez, aunque sin caer en las burlas, o sin caer en la falta de seriedad cuando corresponde estar serio, que a veces eso es lo difícil.

Personas afines

Es muy importante unirse a personas que tienen las mismas inquietudes que nosotros, personas afines con las que compartimos ideas y otras muchas cosas. Relacionarnos con estas personas va a ser una ayuda muy importante, pues gracias a ellas tenemos el entorno perfecto para practicar y vencer la timidez. Después, vamos a poder comportarnos sin timidez en cualquier otro entorno, y con otras personas.

La clave fundamental para superar la timidez

La solución definitiva y segura para vencer la timidez consiste en despertar nuestro yo espiritual, o podríamos decir, nuestro verdadero yo. ¿Cómo se hace eso? Pues muy sencillo: necesitamos la filosofía, las enseñanzas filosóficas, que nos ayudarán a conocer la naturaleza humana, es decir, conocer cómo somos y cómo estamos hechos los seres humanos, lo cual nos permitirá ser más íntegros y más auténticos.

Esto implica elevar nuestro estado de conciencia, ver la realidad, y nuestra propia realidad, desde un punto más elevado, que podríamos llamar nuestra acrópolis interior, y desde ahí verlo todo más claro, y ver cómo la timidez está abajo, donde ya no nos molesta, porque nosotros estamos arriba, donde el cielo está limpio y azul y el sol brilla y da luz y calor. Ahí es donde la timidez ha sido superada, ahí es donde encontramos estabilidad y seguridad, ahí es donde nos encontramos con nosotros mismos, y podemos sacar lo mejor que hay en nuestro interior.

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