Sociedad — 30 de septiembre de 2016 at 22:00

La belleza: ¿algo superficial o profundo?

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Belleza

Vivimos en una sociedad donde las prioridades están invertidas: lo espiritual ocupa un lugar receptivo, mientras lo físico/material tiene un rol dominante. El porcentaje de tiempo que ocupamos diariamente en producir y consumir es mucho mayor que la cantidad de tiempo que dedicamos a cultivar nuestras virtudes y nuestro espíritu.

No es difícil entender que, hoy en día, el concepto de belleza y el culto al cuerpo sean considerados inherentes el uno al otro.
Los ejemplos los vemos diariamente en medios de comunicación, arte y publicidad; rostros hermosos, cuerpos musculados en hombres y delgados en mujeres, nos transmiten el mensaje de que la belleza solo puede apreciarse en las formas. Luego, el objetivo es vendernos toda clase de productos y recetas que nos permitan acercarnos a ese «ideal» de belleza.
Por esto, es extraordinario cómo, en una entrevista en el canal de YouTube Suli Breaks, realizada a niños de 6 a 11 años, donde se les pregunta: «¿Qué es la belleza?», las respuestas vayan en una dirección completamente diferente.
La primera sorpresa se da cuando una niña expresa que la belleza es a lo que acudes cuando buscas inspiración; habla de un concepto donde «lo hermoso» no es un fin, sino un medio para conseguir algo más elevado.
Otras joyas son: «Nadie puede decirte que eres bello, eso debes descubrirlo tú mismo». Es decir, quita el poder de definirnos a los medios externos y lo devuelve a su verdadero dueño. «Cuando eres buena persona, eres hermoso»; hay un esbozo de un concepto mucho más profundo, donde la belleza va ligada a los valores con los que vive una persona.
Todas estas ideas vienen respaldadas desde hace mucho tiempo por la filosofía.
En las Enéadas, Plotino nos habla de la función iniciática de la belleza, que actúa a modo de guía, reconduciendo y orientando al alma en su camino de vuelta a la Unidad (el origen de todas las cosas). Es decir, aunque a primera vista se identifique lo bello de forma sensible (a través de los sentidos) y pareciera ser algo superficial, es un «intelecto divino superior» lo que nos permite realmente reconocerla, en otros y en nosotros mismos.

Los griegos y la belleza

Para los griegos, la belleza física jugaba un rol de suma importancia en la sociedad. Guardaban dos preceptos principales:
1. La belleza es una bendición (un regalo de los dioses); por lo tanto, es deber honrarla.
2. Un perfecto aspecto exterior guarda una perfección interna. Es decir, un cuerpo hermoso era considerado la evidencia de una mente hermosa. Incluso, tenían una palabra para esto: kaloskagathos, que significaba ser agradable a la vista y, por ende, ser una buena persona.

En el manual Espiritualidad griega, Evelyn Hay nos explica cómo la belleza que se observa en los cuerpos griegos obtiene fuerza y profundidad porque iba acompañada no solo de un arduo trabajo atlético, sino de la disciplina que se ejercía también sobre la mente. Había un equilibrio entre pensamientos, deseos y ambiciones, no era pura vanidad o arrogancia, como muchos pensaban.

Para los griegos, la belleza se trataba de armonía, de la ausencia de conflictos y del dominio tanto de lo corporal como de lo mental.

Otra característica de los griegos es que eran tan amantes de la belleza como de la perfección. Era la visión de esa perfección que luego se convertiría en el ideal: lo que «deberíamos» ser, nuestra guía a seguir. Así fue como Atenea fue el ideal de la sabiduría, Afrodita el ideal del poder y la dignidad femenina o Apolo el ideal de la fuerza y simpatía masculina. De esta forma, a través del arte griego, mujer y hombre fueron elevados a un ideal de perfección, a una verdad que ha trascendido el tiempo y el espacio.
Fue Sócrates, junto con su discípulo Platón, quienes cuestionaron el ideal de belleza superficial y exploraron cómo, independientemente de lo externo, una persona puede contener un interior luminoso. La belleza interior reflejada hacia el exterior, y no viceversa.
En El banquete, Platón nos habla de la belleza como algo más que los cánones estéticos de la época. La vincula con el bien y la verdad, como algo indivisible. Decía que la verdadera belleza no puede ir separada de estos dos conceptos y solo puede ser apreciada por un alma preparada, despojada de los límites de lo material.
Ya decía Plotino que la materia de la que está hecha nuestra realidad visible es una privación del verdadero ser, es decir, mientras más material y física sea nuestra «realidad», más alejados estaremos de nuestro verdadero origen. De la misma forma en que un artista crea una escultura, por más hermosa que parezca, nunca llegará a ser igual de perfecta que «la idea» que tenía en su mente, pues la plasmación de esta visión se ve limitada por el material del que está hecha, la habilidad del escultor, las herramientas que utiliza, etc.
Y si otro artista desea hacer una copia de esta escultura, será aún más imperfecta, pues estará más alejada de la idea original y así sucesivamente. De la misma forma, cuanto más alejados estemos de la idea que nos dio origen, seremos más imperfectos y menos bellos de lo que realmente podríamos ser.

Belleza y estética

Miguel Ángel Padilla, en su libro El arte y la belleza, nos dice que la estética, como ciencia del arte, es un término relativamente nuevo que se utiliza a partir de Kant y Hegel.
Diferenciamos entonces la estética como la ciencia de la sensibilidad (referente a los sentidos), y la belleza como la ciencia de la razón.
El mundo actual se ha enfocado tanto en la primera que pareciera ser la única fuente de belleza a nuestro alrededor. Además, busca de forma sistemática estandarizar patrones de lo que se considera bello, cuando la estética es, sin duda alguna, subjetiva, variable y temporal. Nosotros enfocaremos nuestra búsqueda de la segunda, aquella belleza universal y eterna.

¿Qué propósito tiene la belleza?

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Plotino identifica la Unidad (aquello que está por encima de todo y de donde nace el universo y todo su contenido) como expresión de la perfección, el fundamento último del ser y lo que constituye su realidad verdadera, superior a toda forma. En el momento en que caemos y nos materializamos como humanos, nos olvidamos de nuestro origen; sin embargo, quedan pequeños esbozos de aquella realidad superior, y es a través de la belleza, la verdad, la justicia y el bien como se pueden llegar a reconocer rasgos de esta Unidad a la que todos pertenecemos.
Llegar a este grado de conciencia tendría un gran impacto en nuestro comportamiento: el egoísmo perdería sentido, pues veríamos a nuestros semejantes no como competencia, sino como compañeros de camino, o el separatismo disminuiría, pues reconoceríamos nuestras semejanzas y comprenderíamos mejor a nuestros vecinos.
El propósito de la belleza es crear un vínculo entre lo terrenal, lo más material, y lo más elevado, el origen de todas las cosas. Al inicio será apreciada por nuestros sentidos, pero si estamos educados y sensibilizados, podremos ir más allá de lo físico y comprender que la verdadera belleza conecta nuestros valores y nuestras ideas, permitiéndonos tener un pequeño esbozo del origen común de donde todos provenimos.

El origen de la belleza

La complejidad del tema ha seducido a filósofos de todos los tiempos. Muchos coinciden en que la belleza proviene del intelecto. Esto explicaría por qué para algunas personas algo puede ser hermoso y para otras no. Esta es la belleza de los sentidos: limitada y efímera. La verdadera belleza solo puede originarse de la verdadera sabiduría, de la esencia; aquello de donde nacen todas las ideas. Y así como el pintor expresa su visión en el lienzo en blanco, la naturaleza y todo lo que nos rodea es una obra que refleja la perfección de esa idea inicial.
Esta afirmación nos genera otras preguntas: ¿cuál fue el mecanismo por el que se creó todo este universo? ¿De donde sacó «el Pintor» el conocimiento de cómo debían funcionar las cosas que luego creó, si antes no existían? Podemos acudir a nuestra razón para entender que somos apenas un reflejo de aquella sabiduría que nos dio origen, que provenimos de una idea superior que se plasmó en formas y modelos de cosas, que aunque parezcamos distantes no somos opuestos a la creación universal, pues pertenecemos a la misma, y esa creación es un todo. Es ese Intelecto Divino, la belleza primera.

¿Cómo podemos reconocer este tipo de belleza?

Plotino nos dice que la verdadera belleza no puede ser apreciada con los sentidos, sino con el alma. Buscar la pureza de la belleza con lo más bajo de nosotros es trabajo en vano.
El momento en que podemos contemplar la sabiduría en una mente digna y nos sentimos deleitados de tal forma que nos quedamos prendados de su belleza, aunque se encuentre en un rostro corporal poco agraciado, hemos logrado apreciar la belleza interior. Pero si tal alma aún no nos incita a llamarla bella, no solamente demuestra nuestra incapacidad para observar la belleza interior en otros, sino que sucederá lo mismo con nuestra propia alma. «Solo si te contemplas a ti mismo como algo bello, tendrás una reminiscencia de lo que es la belleza misma». La belleza, pues, a diferencia de la connotación superficial y vacía que se le ha dado hoy en día, cumple un rol superior, que es necesario comprender, si queremos descubrir su verdadero potencial.

Bibliografía
Enlace Suli Breaks: https://www.youtube.com/watch?v=Kc0WiI1vkqU
Sobre la Belleza. Plotino. Traducción de Agustín López y María Tabuyo. Editorial El Barquero. Barcelona, 2007.
El banquete. Platón.
El arte y la belleza. Miguel Ángel Padilla. Editorial NA. Madrid, 2006.
Espiritualidad griega. Evelyn Hay. Edición interna HPB. Septiembre 2013. Barcelona
http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/01/150110_cultura_belleza_antigua_grecia_finde_msd
http://filosofia.laguia2000.com/filosofia-griega/la-belleza-para-platon

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