Naturaleza — 31 de agosto de 2016 at 22:00

La noosfera: la Tierra es inteligente

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Desde la más remota Antigüedad, las civilizaciones y culturas han considerado el universo como un ser vivo. La vida es atributo esencial e inseparable del cosmos e impulso necesario que marca el desarrollo de la evolución. Desde esta visión biológica del universo, todo cuanto contiene, por diminuto que sea, tiene que ser inexorablemente portador de vida.

El universo está vivo

Desde esta visión biológica del universo, todo cuanto contiene, por diminuto que sea, tiene que ser inexorablemente portador de vida. Sirva como ejemplo cualquier partícula subatómica. Por lo tanto, el tamaño aparente de las cosas sería una característica relativa del cosmos, mientras que la vida constituye uno de sus aspectos primordiales.

Nuestro planeta Tierra, como parte integrante del universo, también tiene vida y, como tal, está configurado al igual que ocurre con el ser humano, por varias dimensiones: física, energética, astral y mental. Cada una de ellas se corresponde con los símbolos alquímicos de tierra, agua, aire y fuego respectivamente. Esta es la visión holística de nuestro planeta Tierra que sostiene la filosofía natural, y que le confiere una dimensión mental propia.

En la actualidad, en diversos ambientes científicos abiertos a la metafísica y la mística, a esta esfera de pensamiento de la Tierra se le denomina noosfera. El padre de esta teoría fue el científico ruso Vladimir Vernadsky (1863-1945), y más tarde, el antropólogo y teólogo francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955).

Noos, en griego, significa «inteligencia». La noosfera sería entonces la esfera de pensamiento formada por el conjunto de seres vivos dotados de inteligencia. Esta dimensión sería la tercera etapa en el desarrollo evolutivo de la Tierra, habiendo pasado ya por una evolución geológica (geosfera) y otra biológica (biosfera). Sería una esfera mental a la que todos estaríamos conectados mediante nuestra capacidad de cognición y donde tienen lugar todos los fenómenos del pensamiento y la inteligencia.

Si uno de los requisitos esenciales para catalogar algo como «vivo» es ser receptivo a estímulos externos y reaccionar de forma inteligente con el objeto de evolucionar y asegurar también la evolución de sus componentes, la Tierra cumple sin lugar a dudas esta misión. Ejemplos de esta relación inteligente estímulo-respuesta son el campo magnético del planeta, que filtra las radiaciones cósmicas dañinas para los ecosistemas, la regulación de la salinidad y temperatura de los océanos, la proporción siempre constante de tierras emergidas, la regulación de gases necesarios para la vida… Ya muchos científicos aceptan que todas estas funciones de regulación en favor de generar y proteger la vida en la Tierra y por la Tierra solo caben en el contexto de un auténtico ser vivo inteligente.

La glándula pineal

La Noosfera 3Hemos citado que cada uno de nosotros, mediante nuestra capacidad cognitiva, estamos conectados a la noosfera, y no solo formamos esa gran dimensión de pensamiento global, sino que también estamos interconectados todos los seres humanos a través de ella. Así se podrían explicar satisfactoriamente fenómenos de transmisión de contenidos psíquicos a distancia, como la telepatía.

Desde este punto de vista, nuestro cerebro sería el vehículo físico a través del cual estamos conectados con la esfera mental de la Tierra; esta regula nuestros ciclos fisiológicos y vegetativos, como los ciclos de vigilia y sueño (circadianos) y también los ciclos de crecimiento. Esta regulación, que hace que estemos sincronizados con la noosfera , se puede explicar a través de la Resonancia Schumann. Está formada por el conjunto de ondas electromagnéticas de baja frecuencia (7,8 Hz) que resuenan en una cavidad formada por la superficie terrestre y la ionosfera (parte de la atmósfera). Esta resonancia de fondo vibra a la misma frecuencia que las ondas cerebrales de los humanos, es decir, a 7,8 Hz.

La recepción de estas ondas se haría a través de la glándula pineal, situada justo en el centro de la cavidad craneal. Esta glándula contiene cristales de un mineral llamado apatita, excelente receptor de ondas electromagnéticas. La glándula pineal sería la antena que nos conecta con la noosfera mediante la Resonancia Schumann.

Las implicaciones filosóficas y morales de esta interconexión de pensamiento entre todos, formando la noosfera, son numerosas. Podemos citar, entre otras, la responsabilidad individual de emitir pensamientos que contribuyan a formar una esfera mental global propicia para una evolución más consciente; el compromiso de respetar y cuidar la naturaleza para evitar desconectarnos de ella, rompiendo el equilibrio ecológico y natural, consecuencia de nuestro egoísmo e ignorancia; las inmensas potencialidades mentales de que disponemos…

Este artículo ha sido redactado siguiendo el hilo conductor de una entrevista radiofónica realizada a Bianca Atwell, con motivo de la publicación de su libro Entra en la mente del planeta Tierra, descubre la noosfera. Obelisco, 2011.

2 Comments

  1. Buenas. En la necesidad de replantear el actual paradigma, el tema resulta urgente. Gratitud por ilustrarnos al respecto.

  2. Muy interesante la información me gusta

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