Sociedad — 31 de marzo de 2015 at 22:00

Héroes de celuloide para amantes del sofá

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Vemos por televisión o en el cine a héroes que se atreven a dudar de las verdades establecidas, que afrontan búsquedas interiores o efectuan cambios importantes en su vida, y los aplaudimos. Sin embargo, a la hora de plasmar esas mismas actitudes que admiramos en nuestra propia vida, ¿nos atrevemos?

Padre, lo he decidido… estoy cansado de la universidad, la abogacía me aburre y lo peor es que no me veo en mi vida trabajando en tribunales y mucho menos en tu estudio. Me voy de viaje, creo que un tiempo sin horarios rígidos y conociendo lugares nuevos y gente diferente me hará bien.

–Pero ¡¿cómo, hijo?! Te queda poco de carrera: te aseguras un título profesional, te aseguras «ser alguien», y luego, tal vez, si tienes ganas, te puedes tomar unas buenas vacaciones.

–No, no se trata de vacaciones papá, y en todo caso eso sería lo menos relevante. Se trata de

La charla siguió con infinitas preguntas, respuestas y confrontación entre un padre sorprendido –que creía que su hijo, que ya tenía cerca de treinta años, actuaba como un adolescente indeciso frente a una vida que estaba muy clara y ya casi resuelta– y un hijo que estaba bastante más maduro de lo que el padre creía, que había alcanzado cierta mirada aguda de las cosas y sabía que no sabía lo que realmente quería, y por eso necesitaba iniciar una búsqueda. Una búsqueda que más allá del movimiento geográfico y corporal que un viaje propone, tal vez sería una búsqueda hacia adentro, pero con parámetros y estructuras que no necesariamente eran las que la escuela, la universidad, la familia o un buen empleo pueden entregar.

Los conciertos y las galerías de arte están llenos de admiradores de músicos y de artistas plásticos, algunos de ellos eruditos en las materias. Pero en su mayoría esos admiradores son solo observadores de esa música y de esos colores que los conmueven. Así, como televidentes miramos a los surfistas deslizarse entre olas de aguas transparentes o a esquiadores dejando huellas en nieves vírgenes. Miran y miramos, y miramos y miran. Y a veces pensamos en las bondades de cierta dosis de vértigo, en el cosquilleo de los cambios. Pero poner el cuerpo y dar el salto para superar ciertas paredes que nos rodean requiere de energía en las decisiones, que van mucho más allá de las fuerzas que puedan tener las piernas dispuestas a eludir obstáculos. Porque los obstáculos son nuestros propios paradigmas.

heroes 2Vemos a héroes por televisión o en el cine que se atreven a los cambios, a dudar de las verdades establecidas, a las búsquedas interiores, y los aplaudimos, y hasta muchas veces nos sentimos identificados con aquel que dejó su aburrido trabajo de oficina y se fue a escalar montañas, o a nadar con delfines, o simplemente se animó a cruzar la calle para cambiar de universidad, o se entregó a su amor por un instrumento, y en lugar de pasarse ocho horas frente a una hoja de Excel, se pasa largas horas frente a una partitura tratando de hacer sonar seis cuerdas.

Pero cuando se trata de evaluar qué debemos dejar en busca de lo que queremos ganar, la tendencia es a conservar, y el apego a nuestros logros nos enturbia la claridad. Por más que lo que podamos ganar sea una plenitud realmente valiosa y de solo pensarlo el estómago se llene de cosquillas, el camino ya recorrido nos hipnotiza, y el temor a perder gana la jugada. Por más que sea evidente que la estructura experimentada es la que te hace sentir a medias contigo, la que le pone grises a tu cotidianeidad, tememos perder esos pequeños pasos que ya hemos dado, sin ver que todos los pasos que dimos en una dirección, si sabemos leerlos, nunca serán en vano, aunque hayamos caminado en la dirección contraria a la que hoy queremos tomar. De cada paso que hemos dado se puede sacar una enseñanza que nos dé sustento en los pasos futuros.

Como dice el músico argentino Charly García, «Cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada…». Sabiendo con firmeza que nos tenemos a nosotros, el resto es accesorio. Y esa solidez hará que podamos despojarnos de lo que no es esencial.

Los héroes son aplaudidos, pero poco encarnados. Asumir ser lo que soñamos ser o lo que intuimos como valioso, pero que no se adapta a ciertas estructuras típicas, genera una sensación de lejanía que inmoviliza. Y la pereza es la que termina haciéndose carne, descansando en el confort de lo conocido.

Amamos a los héroes, a los que se animan, a los que deciden, pero pocas veces nos animamos, y pocas veces nos decidimos. Y no solo la negación es en primera persona, sino que el apego por los seres queridos hace que también confrontemos ciertas decisiones de ellos movidos por la implícita acción de los miedos propios.

El sofá es solo para descansar las piernas luego de un largo día de caminar, pero dejemos de mirar la vida desde allí, y conjuguemos en el plano real el verbo vivir.

No nos dejemos engañar por el sofá. Su pasividad es parte de su naturaleza, pero, para el humano, la vida es movimiento y cambios. Dejemos la pasividad para cuando nos convirtamos en sofá… Yo, por ahora, elijo ser humano.

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