Filosofía — 30 de septiembre de 2020 at 22:00

Beethoven filósofo

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Beethoven Filosofo

Su vida, fue una búsqueda constante y un sacrifico continuo por amor a la humanidad y a su arte. Y no lo detuvo la adversidad más hiriente, ni la incomprensión e incluso el olvido de sus contemporáneos ante nuevas modas musicales. Y todo ello porque un día, en lugar de marcharse, como veremos más adelante, decidió servir a la humanidad. Y no solo eso, sino que mantuvo su decisión durante gran parte de su existencia.

Con esta afirmación no quiero dar a entender que Beethoven estudiara filosofía, que perteneciera a una logia masónica o que siguiera las doctrinas de la Sociedad Teosófica que, años más tarde de su muerte, a finales del s. XIX abrió sus puertas. No. Lo que quiero señalar es que Beethoven mantuvo durante toda su vida ciertos principios, ciertas convicciones que podríamos calificar como humanas, autotransformadoras, incluso heroicas. En una palabra, filosóficas.

¿A qué principios o convicciones me refiero?

· Amor a la humanidad y a su arte.

· Un continuado estudio que le llevó a sobrepasar las formas musicales y sociales de su tiempo.

· Una continua transformación interior para poder realizar aquello a lo que se sentía llamado: su destino.

Su vida, fue una búsqueda constante y un sacrifico continuo por amor a la humanidad y a su arte. Y no lo detuvo la adversidad más hiriente, ni la incomprensión e incluso el olvido de sus contemporáneos ante nuevas modas musicales. Y todo ello porque un día, en lugar de marcharse, como veremos más adelante, decidió servir a la humanidad. Y no solo eso, sino que mantuvo su decisión durante gran parte de su existencia.

Esa búsqueda, ese servicio por amor, ese estudio de las leyes de la vida y de su arte y, sobre todo, esa transformación es lo que me lleva a considerar a Beethoven como filósofo.

Pero antes de entrar en su proceso de transformación humana, vale la pena profundizar un poco e investigar si estuvo o no en alguna escuela de formación filosófica o esotérica.

Pues bien, no hay constancia de ello. Es verdad que la masonería era una institución filantrópica importante en su época. Pero no hay prueba fehaciente de que Beethoven perteneciera a alguna.

Beethoven no fue un hombre religioso a la usanza. Aunque educado en la fe católica, no era asiduo del templo, aunque sí se interesó por la filosofía y por el orientalismo. Esto lo sabemos porque entre sus manuscritos se encontraron los Upanishads y el Bhagavad Gita. Y además tenía enmarcadas en su habitación algunas frases relevantes.

Así lo explica uno de sus primeros biógrafos, Anton Félix Schindler:

«Según mis observaciones, me parecía que sus convicciones religiosas tenían su fuente en la Deidad (siempre que entendamos bajo este vocablo la religión natural), más que en las creencias de la Iglesia. Había copiado, enmarcado y colgado desde hacía muchos años en su lugar de trabajo tres inscripciones:

Yo soy el que es.

Yo soy todo, el que es, el que fue, el que será. Ningún mortal ha levantado mi velo.

El es Único por el mismo, y a este Único le debemos todas las cosas de nuestra existencia».

Haber elegido estas frases y tenerlas presentes en su lugar de trabajo es muy significativo, sobre todo si pensamos que Beethoven, durante sus treinta y cinco años en Viena, cambió muchísimas veces de apartamento, unas ochenta veces, y vivó al menos en treinta y seis casas diferentes.

02 Neefe

Sí es cierto que desde su juventud estuvo rodeado de personajes relacionados con la masonería. Uno de sus primeros profesores en la ciudad de Bonn, donde nació, Christian Gottlob Neefe, era masón y le enseñó a tocar el piano, así como rudimentos de composición.

Franz Wegeler, amigo desde su juventud con el que mantuvo una fluida correspondencia, adaptó un par de obras de Beethoven para ser interpretadas en la logia masónica a la que estaba afiliado [1] . Y músicos de su época como Haydn o Mozart pertenecieron a la masonería (recordemos que Haydn le dio clases durante un tiempo). Y, desde luego, mecenas como el príncipe Lichnowsky, entre otros.

Sin embargo, repito, no hay ninguna composición beethoveniana bajo el sesgo de la masonería como en el caso de Mozart con su Flauta mágica o la música masónica escrita ex profeso para su hermandad.

03 Wegeler

Pero abordemos el tema principal de este artículo.

Un aniversario señalado

2020, además del año del Covid-19, será el del 250 aniversario del nacimiento de Beethoven. Probablemente pocos músicos sean tan conocidos, tan populares en el mundo; algo seguramente insospechado para él ni siquiera en sus más altos sueños. Pero lo cierto es que todos tarareamos algunas de sus melodías, como la de la Novena sinfonía, todos recordamos que era sordo. Algo inaudito: ¡un músico sordo! Y también casi todos tenemos la imagen del músico hosco y de mal carácter.

¿Qué hay de verdad en todo esto? Y si es verdad, ¿qué produjo ese carácter? ¿Realmente era un hombre tan sombrío, tan agrio y terco?

Parece ser que terco sí que era, pero también noble hasta el extremo. Sus amigos lo mencionan constantemente y hay cantidad de anécdotas que lo corroboran. Pero tal vez, para entender el proceso por el cual llegó a tener ese endiablado carácter, nos ayude conocer el ambiente de la Viena que él vivió, y también, su propia naturaleza.

Pongámonos en situación.

Un muchacho de veintidós años que llega a la ciudad de la música, a Viena. Allí donde cualquiera que pretenda consagrarse al arte musical ha de lograr, no solo ser conocido, sino reconocido, valorado y admirado. Estamos a finales del siglo XVIII y los músicos consagrados son Mozart y Haydn, así como algunos otros atraídos a la corte de los Habsburgo.

Esto es importante que lo recordemos, pues Beethoven va a abrir una nueva etapa en la vida del músico, del artista. Hasta ese momento, el músico ha estado fundamentalmente bajo la protección y, por tanto, asalariado de un noble o de un cargo eclesiástico. Beethoven va a ser de los primeros que viva de su trabajo, de la publicación de sus obras. Así pues, no escribirá su música a pedido o para cubrir las necesidades de la Iglesia, como hizo, por ejemplo, Bach, sino que estará continuamente creando para poder vivir. Recordemos que en esa época no había derechos de autor. El compositor recibía un pago por los derechos de publicación de una editorial y nada más, aunque a raíz del congreso de Viena de 1814, tras la derrota de Napoleón, donde se reorganizan las fronteras de Europa, Beethoven fue mucho más conocido. Esos años del congreso fueron para él un escaparate donde los dignatarios de los diferentes países pudieron conocer su música y asistir a sus conciertos [2] .

05 Beethoven joven

Así, tenemos a un joven Beethoven que quiere hacerse un sitio en Viena. Es un extraordinario pianista y, además, tiene una maravillosa capacidad para improvisar al piano. Esta anécdota, contada por uno de sus discípulos, ilustra muy bien lo que quiero decir:

«El siglo XVIII era muy aficionado a los duelos donde se enfrentaban ejecutantes rivales; cada año, un nuevo campeón llegaba a Viena y toda la alta sociedad se apretujaba para verle medirse con el héroe de la víspera; así también Beethoven, recién llegado, se había medido con Genilek. Ahora era él, el que tenía el título; en 1797 se le opuso Steibelt, y en 1798 fue José Wölffl; los años siguientes serán Cramer, Clementi y Hummel. Sobre cada uno de estos duelos tenemos un montón de anécdotas, pero todas tienen el mismo esquema: a) el otro (del que solo varía el nombre) toca con una perfección, una pureza y una delicadeza invariablemente dignas de Mozart, y b) Beethoven está de mal humor, se sienta al piano, golpea las teclas como un bruto, improvisa, hace llorar a todo el mundo y hace añicos a su rival».

Todo apunta a que su futuro va a ser clamoroso. Sus primeras composiciones tienen buena aceptación y Beethoven empieza a perfilar su propio éxito.

Aparece la sordera

Pero a los pocos años de estar en Viena, alrededor de 1796, empiezan los molestos zumbidos (veintiséis años), que van evolucionando y que el mismo Beethoven describe en sus cartas de 1801 a sus más íntimos:

«Puedo decir que llevo una vida miserable. Hace casi dos años que evito toda clase de sociedad, pues no puedo decir a la gente: “soy sordo”. Si tuviera cualquier otro oficio, esto sería quizás posible, pero en el mío es una situación terrible. Y con esto mis amigos, que no son pocos, ¿qué dirán? Para darte una idea de esta extraña sordera, te diré que en el teatro debo colocarme cerca de la orquesta para poder oír a los actores. No oigo los tonos elevados de los instrumentos y de las voces cuando me pongo un poco lejos. En las conversaciones, es sorprendente que haya personas que no lo hayan notado nunca, pues cometo muchas distracciones. Cuando hablan bajo, apenas oigo; sí oigo los sonidos pero no las palabras, y , por otra parte, me resulta insoportable que griten.

A veces he maldecido al Creador y a mi existencia. Pero si es posible, quiero afrontar mi destino y, sin embargo, habrá momentos de mi vida en que seré la más desgraciada criatura de Dios. Te ruego que no digas nada de mi estado a nadie, es un secreto que te confío» (Beethoven, Carta a Wegeler, Viena, 29 de junio de 1801).

Beethoven escribe esto con treinta y un años. Es uno de los músicos más brillantes de Europa, ha escrito obras como el Septeto op 20 —tan conocido y que él nunca considero una obra importante—, la primera y segunda sinfonías, los dos primeros conciertos para piano y orquesta o sus doce primeras sonatas para piano.

Pero se está empezando a quedar sordo.

Esta situación le llevó a una brutal lucha interior con varios procesos. Veamos: por un lado, el temor a que descubrieran su progresiva sordera, a ser señalado como un músico sordo. Por otro, a un aislamiento cada vez mayor, misantropía que le llevó a evitar el contacto con otras personas.

Es una verdadera bajada a los infiernos, como la que todos los héroes mitológicos realizan para pasar sus pruebas y ante las cuales se verá, si sale triunfante, renovado.

Este tiempo oscuro le lleva a pensar seriamente en quitarse la vida. Se retira a un pequeño pueblo cerca de la capital, a Heiligenstadt, que ahora es un barrio de Viena. Beethoven está en una encrucijada. Tiene que tomar una decisión, y la toma. La decisión que le convertirá en el genio que conocemos.

06 Testamento

Ahí escribirá su testamento; un testamento que se descubrió dos días después de su muerte en un cajón junto a algunas cosas muy personales. Ahí, en el testamento de Heiligenstadt, dejará escrito:

«Es el arte, y solo él, el que me ha salvado. ¡Ah!, me parecía imposible dejar el mundo antes de haber dado todo lo que sentía germinar en mí, y así he prolongado esta vida miserable, verdaderamente miserable, con un cuerpo tan sensible, al que todo cambio un poco brusco puede hacer pasar del mejor al peor estado de salud. Paciencia, es todo lo que me debe guiar ahora y así lo hago. Espero mantenerme en mi resolución de esperar hasta que le plazca a la parca cruel romper el hielo. Quizá me fuese mejor; quizá no; pero soy valiente. A los veintiocho años estar obligado a ser un filósofo no resulta cómodo; para un artista es todavía más duro que para otro hombre. Divinidad, tú que desde lo alto ves el fondo de mi ser sabes que viven en mí el deseo de hacer el bien y el amor a la humanidad. Hombres, si leéis esto algún día, pensad que no habéis sido justos conmigo, y que el desgraciado se consuela encontrando alguien que se le parezca, y que, pese a todos los obstáculos de la naturaleza, ha hecho, sin embargo, todo lo posible para ser admitido en la categoría de los artistas y hombres de valía.

(…) Mi deseo es que vuestra vida sea mejor y menos triste que la mía; recomendad a vuestros hijos la virtud, solo ella puede volvernos felices, y no el dinero; hablo por experiencia; es ella la que me ha reanimado en mi aflicción; le debo, como mi arte, no haber terminado mi vida con el suicidio» (Beethoven, Heiligenstadt, 6 Oct 1802).

Este extracto recrea muy bien que ha tomado una decisión que le va a transmutar: Quedarse por amor a su arte y a la humanidad. Y justo esa decisión empieza a reflejarse en su música, que desde ese momento tomará un rumbo diferente.

Una sinfonía heroica

Vuelve de Heiligenstadt con bocetos de la Tercera sinfonía. Una sinfonía absolutamente nueva, que rompe con las dos anteriores, que de alguna manera eran continuadoras del estilo de Mozart o Haydn. Se ha propuesto como protagonista de esta nueva sinfonía a Napoleón Bonaparte, en el que ve a alguien semejante a los grandes cónsules romanos.

Así lo narra uno de sus alumnos:

«Fui el primero en llevar a Beethoven la noticia de que Bonaparte se había declarado emperador. Al oírlo se encolerizó y gritó: «¡No es más que un hombre vulgar! Ahora va a pisotear todos los derechos humanos, no obedecerá más que a su ambición; querrá elevarse por encima de los demás y se convertirá en un tirano!». Se dirigió a su mesa, cogió la hoja del título, la rompió y la tiró al suelo. La primera página fue escrita de nuevo, y entonces la sinfonía recibió por primera vez su nombre: Sinfonía heroica».

07 Portada tercerar sinfonia

De manera que ese hombre hosco, de terrible carácter, es solo una apariencia, es la defensa de un hombre forjado a golpe de yunque, la cáscara, la parte externa que rodea una sensibilidad extrema y un alma perceptiva capaz de escuchar las más sutiles armonías y hacerlas música para los hombres, sus hermanos.

Fueron muchos años de progresivo deterioro auditivo, hasta que, en la última etapa de su vida, ya casi no oía nada. De los cincuenta y seis años de vida de nuestro compositor, estuvo casi treinta sufriendo los efectos de la paulatina sordera. Los últimos años fueron de una música cada vez más íntima, más de escucha interior, que no responde más que a necesidades del alma del propio compositor.

Sé que todos recordarán la Novena sinfonía, y ahora dedicaremos un tiempo a ella, pero los tres últimos años de su vida, muy perturbadores tanto familiar como social y económicamente, los dedicó a dejar su verdadero testamente musical. Les hablo de los últimos cuartetos y sonatas, así como la Misa solemnis, entre otras obras.

Sé que los cuartetos son poco conocidos; sin embargo, es un modo de composición delicado y difícil para violoncelo, viola y dos violines; algo íntimo a la vez que tremendamente potente. En ese último periodo escribió varios cuartetos que para él eran el culmen de su obra interior (ya estaba totalmente sordo), así como su aportación a la evolución del género musical.

De manera que la música de sus últimos años es realmente enigmática, habla al futuro. Habla de otro modo, con otro lenguaje.

También mencioné que esos últimos años fueron de mucho sufrimiento familiar y que incluso pasó necesidades económicas.

09 Sobrino Karl

Hemos hablado de un Beethoven que se fue aislando poco a poco debido a su sordera. Que sepamos, nunca tuvo una relación amorosa estable que le permitiera formar una familia, crear un hogar. En sus últimos años, y tras la muerte de uno de sus hermanos, adoptó a su sobrino Karl, que se había quedado huérfano, y así, de alguna manera, intentó crear un núcleo familiar. Pero este sobrino era una persona dada a la bebida que además robaba y despreciaba a Beethoven. Aunque, también es verdad que la relación con el genio debió de ser muy difícil.

Una historia puede ilustrar esta relación:

«Meses antes de la muerte de Beethoven, su sobrino Karl, acosado por las deudas, la bebida y tras años de penosa relación con su tío, intenta suicidarse. Vende su reloj, compra dos pistolas, se hace conducir a Baden donde, en plena noche, sube a las ruinas del castillo y dispara. Una de las pistolas falla; la otra le hiere superficialmente en la sien. Pero la noticia para Beethoven fue un terrible mazazo. Estaba abatido como un padre que ha perdido al hijo más querido».

Son momentos muy duros para él. Pero son momentos cuya crudeza no se trasluce en su música. Una de las atribuciones actuales del arte es reivindicar el estado del artista o del mundo en que vive, expresar lo que experimenta, sus dolores, sus temores, sus angustias… Nada de esto está en la música de Beethoven. Él, el músico sordo y aislado, no reivindica nada para sí, simplemente deja que las musas le hablen, deja que la inspiración le conmocione y escribe lo que oye en su interior. A mí me parece de un amor y de una generosidad extraordinarios, pues deja de lado su vanidad de artista, sus dolores personales, y hace de su música un canal de algo inexpresable y bello que fluye más allá de sus acontecimientos cotidianos. Esa es su grandeza. Esa es su filosofía.

Por último, y para acabar, hemos de acercarnos a esa obra que le ha convertido en mundialmente conocido: la Novena sinfonía. Bueno, en realidad, el último movimiento de la Novena sinfonía.

¿Por qué es tan relevante esta obra? Porque es un canto a la fraternidad.

010 manuscrito novena sinfonia

Ustedes saben que las sinfonías, en época de Beethoven, eran composiciones siempre instrumentales y con una estructura muy determinada. Pues bien, Beethoven rompe toda la tradición formal y crea una sinfonía con un coro al final que canta sobre la hermandad entre los hombres, sobre la igualdad, sobre la fraternidad sin distinciones.

Y esto merece también una reflexión, pues vemos cómo la forma que ya no expresa algo deja de ser útil y, entonces, el genio que sabe lo que quiere expresar y no tiene una estructura formal que pueda hacerlo, crea una nueva forma que permita que esa esencia se muestre. Es otra de esas premisas del arte filosófico: la forma es la resultante de una belleza que necesita expresarse. No al contrario.

El trabajo inspirador

La verdad es que Beethoven llevaba tiempo trabajando en esta idea. Él es un gran trabajador, al contrario que Mozart, que veía las obras acabadas, completas. Beethoven las elabora, las madura, las trabaja incansablemente hasta que logran expresar lo que quiere. Es el caso del tema del final de la Novena sinfonía. Ese tema ya lo había utilizado casi igual en una obra, una obra escrita en 1808, dieciséis años antes de escribir la Novena. Y en la que en la parte final del coro aparece ese tema tan conocido.

Pero ¿de que habla el texto del final de la Novena?

¡Oh amigos, dejemos esos tonos!

¡Entonemos cantos más agradables y llenos de alegría!

¡Alegría! ¡Alegría!

¡Alegría, hermoso destello de los dioses,

hija del Elíseo!

Ebrios de entusiasmo entramos,

diosa celestial, en tu santuario.

Tu hechizo une de nuevo

lo que la acerba costumbre había separado;

todos los hombres vuelven a ser hermanos

allí donde tu suave ala se posa.

Un músico sordo, solitario, sin más familia que sus amigos cercanos que canta a la alegría de la fraternidad. Un hombre que ve la hermandad de todos los hombres.

011 Escultura en Viena

No estoy de acuerdo con algunos directores o intérpretes que dejan a un lado obras muy consagradas, pues dicen que ya nada aportan, que se han interpretado tanto que no tienen ya nada original. Defienden que es necesario cambiar y dar paso a nuevas ideas. Creo que hay siempre algo nuevo que descubrir en lo que está tocado por lo eterno. Y muchas obras de Beethoven son así, están tocadas por lo eterno, son obras hijas de una inspiración que habla de un mundo real pero extremadamente elevado. Siempre hay algo nuevo por descubrir, pues nuestra profundidad va variando, y en esa medida vamos descubriendo más y más detalles, más y más perlas. Lo contrario sería negar la evolución, sería negar que podemos descubrir algo nuevo en cada amanecer, en cada poesía, en cada gesto, en cada música.

Conocer someramente la vida de este ser humano nos descubre un Beethoven filósofo extremadamente ardiente. Un hombre que hizo de su gran prueba la escalera de ascenso hacia la más bella y arrebatadora de las músicas. Cuando pensemos en él, no solo veamos a alguien malhumorado, sino a alguien que cubrió su vida de heroísmo y que se transformó atravesando todas sus pruebas por profundo amor a la música y a la humanidad.

La historia de la vida de Beethoven describe la lucha mítica del alma humana que supera toda adversidad externa e imperfección interna en su camino hacia la unión con la Divinidad. Un verdadero camino filosófico.

Bibliografía

Reverter, Arturo y Stapells, Victoria (2020). Beethoven: un retrato vienés. Valencia, Tirant Humanidades.

Massin, Jean y Brigitte (1987). Ludwig van Beethoven. Madrid, Ediciones Turner.

Trías, Eugenio (2012). El canto de las sirenas. Barcelona, Galaxia Gutenberg.

Roso de Luna, Mario (1915). Beethoven teósofo. Madrid, Editorial Eyras.

Sonneck, Oscar George (2020). Beethoven contado a través de sus contemporáneos. Madrid, Alianza Música.

 


[1] Wegeler adaptó el texto de Opferlied ( Himno del sacrificio), op 121b cambiando el texto para adaptarlo al uso del ritual masónico.

[2] Para profundizar sobre el tema, es interesante el libro Beethoven: un retrato vienés, 2020. Editorial Tirant Humanidades.

2 Comments

  1. Pingback: Beethoven y los Upanishads - Filosofía - Revista Esfinge

  2. Muy interesante artículo. Nos acerca a Beethoven y su maravillosa música, con una visión diferente a la usual. Muchas gracias.

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