Filosofía — 31 de agosto de 2019 at 22:00

Nietzsche y el eterno retorno como amor a la vida

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Nietzsche y el eterno retorno como amor a la vida

Nietzsche afirma en Ecce Homo que la idea del eterno retorno le sobrevino a principios de 1881 como una inspiración, una alucinación, una narración mítica, «colmado de una nueva visión que fue un privilegio tener antes que todos los hombres de esta época». La doctrina del eterno retorno formula que la vida se repetirá una vez más e incontables veces más, y no habrá nada nuevo en ella.

En la historia actual retornan los errores, sobre todo en las guerras, sus motivos y sus consecuencias. Parecería que los humanos no aprendemos. Acaba de publicarse un documental riguroso y humano de Ed Burns sobre el eterno retorno de la guerra de Vietnam. En él no solo presenta documentos desclasificados de la administración Johnson, sino el testimonio de uno de los soldados, Roger Harris, al volver de la guerra, para reintegrarlo socialmente. Dado que los soldados ya no se consideraban héroes sino parias, se le ofreció enrolarse de nuevo. En las revueltas callejeras del 68 tuvo que tomar las armas contra los ciudadanos de su país. No lo hizo, quizás porque si es que la historia tiene algo de eterno retorno, que sea como el que propuso Nietzsche, donde podamos amar el destino porque nosotros decidamos.

Nietzsche afirma en Ecce Homo que la idea del eterno retorno le sobrevino a principios de agosto de 1881 en Sils Maria (a 6000 pies sobre el nivel del mar ¡y mucho más sobre todo lo humano!). Tal como lo cuenta Nietzsche en Ecce Homo, el pensamiento del eterno retorno le sobrevino como una inspiración, una alucinación, una narración mítica:

«En mi horizonte se levantan pensamientos como nunca había visto iguales. ¡No quiero en absoluto revelarlos y me mantendré a mí mismo en una calma inquebrantable! (…) La intensidad de mis sentimientos me da risa y escalofríos a la vez –ya me ocurrió varias veces no poder abandonar mi habitación, bajo el pretexto risible de que mis ojos estaban inflamados; ¿de qué?–. La víspera de cada una de esas ocasiones, durante mis vagabundeos, lloraba demasiado, no lágrimas sentimentales, sino lágrimas de júbilo, cantando y divagando al mismo tiempo, colmado de una nueva visión que fue un privilegio tener antes que todos los hombres de esta época» [1] .

El pensamiento del eterno retorno parece obedecer a distintas motivaciones. Por un lado, al deseo de restaurar la visión griega, presocrática, del mundo, anterior al dualismo metafísico platónico-cristiano; por otro, rechazar el tiempo lineal formado por momentos sucesivos, presente en la historia sagrada judeocristiana (creación, pecado, redención, escatología) [2] . Pero, quizás, lo más acorde es que el eterno retorno va a constituir la superación del nihilismo. El eterno retorno trata de la incorporación de los errores, de las pasiones y del saber, para considerar la existencia como un juego. Descrito en las propias palabras de Nietzsche en La gaya ciencia, la doctrina del eterno retorno formula que la vida se repetirá tal cual, una vez más e incontables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que cada dolor, y cada placer, y cada pensamiento y suspiro retorna en la misma serie y la misma sucesión [3] .

El retorno de lo mismo

Aunque él (y muchos comentaristas) lo consideraba el punto culminante de su filosofía, no hay ninguna exposición teórica de esta doctrina del eterno retorno en su obra.

Eso hace que haya muchas interpretaciones diferentes. Quizás una de las más separadas de la ortodoxia nietzscheana es la de Gilles Deleuze. Deleuze no entiende el eterno retorno como el retorno de lo mismo. Se apoyó para su interpretación en un fragmento póstumo de 1881, que no es original de Nietzsche, y que fue manipulado en su edición. En ese fragmento, Nietzsche comparaba su concepción con un ciclo en el tiempo de la concepción mecanicista de Vogt [4] . Dice Deleuze que el eterno retorno es selectivo, son repeticiones que –como el movimiento centrífugo de una rueda– expulsan todo lo negativo, porque el ser se afirma con el devenir.

Estas imágenes no se encuentran en ninguno de los textos de Nietzsche. Es más, Nietzsche acepta incluso los aspectos negativos de la vida. La filosofía que bautiza con el nombre de Dionisos [5] es la de un «… espíritu liberado que se yergue en el centro del universo con un alegre y confiado fatalismo, con la fe de que no es condenable sino lo que existe aislado…». En Ecce Homo aclara que la fórmula para expresar la grandeza el hombre es el amor al destino: el no querer que nada sea distinto, ni en el pasado, ni en el futuro, ni por toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, sino aceptar todos los aspectos de la vida: salud, enfermedad, felicidad y dolor.

Nietzsche estaba perfectamente al día del debate científico de su época. Se habían descubierto los dos principios de la termodinámica y, con ellos, se reabrió no solo el tema de la disipación de la energía, sino la posible muerte del universo y el conflicto entre la concepción lineal y la circular del tiempo. Frente a las dos posiciones que dominaban las discusiones cosmológicas de su época, ver el universo como una máquina o como un organismo, él quiere restituir a la naturaleza su carácter polimorfo, proteiforme, no estructurado, caótico gracias al principio del eterno retorno.

El amor fati y el eterno retorno en Nietzsche 3

El eterno retorno puede parecer una teoría paradójica, contradictoria, una amalgama de influencias clásicas y doctrinas científicas mal comprendidas, pero descubrimos en ella dos líneas temáticas: por una parte, la visión del mundo como flujo continuado de fuerzas desprovisto de objetivo. Por otro lado, un recorrido de liberación hacia el übermensh (mal traducido como ‘superhombre’), en medio de una transformación que necesita de soledad y lucha interna para la transvaloración.

Podríamos observar una contradicción entre estas dos ideas principales de Nietzsche: el «eterno retorno», con un universo repleto de fuerzas sin teleología y el «übermensh», logrando la transvaloración de todos los valores. El eterno retorno es un concepto cíclico del tiempo; en cambio, el proceso de las transformaciones y de la superación del hombre y el advenimiento del übermensch es un proceso lineal, como una flecha que va del pasado negativo al futuro positivo. En este último concepto tenemos la presencia de la libertad humana, porque los individuos eligen sus acciones, sus creencias, mientras que en el eterno retorno, donde todo regresa tarde o temprano, hay un determinismo que aparentemente anula la libertad humana. Nietzsche, con el amor fati (amor al destino), une ambas concepciones en una paradoja sin contradicción.

Amor fati

La fuerza que necesita el übermensh en esa lucha interna para aceptar el eterno retorno de guerra y paz es amor fati. En el apartado 341 del libro IV de La gaya ciencia, este amor al destino se enlaza también con el eterno retorno:

«Qué pasaría si un día o una noche un demonio se deslizara furtivo en tu más solitaria soledad y te dijera: esta vida, tal como la vives ahora y tal como la has vivido, la tendrás que vivir una vez más e incontables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que cada dolor y cada placer y cada pensamiento y suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida tendrá que retornar a ti, y todo en la misma serie y la misma sucesión –e igualmente esta araña y este claro de luna entre los árboles, e igualmente este instante y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia será girado siempre de nuevo– y tú con él, mota de polvo…».

La pregunta que nos es más gravoso contestar –por eso este apartado se llama el peso más grave– es: ¿aceptas el eterno retorno? ¿Aceptas que lo que vives suceda una y otra vez, innumerables veces? Nos es gravoso porque deberíamos querer la vida y a nosotros mismos de forma absoluta, sin condiciones.

Nietzsche señala que amar el destino de forma completamente entregada es también aceptar el eterno retorno, en un fragmento póstumo de 1888:

«Una filosofía experimental tal como yo la vivo anticipa a modo de ensayo incluso las posibilidades del nihilismo radical, sin que con ello se haya dicho que permanezca en un no, en una negación, en una voluntad de no. Más bien, esa filosofía quiere llegar hasta lo opuesto –hasta el dionisíaco decir sí al mundo tal como es, sin excepción, descuento ni selección–, quiere el ciclo eterno –las mismas cosas, la misma lógica e ilógica de los nudos. El estado más alto que un filósofo puede alcanzar: tener una actitud dionisíaca con la existencia–: mi fórmula para ello es amor fati» [6] .

El estado más alto que un filósofo puede alcanzar es el übermensch, el ser humano feliz que desea el eterno retorno de lo mismo, en una cultura no nihilista. En verdad, pensar en la posibilidad de que cada instante de nuestra vida pudiera repetirse eternamente hasta el infinito es también un criterio de valoración ética de la vida, porque solo cuando ese instante es pleno de sentido y de felicidad se puede querer tal repetición [7] .

Las críticas de Nietzsche al cristianismo y al platonismo se basan en que niegan todo valor a este mundo ya que desean otro, y para ello crean un mundo trascendente, una esperanza de una vida mejor, más feliz en otro lugar. Jamás repetirían la vida aquí en la Tierra. Esta falta de amor a la vida produce la decadencia de la cultura. La reinterpretación de Nietzsche del tiempo va a implicar la necesidad del amor fati, una situación que nos llevará de vuelta al amor a la vida en el aquí y el ahora. Amar al destino es ser fiel a la propia identidad.

 

NOTAS:

(1) CAMPIONI, Giuliano (2014): « Gaya ciencia» y «gay saber» en la filosofía de Nietzsche, en Guía Comares de Nietzsche, ed. de Jesús Conill-Sancho y Diego Sánchez Meca. Granada, Editorial Comares, 71-91.

(2) D’IORI, Paolo (2006): El eterno retorno: génesis e interpretación; Cuadernos nietzsche, CNRS, París, págs. 157-207.

(3) NIETZSCHE, Friedrich (2016): Ecce Homo; edición, traducción y notas de Manuel Barrios Casares, Madrid, Tecnos.

(4) NIETZSCHE, Friedrich (2016): La gaya ciencia; edición, traducción y notas de Juan Luis Vermal, Madrid, Tecno.

(5) SÁNCHEZ MECA, Diego (2018): El itinerario intelectual de Nietzsche, Madrid, Tecnos.

 


[1] Carta a Peter Gast del 14 de agosto de 1881.

[2] (5) págs. 219-220.

[3] (4) Apartado 341.

[4] (2) pág. 158.

[5] Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos, «Incursiones de un intempestivo», 49.

[6] FP IV, 16.

[7] (6) pág. 220.

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